los Pumas dan el zarpazo
La última fecha del The Rugby Championship, el gran torneo de rugby del hemisferio sur, deparó dos grandes sorpresas en un deporte cuyos desenlaces suelen ser previsibles: por fin perdió Nueva Zelanda y por fin ganó Argentina.
Los Pumas ganaron en Mendoza a los Wallabies australianos 21-17, mientras que en Johannesburgo los All Blacks neozelandeses cayeron ante los Springbocks sudafricanos 27-25.
En las tres ediciones del torneo que ha disputado, Argentina había registrado antes 16 derrotas y un solitario empate, ante los Springbocks, 16-16, también en Mendoza durante el primer año de competición.
A pesar de su derrota, la primera desde 2012, Nueva Zelanda ganó el torneo que reúne a las tres principales naciones del rugby mundial (los All Blacks, los Wallabies y los Springbocks) y a la principal nación rugbística de las Américas.
Todos los aficionados del continente, desde Canadá hasta Uruguay y Chile, saben que una inserción satisfactoria de Argentina en The Rugby Championship sería un gran estímulo para el desarrollo regional de su deporte.
Esto, que parecía una quimera hace unos años, ya estaría al alcance de la mano, aunque la participación americana en el Mundial del año que viene, en Inglaterra, estará reducida a Argentina, Estados Unidos y Canadá.
El rugby requiere una organización meticulosa. La inspiración individual, aunque bienvenida, debe estar al servicio del juego colectivo hasta un punto mucho más exigente que en el fútbol y otros deportes de equipos.
La práctica de este deporte en las tres potencias australes está tan avanzada que cualquiera de las seis naciones europeas que disputan el otro gran torneo internacional debería esforzarse para salir de perdedor habitual.
Argentina es el país rugbístico más poderoso del continente americano, pero justamente esa condición, sumada a su lejanía de los centros internacionales, retardaba su desarrollo: el hecho de no competir habitualmente con los mejores perpetuaba defectos e impedía incorporar virtudes.


La última fecha del The Rugby Championship, el gran torneo de rugby del hemisferio sur, deparó dos grandes sorpresas en un deporte cuyos desenlaces suelen ser previsibles: por fin perdió Nueva Zelanda y por fin ganó Argentina.
Los Pumas ganaron en Mendoza a los Wallabies australianos 21-17, mientras que en Johannesburgo los All Blacks neozelandeses cayeron ante los Springbocks sudafricanos 27-25.
En las tres ediciones del torneo que ha disputado, Argentina había registrado antes 16 derrotas y un solitario empate, ante los Springbocks, 16-16, también en Mendoza durante el primer año de competición.

A pesar de su derrota, la primera desde 2012, Nueva Zelanda ganó el torneo que reúne a las tres principales naciones del rugby mundial (los All Blacks, los Wallabies y los Springbocks) y a la principal nación rugbística de las Américas.
Todos los aficionados del continente, desde Canadá hasta Uruguay y Chile, saben que una inserción satisfactoria de Argentina en The Rugby Championship sería un gran estímulo para el desarrollo regional de su deporte.
Esto, que parecía una quimera hace unos años, ya estaría al alcance de la mano, aunque la participación americana en el Mundial del año que viene, en Inglaterra, estará reducida a Argentina, Estados Unidos y Canadá.
El rugby requiere una organización meticulosa. La inspiración individual, aunque bienvenida, debe estar al servicio del juego colectivo hasta un punto mucho más exigente que en el fútbol y otros deportes de equipos.
La práctica de este deporte en las tres potencias australes está tan avanzada que cualquiera de las seis naciones europeas que disputan el otro gran torneo internacional debería esforzarse para salir de perdedor habitual.
Argentina es el país rugbístico más poderoso del continente americano, pero justamente esa condición, sumada a su lejanía de los centros internacionales, retardaba su desarrollo: el hecho de no competir habitualmente con los mejores perpetuaba defectos e impedía incorporar virtudes.