El Club Mascherano es un equipo de barrio, en Alta Córdoba. El nombre nació por la idolatría a Masche y funciona en un baldío abandonado de los ferrocarriles, que ellos mismos recuperaron. Su historia.

Existe un pequeño potrero en Córdoba donde los niños no quieren ser Lionel Messi ni tampoco piden usar la camiseta 10.
Allí, donde se cruzan los Pasajes Cires y Tejerina, detrás del predio de EcoGas en la profundidad de Alta Córdoba, los niños se pelean por usar la camiseta 14 y todos quieren lo mismo: ser Javier Mascherano.
Esto sucede en el espacio verde abandonado por el ferrocarril, donde dos pibes futboleros decidieron montar su propia escuelita barrial de fútbol para darle un espacio a los chicos de la zona norte. Para sacarlos de la calle. Si usted pasa por allí un martes o jueves (a partir de las 18) a la tarde verá los purretes correr atrás de la redonda y, contra un alambrado, un cartel que le pone nombre y define todo: Club Mascherano.
“Esto nació el último día del niño, el año pasado, allá por agosto. Decidimos armar un picadito con los chicos del barrio y la verdad que nos entusiasmamos. Pusimos dos arquitos e invitamos a los chicos del barrio. Ese fue el comienzo”, cuenta Martín Pozzo, de 26 años, fundador y entrenador de esta escuelita barrial que hoy cuenta con un número que oscila entre 35 y 40 chicos. No se cobra cuota alguna a los niños cuyas edades van de los 6 a los 13 años y que compiten en la Liga Municipal de Fútbol Infantil. Además, juegan amistoso contra otras escuelitas barriales, los sábados.

El espacio donde hoy están las tres canchas estaba abandonado. Y fueron Martín junto a Dario Lescano, el otro entrenador, quienes pusieron manos a la obra para limpiarlo y montar el inicio de este sueño. Sus amigos ayudaron.
La Municipalidad colaboró en un principio con arcos y pelotas, aunque luego “ya no volverían a aparecer”, como cuenta Pozzo. “Hoy tenemos tres canchas y una sola disponible porque los yuyos están muy altos. Esperemos que vengan a cortarlo. Igual, vamos a hacer una rifa para comprar una bordeadora y acondicionar nosotros el lugar”, agrega quien fuera jugador de la Primera División de Villa Azalais, en la Liga Cordobesa.
Pozzo, amante de la redonda y estudiante de ingeniería, mamó este sueño desde niño junto a su viejo Adrián, quien en este mismo espacio supo crear la escuela barrial ya desaparecida “Defensores de Alta Córdoba”.
Martín retomó el camino que le marcó su padre para formar lo que hoy es el Club Mascherano. O simplemente el “Masche”, como lo llaman los propios pibes y los rivales, que se sorprenden con el llamativo nombre del equipo.
“Nosotros queremos crecer de a poco. Todavía no tenemos un año, pero se han sumado muchos chicos. El proyecto a futuro es que sea un club de barrio y competir en torneos oficiales. Pero para eso falta".
Necesitar, necesitan de todo: pelotas, redes, camisetas, conos. “Plata no queremos, porque esto no es por plata. Pero sí nos hacen falta los elementos”, cuentan a dúo.

¿Por qué Mascherano?
La respuesta parece sencilla, aunque hace falta que los propios protagonistas lo cuenten.
Está claro que la fiebre que despertó Javier Mascherano en la participación en la Copa del Mundo de Brasil provocó una idolatría importante en los niños. El 14 se brindó por completo y sus lágrimas en la final ante Alemania fueron las lágrimas de todos. Masche se ganó a la gente y se metió en el corazón de todos los argentinos.
Y el Club Mascherano no es más que una de sus consecuencias.
“Nosotros arrancamos con esto después del Mundial. Lo hablamos con los chicos el tema del nombre y después de darle algunas vueltas elegimos Mascherano. Masche a todos les cae bien. Sobre todo por sus valores, por su humildad y sacrificio, que es un poco nuestro lema. Nos sentimos identificados con Javier. No conozco a nadie que le caiga mal Mascherano”, dice Martín.
“Así quedó el nombre y nos pareció original. Acá los chicos se pelean por jugar con la 14. A los chicos los motiva y todos quieren ser Mascherano. Cuando jugamos contra otros equipos, los otros niños les piden a sus profes que los equipos se llamen Di María o Messi jajaja... En ese sentido somos únicos”, agrega el fundador, mientras detrás suyo los chicos siguen corriendo esperando que nunca se haga de noche.

En los últimos meses han sumado también fútbol femenino, con un grupo de niñas que se acercó y semana tras semana va creciendo. “Pero para eso necesitamos tener las otras dos canchas disponibles. Hoy las mujeres deben esperar que terminen los pibes para entrenar. Pero como no tenemos luz, juegan hasta que se hace de noche. Pero como acá estamos perdidos y no nos ve nadie, no nos dan bola. Pero igual queremos seguir creciendo de a poco, desde la humildad”, asegura Darío, el otro DT.
Existe un pequeño potrero en Córdoba donde los niños no quieren ser Lionel Messi ni tampoco piden usar la camiseta 10.
Allí, cuando un pibe va al piso y se raspa las rodillas con la tierra y las piedras, no duele. Se siente bien. Se siente Mascherano.
