Almirón encontró en Méndez al socio que les faltaba a Montenegro y a Mancuello: su ingreso potenció la usina de gestación de juego que sostiene la ilusión del Rojo.

Jesús Méndez fue el mejor de la cancha”. Jorge Almirón advirtió lo que ya es evidente: el cambio abrupto que se produjo en los últimos dos partidos ante San Lorenzo (2-1) y Tigre (3-1) coincidió con el ingreso del ex Central y Boca. Independiente encontró en él lo que le faltaba: el primer pase claro y certero. En base a su criterio para distribuir la pelota, su lectura para interpretar cuándo darla corta y cuándo larga, su capacidad para comprender los tiempos de la entrega que demanda cada jugada, su lectura para decodificar cuándo es redituable hacer la pausa, Méndez se convirtió en el hombre que completó el triángulo creativo de Independiente.
Apeló a la simpleza sin incurrir en el pecado capital que suele atentar contra su juego: el exceso en el traslado. Y Almirón encontró en él la tercera posición. El trinomio que compone junto a Federico Mancuello y Daniel Montenegro representa la usina de gestación de juego del Rojo, la reserva natural que preserva las buenas ideas para abrir los cerrojos de los rivales de turno. Porque Independiente no estaba en deuda si se contemplaban los resultados, pero sí lo estaba si la lupa se posaba sobre el funcionamiento. O sobre la ausencia de un funcionamiento capaz de garantizar una continuidad.
Sería apresurado bajar el martillo y decretar el nacimiento de una sociedad con promesa de crecimiento paulatino. Pero la presencia de Méndez alteró la ecuación y potenció a quienes comprenden su entorno. Se trata de una sociedad que parece retroalimentarse. Montenegro puede dar cuenta de ello. “La presencia de Jesús es importante porque te permite recibir de cara al arco”, resumió el Rolfi, quien venía padeciendo la ausencia de un jugador capaz de ejecutar el primer pase. En varios partidos se advirtió que debía retrasarse demasiado para entrar en contacto con la pelota y que el desgaste físico que acarreaba semejante despliegue le impedía llegar con aire a las proximidades del área. Y es en la zona de fuego donde su aporte en la búsqueda de espacios se torna crucial a pesar de que ya no posee el cambio de ritmo, el desequilibrio ni la explosión que tenía cuando surfeaba la cresta la ola.
A Mancuello también lo benefició el ingreso de Méndez, quien arrastra marcadores que ante su ausencia sólo se encargaban de custodiar al capitán. Es que la fisonomía del Rojo cambió con Jesús. “Con él conseguimos tener más continuidad en el juego”, expresó Mancuello. A Almirón en ningún momento lo abordó el temor de quedar desprotegido ante la falta de un volante de contención neto. “Nosotros estamos preparados para defendernos con la pelota”, suele argumentar el técnico. Habrá que ver si Méndez consigue sostener el nivel de los últimos dos partidos, si los rivales optan por presionarlo y obstruirlo o si vuelve a caer en la irregularidad que lo persiguió durante varios lapsos de su carrera.