

El semblante adusto con el que Jakub Blaszczykowski encara a los rivales, se convierte en rabia pura cuando celebra un gol. Entonces, si de por sí su rostro es intimidante, el grito de éxtasis puede provocar pavor a los rivales mientras el volante polaco se arranca hacia la banda para lanzarse de rodillas a festejar con la afición de la Selección de Polonia o del Borussia Dortmund.
Así es "Kuba", un jugador que no tiene medias tintas, quien difícilmente regala una sonrisa y a quien nunca se le encuentra relajado, salvo cuando, al final del festejo, se vuelve a arrodillar y alza la mirada y los brazos al cielo: entonces sí se tranquiliza, porque es momento de recordar a su madre, Anna.
Anna ya no está con Jakub. Se la arrebataron. El jugador sólo tenía 11 años cuando fue testigo del terrible asesinato de su mamá a puñaladas. Al agresor, "Kuba" lo conocía muy bien: era su padre, Zygmunt.
"Nunca voy a entender qué pasó. Siempre me voy a preguntar '¿por qué?'. Hasta el final de mi vida voy a tener que vivir con esto", contó Blaszczykowski al diario The Sun.
"Antes en mi vida (el asesinato) era algo que no quería mencionar jamás. Traté de olvidarlo y no pude. Pero ahora soy lo suficientemente maduro para hablar al respecto".
El incidente marcó la vida de Blaszczykowski; su padre fue a la cárcel y él se encerró en su cuarto, no salió de su cama en 5 días y se autoimpuso un voto de silencio.
"A los 11 años tuve que madurar y empezar a pensar diferente. No es fácil de pronto perder a ambos padres cuando se tiene 11 años. Sólo después de un año o dos me di cuenta de lo que realmente sucedió", reveló hace tres años a un periódico de su país.
"Ahora lo pienso incluso con más frecuencia 'no tengo padres'. Luego me hice más resistente a las tragedias; he perdido todo, lo más importante".
Católico devoto, al grado de leer la Biblia todos los días, "Kuba" creció con su abuela Felicja Brzeczek.
"Sin ella pude haber tomar un camino erróneo en mi vida. Trato de hacerla sentir orgullosa porque hizo grandes cosas por mí y mi hermano (Dawid, mayor que él)".

Zygmunt, su papá, fue sentenciado a 15 años de prisión; en mayo de 2011, ya siendo hombre libre, murió a los 56 años; aunque Jakub nunca volvió a hablar con él, sí asistió a su funeral.
El futbol le cambió la vida
Blaszczykowski nació en un pequeño poblado llamado Truskolasy, donde habitan poco más de 2 mil personas. Por eso, para llegar a ser futbolista tuvo que picar piedra. Empezó a los 8 años, en el Rakow Czestochowa, pero luego de la tragedia de su madre abandonó el futbol.
Fue su tío Jerzy Brzeczek, ex jugador profesional, quien lo impulsó a recuperar su pasión y lo regresó al futbol.
En 2005, con 19 años, Blaszczykowski debutó en la Primera División de Polonia con el Wisla Cracovia. Inmediatamente causó impacto y apenas 2 años después fue fichado por el Borussia Dortmund.
Con el club alemán, bajo el mando del técnico Thomas Doll, "Kuba" fue haciéndose de un espacio y se consolidó para su segunda temporada, ya con Jurgen Klopp como entrenador.
Klopp cobijó al talentoso mediocampista, quien ha respondido con creces. Fue pilar en el bicampeonato de la Bundesliga que el Dortmund obtuvo en las temporadas 2010-11 y 2011-12.
En octubre pasado, el polaco sufrió una lesión que lo alejó de las canchas durante seis semanas, pero volvió como si nada hubiera pasado; en la eliminatoria de Octavos de Final por la Champions actual, Blaszczykowski aportó con un gol en el duelo de vuelta ante el Shakhtar Donetsk.
Fuera de la cancha, de "Kuba" no existen indicios de un solo escándalo. De hecho, es un hombre de familia: en 2010, se casó con su novia de siempre, Agata, y con ella tiene una niña de 2 años, Oliwia.
A los 27 años, la vida le sonríe a Jakub y, a pesar de todo, él se declara un hombre feliz, aunque no necesariamente lo muestre en el rostro.


