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Mundo Messi

Messi y la herida inmensa


Ver a Messi en el nivel que mostró ayer será siempre una buena noticia. Por amor al fútbol, simplemente. Pocos jugadores, como él, pueden repartir tantos pases de terciopelo y hacerse cargo de definir un partido dominado pero de gol esquivo. Dos asistencias de lujo, dos goles de Neymar. Plinc caja.






Por añadidura, también resulta grato registrar que el Pibe afronta su duelo post Mundial en la cancha misma y con la pelota al pie. En lo suyo. Pero eso sí: no nos pidan, a unos cuantos futboleros argentinos, periodistas o no, que vivamos sus buenas tardes con la camiseta del Barcelona con el cosquilleo, la vibración y el deleite de tiempo ha. La herida de la final perdida es inmensa, descomunal, demasiado grande como para que cicatrice de un día para el otro.

Y es tan cierto que la Selección perdió por causas múltiples (dejar pasar varios trenes, padecer un error arbitral y las inobjetables virtudes de Alemania) como que Messi invitaba a expectativas específicas y fundadas: las del mejor jugador del planeta. Era una final del Mundo, en el Maracaná, Pibe, y era tu partido soñado, y con ese zurdazo cruzado, que se fue cerca de un palo, ya habías hecho goles en los cinco continentes.

Conste que el problema no es de Messi. Conste que no escribimos desde la vereda de sus detractores. Conste que no somos parte de la troupe pavota que antes del Mundial ya lo miraba torcido y después del Mundial tuvo la excusa a mano para empujarlo a la pira pública. Pero así como nos invitó a construir una esperanza grande, grande fue el desencanto. Pasará un buen tiempo para que amén de admirarlo nos conmueva que le haga dos goles al Elche, tres al Valencia o cuatro al Madrid.


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Gracias @MATADORKEMPES, siempre presente.