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...Fue la fórmula de su consagración internacional. Apenas el balón picó dentro del arco uruguayo, todos sabíamos que era el gol del Mundial. Y el trampolín desde el cual daría el salto ornamental de su carrera siempre ascendente. Ese gol vale los 80 millones que pagó el Madrid, todo lo demás va en el paquete. Siempre hay un disparador. Una combinación tan voluptuosa de técnica, belleza y eficacia como ese primer gol de James Rodríguez a Uruguay dispara todas las alertas del ambiente del fútbol, lo moviliza. Y encendió la ambición del Real Madrid, acicateada, desde luego, por Jorge Mendes, el empresario número uno del mundo futbolístico y representante de James.

Sin embargo, aún sabiendo la estrecha relación de Mendes con el Mónaco y con Florentino Pérez -vendedor y comprador-, el de James al Madrid tiene toda la apariencia de ser un pase por mérito, no por marketing ni por campañas mediáticas ni por intrincadas operaciones financieras. Una transferencia como las de antes, cuando un futbolista brillaba en un equipo chico y el club grande se fijaba en él. Un pase genuino, el premio a un Mundial brillante.

James no llega al Madrid para vender camisetas (aunque se venderán muchas con su nombre), sino para aportar goles, inteligencia y autoridad futbolística. Tiene todos los atributos para hacer época en el club de Di Stéfano y Bernabéu: la clase, la edad, su vasta experiencia pese a la juventud, y la personalidad. Es estrella y no le pesa. Le dará un pase a Cristiano Ronaldo cuando lo imponga la jugada, no por sumisión. Y cuando vea que un tiro libre es para él, va a querer ejecutarlo sin pedir autorización. La actitud propia del crack.

Nos preguntan cuál ha sido su grado de evolución desde aquellos primeros palotes en Banfield. Y decimos que no le vemos evolución porque siempre jugó igual; en todo caso fue un niño prodigio. En 2009 era exactamente el mismo James que hoy, tal vez ahora tenga más soporte físico, mejor cálculo de las situaciones del juego, pero mostraba la misma seguridad en su juego, el carácter, el toque certero y elegante, el latigazo de zurda al arco, esa pegada que es su virtud egregia.

Lo imaginamos haciendo cosas bonitas con Modric, sensacional distribuidor de juego, y congeniando con Kroos, buen pasador. Debería entenderse de maravillas con Benzemá, un “9” fino, de toque y asociación. El Madrid, que siempre compra lo mejor, se lleva un jugador fantástico, un nexo perfecto entre el medio y la ofensiva. James tiene todo el fútbol en el cuerpo y en la cabeza, es muy enfocado en el partido, sin lagunas. La jugada siempre sale más limpia después de pasar por él, lubrica el juego, lo agiliza y lo torna fluido. Toca bien en corto y en largo, asiste y define con igual eficiencia. Le queda bien arrancar por derecha o por izquierda.

Con 23 años flamantes, tiene como mínimo para dos Mundiales más. Lo vemos en camino de pelearles a Willington y al Pibe el trono del mejor colombiano de todos con la pelota.

Su parábola es toda ascendente: Envigado, fútbol argentino, campeón con Banfield haciendo goles clave; desembarco en Europa y grandes triunfos con el Porto; escala importante en Mónaco (el inteligente siempre se adapta y crece); el Mundial consagratorio y el pase al Himalaya de los clubes. La camiseta del Madrid le sirve para pelear el Balón de Oro con grandes posibilidades. De hecho, ya es uno de los fuertes candidatos, lo cual deberá refrendar de aquí a noviembre, cuando cierra la compulsa. Hasta el Mundial, se mencionaba a Sergio Ramos como un nombre potable, por su decisivo aporte para ganar la décima Copa de Europa. También asomaba Cristiano, más tenuemente. Pero ambos se despintaron en Brasil y crecieron Robben y Müller. Messi ya tuvo su premio por el Mundial. Al no haber hasta noviembre más que primeras rondas de Champions, lo que se haga en Liga tendrá fuerte incidencia. Y ninguna incide más que la Liga Española; es el gran escaparate.

El 25 o 26 de octubre, Madrid y Barcelona jugarán el primer clásico del año. Lo va a mirar el mundo. Otro golazo, en ese choque, equivaldrá a una estatuilla...