Toda una institución en el país ucraniano, Andriy Shevchenko fue uno de los delanteros más mortíferos de la década de los 90 y los primeros años del Siglo XXI. Más de 200 goles en su carrera acreditan el instinto para el gol de una figura venerada hasta la extenuación por los hinchas del Dynamo de Kiev y el AC Milan. Tras su retirada del fútbol y de la política, Sheva se ha convertido en golfista.
Nacido y criado en 1976 en el Oblast de Kiev, en la fría región de Dvirkivschyna, Andriy Shevchenko nunca pareció ser un joven predestinado al éxito, como no parecían su pueblo y su región preparados para albergar en sí mismos los orígenes de un prodigio del fútbol.
Nunca nada fue fácil para Shevchenko; ni en el fútbol ni en la vida. Con apenas diez años de edad, él y su familia, como tantos otras miles, se vieron obligadas a abandonar sus hogares de Dvirkivschyna en plena madrugada, escapando del gravísimo accidente que tuvo lugar en la planta nuclear de Chernobyl, situada a apenas cincuenta kilómetros de distancia.
Con una nueva vida en la costa ucraniana, Andriy Shevchenko comenzó entonces a disputar varios torneos juveniles con el equipo de su barrio. En uno de ello, a finales de la década de los ochenta, encandiló a un ojeador del equipo más laureado del país, el Dynamo de Kiev, el equipo de su vida, en el que ingresaría con 13 años. Desde que desembarcó en el Dynamo, el joven Andriy fue pulverizando récords en todas las categorías inferiores del club, lo que catapultó su debut con el primer equipo de la capital ucraniana con solamente 18 años.
Desde entonces, la figura de Andriy Shevchenko fue ganando prestigio a nivel nacional y continental a base de actuaciones memorables y goles de todos los colores. Aunque no todo fue tan fácil como lo parecía desde fuera. En esos primeros años de profesionalismo a Andriy le costó comportarse como un jugador de élite. No fue fácil para él asumir el fútbol más como un trabajo que como un hobby y el jugador llegó a tener algunos problemas de indisciplina que pudieron arruinar su carrera. Sin embargo, Shevchenko se topó con en su camino con la figura de Valery Lobanovsky.
Del Dynamo de Lobanovski al Chelsea de Mourinho
El que fuera ex jugador de la URSS, entrenaba por aquel entonces al Dynamo de Kiev y su confianza en las aptitudes del joven Shevchenko era ciega. Por ello, Lobanovsky siempre estuvo muy cerca de Andriy, especialmente en esa etapa inicial más oscura del futbolista, fue entonces cuando más trabajó con él, inculcándole los valores que debía desarrollar para triunfar en la élite del balompié. Shevchenko siempre valoró y mucho los consejos de Lobanovsky, al que consideró siempre su segundo padre.
De su mano, Sheva explotó como jugador en el Dynamo de Kiev hasta el punto de erigirse en uno de los mejores delanteros de Europa. Con aquel Dynamo de finales de los noventa entrenado por el propio Lobanovsky, Shevchenko formó una una legendaria delantera junto a Sergei Rebrov que todavía anhelan en Kiev. Con ellos, el Dynamo se convirtió en uno de los mejores equipos de Europa. Incluso, en la temporada 1998-1999, los ucranianos llegaron a eliminar al Real Madrid en los cuartos de final de la competición, alcanzando unas históricas semifinales en las que cayeron con el Bayern Münich.
Tras 117 partidos y con media Europa tras él, finalmente Shevchenko fichó por el AC Milan después de que el club rossonero pagase 27 millones de euros por él, convirtiéndose en el jugador ucraniano más caro de la historia. En San Siro, Shevchenko se consolidó como uno de los mejores jugadores del planeta, llegando a jugar más de 200 partidos como milanista, en los que anotó 127 goles. Más allá de las cifras, los tifossi milanistas tienen a Sheva como uno de las grandes leyendas del club. En el año 2003, un penalty anotado por el ucraniano sirvió para que el Milan conquistase la sexta Copa de Europa para el club, tras imponerse a la Juventus en Old Trafford.
tras conquistar su gran sueño de la infancia, ganar la Champions League, Sheva no quiso olvidarse de aquellos que le ayudaron a cumplir su sueño. Por ello, un día después de ganar la liga de campeones, el astro ucraniano viajó a Kiev con la copa recién conquistada, para llevársela a la estatua en honor de Valery Lobanosvky, que había fallecido cuatro meses antes a causa de un infarto, y homenajear así a la persona que le ayudó a ser el fantástico jugador en el que se había convertido.
Shevchenko inclusó llegó a recibir el premio Balón de Oro como mejor futbolista del planeta en marzo de 2004. Su carrera había tocado techo. Tras convertirse en leyenda en Milán, Roman Abramovic, gran amigo de Shevchenko, pagó 45 millones al club italiano para incorporar al jugador a las filas londinenses. Sin embargo, el ucraniano nunca se adaptó a la Premier League, en la que estuvo tres temporadas, en las que apenas anotó nueve goles en 48 partidos. Tras esa aventura y una corta e infructuosa cesión de varios meses al Milan, Sheva decidió que era el momento de regresar a casa.

Nacido y criado en 1976 en el Oblast de Kiev, en la fría región de Dvirkivschyna, Andriy Shevchenko nunca pareció ser un joven predestinado al éxito, como no parecían su pueblo y su región preparados para albergar en sí mismos los orígenes de un prodigio del fútbol.
Nunca nada fue fácil para Shevchenko; ni en el fútbol ni en la vida. Con apenas diez años de edad, él y su familia, como tantos otras miles, se vieron obligadas a abandonar sus hogares de Dvirkivschyna en plena madrugada, escapando del gravísimo accidente que tuvo lugar en la planta nuclear de Chernobyl, situada a apenas cincuenta kilómetros de distancia.
Con una nueva vida en la costa ucraniana, Andriy Shevchenko comenzó entonces a disputar varios torneos juveniles con el equipo de su barrio. En uno de ello, a finales de la década de los ochenta, encandiló a un ojeador del equipo más laureado del país, el Dynamo de Kiev, el equipo de su vida, en el que ingresaría con 13 años. Desde que desembarcó en el Dynamo, el joven Andriy fue pulverizando récords en todas las categorías inferiores del club, lo que catapultó su debut con el primer equipo de la capital ucraniana con solamente 18 años.
Desde entonces, la figura de Andriy Shevchenko fue ganando prestigio a nivel nacional y continental a base de actuaciones memorables y goles de todos los colores. Aunque no todo fue tan fácil como lo parecía desde fuera. En esos primeros años de profesionalismo a Andriy le costó comportarse como un jugador de élite. No fue fácil para él asumir el fútbol más como un trabajo que como un hobby y el jugador llegó a tener algunos problemas de indisciplina que pudieron arruinar su carrera. Sin embargo, Shevchenko se topó con en su camino con la figura de Valery Lobanovsky.
Del Dynamo de Lobanovski al Chelsea de Mourinho
El que fuera ex jugador de la URSS, entrenaba por aquel entonces al Dynamo de Kiev y su confianza en las aptitudes del joven Shevchenko era ciega. Por ello, Lobanovsky siempre estuvo muy cerca de Andriy, especialmente en esa etapa inicial más oscura del futbolista, fue entonces cuando más trabajó con él, inculcándole los valores que debía desarrollar para triunfar en la élite del balompié. Shevchenko siempre valoró y mucho los consejos de Lobanovsky, al que consideró siempre su segundo padre.
De su mano, Sheva explotó como jugador en el Dynamo de Kiev hasta el punto de erigirse en uno de los mejores delanteros de Europa. Con aquel Dynamo de finales de los noventa entrenado por el propio Lobanovsky, Shevchenko formó una una legendaria delantera junto a Sergei Rebrov que todavía anhelan en Kiev. Con ellos, el Dynamo se convirtió en uno de los mejores equipos de Europa. Incluso, en la temporada 1998-1999, los ucranianos llegaron a eliminar al Real Madrid en los cuartos de final de la competición, alcanzando unas históricas semifinales en las que cayeron con el Bayern Münich.
Tras 117 partidos y con media Europa tras él, finalmente Shevchenko fichó por el AC Milan después de que el club rossonero pagase 27 millones de euros por él, convirtiéndose en el jugador ucraniano más caro de la historia. En San Siro, Shevchenko se consolidó como uno de los mejores jugadores del planeta, llegando a jugar más de 200 partidos como milanista, en los que anotó 127 goles. Más allá de las cifras, los tifossi milanistas tienen a Sheva como uno de las grandes leyendas del club. En el año 2003, un penalty anotado por el ucraniano sirvió para que el Milan conquistase la sexta Copa de Europa para el club, tras imponerse a la Juventus en Old Trafford.
tras conquistar su gran sueño de la infancia, ganar la Champions League, Sheva no quiso olvidarse de aquellos que le ayudaron a cumplir su sueño. Por ello, un día después de ganar la liga de campeones, el astro ucraniano viajó a Kiev con la copa recién conquistada, para llevársela a la estatua en honor de Valery Lobanosvky, que había fallecido cuatro meses antes a causa de un infarto, y homenajear así a la persona que le ayudó a ser el fantástico jugador en el que se había convertido.
Shevchenko inclusó llegó a recibir el premio Balón de Oro como mejor futbolista del planeta en marzo de 2004. Su carrera había tocado techo. Tras convertirse en leyenda en Milán, Roman Abramovic, gran amigo de Shevchenko, pagó 45 millones al club italiano para incorporar al jugador a las filas londinenses. Sin embargo, el ucraniano nunca se adaptó a la Premier League, en la que estuvo tres temporadas, en las que apenas anotó nueve goles en 48 partidos. Tras esa aventura y una corta e infructuosa cesión de varios meses al Milan, Sheva decidió que era el momento de regresar a casa.

