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El triunfo tricolor fue espectacular, impactante y agónico, aunque se correspondió con lo que pasó en la cancha.




La hinchada de Nacional seguía ahí, esperando que la de Peñarol terminara de salir y alejarse cabizbaja y mascando bronca del estadio, y recibió dos regalos conmovedores, emocionantes: pudo volver a gritar los goles de su cuadro al verlos de nuevo en el tablero electrónico de la Colombes y, cuando el éxtasis de esa comunión había llegado al punto más alto, de repente aparecieron los jugadores tricolores por la boca del túnel y, saltando, agitando los brazos, fueron a festejar de cara a su gente, con el torso desnudo y sólo los pantalones puestos: sin camisetas ni medias y descalzos.

Tamaña fiesta tenía una explicación igualmente visceral, pero con un gesto más calmo a quizá 100 metros de distancia: el Dr. Carlos Suero, médico de Nacional durante más de medio siglo y que lleva al club en el alma, se iba moviendo la cabeza y diciendo a la pasada que “yo nunca vi algo así, la verdad... nunca vi algo así, ¡qué bárbaro!

Sí. Bárbaro; y, seguramente, por eso mismo, inolvidable. Para Nacional, que ganó el clásico como tal vez ni lo habría soñado -aunque lo haya deseado- su hincha más fanático, de atrás, con un gol en el que el tradicional rival argumenta que hubo mano, y con otro pasada la hora, aunque dentro de los descuentos reglamentarios, que metió el “Chino” Recoba con uno de sus clásicos y fenomenales zurdazos desde afuera del área; y también para Peñarol, que no hizo más que su rival, y quizá tampoco mucho menos, pero de no mediar una tapada de Munúa al “Japo” cuando los aurinegros ganaban 1a 0 y a sus hinchas les hervía la sangre de felicidad porque Pacheco -de penal- había acabado con la imbatibilidad que durante 700’ mantuvo el emblemático arquero contrario, hasta pudo haber ganado.

En una palabra, esa era la diferencia más gráfica y elocuente que puede haber -al menos a nivel del fútbol uruguayo de entrecasa- entre un sueño y una pesadilla, al fin y al cabo.

La brecha Nacional y Peñarol, además, no había sido tan ancha adentro de la cancha; que es lo que, después de todo, debe aumentar en forma inversamente proporcional el gozo y la felicidad de los tricolores y la tristeza y el desconsuelo de sus adversarios.

Sin embargo, tampoco eso significa que lo que pasó en cuanto a la concreción del espectacular triunfo de Nacional -al menos en parte- haya estado descolgado del resto del trámite.

En un primer tiempo relativamente parejo, en el que Pacheco hizo el primer tiro de Peñarol al arco rival -desviado- a los 38’, los jugadores tricolores ganaron no menos de cuatro veces por arriba en el área contraria: en algunas ocasiones afuera, pero en una el cabezazo de De Pena, manoteado por Migliore, fue devuelto por un caño.

Era una señal, que en el comienzo del complemento quedó algo olvidada, porque Nacional pareció querer jugar con la tabla de posiciones bajo el brazo, y le cedió un poco de terreno a Peñarol como para después contragolpearlo.

Ese giro permitió que los aurinegros, que -al igual que su rival- antes habían tratado de pasar al ataque con envíos largos, ensamblaran algunas llegadas, entre las que figuró la que Porras le hizo penal a Silvestre, permitiendo que Peñarol se pusiera en ventaja.

El gol obró como un detonante, porque atrás llegó una catarata de incidencias, cambios estratégicos de Gutiérrez y Fossati, y un trámie que hizo asomar los corazones de los hinchas a sus gargantas.

Nacional pasó a jugar con tres atrás, dos volantes de marca, dos ofensivos por fuera, Recoba de enlace, y Alonso y Taborda adelante; y al entrar Novick por Pacheco, Peñarol buscó cerrar el resultado.

En suma, Nacional “se la jugó toda” y, con la ayuda de Munúa en la tapada al “Japo”, inclinó la cancha hacia el arco contrario, lo que resultó más marcado cuando Macaluso salió expulsado, aunque la roja a Romero hizo que el “sitio a Peñarol” respirara algo.

Con Macaluso afuera, que era el que mejor había andado en el juego de alto en su área, y sin contragolpear, porque la gravitación de Jonathan Rodríguez y Zalayeta fue tibia toda la tarde, Peñarol quedó expuesto a lo que pasó en los minutos finales: primero corner, el fondo aurinegro que no gana, y gol del empate; y después falta para el árbitro en el forcejeo de Valdez con Taborda, y golazo del “Chino” desde larga distancia; para ganar el clásico, para cortar la racha de tres triunfos oficiales al hilo de Peñarol; y para sueño de los “bolsos” y pesadilla de los “manyas”. ¡Inolvidable!

NACIONAL 2– PEÑAROL 1
Estadio: Centenario

Árbitro: Christian Ferreyra. Asistentes: Miguel Nievas y Richard Trinidad. Cuarto árbitro: Javier Bentancor.

Nacional: G. Munúa, S. Romero, R. García, D. Polenta, A. Espino (68' S. Fernández), D. Arismendi, G. Porras, H. Giménez (68' A. Recoba), G. Pereiro (68' Taborda), C. De Pena e I. Alonso. DT: Á. Gutiérrez.

Peñarol: P. Migliore, G. Viera, C. Valdez, D. Macaluso, A. Rodales, S. Píriz, Jor. Rodríguez, Diogo (80' D. Rodríguez), A. Pacheco (63' M. Novick), Jon. Rodríguez (87' Núñez) y M. Zalayeta. DT: J. Fossati.

Gol: 57' Pacheco (P) de penal, 90' S. Fernández (N), 90'+4 Recoba (N)

Expulsado: 77' Macaluso (P), 83' Romero (N)

Amarilla: 7' Píriz (P), 22' R. García (N), 26' Migliore (P) y Giiménez (P)