CAPITULO 26
Thomas se quedó inmóvil en la silla, sintiendo que un malestar crecía en su estómago como si fuera un virus. En su corta estadía en el Área, ya había recorrido un amplio espectro de emociones: miedo, soledad, desesperación, tristeza, incluso un ligero toque de alegría. Pero eso era algo nuevo: que alguien le dijera que lo odiaba tanto como para querer matarlo.
Gally está loco, se dijo a sí mismo. Completamente chiflado. Pero ese pensamiento sólo consiguió preocuparlo más. Una persona demente era capaz de cualquier cosa.
Los miembros del Consejo se quedaron en silencio, al parecer tan conmocionados como él por lo que acababan de presenciar. Newt y Winston soltaron a Minho y los tres se dirigieron a sus asientos con expresión hosca.
—Ese tipo se desquició por completo —dijo Minho, casi en un susurro. Thomas no sabía con seguridad si lo había dicho para que los demás lo escucharan o no.
—Bueno, tú no eres precisamente un santo —repuso Newt—. ¿En qué estabas pensando? Te pasaste un poco, ¿no crees?
Minho apretó los ojos y echó la cabeza hacia atrás, como desconcertado ante la pregunta.
-No me vengas con esa basura. A todos les encantó que este miertero recibiera lo que se merece y ustedes lo saben. Ya era hora de que alguien le hiciera frente a todo su plopus.
—Bueno, pero por algo está en el Consejo.
—Güey, ¡amenazó con romperme el cuello y matar a Thomas! El tipo está mentalmente trastornado y más vale que manden a alguien ahora mismo para que lo arroje al Cuarto Oscuro. Es peligroso.
Thomas estaba totalmente de acuerdo y casi quebranta la orden de no abrir la boca, pero se contuvo. No quería meterse en más problemas de los que ya tenía, pero no sabía cuánto tiempo más soportaría.
—Quizás tenga algo de razón -sugirió Winston, en voz muy baja.
—¿Qué? —preguntó Minho, reflejando exactamente los pensamientos de Thomas.
El Carnicero se mostró sorprendido al darse cuenta de que había dicho algo. Sus ojos recorrieron velozmente la sala antes de dar una explicación.
—Bueno... él pasó por la Transformación, un Penitente lo pinchó en pleno día, afuera de la Puerta del Oeste. Eso significa que tiene recuerdos y dijo que el Novato le resultaba familiar. ¿Por qué habría de inventar algo así?
Thomas reflexionó acerca de la Transformación y en eso de que se recuperaba parte de la memoria. Era la primera vez que se le ocurría esa idea: ¿valdría la pena dejarse pinchar por un Penitente y atravesar todo ese horrible proceso sólo para acordarse de algo? Le vino a la cabeza la imagen de Ben retorciéndose en la cama y recordó los aullidos de Alby. Ni muerto, pensó.
—Winston, ¿estabas aquí hace unos minutos? —preguntó Sartén, con cara de incredulidad—. Gally está enfermo. No puedes tomar en serio toda esa sarta de tonterías que lanzó. ¿Acaso piensas que Thomas es un Penitente disfrazado?
Con reglas o sin ellas, ya había resistido demasiado. No podía mantenerse callado un segundo más.
—¿Puedo decir algo? -exclamó, con la voz cargada de frustración-. Estoy harto de que ustedes hablen como si yo no estuviera presente.
Newt le hizo una seña afirmativa.
—Adelante. Total, esta maldita reunión ya se jodio por completo.
Ordenó de inmediato sus pensamientos, tratando de encontrar los términos correctos dentro del torbellino de frustración, rabia y confusión que giraba en su interior.
—No sé por qué Gally me odia y no me importa. Creo que está loco. Y en cuanto a quién soy realmente, ustedes saben tanto como yo. Pero si mal no recuerdo, estamos aquí por lo que yo hice allá afuera, en el Laberinto, y no porque algún idiota crea que soy la encarnación del mal.
Se escuchó una risita y él dejó de hablar, esperando haber aclarado las cosas.
Newt asintió con satisfacción.
—Va. Acabemos ya con esta reunión y ocupémonos de Gally más adelante.
—No podemos votar si no están presentes todos los miembros —insistió Winston—. A menos que estén verdaderamente enfermos como Alby.
—Mi querido Winston —respondió Newt—.Yo diría que Gally está hoy un poquitín enfermo también, así que continuaremos sin él. Thomas, haz tu defensa y después votaremos qué vamos a hacer contigo.
Se dio cuenta de que tenía los puños apretados sobre las rodillas. Se relajó y luego se secó el sudor de las manos en los pantalones. Empezó a hablar sin estar muy seguro de lo que diría.
—No hice nada malo. Todo lo que sé es que vi a dos personas que luchaban por atravesar estas paredes y no lo lograron. Ignorar lo que estaba pasando sólo por una estúpida regla me parece egoísta y cobarde y... bueno, tonto. Si quieren meterme en la cárcel por tratar de salvarle la vida a alguien, háganlo. Les prometo que la próxima vez los señalaré con el dedo y me burlaré de ellos, y después me iré alegremente a cenar lo que Sartén haya preparado.
No trataba de resultar gracioso. Simplemente estaba asombrado de que todo eso fuera motivo de discusión.
—Esta es mi recomendación —dijo Newt—. Rompiste nuestra Regla Número Uno, por lo tanto te corresponde un día en el Cuarto Oscuro. Ése es tu castigo. También sugiero que te nombremos Corredor y que el cargo se haga efectivo desde el momento en que termine esta Asamblea. Creo que has demostrado en una noche más capacidad de la que muestra la mayoría de los principiantes en semanas. Y en cuanto a ser el Encargado de los Corredores, eso olvídalo —dirigió su mirada hacia Minho—. Gally tenía razón: es una idea ridícula.
Thomas se sintió herido ante ese comentario, aunque no podía negar que estaba de acuerdo. Echó una mirada a Minho para ver su reacción.
Este, aunque no pareció sorprenderse, empezó a discutir de todas maneras.
—¿Por qué? Es el mejor Corredor que tenemos, lo juro. Por ese motivo debería ser el Encargado.
—Perfecto —respondió Newt—. Si eso es cierto, haremos el cambio más adelante. Pongámoslo un mes a prueba.
A Minho le pareció bien.
-Va.
Thomas lanzó un suspiro disimuladamente. Mantenía su deseo de ser Corredor —lo cual le resultaba extraño dada su experiencia en el Laberinto—, pero convertirse de golpe en Encargado sonaba disparatado.
Newt abarcó el recinto con la mirada.
—Muy bien, nos quedan varias recomendaciones, así que continuemos. —Vamos —dijo Sartén—Votemos y ya. Yo estoy con Newt. -Yo también —repuso Minho.
Todos dieron su aprobación. Eso lo llenó de orgullo y lo tranquilizó. Winston fue el único que no estuvo de acuerdo. Newt se dirigió a él.
—No necesitamos tu voto, pero cuéntanos tus dudas.
—Para mí está bien, pero no deberíamos ignorar por completo lo que dijo Gally. No creo que haya sido un invento. Y es cierto que desde que él llegó aquí, todo se ha ido al demonio.
—De acuerdo —dijo Newt—. Reflexionen acerca de lo que Winston ha dicho. Si todo se calma, quizás podamos tener otra Asamblea. ¿Va?
Winston hizo un gesto afirmativo.
Thomas lanzó un resoplido de impaciencia.
—Me encanta verlos opinar sobre mí como si yo no estuviera en la sala.
—Mira, Tommy —intervino Newt—. Acabamos de nombrarte Corredor, así que termina con tu Han tito y vete de aquí. Tienes mucho entrenamiento que hacer con Minho.
Fue justo en ese momento cuando cayó en cuenta de que sería Corredor y que tendría que explorar el Laberinto. A pesar de todo, sintió entusiasmo; estaba seguro de que podrían evitar quedarse atrapados allá afuera por la noche otra vez. Quizás ya se había cortado su racha de mala suerte.
—¿Y qué pasa con mi castigo?
-Mañana -contestó-. Desde el despertar hasta el atardecer. Un día, pensó. No será tan terrible, después de todo.
Se dio por concluida la reunión y todos salieron deprisa, excepto Newt y Minho. El líder no se había movido de la silla y continuaba con sus apuntes.
-Qué buen momento hemos pasado, ¿no les parece? —murmuró. Minho se acercó a Thomas y le pegó amistosamente en el brazo.
—Este larcho es el culpable de todo.
Thomas le devolvió el golpe.
—¿Encargado? ¿Eso fue en serio? Estás más trastornado que Gally. Puso una sonrisa maléfica.
—Pero funcionó, ¿no es cierto? Hay que apuntar alto. No hace falta que me agradezcas ahora.
Thomas no pudo evitar una carcajada ante la inteligencia demostrada por Minho. Un ruido en la puerta llamó su atención y se volteó para ver de qué se trataba. Era Chuck, con cara de que había sido atrapado por un Penitente. Se le pasaron las ganas de reír.
—¿Qué pasa? —preguntó Newt, poniéndose de pie.
Chuck movía las manos nerviosamente.
—Me mandaron los Docs.
—¿Por qué?
—Supongo que es porque Alby se está retorciendo en la cama, actuando como un loco y diciendo que necesita hablar con alguien. Newt se dirigió hacia la puerta, pero Chuck levantó la mano.
—Pero... no te quiere a ti.
-¿Qué quieres decir?
—Pregunta por él —contestó, señalando a Thomas.
CAPITULO 27
Por segunda vez en el día, Thomas se quedó mudo de la sorpresa.
—Despierta —dijo Newt, tomándolo del brazo—. Ni sueñes que vas a ir solo.
Se fue tras él, con Chuck pegado a sus espaldas. Salieron de la sala del Consejo y caminaron por el pasillo hasta una escalera de caracol muy angosta. Newt puso el pie en el primer peldaño y luego echó una mirada fría hacia atrás.
—Tú quédate -le advirtió a Chuck.
El niño asintió sin quejarse. Thomas supuso que algo en la conducta de Alby lo habría puesto muy nervioso.
—Arriba el ánimo —comentó—. Me acaban de nombrar Corredor, así que ahora tienes un amigo importante —trató de hacer una broma para disimular el terror que le causaba la idea de ver al líder. ¿Y si le hacía acusaciones como Ben? ¿O peores?
—Sí, claro —murmuró Chuck, mirando aturdido los escalones de madera.
Thomas comenzó a subir. Le transpiraban las manos y una gota de sudor se deslizaba por su sien.
Newt, serio y solemne, lo esperaba arriba en el largo pasillo situado en el extremo opuesto de la escalera principal, aquélla por la cual Thomas había trepado el primer día para ver a Ben. El recuerdo le produjo un cierto mareo. Deseó que Alby ya hubiera superado ese momento traumático, para no tener que volver a presenciar algo tan horrible: la piel enferma, las venas, las sacudidas. Pero se preparó para lo peor.
Newt fue hasta la segunda puerta de la derecha, golpeó suavemente y recibió un gemido como respuesta. Empujó para abrir, produciendo un leve crujido. Ese ruido hizo que Thomas reviviera vagas imágenes de casas embrujadas vistas en el cine. Sucedía una vez más: vistazos fugaces de su pasado. Podía recordar las películas, pero no las caras de los actores o con quién las había visto. También se acordaba de los cines, pero no del aspecto de ninguno en particular. Le resultaba imposible explicar esa sensación, aun a sí mismo.
Newt ya estaba adentro de la habitación y le hacía señas de que lo siguiera. Mientras entraba, se fue imaginando el horror que seguramente lo esperaba allí. Pero cuando levantó los ojos, todo lo que vio fue un adolescente muy débil tirado en su cama con los ojos cerrados.
—¿Está dormido? -murmuró, tratando de evitar la verdadera pregunta que había asomado en su mente. ¿Estará muerto?
-No sé —contestó Newt en voz muy baja. Caminó hasta la cama y se sentó en una silla de madera que estaba junto a ella. El tomó asiento del otro lado.
—Alby -susurró Newt, y luego levantó la voz—. Chuck dijo que querías hablar con Tommy.
Los párpados de Alby comenzaron a temblar y se abrieron bruscamente. Sus ojos inyectados en sangre brillaban bajo la luz. Miró primero a Newt y luego a Thomas. Con un quejido, se movió en la cama y se enderezó, apoyándose en el respaldo.
—Sí —masculló con voz áspera.
—Dijo que estabas sacudiéndote y actuando como un loquito —repuso Newt, inclinándose hacia delante—. ¿Qué pasa? ¿Sigues enfermo?
Las palabras de Alby brotaron lentamente entre los silbidos de su respiración, como si cada una de ellas le costara una semana de su vida.
—Todo... va a cambiar... La chica... Thomas... los vi —parpadeó varias veces y luego volvió a abrir los ojos, dejándose caer en la cama mirando al techo—. No me siento muy bien.
—¿Cómo es eso de que los viste...? —comenzó Newt.
—¡Yo dije que quería hablar con Thomas! —gritó con un repentino estallido de energía—. ¡No te llamé a ti! ¡Yo pedí ver al maldito Thomas!
Newt levantó la mirada y le hizo una señal inquisitoria con las cejas. Thomas se encogió de hombros, sintiéndose cada vez peor. ¿Para qué querría Alby hablar con él?
—Bueno, miertero gruñón —replicó Newt—. Él está aquí al lado. Háblale.
—Vete —dijo Alby, con los ojos cerrados y jadeando.
—De ninguna manera, quiero escuchar.
—Newt —murmuró, y luego hizo una pausa—Vete ya. Thomas se sintió muy incómodo, preocupado por lo que Newt estaba pensando, y temía por lo que Alby iba a decirle.
-Pero... —protestó Newt.
—¡Afuera! —gritó Alby con la voz cascada del esfuerzo, sentándose en la cama. Se acomodó hacia atrás de nuevo para quedar con la espalda apoyada—. ¡Sal de aquí!
Thomas pudo ver cómo Newt contraía el rostro, herido por las palabras de Alby, pero se asombró de no ver ninguna señal de rabia. Después de un momento largo y tenso, Newt se puso de pie y se dirigió a abrir la puerta. ¿Se va a ir de verdad?, pensó.
-No creas que te voy a estar esperando con los brazos abiertos cuando vengas a pedirme perdón —le advirtió, y dio un paso fuera del cuarto.
—¡Cierra la puerta! —aulló Alby, como insulto final. Newt obedeció y la cerró con fuerza.
A Thomas se le aceleró el corazón: ahora estaba solo, con un tipo que ya tenía muy mal carácter antes de ser atacado por un Penitente y pasar por la Transformación. Esperaba que le dijera lo que quería y que todo terminara lo antes posible. La pausa se extendió varios minutos. Las manos le temblaban de miedo.
—Yo sé quién eres —dijo Alby finalmente.
Thomas no sabía cómo responder. Trató de decir algo, pero sólo le salió un murmullo incoherente. Estaba completamente confuso y asustado.
-Yo sé quién eres —repitió lentamente—. Lo vi todo. De dónde venimos, quién eres tú, quién es la chica. Recuerdo La Llamarada.
—¿La Llamarada? —preguntó Thomas, haciendo un esfuerzo para hablar—. No sé a qué te refieres. ¿Qué fue lo que viste? Me encantaría saber quién soy.
—No es muy bonito —contestó y, por primera vez desde que Newt se había marchado, clavó la vista en Thomas, con los ojos llenos de una tristeza oscura—. Es horrible. ¿Por qué querrían esos garlopos hacernos recordar? ¿Por qué no podremos simplemente vivir acá y ser felices?
—Alby... —intervino Thomas, deseando poder espiar la mente del chico y ver lo que él había visto—. La Transformación... ¿Qué pasó? ¿Qué recuerdos volvieron? No te entiendo.
—Tú... —dijo Alby, y de repente se agarró la garganta, emitiendo sonidos ahogados. Comenzó a dar patadas al aire y se puso de costado, sacudiéndose de un lado a otro, como si alguien estuviera tratando de ahorcarlo. La lengua se proyectó fuera de su boca, y él se la mordía una y otra vez.
Thomas se paró de inmediato y retrocedió horrorizado, tambaleándose. Alby se retorcía como si estuviera sufriendo un ataque y agitaba las piernas en todas direcciones. La piel oscura de su cara, extrañamente pálida un minuto antes, se había vuelto púrpura, y sus ojos giraban tan hacia arriba que parecían unas bolitas blancas brillantes.
-¡Alby! -exclamó, sin atreverse a tocarlo—. ¡Newt! —gritó, ahuecando las manos alrededor de la boca—. ¡Ven aquí!
La puerta se abrió de golpe antes de que él terminara la frase.
Newt corrió hacia Alby y lo agarró de los hombros, empujando con todo el peso de su cuerpo para afirmarlo a la cama y detener la convulsión.
—¡Sujétale las piernas!
Thomas intentó acercarse, pero Alby se sacudía tan frenéticamente que le resultó imposible. Recibió una patada en la mandíbula y el dolor se extendió por todo el cráneo. Retrocedió, frotándose la herida.
—¡Hazlo de una maldita vez! —rugió Newt.
Juntó fuerzas y se arrojó sobre el cuerpo, aferrando ambas piernas y tratando de mantenerlas contra la cama. Pasó los brazos alrededor de los muslos y los apretó, mientras Newt apoyaba una rodilla en uno de los hombros y luego se concentraba en separar las manos, que seguían presionando su propio cuello.
—¡Suéltate! —aullaba Newt—. ¡Te estás matando a ti mismo, idiota!
Los músculos de Newt se tensaban y le estallaban las venas al hacer tanta fuerza para abrir las manos de Alby. Poco a poco logró despegarlas y las empujó firmemente contra el pecho. El cuerpo resistió unos segundos más, haciendo algunos movimientos bruscos para intentar alejarse de la cama. Luego se fue calmando lentamente hasta que la respiración se normalizó y quedó acostado, quieto, con la mirada vidriosa.
Thomas sujetaba las piernas con firmeza, sin animarse a liberarlas, temiendo que Alby tuviera otro ataque. Newt esperó un minuto antes de comenzar a soltar las manos de su amigo. Y luego otro, para sacar su rodilla y ponerse de pie. Thomas lo tomó como una indicación para hacer lo mismo, deseando que el suplicio hubiera terminado de verdad.
Alby miró hacia arriba con los párpados caídos, como si estuviera por hundirse en un sueño profundo.
—Lo siento, Newt —susurró—. No sé qué me pasó. Fue como si... algo controlara mi cuerpo. Perdóname...
Thomas respiró hondo. Esperaba no tener una experiencia tan incómoda y perturbadora nunca más en su vida.
—Nada de "lo siento" -respondió Newt-. Estabas tratando de matarte, cretino.
—No era yo, lo juro —murmuró Alby. Newt levantó las manos al aire.
—¿Y entonces quién era? —preguntó.
—No lo sé... No era yo —repitió. Lucía tan confundido como Thomas.
Newt pareció pensar que no valía la pena tratar de entender lo que había pasado. Al menos por el momento. Tomó las mantas que se habían caído de la cama durante el forcejeo y las colocó sobre el cuerpo del líder.
-Intenta dormir. Hablaremos de esto más tarde —dijo, dándole una palmada en la cabeza—. Estás hecho un desastre, shank.
Pero Alby ya se encontraba cabeceando y asintió levemente mientras sus ojos se cerraban.
Newt miró a Thomas y señaló la puerta. No necesitaba que se lo pidieran dos veces. Cuando estaban a punto de salir, Alby balbuceó algo desde la cama.
Los dos chicos frenaron de golpe.
—¿Qué? —preguntó Newt.
Alby abrió los ojos un instante y repitió lo que había dicho un poco más fuerte.
—Tengan cuidado con la chica —y sus párpados se cerraron por completo.
Otra vez con lo mismo. La chica. Por algún motivo, todo siempre conducía hacia ella. Newt le lanzó una mirada cuestionadora, pero él sólo levantó los hombros como respuesta. No tenía idea de lo que estaba sucediendo.
—Vámonos —dijo Newt en voz baja.
—¿Newt? —Alby lo llamó otra vez desde la cama, sin molestarse en abrir los ojos.
—¿Qué?
—Protege los Mapas —contestó, y se puso de espaldas. La conversación había terminado.
A Thomas le pareció que nada de eso sonaba bien. Nada bien. Abandonaron la habitación y cerraron la puerta suavemente.
CAPITULO 28
Bajaron deprisa las escaleras y salieron a la claridad de la tarde. Ninguno de los dos pronunció una palabra durante un rato. Thomas tenía la sensación de que las cosas se estaban poniendo cada vez peor.
—¿Tienes hambre?
No podía creer la pregunta que acababa de hacerle Newt.
—¿Hambre? Después de lo que acabo de ver, tengo ganas de vomitar. No. No tengo hambre.
—Bueno, yo sí, larcho. Vamos a buscar las sobras de la comida. Tenemos que hablar.
-Sabía que dirías algo así —repuso. Cada día estaba más involucrado con todo lo que ocurría en el Área. Y eso lo entusiasmaba.
Se dirigieron hacia la cocina y, a pesar de los gruñidos de Sartén, consiguieron sandwiches de queso y verduras. Thomas no podía ignorar la forma extraña en que lo observaba el Encargado de los cocineros, quien, además, desviaba la vista cada vez que se cruzaban sus miradas.
Algo le dijo que ése sería el tratamiento normal de ahora en adelante. Por alguna razón, él era diferente a los demás Habitantes del Área. Aunque sólo llevaba allí una semana, sintió como si ya hubiera vivido una existencia completa desde que se había despertado con la memoria borrada.
Decidieron comer afuera y, pocos minutos después, se encontraban en la pared del oeste, contemplando las diversas actividades que se llevaban a cabo en el lugar, apoyados contra la enredadera. Se obligó a comer algo porque, de acuerdo con los acontecimientos, debía tener la fuerza necesaria para enfrentar la siguiente locura que se le presentara.
-¿Ya habías visto eso antes? —le preguntó a Newt mientras comían.
La expresión de su amigo se volvió sombría de repente.
—¿Lo que Alby acaba de hacer? Jamás. En realidad, ninguno de los pinchados intentó contarnos lo que había recordado durante la Transformación. Siempre se negaron. Alby trató... debe ser por eso que se volvió loco.
Thomas se detuvo en el medio de un bocado. ¿Acaso la gente que estaba detrás del Laberinto tendría alguna forma de controlarlos? Era un pensamiento terrorífico.
-Tenemos que buscar a Gally —dijo Newt cambiando de tema, mientras mordía una zanahoria—. Ese miserable desapareció y debe estar escondido en algún lado. Apenas terminemos de comer, tengo que encontrarlo y meterlo en la cárcel.
—¿En serio? —Thomas no pudo impedir una ráfaga de euforia ante la idea. Estaría feliz de cerrar él mismo la puerta de un golpe y arrojar la llave.
—Ese larcho amenazó con matarte y tenemos que asegurarnos de que no vuelva a suceder. Ese garlopo va a pagar muy caro haber actuado de esa manera. Tiene suerte de que no lo desterremos. No te olvides de lo que te dije acerca del orden.
—Claro —repuso, distraídamente. Su única preocupación era que Gally lo odiaría aún más si lo ponían en prisión. No me importa, pensó. Ya no le tengo miedo.
—Tommy, así es como siguen las cosas —anunció Newt—: te quedas conmigo el resto del día pues hay varias cuestiones que resolver. Mañana, el Cuarto Oscuro. Después, Minho se ocupará de ti. Y quiero que te mantengas alejado del resto de los shanks por un tiempo. ¿Entendiste?
Se sentía feliz de obedecer. Estar solo la mayor parte del tiempo le parecía una genialidad.
—Suena maravilloso. ¿Así que Minho me va a entrenar?
—Exacto. Ahora eres un Corredor. Él te enseñará todo. El Laberinto, los Mapas. Hay mucho que aprender. Espero que te deslomes trabajando.
Estaba impresionado de que la idea de entrar al Laberinto otra vez no lo asustara gran cosa. Decidió hacer exactamente lo que su compañero decía, con la esperanza de distraerse y no pensar en los últimos sucesos. En el fondo, deseaba salir del Área lo antes posible. Su nuevo objetivo en la vida era evitar al resto de los Habitantes.
Se quedaron en silencio, terminando la comida, hasta que Newt consideró que había llegado el momento de hablar en serio. Hizo una pelota con la basura y lo miró fijamente.
—Thomas —comenzó—.Tienes que aceptar algo. Ya lo hemos escuchado muchas veces como para seguir negándolo, y es hora de discutirlo.
Sabía lo que se venía, pero le causaba espanto hablar de ese tema.
—Gally lo dijo; Alby lo dijo; Ben —continuó—; la chica también lo dijo, después de que la sacamos de la Caja...
Hizo una pausa, quizás esperando que le preguntara a qué se refería. Pero él había captado inmediatamente.
—Todos ellos mencionaron que las cosas iban a cambiar —repuso Thomas.
Newt desvió la mirada un momento y luego lo encaró otra vez.
—Exactamente. Y Gally, Alby y Ben dicen que te vieron en sus recuerdos después de la Transformación. Y, por lo que deduzco, no estabas plantando flores ni ayudando a unas pobres ancianitas a cruzar la calle. Según Gally, hay algo fatal acerca de ti, por lo cual quiere matarte.
—Newt, no lo sé —empezó, pero su amigo no lo dejó terminar.
—¡Thomas, yo sé que no te acuerdas de nada! Basta de decir eso. No lo menciones nunca más. Todos perdimos la memoria y estamos hartos de que nos lo recuerdes todo el tiempo. La cuestión es que tienes algo diferente, y ahora debemos descubrir de qué se trata.
Una ola de ira se apoderó de él.
—Perfecto. ¿Y cómo lo hacemos? Yo quiero saber quién soy tanto como cualquiera de ustedes. Es obvio.
-Necesito que abras tu cabeza. Tienes que decirme sinceramente si hay algo, por pequeño que sea, que te resulte conocido.
—Nada... —comenzó a hablar, pero se detuvo. Habían ocurrido tantas cosas desde su llegada que casi había olvidado cuan familiar le había parecido el Área esa primera noche, mientras dormía al lado de Chuck. Se había sentido tan cómodo, como si ésa fuera su casa. Muy lejos del terror que debería haber experimentado.
—Puedo ver cómo trabaja tu mente —dijo Newt, en voz baja—. Habla.
Vaciló, temiendo las consecuencias de lo que estaba por decir. Pero ya se había cansado de guardar secretos.
—Bueno... no puedo ser demasiado específico —prosiguió, lenta y cuidadosamente—. Pero sí es cierto que, cuando llegué, tuve la sensación de que ya había estado aquí —miró a Newt, esperando alguna señal de reconocimiento en su rostro—. ¿A alguien le pasó lo mismo?
Pero la cara de Newt no mostraba expresión alguna. Sólo llevó los ojos hacia arriba.
—Humm... no. Tommy. La mayoría de nosotros nos pasamos una semana entera haciéndonos plopus en los pantalones y berreando como bebés.
—Sí, claro —replicó e hizo una pausa, molesto y repentinamente avergonzado. ¿Qué significaba todo eso? ¿Acaso él era distinto de los demás? ¿Tenía algún problema?—.Todo me pareció familiar y sabía que quería ser un Corredor.
-Eso es súper interesante —repuso, observándolo por un momento, sin ocultar sus sospechas—. Bueno, sigue buscando, rómpete la cabeza, ocupa tu tiempo libre rondando tus pensamientos y reflexiona sobre este sitio. Sumérgete en ese cerebro que tienes y lanza todo afuera. Hazlo por nosotros.
—Lo haré —repuso, y cerró los ojos, para explorar la oscuridad de su mente.
—Ahora no, garlopo inútil —rio Newt—. Quiero decir que lo hagas de aquí en adelante. Durante tu tiempo libre, en las comidas, al irte a dormir, cuando des vueltas por ahí, en el tren,
yendo al trabajo. Tenme al tanto de cualquier cosa que te suene remotamente conocida. ¿Está claro?
—Sí, por supuesto —respondió, sin poder evitar la preocupación que le causaba haberle mostrado a Newt algunas señales de peligro, además de saber que él disimulaba la inquietud que le provocaban.
—Va —dijo, con una expresión demasiado agradable—. Para empezar, más vale que vayamos a ver a alguien.
—¿A quién? —quiso saber Thomas, pero sabía la respuesta antes de terminar de hablar. El terror lo inundó nuevamente.
—A la chica. Quiero que la mires hasta que te exploten los ojos, para ver si se dispara algo dentro de esa cabeza miertera que tienes —insistió Newt, juntando los restos de su comida y poniéndose de pie—. Luego debes contarme palabra por palabra lo que te dijo Alby.
—Perfecto —dijo, y se levantó dando un gran suspiro.
No sabía si se atrevería a contar toda la verdad sobre las acusaciones de Alby, por no mencionar lo que sentía por la chica. Todo hacía pensar que le iba a resultar imposible revelar la totalidad de sus secretos.
Regresaron a la Finca, donde ella descansaba en estado de coma. Thomas no podía dejar de preocuparse por lo que Newt debía estar pensando. El le había dicho cosas importantes y realmente le caía bien. Pero si se volvía en su contra, no estaba seguro de poder soportarlo.
—Si todo lo demás falla —dijo Newt, interrumpiendo sus reflexiones—, te mandaremos con los Penitentes, así ellos te pinchan y tienes que pasar por la Transformación. Necesitamos tus recuerdos.
Thomas lanzó una carcajada sarcástica ante la propuesta, pero Newt no sonrió.
La chica parecía estar durmiendo plácidamente, como si fuera a despertar en cualquier momento. Había esperado encontrarse con casi un esqueleto, alguien al borde de la muerte. Pero tenía una respiración acompasada y su piel estaba rozagante.
Uno de los Docs, el bajito —Thomas no podía recordar el nombre—, estaba al lado de ella, dándole agua en la boca mediante un gotero. En la mesa de luz, había dos platos con los restos de la comida: sopa y papilla. Estaban haciendo todo lo posible para mantenerla viva y saludable.
—Hey, Clint —dijo Newt, con un tono muy natural, como si pasara seguido por allí—. ¿Va a sobrevivir?
—Sí —respondió—. Está bien, aunque habla dormida todo el tiempo. Creemos que pronto saldrá del coma.
Sintió que se le ponían los pelos de punta. Nunca había considerado realmente la posibilidad de que la chica despertara, que pudiera hablar con todos ellos. No sabía por qué, de golpe, la idea lo alteraba tanto.
—¿Han anotado cada palabra que ella pronuncia? —preguntó Newt.
Clint asintió.
—La mayor parte de lo que dice es imposible de entender. Pero sí, cuando podemos lo hacemos. Newt señaló un bloc que se encontraba en la mesita. -Denme un ejemplo.
—Bueno, lo mismo que dijo cuando la sacamos de la Caja, eso de que las cosas iban a cambiar. Algo sobre los Creadores y cómo "todo tiene que terminar". Y, ah... —Clint miró aThomas como si no supiera si debía continuar hablando en su presencia.
—Está bien. El puede oír lo mismo que yo.
—Es que no puedo entender todo, pero... —continuó, desviando la mirada de nuevo hacia Thomas—. Ella repite el nombre de él una y otra vez.
Casi se cae al piso al escuchar eso. ¿Es que nunca dejarían de nombrarlo? ¿De dónde conocía a esa chica? Era como un hormigueo exasperante en el cerebro, que se negaba a desaparecer.
—Gracias, Clint -repuso Newt, con una obvia indicación de que se retirara—. Haznos un informe de todo esto, ¿está bien?
—No hay problema —contestó el Doc. Saludó a ambos con la cabeza y dejó la habitación.
—Acércate una silla —le dijo a Thomas mientras se sentaba en el borde de la cama.
Tomó la del escritorio y la puso justo al lado de la cabeza de la chica, aliviado porque Newt no había irrumpido todavía con las acusaciones. Se sentó, inclinándose hacia delante para estudiar el rostro.
—¿Hay algo que te suene? -preguntó Newt-. ¿Por mínimo que sea?
Thomas no respondió y siguió observando. Intentaba romper la barrera de su memoria para encontrar a esa chica dentro de su pasado.
Volvió al momento en que ella había abierto los ojos, justo después de salir de la Caja. Eran azules, con una intensidad que no recordaba haber visto nunca antes en otra persona. Trató de imaginar esos ojos en la cara dormida, superponiendo las dos imágenes en su mente. El pelo negro, la piel blanca y perfecta, los labios gruesos...
Mientras la miraba atentamente, se dio cuenta una vez más de lo hermosa que era.
Una fuerte sensación de reconocimiento surgió brevemente en el fondo de su mente, como un aleteo oculto en algún rincón. Duró sólo un instante antes de desaparecer en el abismo de todos los otros recuerdos capturados. Pero había sentido algo de verdad.
—Sí, la conozco -murmuró, reclinándose en la silla. Admitirlo en voz alta lo hizo sentir muy bien.
Newt se levantó.
-¿Qué? ¿Quién es ella?
—Ni idea —pero algo se disparó en su mente—. La conozco de algún lugar.
Cerró los ojos y buscó su cara en el oscuro vacío de su cabeza. ¿Quién era ella? La ironía de la pregunta le cayó como un rayo: ni siquiera sabía quién era él.
Se echó hacia delante en el asiento y respiró profundamente. Luego miró a Newt, haciendo un gesto negativo en señal de renuncia.
—En realidad no... Teresa.
Pegó un salto en la silla, arrojándola hacia atrás y luego dio una vuelta como buscando algo. Había oído...
—¿Qué pasa?¿Te acordaste de algo?
No le prestó atención mientras sus ojos vagaban confusos por la habitación. Sabía que había escuchado una voz.
—Yo... —dijo en un susurro. Se sentó otra vez, se inclinó hacia delante y la observó-. Newt, ¿tú dijiste algo antes de que yo me pusiera de pie? -No.
Por supuesto que no.
—Es que me pareció oír algo... no sé. Quizás fue adentro de mi cabeza. ¿Ella tampoco habló?
—¿Ella? —contestó, y sus ojos se iluminaron-. No. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que oíste?
Tenía miedo de admitirlo.
—Yo... te juro que escuché un nombre. Teresa.
—¿Teresa? No, para nada. ¡Seguro fue algo que se liberó del bloqueo de tu memoria! Es el nombre de ella, Tommy. Teresa. Tiene que serlo.
Se sintió raro, molesto, como si acabara de suceder algo sobrenatural.
—Fue... te juro que lo escuché. Pero dentro de mi mente, güey. No sé cómo explicarlo.
Thomas.
Ahora empujó la silla y se alejó de la cama lo más que pudo, golpeando la lámpara de la mesa, que cayó haciéndose pedazos. Una voz. De chica. Susurrante, dulce, tranquila. La había escuchado. Estaba totalmente seguro.
—¿Y ahora qué diablos te pasa?
El corazón le latía a mil kilómetros por hora. La cabeza le retumbaba y tenía el estómago revuelto.
—Ella... me está hablando. Adentro. ¡Acaba de decir mi nombre!
-¿Qué?
—¡Te lo juro! —gritó. El mundo giraba a su alrededor y oprimía su cerebro-. Estoy escuchando la voz de ella en mi mente, o algo así... no es realmente una voz...
—Tommy, siéntate. ¿Qué rayos estás diciendo?
—Newt, estoy hablando en serio. No es... una voz de verdad... pero sí lo es. Tom, nosotros somos los últimos. Todo terminará pronto. Tiene que ser así.
Las palabras repiqueteaban como un eco dentro de su cabeza y rozaban sus tímpanos. Sin embargo, no sonaban como si vinieran del dormitorio, del exterior de su cuerpo: estaban literalmente dentro de su mente.
Tom, no te vuelvas loco por lo que digo.
Se tapó los oídos con las manos y apretó los ojos. Todo era muy extraño, se negaba a aceptar racionalmente lo que estaba ocurriendo.
Mi memoria ya se está desvaneciendo, Tom. No voy a recordar mucho cuando despierte. Podemos pasar las Pruebas. Esto tiene que terminar. Ellos me enviaron como detonante.
No soportó más. Ignorando las preguntas de Newt, caminó dando traspiés hasta la puerta y la abrió con fuerza. Bajó las escaleras de un salto y abandonó la Finca sin mirar atrás. Pero no logró acallar las palabras que brotaban en su interior.
Todo va a cambiar, agregó ella.
Quería gritar, correr hasta no poder más. Se dirigió hacia la Puerta del Este y salió del Área a toda velocidad. Con reglas o sin ellas. Continuó andando, recorriendo uno tras otro todos los pasadizos, hacia el centro mismo del Laberinto. Aun así, no pudo escapar de la voz.
Fuimos tú y yo, Tom. Nosotros les hicimos esto a ellos. Y a nosotros.
CAPITULO 29
Thomas no se detuvo hasta que la voz se apagó por completo. Se sorprendió al ver que llevaba corriendo casi una hora. Las sombras de las paredes se alargaban hacia el este: pronto llegaría el atardecer y las Puertas se cerrarían. Tenía que volver. Entonces se dio cuenta de que se había orientado perfectamente en el tiempo y en el espacio. Sus instintos eran fuertes. Ya era hora de regresar.
Pero no sabía si podría enfrentar a la chica otra vez: la voz en su cabeza, todas esas cosas extrañas que había dicho.
No tenía opción. Negar la verdad no resolvería nada. Y por más terrible —y rara— que hubiera sido la invasión a su cerebro, siempre era mejor que otra cita con los Penitentes.
Mientras corría hacia el Área, descubrió muchas cosas acerca de sí mismo. Al escapar de la voz, se había ido formando en su mente la imagen exacta de la ruta a través del Laberinto, sin siquiera reparar en ello. Durante el camino de regreso, no dudó ni una vez mientras doblaba a la izquierda y a la derecha y atravesaba velozmente esos largos pasillos, a la inversa de lo que había hecho a la ida. Sabía lo que eso significaba.
Minho tenía razón. En poco tiempo sería el mejor Corredor.
Hizo otro descubrimiento. Como si la noche dentro del Laberinto no hubiera sido prueba suficiente, comprobó que su cuerpo estaba en muy buen estado. Apenas el día anterior había arribado al límite de sus fuerzas, adolorido de la cabeza a los pies. Se había recuperado muy rápido y corría casi sin esfuerzo, a pesar de que llevaba casi dos horas en movimiento. No había que ser un genio de las matemáticas para calcular que la combinación de la velocidad y el tiempo empleados implicaba que habría corrido casi medio maratón al momento de llegar al Área.
Fue en ese momento que lo asaltó la verdadera magnitud del Laberinto. Eran kilómetros y kilómetros, con sus muros que se movían cada noche. Entendió finalmente por qué era tan difícil encontrar una salida. Hasta entonces había tenido sus dudas y había llegado a preguntarse por qué los Corredores serían tan ineptos.
Continuó andando sin pausa, a la izquierda, a la derecha, hacia delante. Cuando cruzó el umbral del Área, faltaban pocos minutos para que las Puertas se clausuraran. Completamente agotado, se dirigió directamente a las Lápidas y penetró en lo profundo del bosque hasta que llegó al lugar donde los árboles se amontonaban contra la esquina del suroeste. Estar a solas era lo que más deseaba en el mundo.
Cuando sólo pudo escuchar algunas voces lejanas del Área y los ecos débiles del balido de las ovejas y de los gruñidos de los cerdos, el deseo le fue concedido. Ubicó la intersección de los dos muros gigantes y se derrumbó en el rincón para descansar. Nadie se acercó a molestarlo. La pared del sur finalmente se deslizó para cerrarse durante la noche. Se inclinó hacia delante hasta que el ruido se apagó. Unos minutos después, con su espalda apoyada cómodamente contra la enredadera espesa, se quedó dormido.
A la mañana siguiente, sintió que lo sacudían suavemente para despertarlo.
—Thomas, levántate.
Era Chuck. Parecía que el chico era capaz de encontrarlo donde fuera.
Se enderezó refunfuñando y estiró los brazos y la espalda. Tenía un par de mantas extendidas sobre él. Durante la noche, alguien había estado haciendo de Madre del Área.
-¿Qué hora es? -preguntó.
—Ya es muy tarde para el desayuno —respondió, tomándolo del brazo—. Vamos. Tienes que empezar a actuar normalmente, si no las cosas se pondrán peor.
Los eventos del día anterior irrumpieron con violencia en su cabeza y sintió que se le retorcía el estómago. ¿Qué me harán?, pensó. Las cosas que dijo la chica. Eso de que ella y yo les hicimos esto a ellos. A nosotros. ¿Qué significa?
Luego se le ocurrió que podría estar demente. Quizás el estrés del Laberinto lo había vuelto loco. De cualquier manera, sólo él había oído la voz. Nadie más estaba enterado de las cosas extrañas que Teresa le había contado ni de las acusaciones. Ni siquiera sabían que ella le había dicho su nombre. Bueno, nadie excepto Newt. Y él iba a mantener las cosas de esa manera. Ya estaba todo bastante mal como para arruinarlo más contándoles a los otros que oía voces dentro de su cabeza. El único problema era Newt. Tendría que buscar la forma de convencerlo de que la tensión lo había sobrepasado y que una buena noche de sueño había resuelto todo. No estoy chiflado, se dijo. Seguramente no lo estaba.
Chuck lo miraba con asombro.
—Lo siento -se disculpó, poniéndose de pie y actuando lo más naturalmente posible-. Estaba pensando. Vamos a comer, estoy muerto de hambre.
—Va —repuso Chuck, dándole una palmada en la espalda.
Su amigo habló durante todo el trayecto hasta la Finca, pero él no se quejó: eso era lo más cercano a una vida normal que se podía tener en el Área.
—Newt te encontró anoche y les dijo a todos que te dejaran dormir. Y... nos contó a nosotros cuál había sido la decisión del Consejo: una noche en la celda y luego comenzar el programa de entrenamiento de los Corredores. Algunos larchos abuchearon y otros aplaudieron. Pero a la mayoría pareció importarle un pito. Para mí, es genial —hizo una pausa para respirar y luego continuó—. Esa primera noche, cuando alardeabas de que querías ser Corredor y todo ese plopus... Shuck, yo me estaba muriendo de risa por dentro. Me decía todo el tiempo: "Este inútil se va a dar contra la pared un día de estos". Bueno, al final tenías razón, ¿verdad?
Thomas no deseaba hablar de eso.
—Yo sólo hice lo que hubiera hecho cualquiera. No es mi problema si Minho y Newt quieren que yo sea Corredor. —Sí, claro. Deja ya de hacerte el modesto.
En ese momento ser Corredor no era su preocupación. No podía dejar de pensar en Teresa, en la voz dentro de su mente, en lo que ella había dicho.
—Creo que estoy muy entusiasmado con eso —dijo, con una sonrisa forzada, aunque le disgustaba la idea de tener que pasarse todo el día solo en el Cuarto Oscuro, antes de empezar.
—Ya veremos cómo te sientes después de partirte el lomo corriendo. De todos modos, quiero que sepas que el viejo Chucky está orgulloso de ti.
Thomas sonrió ante la satisfacción de su amigo.
—Si fueras mi madre —repuso—, la vida sería perfecta.
Mi mamá, pensó. El universo pareció oscurecerse por un segundo. Ni siquiera podía acordarse de su propia madre. Alejó ese pensamiento, antes de que lo consumiera.
Se encaminaron hacia la cocina para desayunar algo rápido y se ubicaron en dos lugares vacíos en la gran mesa del interior. Todos los Habitantes que entraban o salían observaban de reojo a Thomas. Unos pocos se acercaron y lo felicitaron. Salvo algunas miradas de enojo aquí o allá, la mayoría pareció estar de su lado. Luego recordó a Gally.
—Hey, Chuck —preguntó, después de llevarse a la boca una montaña de huevos revueltos, procurando sonar natural—. ¿Al final encontraron a Gally?
—No. Estaba por contártelo. Alguien dijo que lo vio correr hacia el Laberinto tras abandonar la Asamblea. Después de eso no se supo nada más.
Dejó caer el tenedor, no sabía bien qué era lo que había esperado escuchar. De todos modos, la noticia lo dejó aturdido.
—¿Qué? ¿Hablas en serio? ¿Entró en el Laberinto?
-Sí. Todos saben que se volvió loco. Algún garlopo llegó a acusarte de haberlo matado ayer, cuando saliste volando hacia allá.
—No puedo creer... —dijo distraídamente, con los ojos fijos en el plato como tratando de entender por qué Gally haría algo así.
—No te preocupes por eso, hermano. No le cae bien a nadie, excepto a sus pocos amiguitos mierteros. Ellos son lo que te andan acusando.
Le resultaba increíble la forma tan normal en que Chuck se refería a todo eso.
—Hey, es probable que el tipo esté muerto, y tú hablas de él como si se hubiera ido de vacaciones. Chuck puso cara de reflexión. —No creo que esté muerto.
—¿Eh? ¿Y entonces dónde está? ¿Acaso Minho y yo no éramos los únicos que sobrevivimos una noche allá afuera?
-Eso es lo que estoy diciendo. Yo pienso que sus amigos lo tienen escondido en algún lado adentro del Área. Gally será idiota, pero tampoco tanto como para permanecer en el Laberinto toda la noche. Como tú.
—Tal vez fue exactamente por eso que se quedó allá. Para probar que era capaz de hacer todo lo que yo hice. El tipo me odia... —se detuvo un instante-. Me odiaba.
—Bueno, lo que tú digas —repuso Chuck, como si estuvieran discutiendo qué iban a desayunar—. Si está muerto, lo más probable es que ustedes lo encuentren. Si no, tendrá hambre y aparecerá para comer. No me importa.
—Todo lo que quiero es un día normal, para relajarme —agregó, mientras levantaba su plato y lo llevaba a la mesa.
—Entonces tu maldito deseo se hará realidad —intervino una voz a sus espaldas.
Al darse vuelta encontró a Newt, que le sonreía. Esa expresión fue como una ráfaga de seguridad, como si el mundo volviera a acomodarse.
—Vamos, preso —exclamó—. Podrás disfrutar de un día completo de tranquilidad dentro del Cuarto Oscuro. Chucky te llevará algo para comer al mediodía.
Se dirigió hacia la puerta detrás de Newt. De repente, un día en la cárcel sonaba de maravillas. Nada que hacer salvo sentarse y descansar.
Aunque algo le decía que era más probable que Gally le regalara flores que pasar un día entero en el Área sin sobresaltos.
CAPITULO 30
El Cuarto Oscuro se encontraba en un sitio sombrío entre la Finca y la pared del norte del Área, escondido detrás de unas matas desiguales de arbustos espinosos, que parecían no haber sido podados en años. Era un gran bloque de concreto alisado toscamente, con una ventanita enrejada y una puerta de madera con un amenazante pasador de metal oxidado, como salido de la Edad Media.
Newt sacó una llave, abrió y le hizo una señal a Thomas para que pasara.
—Sólo tienes una silla y no hay nada para hacer. Disfrútalo.
Lanzó un bufido con disimulo mientras entraba y contemplaba el único mueble: una silla horrible y desvencijada con una pata notoriamente más corta que las otras, lo cual tal vez hubiera sido hecho a propósito.
—Que te diviertas —dijo su compañero, antes de cerrar la puerta.
Thomas observó su nuevo hogar, mientras escuchaba el ruido del pasador y de la cerradura a sus espaldas. La cabeza de Newt surgió detrás de la ventanita sin vidrio, a través de las rejas, con una sonrisa en el rostro.
—Linda recompensa por romper las reglas. Salvaste algunas vidas, Tommy, pero todavía tienes que aprender...
-Sí, ya lo sé. Orden.
Newt se rio.
—Tú no eres malo, shank. Pero a pesar de ser amigos, tenemos que manejar las cosas correctamente para seguir vivos. Piensa en eso mientras contemplas la maldita pared.
Y después se marchó.
Cuando pasó la primera hora, Thomas sintió que el aburrimiento se deslizaba sigilosamente como las ratas por debajo de la puerta. Una hora después quería golpearse la cabeza contra la pared. Dos horas más, y empezó a pensar que cenar con Gally y los Penitentes sería mejor que estar sentado en ese estúpido Cuarto Oscuro. Trató de recordar pero sus esfuerzos se evaporaban en la niebla del olvido antes de que algo pudiera formarse con nitidez.
Por suerte, llegó Chuck con la comida y lo liberó de sus pensamientos. Le pasó un poco de pollo y un vaso de agua por la ventana; y comenzó, como siempre, a hablar hasta por los codos.
—Todo está volviendo a la rutina —anunció—. Los Corredores están en el Laberinto, los demás se encuentran trabajando. Quizás sobrevivamos, después de todo. No hay señales de Gally todavía. Newt les dijo a los Corredores que regresaran enseguida si encontraban su cuerpo. Ah, cierto, Alby ha retomado su vida normal. Parece estar bien, y Newt está contento de no tener que ser más el jefe.
La mención de Alby desvió su atención de la comida. Apareció la imagen del líder retorciéndose e intentando estrangularse a sí mismo el día previo. Luego se acordó de que nadie más sabía lo que le había dicho antes del ataque. Pero eso no significaba que Alby lo mantendría en secreto, ahora que se había recuperado.
Chuck seguía hablando, pero sus palabras habían tomado un giro inesperado.
—Estoy medio confundido, güey. Es raro sentirse triste y extrañar la casa de uno, si no tienes ni idea de adonde es que deseas volver, ¿captas lo que digo? Lo único que sé es que no quiero estar aquí. Quiero regresar con mi familia donde sea que quede eso, al lugar del que me sacaron. Quiero recordar.
Se sorprendió un poco. Nunca había escuchado a Chuck decir algo tan profundo y tan cierto.
—Te comprendo —murmuró.
El chico era muy bajito y Thomas no alcanzaba a ver sus ojos desde la ventana pero, por su siguiente declaración, imaginó que debían de estar inundados de tristeza, y, tal vez, de lágrimas.
—Yo solía llorar. Todas las noches.
Al escuchar esa revelación, los pensamientos sobre Alby huyeron de su mente.
—¿Sí?
—Como un bebé de pañales. Prácticamente hasta el día en que tú apareciste. Luego me acostumbré, supongo. Aunque estemos siempre esperando huir, esto finalmente se convirtió en mi casa.
—Yo sólo lloré una vez desde que llegué, pero fue cuando casi me comen vivo. Es posible que sea simplemente un garlopo superficial —no lo habría admitido si su amigo no le hubiera confesado antes cosas tan personales.
—¿Tú también? —escuchó que Chuck preguntaba a través de la ventana—. ¿En ese momento?
—Sí. Cuando el último Penitente terminó de caer por el Acantilado, me derrumbé y me eché a llorar —contestó, con el recuerdo todavía muy fresco—. Todo se me vino encima de golpe. Estoy seguro de que me hizo bien. No te sientas mal por llorar. Nunca.
—Parece que te hace sentir mejor, ¿no? Es raro cómo funciona.
Pasaron unos minutos en silencio. Se dio cuenta de que no quería que Chuck se fuera.
—Hey, ¿Thomas?
—Sigo aquí.
—¿Crees que tengo padres? ¿Padres de verdad?
Se rio, más que nada para alejar la ola de tristeza que causaba la pregunta.
—Por supuesto, larcho. ¿No me digas que tengo que explicarte lo de las flores y las semillitas? —bromeó Thomas, mientras sentía que el dolor le llenaba el corazón. Se acordaba de esa charla, pero no con quién la había tenido.
—No estoy hablando de eso —exclamó, con una voz muy desanimada. Sonaba baja y lúgubre, como si hablara entre dientes-. La mayoría de los tipos que pasaron por la Transformación recuerdan cosas terribles de las cuales prefieren ni hablar, lo cual me hace dudar de que me espere algo bueno allá, en mi hogar. Lo que quiero decir es: ¿piensas que es posible que tenga una mamá y un papá que me echen de menos, allá afuera en el mundo, en algún lugar? ¿Crees que ellos lloren por las noches?
Conmocionado, Thomas comprobó que sus ojos se habían llenado de lágrimas. La vida había sido tan delirante desde su llegada al Área que nunca se le había ocurrido pensar en los Habitantes como si fueran chicos reales, con familias de verdad que los extrañaran. Era muy raro, pero ni siquiera había pensado en sí mismo de esa manera. Sólo reflexionaba acerca del significado de todo, sobre quiénes los habían mandado allí o cómo saldrían alguna vez de ese lugar.
Por primera vez, sintió algo por Chuck que lo enojó de tal modo que tenía deseos de matar a alguien. El chico debería estar en la escuela, en su hogar, jugando con los amigos. Tenía derecho a tener una casa y una familia que lo amara, que se preocupara por él. Una mamá que se encargara de que se bañara todos los días y un papá que lo ayudara con la tarea.
Detestó a las personas que habían arrancado a ese pobre chico inocente de su familia. Los odió con una pasión que no sabía que un ser humano pudiera sentir. Quería que los mataran, incluso que los torturaran. Deseaba que Chuck fuera feliz.
Pero la felicidad había sido extirpada de sus vidas. Y también el amor.
—Escúchame, Chuck —contestó, haciendo una pausa para calmarse y que no se le quebrara la voz—. No me cabe la menor duda de que tienes padres. Lo sé. Suena horrible, pero estoy seguro de que tu mamá está sentada ahora en tu cuarto, sosteniendo tu almohada,
observando por la ventana ese mundo que te arrebató de ella. Y sí, te apuesto que está llorando. Con fuerza. Los ojos hinchados, los mocos en la nariz: un llanto como debe ser.
No dijo nada, pero Thomas oyó unos ligerísimos gemidos.
—No debes rendirte, Chuck. Vamos a solucionar todo y salir de aquí. Ya soy un Corredor y te prometo por mi vida que te voy a llevar de vuelta a tu habitación. Y tu mamá dejará de llorar.
Lo decía en serio. Esa promesa le quemaba el corazón.
—Espero que tengas razón —dijo Chuck con voz temblorosa. Hizo el gesto del pulgar hacia arriba en la ventana y se alejó.
Thomas se levantó y caminó por el pequeño recinto, ardiendo en deseos de cumplir su palabra.
—Créeme, Chuck -susurró al aire—.Te juro que te llevaré de vuelta a tu casa.
Thomas se quedó inmóvil en la silla, sintiendo que un malestar crecía en su estómago como si fuera un virus. En su corta estadía en el Área, ya había recorrido un amplio espectro de emociones: miedo, soledad, desesperación, tristeza, incluso un ligero toque de alegría. Pero eso era algo nuevo: que alguien le dijera que lo odiaba tanto como para querer matarlo.
Gally está loco, se dijo a sí mismo. Completamente chiflado. Pero ese pensamiento sólo consiguió preocuparlo más. Una persona demente era capaz de cualquier cosa.
Los miembros del Consejo se quedaron en silencio, al parecer tan conmocionados como él por lo que acababan de presenciar. Newt y Winston soltaron a Minho y los tres se dirigieron a sus asientos con expresión hosca.
—Ese tipo se desquició por completo —dijo Minho, casi en un susurro. Thomas no sabía con seguridad si lo había dicho para que los demás lo escucharan o no.
—Bueno, tú no eres precisamente un santo —repuso Newt—. ¿En qué estabas pensando? Te pasaste un poco, ¿no crees?
Minho apretó los ojos y echó la cabeza hacia atrás, como desconcertado ante la pregunta.
-No me vengas con esa basura. A todos les encantó que este miertero recibiera lo que se merece y ustedes lo saben. Ya era hora de que alguien le hiciera frente a todo su plopus.
—Bueno, pero por algo está en el Consejo.
—Güey, ¡amenazó con romperme el cuello y matar a Thomas! El tipo está mentalmente trastornado y más vale que manden a alguien ahora mismo para que lo arroje al Cuarto Oscuro. Es peligroso.
Thomas estaba totalmente de acuerdo y casi quebranta la orden de no abrir la boca, pero se contuvo. No quería meterse en más problemas de los que ya tenía, pero no sabía cuánto tiempo más soportaría.
—Quizás tenga algo de razón -sugirió Winston, en voz muy baja.
—¿Qué? —preguntó Minho, reflejando exactamente los pensamientos de Thomas.
El Carnicero se mostró sorprendido al darse cuenta de que había dicho algo. Sus ojos recorrieron velozmente la sala antes de dar una explicación.
—Bueno... él pasó por la Transformación, un Penitente lo pinchó en pleno día, afuera de la Puerta del Oeste. Eso significa que tiene recuerdos y dijo que el Novato le resultaba familiar. ¿Por qué habría de inventar algo así?
Thomas reflexionó acerca de la Transformación y en eso de que se recuperaba parte de la memoria. Era la primera vez que se le ocurría esa idea: ¿valdría la pena dejarse pinchar por un Penitente y atravesar todo ese horrible proceso sólo para acordarse de algo? Le vino a la cabeza la imagen de Ben retorciéndose en la cama y recordó los aullidos de Alby. Ni muerto, pensó.
—Winston, ¿estabas aquí hace unos minutos? —preguntó Sartén, con cara de incredulidad—. Gally está enfermo. No puedes tomar en serio toda esa sarta de tonterías que lanzó. ¿Acaso piensas que Thomas es un Penitente disfrazado?
Con reglas o sin ellas, ya había resistido demasiado. No podía mantenerse callado un segundo más.
—¿Puedo decir algo? -exclamó, con la voz cargada de frustración-. Estoy harto de que ustedes hablen como si yo no estuviera presente.
Newt le hizo una seña afirmativa.
—Adelante. Total, esta maldita reunión ya se jodio por completo.
Ordenó de inmediato sus pensamientos, tratando de encontrar los términos correctos dentro del torbellino de frustración, rabia y confusión que giraba en su interior.
—No sé por qué Gally me odia y no me importa. Creo que está loco. Y en cuanto a quién soy realmente, ustedes saben tanto como yo. Pero si mal no recuerdo, estamos aquí por lo que yo hice allá afuera, en el Laberinto, y no porque algún idiota crea que soy la encarnación del mal.
Se escuchó una risita y él dejó de hablar, esperando haber aclarado las cosas.
Newt asintió con satisfacción.
—Va. Acabemos ya con esta reunión y ocupémonos de Gally más adelante.
—No podemos votar si no están presentes todos los miembros —insistió Winston—. A menos que estén verdaderamente enfermos como Alby.
—Mi querido Winston —respondió Newt—.Yo diría que Gally está hoy un poquitín enfermo también, así que continuaremos sin él. Thomas, haz tu defensa y después votaremos qué vamos a hacer contigo.
Se dio cuenta de que tenía los puños apretados sobre las rodillas. Se relajó y luego se secó el sudor de las manos en los pantalones. Empezó a hablar sin estar muy seguro de lo que diría.
—No hice nada malo. Todo lo que sé es que vi a dos personas que luchaban por atravesar estas paredes y no lo lograron. Ignorar lo que estaba pasando sólo por una estúpida regla me parece egoísta y cobarde y... bueno, tonto. Si quieren meterme en la cárcel por tratar de salvarle la vida a alguien, háganlo. Les prometo que la próxima vez los señalaré con el dedo y me burlaré de ellos, y después me iré alegremente a cenar lo que Sartén haya preparado.
No trataba de resultar gracioso. Simplemente estaba asombrado de que todo eso fuera motivo de discusión.
—Esta es mi recomendación —dijo Newt—. Rompiste nuestra Regla Número Uno, por lo tanto te corresponde un día en el Cuarto Oscuro. Ése es tu castigo. También sugiero que te nombremos Corredor y que el cargo se haga efectivo desde el momento en que termine esta Asamblea. Creo que has demostrado en una noche más capacidad de la que muestra la mayoría de los principiantes en semanas. Y en cuanto a ser el Encargado de los Corredores, eso olvídalo —dirigió su mirada hacia Minho—. Gally tenía razón: es una idea ridícula.
Thomas se sintió herido ante ese comentario, aunque no podía negar que estaba de acuerdo. Echó una mirada a Minho para ver su reacción.
Este, aunque no pareció sorprenderse, empezó a discutir de todas maneras.
—¿Por qué? Es el mejor Corredor que tenemos, lo juro. Por ese motivo debería ser el Encargado.
—Perfecto —respondió Newt—. Si eso es cierto, haremos el cambio más adelante. Pongámoslo un mes a prueba.
A Minho le pareció bien.
-Va.
Thomas lanzó un suspiro disimuladamente. Mantenía su deseo de ser Corredor —lo cual le resultaba extraño dada su experiencia en el Laberinto—, pero convertirse de golpe en Encargado sonaba disparatado.
Newt abarcó el recinto con la mirada.
—Muy bien, nos quedan varias recomendaciones, así que continuemos. —Vamos —dijo Sartén—Votemos y ya. Yo estoy con Newt. -Yo también —repuso Minho.
Todos dieron su aprobación. Eso lo llenó de orgullo y lo tranquilizó. Winston fue el único que no estuvo de acuerdo. Newt se dirigió a él.
—No necesitamos tu voto, pero cuéntanos tus dudas.
—Para mí está bien, pero no deberíamos ignorar por completo lo que dijo Gally. No creo que haya sido un invento. Y es cierto que desde que él llegó aquí, todo se ha ido al demonio.
—De acuerdo —dijo Newt—. Reflexionen acerca de lo que Winston ha dicho. Si todo se calma, quizás podamos tener otra Asamblea. ¿Va?
Winston hizo un gesto afirmativo.
Thomas lanzó un resoplido de impaciencia.
—Me encanta verlos opinar sobre mí como si yo no estuviera en la sala.
—Mira, Tommy —intervino Newt—. Acabamos de nombrarte Corredor, así que termina con tu Han tito y vete de aquí. Tienes mucho entrenamiento que hacer con Minho.
Fue justo en ese momento cuando cayó en cuenta de que sería Corredor y que tendría que explorar el Laberinto. A pesar de todo, sintió entusiasmo; estaba seguro de que podrían evitar quedarse atrapados allá afuera por la noche otra vez. Quizás ya se había cortado su racha de mala suerte.
—¿Y qué pasa con mi castigo?
-Mañana -contestó-. Desde el despertar hasta el atardecer. Un día, pensó. No será tan terrible, después de todo.
Se dio por concluida la reunión y todos salieron deprisa, excepto Newt y Minho. El líder no se había movido de la silla y continuaba con sus apuntes.
-Qué buen momento hemos pasado, ¿no les parece? —murmuró. Minho se acercó a Thomas y le pegó amistosamente en el brazo.
—Este larcho es el culpable de todo.
Thomas le devolvió el golpe.
—¿Encargado? ¿Eso fue en serio? Estás más trastornado que Gally. Puso una sonrisa maléfica.
—Pero funcionó, ¿no es cierto? Hay que apuntar alto. No hace falta que me agradezcas ahora.
Thomas no pudo evitar una carcajada ante la inteligencia demostrada por Minho. Un ruido en la puerta llamó su atención y se volteó para ver de qué se trataba. Era Chuck, con cara de que había sido atrapado por un Penitente. Se le pasaron las ganas de reír.
—¿Qué pasa? —preguntó Newt, poniéndose de pie.
Chuck movía las manos nerviosamente.
—Me mandaron los Docs.
—¿Por qué?
—Supongo que es porque Alby se está retorciendo en la cama, actuando como un loco y diciendo que necesita hablar con alguien. Newt se dirigió hacia la puerta, pero Chuck levantó la mano.
—Pero... no te quiere a ti.
-¿Qué quieres decir?
—Pregunta por él —contestó, señalando a Thomas.
CAPITULO 27
Por segunda vez en el día, Thomas se quedó mudo de la sorpresa.
—Despierta —dijo Newt, tomándolo del brazo—. Ni sueñes que vas a ir solo.
Se fue tras él, con Chuck pegado a sus espaldas. Salieron de la sala del Consejo y caminaron por el pasillo hasta una escalera de caracol muy angosta. Newt puso el pie en el primer peldaño y luego echó una mirada fría hacia atrás.
—Tú quédate -le advirtió a Chuck.
El niño asintió sin quejarse. Thomas supuso que algo en la conducta de Alby lo habría puesto muy nervioso.
—Arriba el ánimo —comentó—. Me acaban de nombrar Corredor, así que ahora tienes un amigo importante —trató de hacer una broma para disimular el terror que le causaba la idea de ver al líder. ¿Y si le hacía acusaciones como Ben? ¿O peores?
—Sí, claro —murmuró Chuck, mirando aturdido los escalones de madera.
Thomas comenzó a subir. Le transpiraban las manos y una gota de sudor se deslizaba por su sien.
Newt, serio y solemne, lo esperaba arriba en el largo pasillo situado en el extremo opuesto de la escalera principal, aquélla por la cual Thomas había trepado el primer día para ver a Ben. El recuerdo le produjo un cierto mareo. Deseó que Alby ya hubiera superado ese momento traumático, para no tener que volver a presenciar algo tan horrible: la piel enferma, las venas, las sacudidas. Pero se preparó para lo peor.
Newt fue hasta la segunda puerta de la derecha, golpeó suavemente y recibió un gemido como respuesta. Empujó para abrir, produciendo un leve crujido. Ese ruido hizo que Thomas reviviera vagas imágenes de casas embrujadas vistas en el cine. Sucedía una vez más: vistazos fugaces de su pasado. Podía recordar las películas, pero no las caras de los actores o con quién las había visto. También se acordaba de los cines, pero no del aspecto de ninguno en particular. Le resultaba imposible explicar esa sensación, aun a sí mismo.
Newt ya estaba adentro de la habitación y le hacía señas de que lo siguiera. Mientras entraba, se fue imaginando el horror que seguramente lo esperaba allí. Pero cuando levantó los ojos, todo lo que vio fue un adolescente muy débil tirado en su cama con los ojos cerrados.
—¿Está dormido? -murmuró, tratando de evitar la verdadera pregunta que había asomado en su mente. ¿Estará muerto?
-No sé —contestó Newt en voz muy baja. Caminó hasta la cama y se sentó en una silla de madera que estaba junto a ella. El tomó asiento del otro lado.
—Alby -susurró Newt, y luego levantó la voz—. Chuck dijo que querías hablar con Tommy.
Los párpados de Alby comenzaron a temblar y se abrieron bruscamente. Sus ojos inyectados en sangre brillaban bajo la luz. Miró primero a Newt y luego a Thomas. Con un quejido, se movió en la cama y se enderezó, apoyándose en el respaldo.
—Sí —masculló con voz áspera.
—Dijo que estabas sacudiéndote y actuando como un loquito —repuso Newt, inclinándose hacia delante—. ¿Qué pasa? ¿Sigues enfermo?
Las palabras de Alby brotaron lentamente entre los silbidos de su respiración, como si cada una de ellas le costara una semana de su vida.
—Todo... va a cambiar... La chica... Thomas... los vi —parpadeó varias veces y luego volvió a abrir los ojos, dejándose caer en la cama mirando al techo—. No me siento muy bien.
—¿Cómo es eso de que los viste...? —comenzó Newt.
—¡Yo dije que quería hablar con Thomas! —gritó con un repentino estallido de energía—. ¡No te llamé a ti! ¡Yo pedí ver al maldito Thomas!
Newt levantó la mirada y le hizo una señal inquisitoria con las cejas. Thomas se encogió de hombros, sintiéndose cada vez peor. ¿Para qué querría Alby hablar con él?
—Bueno, miertero gruñón —replicó Newt—. Él está aquí al lado. Háblale.
—Vete —dijo Alby, con los ojos cerrados y jadeando.
—De ninguna manera, quiero escuchar.
—Newt —murmuró, y luego hizo una pausa—Vete ya. Thomas se sintió muy incómodo, preocupado por lo que Newt estaba pensando, y temía por lo que Alby iba a decirle.
-Pero... —protestó Newt.
—¡Afuera! —gritó Alby con la voz cascada del esfuerzo, sentándose en la cama. Se acomodó hacia atrás de nuevo para quedar con la espalda apoyada—. ¡Sal de aquí!
Thomas pudo ver cómo Newt contraía el rostro, herido por las palabras de Alby, pero se asombró de no ver ninguna señal de rabia. Después de un momento largo y tenso, Newt se puso de pie y se dirigió a abrir la puerta. ¿Se va a ir de verdad?, pensó.
-No creas que te voy a estar esperando con los brazos abiertos cuando vengas a pedirme perdón —le advirtió, y dio un paso fuera del cuarto.
—¡Cierra la puerta! —aulló Alby, como insulto final. Newt obedeció y la cerró con fuerza.
A Thomas se le aceleró el corazón: ahora estaba solo, con un tipo que ya tenía muy mal carácter antes de ser atacado por un Penitente y pasar por la Transformación. Esperaba que le dijera lo que quería y que todo terminara lo antes posible. La pausa se extendió varios minutos. Las manos le temblaban de miedo.
—Yo sé quién eres —dijo Alby finalmente.
Thomas no sabía cómo responder. Trató de decir algo, pero sólo le salió un murmullo incoherente. Estaba completamente confuso y asustado.
-Yo sé quién eres —repitió lentamente—. Lo vi todo. De dónde venimos, quién eres tú, quién es la chica. Recuerdo La Llamarada.
—¿La Llamarada? —preguntó Thomas, haciendo un esfuerzo para hablar—. No sé a qué te refieres. ¿Qué fue lo que viste? Me encantaría saber quién soy.
—No es muy bonito —contestó y, por primera vez desde que Newt se había marchado, clavó la vista en Thomas, con los ojos llenos de una tristeza oscura—. Es horrible. ¿Por qué querrían esos garlopos hacernos recordar? ¿Por qué no podremos simplemente vivir acá y ser felices?
—Alby... —intervino Thomas, deseando poder espiar la mente del chico y ver lo que él había visto—. La Transformación... ¿Qué pasó? ¿Qué recuerdos volvieron? No te entiendo.
—Tú... —dijo Alby, y de repente se agarró la garganta, emitiendo sonidos ahogados. Comenzó a dar patadas al aire y se puso de costado, sacudiéndose de un lado a otro, como si alguien estuviera tratando de ahorcarlo. La lengua se proyectó fuera de su boca, y él se la mordía una y otra vez.
Thomas se paró de inmediato y retrocedió horrorizado, tambaleándose. Alby se retorcía como si estuviera sufriendo un ataque y agitaba las piernas en todas direcciones. La piel oscura de su cara, extrañamente pálida un minuto antes, se había vuelto púrpura, y sus ojos giraban tan hacia arriba que parecían unas bolitas blancas brillantes.
-¡Alby! -exclamó, sin atreverse a tocarlo—. ¡Newt! —gritó, ahuecando las manos alrededor de la boca—. ¡Ven aquí!
La puerta se abrió de golpe antes de que él terminara la frase.
Newt corrió hacia Alby y lo agarró de los hombros, empujando con todo el peso de su cuerpo para afirmarlo a la cama y detener la convulsión.
—¡Sujétale las piernas!
Thomas intentó acercarse, pero Alby se sacudía tan frenéticamente que le resultó imposible. Recibió una patada en la mandíbula y el dolor se extendió por todo el cráneo. Retrocedió, frotándose la herida.
—¡Hazlo de una maldita vez! —rugió Newt.
Juntó fuerzas y se arrojó sobre el cuerpo, aferrando ambas piernas y tratando de mantenerlas contra la cama. Pasó los brazos alrededor de los muslos y los apretó, mientras Newt apoyaba una rodilla en uno de los hombros y luego se concentraba en separar las manos, que seguían presionando su propio cuello.
—¡Suéltate! —aullaba Newt—. ¡Te estás matando a ti mismo, idiota!
Los músculos de Newt se tensaban y le estallaban las venas al hacer tanta fuerza para abrir las manos de Alby. Poco a poco logró despegarlas y las empujó firmemente contra el pecho. El cuerpo resistió unos segundos más, haciendo algunos movimientos bruscos para intentar alejarse de la cama. Luego se fue calmando lentamente hasta que la respiración se normalizó y quedó acostado, quieto, con la mirada vidriosa.
Thomas sujetaba las piernas con firmeza, sin animarse a liberarlas, temiendo que Alby tuviera otro ataque. Newt esperó un minuto antes de comenzar a soltar las manos de su amigo. Y luego otro, para sacar su rodilla y ponerse de pie. Thomas lo tomó como una indicación para hacer lo mismo, deseando que el suplicio hubiera terminado de verdad.
Alby miró hacia arriba con los párpados caídos, como si estuviera por hundirse en un sueño profundo.
—Lo siento, Newt —susurró—. No sé qué me pasó. Fue como si... algo controlara mi cuerpo. Perdóname...
Thomas respiró hondo. Esperaba no tener una experiencia tan incómoda y perturbadora nunca más en su vida.
—Nada de "lo siento" -respondió Newt-. Estabas tratando de matarte, cretino.
—No era yo, lo juro —murmuró Alby. Newt levantó las manos al aire.
—¿Y entonces quién era? —preguntó.
—No lo sé... No era yo —repitió. Lucía tan confundido como Thomas.
Newt pareció pensar que no valía la pena tratar de entender lo que había pasado. Al menos por el momento. Tomó las mantas que se habían caído de la cama durante el forcejeo y las colocó sobre el cuerpo del líder.
-Intenta dormir. Hablaremos de esto más tarde —dijo, dándole una palmada en la cabeza—. Estás hecho un desastre, shank.
Pero Alby ya se encontraba cabeceando y asintió levemente mientras sus ojos se cerraban.
Newt miró a Thomas y señaló la puerta. No necesitaba que se lo pidieran dos veces. Cuando estaban a punto de salir, Alby balbuceó algo desde la cama.
Los dos chicos frenaron de golpe.
—¿Qué? —preguntó Newt.
Alby abrió los ojos un instante y repitió lo que había dicho un poco más fuerte.
—Tengan cuidado con la chica —y sus párpados se cerraron por completo.
Otra vez con lo mismo. La chica. Por algún motivo, todo siempre conducía hacia ella. Newt le lanzó una mirada cuestionadora, pero él sólo levantó los hombros como respuesta. No tenía idea de lo que estaba sucediendo.
—Vámonos —dijo Newt en voz baja.
—¿Newt? —Alby lo llamó otra vez desde la cama, sin molestarse en abrir los ojos.
—¿Qué?
—Protege los Mapas —contestó, y se puso de espaldas. La conversación había terminado.
A Thomas le pareció que nada de eso sonaba bien. Nada bien. Abandonaron la habitación y cerraron la puerta suavemente.
CAPITULO 28
Bajaron deprisa las escaleras y salieron a la claridad de la tarde. Ninguno de los dos pronunció una palabra durante un rato. Thomas tenía la sensación de que las cosas se estaban poniendo cada vez peor.
—¿Tienes hambre?
No podía creer la pregunta que acababa de hacerle Newt.
—¿Hambre? Después de lo que acabo de ver, tengo ganas de vomitar. No. No tengo hambre.
—Bueno, yo sí, larcho. Vamos a buscar las sobras de la comida. Tenemos que hablar.
-Sabía que dirías algo así —repuso. Cada día estaba más involucrado con todo lo que ocurría en el Área. Y eso lo entusiasmaba.
Se dirigieron hacia la cocina y, a pesar de los gruñidos de Sartén, consiguieron sandwiches de queso y verduras. Thomas no podía ignorar la forma extraña en que lo observaba el Encargado de los cocineros, quien, además, desviaba la vista cada vez que se cruzaban sus miradas.
Algo le dijo que ése sería el tratamiento normal de ahora en adelante. Por alguna razón, él era diferente a los demás Habitantes del Área. Aunque sólo llevaba allí una semana, sintió como si ya hubiera vivido una existencia completa desde que se había despertado con la memoria borrada.
Decidieron comer afuera y, pocos minutos después, se encontraban en la pared del oeste, contemplando las diversas actividades que se llevaban a cabo en el lugar, apoyados contra la enredadera. Se obligó a comer algo porque, de acuerdo con los acontecimientos, debía tener la fuerza necesaria para enfrentar la siguiente locura que se le presentara.
-¿Ya habías visto eso antes? —le preguntó a Newt mientras comían.
La expresión de su amigo se volvió sombría de repente.
—¿Lo que Alby acaba de hacer? Jamás. En realidad, ninguno de los pinchados intentó contarnos lo que había recordado durante la Transformación. Siempre se negaron. Alby trató... debe ser por eso que se volvió loco.
Thomas se detuvo en el medio de un bocado. ¿Acaso la gente que estaba detrás del Laberinto tendría alguna forma de controlarlos? Era un pensamiento terrorífico.
-Tenemos que buscar a Gally —dijo Newt cambiando de tema, mientras mordía una zanahoria—. Ese miserable desapareció y debe estar escondido en algún lado. Apenas terminemos de comer, tengo que encontrarlo y meterlo en la cárcel.
—¿En serio? —Thomas no pudo impedir una ráfaga de euforia ante la idea. Estaría feliz de cerrar él mismo la puerta de un golpe y arrojar la llave.
—Ese larcho amenazó con matarte y tenemos que asegurarnos de que no vuelva a suceder. Ese garlopo va a pagar muy caro haber actuado de esa manera. Tiene suerte de que no lo desterremos. No te olvides de lo que te dije acerca del orden.
—Claro —repuso, distraídamente. Su única preocupación era que Gally lo odiaría aún más si lo ponían en prisión. No me importa, pensó. Ya no le tengo miedo.
—Tommy, así es como siguen las cosas —anunció Newt—: te quedas conmigo el resto del día pues hay varias cuestiones que resolver. Mañana, el Cuarto Oscuro. Después, Minho se ocupará de ti. Y quiero que te mantengas alejado del resto de los shanks por un tiempo. ¿Entendiste?
Se sentía feliz de obedecer. Estar solo la mayor parte del tiempo le parecía una genialidad.
—Suena maravilloso. ¿Así que Minho me va a entrenar?
—Exacto. Ahora eres un Corredor. Él te enseñará todo. El Laberinto, los Mapas. Hay mucho que aprender. Espero que te deslomes trabajando.
Estaba impresionado de que la idea de entrar al Laberinto otra vez no lo asustara gran cosa. Decidió hacer exactamente lo que su compañero decía, con la esperanza de distraerse y no pensar en los últimos sucesos. En el fondo, deseaba salir del Área lo antes posible. Su nuevo objetivo en la vida era evitar al resto de los Habitantes.
Se quedaron en silencio, terminando la comida, hasta que Newt consideró que había llegado el momento de hablar en serio. Hizo una pelota con la basura y lo miró fijamente.
—Thomas —comenzó—.Tienes que aceptar algo. Ya lo hemos escuchado muchas veces como para seguir negándolo, y es hora de discutirlo.
Sabía lo que se venía, pero le causaba espanto hablar de ese tema.
—Gally lo dijo; Alby lo dijo; Ben —continuó—; la chica también lo dijo, después de que la sacamos de la Caja...
Hizo una pausa, quizás esperando que le preguntara a qué se refería. Pero él había captado inmediatamente.
—Todos ellos mencionaron que las cosas iban a cambiar —repuso Thomas.
Newt desvió la mirada un momento y luego lo encaró otra vez.
—Exactamente. Y Gally, Alby y Ben dicen que te vieron en sus recuerdos después de la Transformación. Y, por lo que deduzco, no estabas plantando flores ni ayudando a unas pobres ancianitas a cruzar la calle. Según Gally, hay algo fatal acerca de ti, por lo cual quiere matarte.
—Newt, no lo sé —empezó, pero su amigo no lo dejó terminar.
—¡Thomas, yo sé que no te acuerdas de nada! Basta de decir eso. No lo menciones nunca más. Todos perdimos la memoria y estamos hartos de que nos lo recuerdes todo el tiempo. La cuestión es que tienes algo diferente, y ahora debemos descubrir de qué se trata.
Una ola de ira se apoderó de él.
—Perfecto. ¿Y cómo lo hacemos? Yo quiero saber quién soy tanto como cualquiera de ustedes. Es obvio.
-Necesito que abras tu cabeza. Tienes que decirme sinceramente si hay algo, por pequeño que sea, que te resulte conocido.
—Nada... —comenzó a hablar, pero se detuvo. Habían ocurrido tantas cosas desde su llegada que casi había olvidado cuan familiar le había parecido el Área esa primera noche, mientras dormía al lado de Chuck. Se había sentido tan cómodo, como si ésa fuera su casa. Muy lejos del terror que debería haber experimentado.
—Puedo ver cómo trabaja tu mente —dijo Newt, en voz baja—. Habla.
Vaciló, temiendo las consecuencias de lo que estaba por decir. Pero ya se había cansado de guardar secretos.
—Bueno... no puedo ser demasiado específico —prosiguió, lenta y cuidadosamente—. Pero sí es cierto que, cuando llegué, tuve la sensación de que ya había estado aquí —miró a Newt, esperando alguna señal de reconocimiento en su rostro—. ¿A alguien le pasó lo mismo?
Pero la cara de Newt no mostraba expresión alguna. Sólo llevó los ojos hacia arriba.
—Humm... no. Tommy. La mayoría de nosotros nos pasamos una semana entera haciéndonos plopus en los pantalones y berreando como bebés.
—Sí, claro —replicó e hizo una pausa, molesto y repentinamente avergonzado. ¿Qué significaba todo eso? ¿Acaso él era distinto de los demás? ¿Tenía algún problema?—.Todo me pareció familiar y sabía que quería ser un Corredor.
-Eso es súper interesante —repuso, observándolo por un momento, sin ocultar sus sospechas—. Bueno, sigue buscando, rómpete la cabeza, ocupa tu tiempo libre rondando tus pensamientos y reflexiona sobre este sitio. Sumérgete en ese cerebro que tienes y lanza todo afuera. Hazlo por nosotros.
—Lo haré —repuso, y cerró los ojos, para explorar la oscuridad de su mente.
—Ahora no, garlopo inútil —rio Newt—. Quiero decir que lo hagas de aquí en adelante. Durante tu tiempo libre, en las comidas, al irte a dormir, cuando des vueltas por ahí, en el tren,
yendo al trabajo. Tenme al tanto de cualquier cosa que te suene remotamente conocida. ¿Está claro?
—Sí, por supuesto —respondió, sin poder evitar la preocupación que le causaba haberle mostrado a Newt algunas señales de peligro, además de saber que él disimulaba la inquietud que le provocaban.
—Va —dijo, con una expresión demasiado agradable—. Para empezar, más vale que vayamos a ver a alguien.
—¿A quién? —quiso saber Thomas, pero sabía la respuesta antes de terminar de hablar. El terror lo inundó nuevamente.
—A la chica. Quiero que la mires hasta que te exploten los ojos, para ver si se dispara algo dentro de esa cabeza miertera que tienes —insistió Newt, juntando los restos de su comida y poniéndose de pie—. Luego debes contarme palabra por palabra lo que te dijo Alby.
—Perfecto —dijo, y se levantó dando un gran suspiro.
No sabía si se atrevería a contar toda la verdad sobre las acusaciones de Alby, por no mencionar lo que sentía por la chica. Todo hacía pensar que le iba a resultar imposible revelar la totalidad de sus secretos.
Regresaron a la Finca, donde ella descansaba en estado de coma. Thomas no podía dejar de preocuparse por lo que Newt debía estar pensando. El le había dicho cosas importantes y realmente le caía bien. Pero si se volvía en su contra, no estaba seguro de poder soportarlo.
—Si todo lo demás falla —dijo Newt, interrumpiendo sus reflexiones—, te mandaremos con los Penitentes, así ellos te pinchan y tienes que pasar por la Transformación. Necesitamos tus recuerdos.
Thomas lanzó una carcajada sarcástica ante la propuesta, pero Newt no sonrió.
La chica parecía estar durmiendo plácidamente, como si fuera a despertar en cualquier momento. Había esperado encontrarse con casi un esqueleto, alguien al borde de la muerte. Pero tenía una respiración acompasada y su piel estaba rozagante.
Uno de los Docs, el bajito —Thomas no podía recordar el nombre—, estaba al lado de ella, dándole agua en la boca mediante un gotero. En la mesa de luz, había dos platos con los restos de la comida: sopa y papilla. Estaban haciendo todo lo posible para mantenerla viva y saludable.
—Hey, Clint —dijo Newt, con un tono muy natural, como si pasara seguido por allí—. ¿Va a sobrevivir?
—Sí —respondió—. Está bien, aunque habla dormida todo el tiempo. Creemos que pronto saldrá del coma.
Sintió que se le ponían los pelos de punta. Nunca había considerado realmente la posibilidad de que la chica despertara, que pudiera hablar con todos ellos. No sabía por qué, de golpe, la idea lo alteraba tanto.
—¿Han anotado cada palabra que ella pronuncia? —preguntó Newt.
Clint asintió.
—La mayor parte de lo que dice es imposible de entender. Pero sí, cuando podemos lo hacemos. Newt señaló un bloc que se encontraba en la mesita. -Denme un ejemplo.
—Bueno, lo mismo que dijo cuando la sacamos de la Caja, eso de que las cosas iban a cambiar. Algo sobre los Creadores y cómo "todo tiene que terminar". Y, ah... —Clint miró aThomas como si no supiera si debía continuar hablando en su presencia.
—Está bien. El puede oír lo mismo que yo.
—Es que no puedo entender todo, pero... —continuó, desviando la mirada de nuevo hacia Thomas—. Ella repite el nombre de él una y otra vez.
Casi se cae al piso al escuchar eso. ¿Es que nunca dejarían de nombrarlo? ¿De dónde conocía a esa chica? Era como un hormigueo exasperante en el cerebro, que se negaba a desaparecer.
—Gracias, Clint -repuso Newt, con una obvia indicación de que se retirara—. Haznos un informe de todo esto, ¿está bien?
—No hay problema —contestó el Doc. Saludó a ambos con la cabeza y dejó la habitación.
—Acércate una silla —le dijo a Thomas mientras se sentaba en el borde de la cama.
Tomó la del escritorio y la puso justo al lado de la cabeza de la chica, aliviado porque Newt no había irrumpido todavía con las acusaciones. Se sentó, inclinándose hacia delante para estudiar el rostro.
—¿Hay algo que te suene? -preguntó Newt-. ¿Por mínimo que sea?
Thomas no respondió y siguió observando. Intentaba romper la barrera de su memoria para encontrar a esa chica dentro de su pasado.
Volvió al momento en que ella había abierto los ojos, justo después de salir de la Caja. Eran azules, con una intensidad que no recordaba haber visto nunca antes en otra persona. Trató de imaginar esos ojos en la cara dormida, superponiendo las dos imágenes en su mente. El pelo negro, la piel blanca y perfecta, los labios gruesos...
Mientras la miraba atentamente, se dio cuenta una vez más de lo hermosa que era.
Una fuerte sensación de reconocimiento surgió brevemente en el fondo de su mente, como un aleteo oculto en algún rincón. Duró sólo un instante antes de desaparecer en el abismo de todos los otros recuerdos capturados. Pero había sentido algo de verdad.
—Sí, la conozco -murmuró, reclinándose en la silla. Admitirlo en voz alta lo hizo sentir muy bien.
Newt se levantó.
-¿Qué? ¿Quién es ella?
—Ni idea —pero algo se disparó en su mente—. La conozco de algún lugar.
Cerró los ojos y buscó su cara en el oscuro vacío de su cabeza. ¿Quién era ella? La ironía de la pregunta le cayó como un rayo: ni siquiera sabía quién era él.
Se echó hacia delante en el asiento y respiró profundamente. Luego miró a Newt, haciendo un gesto negativo en señal de renuncia.
—En realidad no... Teresa.
Pegó un salto en la silla, arrojándola hacia atrás y luego dio una vuelta como buscando algo. Había oído...
—¿Qué pasa?¿Te acordaste de algo?
No le prestó atención mientras sus ojos vagaban confusos por la habitación. Sabía que había escuchado una voz.
—Yo... —dijo en un susurro. Se sentó otra vez, se inclinó hacia delante y la observó-. Newt, ¿tú dijiste algo antes de que yo me pusiera de pie? -No.
Por supuesto que no.
—Es que me pareció oír algo... no sé. Quizás fue adentro de mi cabeza. ¿Ella tampoco habló?
—¿Ella? —contestó, y sus ojos se iluminaron-. No. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que oíste?
Tenía miedo de admitirlo.
—Yo... te juro que escuché un nombre. Teresa.
—¿Teresa? No, para nada. ¡Seguro fue algo que se liberó del bloqueo de tu memoria! Es el nombre de ella, Tommy. Teresa. Tiene que serlo.
Se sintió raro, molesto, como si acabara de suceder algo sobrenatural.
—Fue... te juro que lo escuché. Pero dentro de mi mente, güey. No sé cómo explicarlo.
Thomas.
Ahora empujó la silla y se alejó de la cama lo más que pudo, golpeando la lámpara de la mesa, que cayó haciéndose pedazos. Una voz. De chica. Susurrante, dulce, tranquila. La había escuchado. Estaba totalmente seguro.
—¿Y ahora qué diablos te pasa?
El corazón le latía a mil kilómetros por hora. La cabeza le retumbaba y tenía el estómago revuelto.
—Ella... me está hablando. Adentro. ¡Acaba de decir mi nombre!
-¿Qué?
—¡Te lo juro! —gritó. El mundo giraba a su alrededor y oprimía su cerebro-. Estoy escuchando la voz de ella en mi mente, o algo así... no es realmente una voz...
—Tommy, siéntate. ¿Qué rayos estás diciendo?
—Newt, estoy hablando en serio. No es... una voz de verdad... pero sí lo es. Tom, nosotros somos los últimos. Todo terminará pronto. Tiene que ser así.
Las palabras repiqueteaban como un eco dentro de su cabeza y rozaban sus tímpanos. Sin embargo, no sonaban como si vinieran del dormitorio, del exterior de su cuerpo: estaban literalmente dentro de su mente.
Tom, no te vuelvas loco por lo que digo.
Se tapó los oídos con las manos y apretó los ojos. Todo era muy extraño, se negaba a aceptar racionalmente lo que estaba ocurriendo.
Mi memoria ya se está desvaneciendo, Tom. No voy a recordar mucho cuando despierte. Podemos pasar las Pruebas. Esto tiene que terminar. Ellos me enviaron como detonante.
No soportó más. Ignorando las preguntas de Newt, caminó dando traspiés hasta la puerta y la abrió con fuerza. Bajó las escaleras de un salto y abandonó la Finca sin mirar atrás. Pero no logró acallar las palabras que brotaban en su interior.
Todo va a cambiar, agregó ella.
Quería gritar, correr hasta no poder más. Se dirigió hacia la Puerta del Este y salió del Área a toda velocidad. Con reglas o sin ellas. Continuó andando, recorriendo uno tras otro todos los pasadizos, hacia el centro mismo del Laberinto. Aun así, no pudo escapar de la voz.
Fuimos tú y yo, Tom. Nosotros les hicimos esto a ellos. Y a nosotros.
CAPITULO 29
Thomas no se detuvo hasta que la voz se apagó por completo. Se sorprendió al ver que llevaba corriendo casi una hora. Las sombras de las paredes se alargaban hacia el este: pronto llegaría el atardecer y las Puertas se cerrarían. Tenía que volver. Entonces se dio cuenta de que se había orientado perfectamente en el tiempo y en el espacio. Sus instintos eran fuertes. Ya era hora de regresar.
Pero no sabía si podría enfrentar a la chica otra vez: la voz en su cabeza, todas esas cosas extrañas que había dicho.
No tenía opción. Negar la verdad no resolvería nada. Y por más terrible —y rara— que hubiera sido la invasión a su cerebro, siempre era mejor que otra cita con los Penitentes.
Mientras corría hacia el Área, descubrió muchas cosas acerca de sí mismo. Al escapar de la voz, se había ido formando en su mente la imagen exacta de la ruta a través del Laberinto, sin siquiera reparar en ello. Durante el camino de regreso, no dudó ni una vez mientras doblaba a la izquierda y a la derecha y atravesaba velozmente esos largos pasillos, a la inversa de lo que había hecho a la ida. Sabía lo que eso significaba.
Minho tenía razón. En poco tiempo sería el mejor Corredor.
Hizo otro descubrimiento. Como si la noche dentro del Laberinto no hubiera sido prueba suficiente, comprobó que su cuerpo estaba en muy buen estado. Apenas el día anterior había arribado al límite de sus fuerzas, adolorido de la cabeza a los pies. Se había recuperado muy rápido y corría casi sin esfuerzo, a pesar de que llevaba casi dos horas en movimiento. No había que ser un genio de las matemáticas para calcular que la combinación de la velocidad y el tiempo empleados implicaba que habría corrido casi medio maratón al momento de llegar al Área.
Fue en ese momento que lo asaltó la verdadera magnitud del Laberinto. Eran kilómetros y kilómetros, con sus muros que se movían cada noche. Entendió finalmente por qué era tan difícil encontrar una salida. Hasta entonces había tenido sus dudas y había llegado a preguntarse por qué los Corredores serían tan ineptos.
Continuó andando sin pausa, a la izquierda, a la derecha, hacia delante. Cuando cruzó el umbral del Área, faltaban pocos minutos para que las Puertas se clausuraran. Completamente agotado, se dirigió directamente a las Lápidas y penetró en lo profundo del bosque hasta que llegó al lugar donde los árboles se amontonaban contra la esquina del suroeste. Estar a solas era lo que más deseaba en el mundo.
Cuando sólo pudo escuchar algunas voces lejanas del Área y los ecos débiles del balido de las ovejas y de los gruñidos de los cerdos, el deseo le fue concedido. Ubicó la intersección de los dos muros gigantes y se derrumbó en el rincón para descansar. Nadie se acercó a molestarlo. La pared del sur finalmente se deslizó para cerrarse durante la noche. Se inclinó hacia delante hasta que el ruido se apagó. Unos minutos después, con su espalda apoyada cómodamente contra la enredadera espesa, se quedó dormido.
A la mañana siguiente, sintió que lo sacudían suavemente para despertarlo.
—Thomas, levántate.
Era Chuck. Parecía que el chico era capaz de encontrarlo donde fuera.
Se enderezó refunfuñando y estiró los brazos y la espalda. Tenía un par de mantas extendidas sobre él. Durante la noche, alguien había estado haciendo de Madre del Área.
-¿Qué hora es? -preguntó.
—Ya es muy tarde para el desayuno —respondió, tomándolo del brazo—. Vamos. Tienes que empezar a actuar normalmente, si no las cosas se pondrán peor.
Los eventos del día anterior irrumpieron con violencia en su cabeza y sintió que se le retorcía el estómago. ¿Qué me harán?, pensó. Las cosas que dijo la chica. Eso de que ella y yo les hicimos esto a ellos. A nosotros. ¿Qué significa?
Luego se le ocurrió que podría estar demente. Quizás el estrés del Laberinto lo había vuelto loco. De cualquier manera, sólo él había oído la voz. Nadie más estaba enterado de las cosas extrañas que Teresa le había contado ni de las acusaciones. Ni siquiera sabían que ella le había dicho su nombre. Bueno, nadie excepto Newt. Y él iba a mantener las cosas de esa manera. Ya estaba todo bastante mal como para arruinarlo más contándoles a los otros que oía voces dentro de su cabeza. El único problema era Newt. Tendría que buscar la forma de convencerlo de que la tensión lo había sobrepasado y que una buena noche de sueño había resuelto todo. No estoy chiflado, se dijo. Seguramente no lo estaba.
Chuck lo miraba con asombro.
—Lo siento -se disculpó, poniéndose de pie y actuando lo más naturalmente posible-. Estaba pensando. Vamos a comer, estoy muerto de hambre.
—Va —repuso Chuck, dándole una palmada en la espalda.
Su amigo habló durante todo el trayecto hasta la Finca, pero él no se quejó: eso era lo más cercano a una vida normal que se podía tener en el Área.
—Newt te encontró anoche y les dijo a todos que te dejaran dormir. Y... nos contó a nosotros cuál había sido la decisión del Consejo: una noche en la celda y luego comenzar el programa de entrenamiento de los Corredores. Algunos larchos abuchearon y otros aplaudieron. Pero a la mayoría pareció importarle un pito. Para mí, es genial —hizo una pausa para respirar y luego continuó—. Esa primera noche, cuando alardeabas de que querías ser Corredor y todo ese plopus... Shuck, yo me estaba muriendo de risa por dentro. Me decía todo el tiempo: "Este inútil se va a dar contra la pared un día de estos". Bueno, al final tenías razón, ¿verdad?
Thomas no deseaba hablar de eso.
—Yo sólo hice lo que hubiera hecho cualquiera. No es mi problema si Minho y Newt quieren que yo sea Corredor. —Sí, claro. Deja ya de hacerte el modesto.
En ese momento ser Corredor no era su preocupación. No podía dejar de pensar en Teresa, en la voz dentro de su mente, en lo que ella había dicho.
—Creo que estoy muy entusiasmado con eso —dijo, con una sonrisa forzada, aunque le disgustaba la idea de tener que pasarse todo el día solo en el Cuarto Oscuro, antes de empezar.
—Ya veremos cómo te sientes después de partirte el lomo corriendo. De todos modos, quiero que sepas que el viejo Chucky está orgulloso de ti.
Thomas sonrió ante la satisfacción de su amigo.
—Si fueras mi madre —repuso—, la vida sería perfecta.
Mi mamá, pensó. El universo pareció oscurecerse por un segundo. Ni siquiera podía acordarse de su propia madre. Alejó ese pensamiento, antes de que lo consumiera.
Se encaminaron hacia la cocina para desayunar algo rápido y se ubicaron en dos lugares vacíos en la gran mesa del interior. Todos los Habitantes que entraban o salían observaban de reojo a Thomas. Unos pocos se acercaron y lo felicitaron. Salvo algunas miradas de enojo aquí o allá, la mayoría pareció estar de su lado. Luego recordó a Gally.
—Hey, Chuck —preguntó, después de llevarse a la boca una montaña de huevos revueltos, procurando sonar natural—. ¿Al final encontraron a Gally?
—No. Estaba por contártelo. Alguien dijo que lo vio correr hacia el Laberinto tras abandonar la Asamblea. Después de eso no se supo nada más.
Dejó caer el tenedor, no sabía bien qué era lo que había esperado escuchar. De todos modos, la noticia lo dejó aturdido.
—¿Qué? ¿Hablas en serio? ¿Entró en el Laberinto?
-Sí. Todos saben que se volvió loco. Algún garlopo llegó a acusarte de haberlo matado ayer, cuando saliste volando hacia allá.
—No puedo creer... —dijo distraídamente, con los ojos fijos en el plato como tratando de entender por qué Gally haría algo así.
—No te preocupes por eso, hermano. No le cae bien a nadie, excepto a sus pocos amiguitos mierteros. Ellos son lo que te andan acusando.
Le resultaba increíble la forma tan normal en que Chuck se refería a todo eso.
—Hey, es probable que el tipo esté muerto, y tú hablas de él como si se hubiera ido de vacaciones. Chuck puso cara de reflexión. —No creo que esté muerto.
—¿Eh? ¿Y entonces dónde está? ¿Acaso Minho y yo no éramos los únicos que sobrevivimos una noche allá afuera?
-Eso es lo que estoy diciendo. Yo pienso que sus amigos lo tienen escondido en algún lado adentro del Área. Gally será idiota, pero tampoco tanto como para permanecer en el Laberinto toda la noche. Como tú.
—Tal vez fue exactamente por eso que se quedó allá. Para probar que era capaz de hacer todo lo que yo hice. El tipo me odia... —se detuvo un instante-. Me odiaba.
—Bueno, lo que tú digas —repuso Chuck, como si estuvieran discutiendo qué iban a desayunar—. Si está muerto, lo más probable es que ustedes lo encuentren. Si no, tendrá hambre y aparecerá para comer. No me importa.
—Todo lo que quiero es un día normal, para relajarme —agregó, mientras levantaba su plato y lo llevaba a la mesa.
—Entonces tu maldito deseo se hará realidad —intervino una voz a sus espaldas.
Al darse vuelta encontró a Newt, que le sonreía. Esa expresión fue como una ráfaga de seguridad, como si el mundo volviera a acomodarse.
—Vamos, preso —exclamó—. Podrás disfrutar de un día completo de tranquilidad dentro del Cuarto Oscuro. Chucky te llevará algo para comer al mediodía.
Se dirigió hacia la puerta detrás de Newt. De repente, un día en la cárcel sonaba de maravillas. Nada que hacer salvo sentarse y descansar.
Aunque algo le decía que era más probable que Gally le regalara flores que pasar un día entero en el Área sin sobresaltos.
CAPITULO 30
El Cuarto Oscuro se encontraba en un sitio sombrío entre la Finca y la pared del norte del Área, escondido detrás de unas matas desiguales de arbustos espinosos, que parecían no haber sido podados en años. Era un gran bloque de concreto alisado toscamente, con una ventanita enrejada y una puerta de madera con un amenazante pasador de metal oxidado, como salido de la Edad Media.
Newt sacó una llave, abrió y le hizo una señal a Thomas para que pasara.
—Sólo tienes una silla y no hay nada para hacer. Disfrútalo.
Lanzó un bufido con disimulo mientras entraba y contemplaba el único mueble: una silla horrible y desvencijada con una pata notoriamente más corta que las otras, lo cual tal vez hubiera sido hecho a propósito.
—Que te diviertas —dijo su compañero, antes de cerrar la puerta.
Thomas observó su nuevo hogar, mientras escuchaba el ruido del pasador y de la cerradura a sus espaldas. La cabeza de Newt surgió detrás de la ventanita sin vidrio, a través de las rejas, con una sonrisa en el rostro.
—Linda recompensa por romper las reglas. Salvaste algunas vidas, Tommy, pero todavía tienes que aprender...
-Sí, ya lo sé. Orden.
Newt se rio.
—Tú no eres malo, shank. Pero a pesar de ser amigos, tenemos que manejar las cosas correctamente para seguir vivos. Piensa en eso mientras contemplas la maldita pared.
Y después se marchó.
Cuando pasó la primera hora, Thomas sintió que el aburrimiento se deslizaba sigilosamente como las ratas por debajo de la puerta. Una hora después quería golpearse la cabeza contra la pared. Dos horas más, y empezó a pensar que cenar con Gally y los Penitentes sería mejor que estar sentado en ese estúpido Cuarto Oscuro. Trató de recordar pero sus esfuerzos se evaporaban en la niebla del olvido antes de que algo pudiera formarse con nitidez.
Por suerte, llegó Chuck con la comida y lo liberó de sus pensamientos. Le pasó un poco de pollo y un vaso de agua por la ventana; y comenzó, como siempre, a hablar hasta por los codos.
—Todo está volviendo a la rutina —anunció—. Los Corredores están en el Laberinto, los demás se encuentran trabajando. Quizás sobrevivamos, después de todo. No hay señales de Gally todavía. Newt les dijo a los Corredores que regresaran enseguida si encontraban su cuerpo. Ah, cierto, Alby ha retomado su vida normal. Parece estar bien, y Newt está contento de no tener que ser más el jefe.
La mención de Alby desvió su atención de la comida. Apareció la imagen del líder retorciéndose e intentando estrangularse a sí mismo el día previo. Luego se acordó de que nadie más sabía lo que le había dicho antes del ataque. Pero eso no significaba que Alby lo mantendría en secreto, ahora que se había recuperado.
Chuck seguía hablando, pero sus palabras habían tomado un giro inesperado.
—Estoy medio confundido, güey. Es raro sentirse triste y extrañar la casa de uno, si no tienes ni idea de adonde es que deseas volver, ¿captas lo que digo? Lo único que sé es que no quiero estar aquí. Quiero regresar con mi familia donde sea que quede eso, al lugar del que me sacaron. Quiero recordar.
Se sorprendió un poco. Nunca había escuchado a Chuck decir algo tan profundo y tan cierto.
—Te comprendo —murmuró.
El chico era muy bajito y Thomas no alcanzaba a ver sus ojos desde la ventana pero, por su siguiente declaración, imaginó que debían de estar inundados de tristeza, y, tal vez, de lágrimas.
—Yo solía llorar. Todas las noches.
Al escuchar esa revelación, los pensamientos sobre Alby huyeron de su mente.
—¿Sí?
—Como un bebé de pañales. Prácticamente hasta el día en que tú apareciste. Luego me acostumbré, supongo. Aunque estemos siempre esperando huir, esto finalmente se convirtió en mi casa.
—Yo sólo lloré una vez desde que llegué, pero fue cuando casi me comen vivo. Es posible que sea simplemente un garlopo superficial —no lo habría admitido si su amigo no le hubiera confesado antes cosas tan personales.
—¿Tú también? —escuchó que Chuck preguntaba a través de la ventana—. ¿En ese momento?
—Sí. Cuando el último Penitente terminó de caer por el Acantilado, me derrumbé y me eché a llorar —contestó, con el recuerdo todavía muy fresco—. Todo se me vino encima de golpe. Estoy seguro de que me hizo bien. No te sientas mal por llorar. Nunca.
—Parece que te hace sentir mejor, ¿no? Es raro cómo funciona.
Pasaron unos minutos en silencio. Se dio cuenta de que no quería que Chuck se fuera.
—Hey, ¿Thomas?
—Sigo aquí.
—¿Crees que tengo padres? ¿Padres de verdad?
Se rio, más que nada para alejar la ola de tristeza que causaba la pregunta.
—Por supuesto, larcho. ¿No me digas que tengo que explicarte lo de las flores y las semillitas? —bromeó Thomas, mientras sentía que el dolor le llenaba el corazón. Se acordaba de esa charla, pero no con quién la había tenido.
—No estoy hablando de eso —exclamó, con una voz muy desanimada. Sonaba baja y lúgubre, como si hablara entre dientes-. La mayoría de los tipos que pasaron por la Transformación recuerdan cosas terribles de las cuales prefieren ni hablar, lo cual me hace dudar de que me espere algo bueno allá, en mi hogar. Lo que quiero decir es: ¿piensas que es posible que tenga una mamá y un papá que me echen de menos, allá afuera en el mundo, en algún lugar? ¿Crees que ellos lloren por las noches?
Conmocionado, Thomas comprobó que sus ojos se habían llenado de lágrimas. La vida había sido tan delirante desde su llegada al Área que nunca se le había ocurrido pensar en los Habitantes como si fueran chicos reales, con familias de verdad que los extrañaran. Era muy raro, pero ni siquiera había pensado en sí mismo de esa manera. Sólo reflexionaba acerca del significado de todo, sobre quiénes los habían mandado allí o cómo saldrían alguna vez de ese lugar.
Por primera vez, sintió algo por Chuck que lo enojó de tal modo que tenía deseos de matar a alguien. El chico debería estar en la escuela, en su hogar, jugando con los amigos. Tenía derecho a tener una casa y una familia que lo amara, que se preocupara por él. Una mamá que se encargara de que se bañara todos los días y un papá que lo ayudara con la tarea.
Detestó a las personas que habían arrancado a ese pobre chico inocente de su familia. Los odió con una pasión que no sabía que un ser humano pudiera sentir. Quería que los mataran, incluso que los torturaran. Deseaba que Chuck fuera feliz.
Pero la felicidad había sido extirpada de sus vidas. Y también el amor.
—Escúchame, Chuck —contestó, haciendo una pausa para calmarse y que no se le quebrara la voz—. No me cabe la menor duda de que tienes padres. Lo sé. Suena horrible, pero estoy seguro de que tu mamá está sentada ahora en tu cuarto, sosteniendo tu almohada,
observando por la ventana ese mundo que te arrebató de ella. Y sí, te apuesto que está llorando. Con fuerza. Los ojos hinchados, los mocos en la nariz: un llanto como debe ser.
No dijo nada, pero Thomas oyó unos ligerísimos gemidos.
—No debes rendirte, Chuck. Vamos a solucionar todo y salir de aquí. Ya soy un Corredor y te prometo por mi vida que te voy a llevar de vuelta a tu habitación. Y tu mamá dejará de llorar.
Lo decía en serio. Esa promesa le quemaba el corazón.
—Espero que tengas razón —dijo Chuck con voz temblorosa. Hizo el gesto del pulgar hacia arriba en la ventana y se alejó.
Thomas se levantó y caminó por el pequeño recinto, ardiendo en deseos de cumplir su palabra.
—Créeme, Chuck -susurró al aire—.Te juro que te llevaré de vuelta a tu casa.