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El peor cóctel para los salarios
Más inflación anual y presión tributaria (nacional, provincial y municipal), configuran el cóctel más dañino para el poder adquisitivo real de los asalariados y los ingresos de autónomos o profesionales independientes.
Este cóctel ya era conocido en los últimos años, pero sus ingredientes más tóxicos se hicieron notar a partir de 2014 cuando la devaluación de enero disparó los precios, debilitó el salario real y derribó el consumo interno, mientras la posterior suba de tasas de interés encareció y restringió el crédito, todo lo cual acentuó el retroceso de la actividad económica y amenaza los niveles de empleo en varios sectores. En consecuencia, la inflación le ganó a los últimos aumentos salariales en paritarias que, en general, fueron fraccionados y con porcentajes inferiores al índice acumulado en los doce meses previos, como ya había ocurrido con el ajuste semestral de jubilaciones en marzo. Y, finalmente, terminó por erosionar el mínimo no imponible (MNI) del Impuesto a las Ganancias.
De ahí que hasta la propia CGT oficialista pidió días atrás una audiencia para tratar este tema en la Casa Rosada, de la que salió con las manos vacías. La respuesta del Jefe de Gabinete fue que el MNI no se toca, porque no hay evidencias de que el impuesto afecte a más asalariados que el año pasado. También supeditó cualquier cambio al desenlace -para bien o para mal- del conflicto por la deuda con los fondos buitre, que esta semana ingresa en sus días cruciales.
Esta respuesta oficial revela que, en un año difícil pero sin elecciones, el gobierno de Cristina Kirchner no quiere agrandar aún más el agujero financiero del Tesoro, después de que en los cinco primeros meses de 2014 la recaudación impositiva total subió 35% pero no alcanzó para cubrir el imparable aumento del gasto público (de casi 42%, fogoneado por los subsidios a la energía). Así, el déficit fiscal ya es un problema difícil de manejar aunque no existieran riesgos de default. Y, si se desembocara en ese eventual escenario, la transición hasta fin de 2015 se haría más cuesta arriba, con insuficiencia de dólares y abundancia de pesos a emitir por la "maquinita" del Banco Central.
Para todo 2014 las estimaciones privadas ya ubican a la inflación en un rango de 37/40% anual y a la presión tributaria total en el nivel récord de 40% del PBI alcanzado el año pasado. Este cóctel hace que cualquier mejora de ingresos sea contrarrestada por el pago de mayores impuestos (incluso el monotributo) y que sus efectos se sientan mucho más con la economía en recesión.
Con este cuadro, en menos de un año la inflación acumulada ya evaporó los porcentajes de ajuste del MNI de Ganancias (de 20% para los salarios de $15.001 a $25.000 mensuales y casi de 30% para la Patagonia) que habían sido dispuestos por CFK en agosto de 2013 en un improvisado pero fallido intento de evitar la derrota en las elecciones legislativas de octubre. De hecho, no se trató de una suba directa del MNI sino de las deducciones para dejar fuera del impuesto a los salarios o haberes brutos de hasta $ 15.000 mensuales (y de hasta $ 25.000 en la región patagónica) que hubieran sido percibidos entre enero y agosto del año pasado.
Este inusual mecanismo (adoptado por el decreto 1242), buscó evitar que las subas nominales de sueldos para tratar de compensar la inflación hicieran que más trabajadores quedaran alcanzados por Ganancias. Pero también acentuó las inequidades que ya venían de arrastre. Por eso, puede darse el caso de quien hoy cobra un salario bruto de $ 20.000 mensuales (o $ 30.000 en la Patagonia) siga exento de Ganancias hasta nuevo aviso, si en agosto de 2013 estaba por debajo del MNI (de $ 15.000 ó $ 25.000, respectivamente). En cambio, aunque no hayan obtenido aumentos, quedan alcanzados los trabajadores con ingresos más bajos, de $ 16.000 (ó $ 26.000 al sur del río Colorado) si entonces ya superaban los umbrales fijados por la AFIP. Y si logran mejoras en el futuro, afrontarán alícuotas crecientes sobre los montos que excedan el MNI y las deducciones.
Así, el sistema se asemeja a un salto con garrocha pero sin colchón: quien saltó hace un año la barrera del MNI cae inevitablemente en alícuotas más altas, debido a que además las escalas de ingresos de Ganancias no se actualizan desde hace 15 años.
Una prueba es que la alícuota máxima de 35%, que en 2001 (con el 1 a 1 de la convertibilidad) alcanzaba a quien ganaba el equivalente de 11.000 dólares, ahora afecta a un ingreso mensual inferior a 3000 dólares al tipo de cambio oficial (ó 2000 al paralelo). Otro cálculo privado, más refinado, indica que el MNI muestra un retraso real de nada menos que 82% si se lo compara con la inflación acumulada del período 1999/2014, (medida por el índice de precios de la provincia de San Luis, para evitar las distorsiones provocadas por el IPC - Indec). Para compensarla, debería ubicarse en $ 27.500 en lugar de los $ 15.120 actuales. Algo similar ocurre con las deducciones personales, tanto para asalariados como autónomos, que muestran retrasos reales de 35 a 103% en el mismo período. Si la comparación se realizara con el dólar, los retrasos van de 42 a 144% (según el tipo de cambio oficial) y de 121 a 263% (según el paralelo).
No menos grosera es la desactualización del MNI del impuesto a los Bienes Personales (bautizado "a la riqueza" cuando fue creado en los '90), que desde 2007 se mantiene en 305.000 pesos (equivalentes a 37.330 dólares al tipo de cambio oficial o a 24.500 al paralelo). Para dejar fuera de su alcance al menos a un departamento básico y un auto chico, debería ser multiplicado por 4 si los valores de mercado se calcularan al dólar paralelo (o por 2,2 según el IPC de San Luis). A aquella mayor presión tributaria implícita debe sumarse que, cuando supera el MNI, el contribuyente debe pagar sobre el total y no sobre lo que excede de ese piso, como ocurría hasta hace siete años.
El impacto de la inflación sobre la presión tributaria está presente en la mayoría de los impuestos nacionales, provinciales o municipales. Cada vez que los consumidores -cualquiera sea su nivel de ingreso- pagan más caro cualquier producto o servicio, el Estado se lleva el 21% del precio a través del IVA. A ello se agregan los impuestos a los Ingresos Brutos, que van de 4 a 8% según provincias y sectores y se trasladan directamente al consumidor. Y el mal llamado "impuesto al cheque", que grava con 0,6% todos los movimientos de cuentas bancarias. Por su parte, los cigarrillos tienen una carga tributaria equivalente al 48% del precio, que se eleva a más de 62% en el caso de las naftas y el gasoil, que vienen aumentando más que la inflación. También en los últimos años han subido tanto o más que la inflación las valuaciones para determinar los impuestos inmobiliarios, al igual que no pocas tasas municipales y las patentes de automotores. De ahí que no haya sido tan extraño que el medio aguinaldo de junio apenas movió el amperímetro de las ventas en góndolas y mostradores.
Sin embargo, hay un problema más serio desde el punto de vista institucional: todo lo relacionado con ajustes del MNI de Ganancias pasó a depender de sola persona -la presidenta Cristina Kirchner-, después de que la mayoría oficialista en el Congreso decidiera hace tres años delegarle las facultades en este terreno.
Gracias por pasar