El esquema tarifario condena a la energía renovable.
Argentina tiene las tarifas más bajas de la región, por el esquema de subsidios. Pero el esquema de subsidios hace que Argentina sea el país con menor nivel de desarrollo de energías renovables. “Una de las políticas más cuestionables que llevó adelante el kirchnerismo fue su tozuda insistencia en mantener deprimidas las tarifas energéticas que enfrentaban los consumidores. El consecuente retraso tarifario devino en un fuerte retroceso de la inversión que afectó tanto la producción local de hidrocarburos como el mantenimiento de la infraestructura energética“, alertó el consultor Federico Muñoz.

“Mientras en Argentina se facturan cerca de US$ 7 cada 100 KWh, el precio de la electricidad sería el doble en Chile y cerca del triple en Brasil y Uruguay“, apuntó el director de la consultora Federico Muñoz, teniendo en cuenta que en Chile se paga US$ 15 por 100 KWh; en Brasil US$ 20,8 y en Uruguay US$ 21,3 por el mismo concepto.
3 apreciaciones que deberían tener en cuenta los próximos gobernantes:
- > La estructura de tarifas de energía con subsidios al consumidor en Ciudad de Buenos Aires y GBA demostró ser inequitativa, perversa e ineficiente, y ha producido desinversión o sea menor calidad de vida, a la vez que no impidió la crisis energética.
- > Esa estructura de tarifas de energía, a la vez que la ausencia de posibilidades de financiación accesibles, ha desalentado el desarrollo de las alternativas renovables, que podrían ser un alivio, en especial en áreas rurales.
- > En definitiva, se ha provocado un problema de precios relativos, desinversión y obsolescencia de la estructura de energía que la próxima Administración deberá resolver en muy escaso tiempo.
Al respecto, interesantes algunas consideraciones de la newsletter Energía Estratégica:
Las tarifas de gas deberían subir al menos 485% si se supone que la corrección de distorsión de precios implica equiparar los precios locales con los regionales mientras que las de electricidad deberían aumentar 112% en promedio, según se desprende un trabajo de Federico Muñoz y Asociados.
La mayoría de los economistas y ex secretarios de energía coincide en que el retraso que tienen las tarifas y el importante monto que destina el Gobierno para sostenerlas en concepto de subsidios no son sostenibles en el largo plazo y auguran un cambio luego de las elecciones de 2015.
“Una de las políticas más cuestionables que llevó adelante el kirchnerismo fue su tozuda insistencia en mantener deprimidas las tarifas energéticas que enfrentaban los consumidores. El consecuente retraso tarifario devino en un fuerte retroceso de la inversión que afectó tanto la producción local de hidrocarburos como el mantenimiento de la infraestructura energética“, alertó el director de la consultora, Federico Muñoz.
De acuerdo con el estudio, al analizar los cuadros tarifarios de la electricidad se verificó que existe una gran heterogeneidad de tarifas, en función del nivel de consumo, de la localización geográfica y de si el cliente cuenta o no con el subsidio. Sin embargo, se estimó que, en promedio, una familia con un consumo mensual de 300 KWh paga por todo concepto US$ 0,06 el KWh si cuenta con subsidio y US$ 0,10 el KWh si no lo recibe.
“Mientras en Argentina se facturan cerca de US$ 7 cada 100 KWh, el precio de la electricidad sería el doble en Chile y cerca del triple en Brasil y Uruguay“, apuntó el director de la consultora Federico Muñoz, teniendo en cuenta que en Chile se paga US$ 15 por 100 KWh; en Brasil US$ 20,8 y en Uruguay US$ 21,3 por el mismo concepto.

Cuando anunció un recorte de 20% a los subsidios del gas y el agua, Argentina apagó la música que suena en Latinoamérica desde hace casi diez años. La fiesta la concentran dos facturas esenciales para el hogar: la luz y el agua, partidas que acumulan el mayor subsidio en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia y México, subsidiadas en un promedio de 60%.
Por otro lado, para analizar las tarifas de gas, se tomó en cuenta un informe de Adigas del 2013 y la información proporcionada por las diversas distribuidoras de gas del país. Si se tiene en cuenta la actualización de tarifas en tres tramos que el Gobierno dispuso este año, de acuerdo con lo calculado por Muñoz los hogares argentinos están pagando un promedio cercano a US$ 0,20 por m3 de gas, muy por debajo del promedio regional.
“En materia de tarifas de gas, la divergencia regionales es sustancialmente mayor: nuevamente la tarifa vecina más baja es la de Chile, que supera a la argentina en casi seis veces“, puntualizó el documento. De esta manera, mientras en Argentina se paga en promedio US$0,20 por m3 de gas, en Chile se destina US$1,17, en Uruguay US$1,46 y en Brasil US$1,7.
Los cálculos realizados en septiembre por Montamat y Asociados también marcan la fuerte disparidad. “Es así, que una tarifa residencial en Capital Federal y Gran Buenos Aires comparada con una tarifa similar en la región, medida en pesos argentinos, es 9 veces más cara en Chile y 18 veces superior en Brasil. En el terreno de las tarifas industriales, las diferencias son mucho menores: 3 veces superiores en Chile y más de 2 veces superiores en Brasil, respecto a nuestro país“, puntualizaron en la consultora que dirige el ex secretario de energía Daniel Montamat.
El informe de Muñoz también advirtió que si se produce un sinceramiento tarifario para poner las tarifas a tono con las de la región, la inflación acusará recibo. Así para la consultora teniendo en cuenta el peso en el Índice de Precios al Consumidor de la Ciudad de Buenos Aires de la electricidad (0,9%) y el gas (0,7%), el indicador registraría un aumento directo de 1,1 punto porcentual y 3,4 puntos porcentuales, respectivamente.
“Es probable que este último cálculo subestime el impacto pleno del ajuste de tarifario en los presupuestos de los hogares. La ponderación de estos servicios en el IPC está deprimida, precisamente por la cortesía del fuerte retraso tarifario. También hay que tener en cuenta que nuestro retraso cambiario reduce circunstancialmente la brecha tarifaria frente a la región“, concluyó el informe.
Los subsidios nacionales en 2013 alcanzaron los $ 134 mil millones.
El gasto que representan equivale a todo el déficit financiero, más la asistencia que presta al Tesoro el Banco Central, la Anses y el Pami.

EL MONTO ACUMULADO POR ESTOS SUBSIDIOS EQUIVALE A TODO EL DÉFICIT FINANCIERO.
Aumentó un 34% en 2013 y representó casi el 5% del PBI.
Aumentó un 34% en 2013 y representó casi el 5% del PBI.

Los subsidios del Estado nacional a sectores económicos alcanzaron en 2013 a $ 134.114 millones, 34,3% más que en el año precedente, informó la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (Asap).
La entidad destacó en su último informe que el incremento pudo haber sido mayor, pero en el último bimestre “el gasto en subsidios económicos mostró un comportamiento mucho más moderado que el observado en el período julio - octubre, lo cual permitió contener la suba acumulada en el período de diez meses”, que había sido del 48% y, de haberse mantenido, habría llevado la partida de subsidios a más de 148 mil millones de pesos.
La información se dio a conocer en momentos en que el Gobierno señala que tiene “en estudio” la posibilidad de una reducción selectiva de los subsidios, en razón de que el gasto que representan equivale a todo el déficit financiero, más la asistencia que presta al Tesoro el Banco Central, la Anses y el Pami.
Fue el sector Transporte el que atenuó la suba global, ya que con un total de $ 32.265,5 millones tuvo un ajuste de sólo el 10,2%.
Esa alza fue notoriamente inferior a la de otros rubros, como el Energético (46,7%), o el de las otras empresas públicas fuera de la energía y el transporte (51,7%), en el que sobresalió el aumento de Arsat (75,2%).
Con $ 81.405 millones (casi el 61% del total), el sector Energético volvió a ser el principal destino de los subsidios nacionales.
“Dichos fondos se encuentran concentrados principalmente en la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico SA y en la Empresa Energía Argentina SA, las que, entre otros fines, tienen a su cargo el subsidio de tarifas de energía en el Área Metropolitana y la compra de combustible importado (gas) para el abastecimiento del mercado interno”, señaló Asap.
28 de marzo de 2014
Quita de subsidios al gas y al agua: ¿Quiénes quedarán exceptuados?
El Gobierno anunció que habrá una reasignación de hasta un 20%. El ministro Kicillof detalló que si hay una reducción del consumo, la quita será menor.

El ministro de Economía, Axel Kicillof anunció un programa de reasignación de subsidios y consumo responsable en gas y agua, que consistirá una quita al usuario que no logre una reducción del 20% del consumo, aclaró que no se toca el subsidio a la industria ni a las zonas patagónicas.
Quiénes quedarán exceptuados de la quita:
- Aquellos que hagan una reducción, de un bimestre a otro, del consumo de agua y gas de un 20%.
- Los que reciban alguna asignación familiar.
- Las viviendas con múltiples hogares.
- Los que tengan un certificado de discapacidad.
- Aquellos que estén exentos del pago de AB.
- Quienes cobren la jubilación mínima.
- Poblaciones gas dependientes.
- Los usuarios de garrafa porque no tienen servicio de gas natural.
- Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, el norte de Entre Ríos, el norte de Santa Fe y una parte de Santiago del Estero.
- Usuarios de agua que no estén bajo jurisdicción de AySA.
¿Cómo será la reasignación de subsidios para las tarifas de gas y agua?
- Si hay un reducción del consumo de un 20% no habrá quita de subsidios.
- Si la reducción es entre el 5% y el 20% la quita será progresiva con un techo del 50%.
- Sólo se aplica la quita total de subsidios en caso de que no haya reducción en el consumo.
- La reasignación se realizará en tres etapas: abril, junio y agosto.
A modo de ejemplo, la quita de subsidios en domicilios residenciales de bajo consumo de gas será del 17 por ciento en tres tramos: siete por ciento en abril, cinco por ciento en junio y cinco por ciento en agosto.
Y en el caso de mayor consumo, sobre una tarifa de 325 pesos bimestral, la quita del subsidio será del 80 por ciento (32 por ciento en abril, 24 por ciento en junio y 24 por ciento en agosto).
Para los comercios, culminadas las tres etapas, representa una reducción de subsidios del 3 al 12 por ciento, representando así incrementos de 0,6 por ciento por día para los consumos bajos y 5 pesos por día en promedio para el resto.
Para el GNC, terminados los tres tramos, se reduce el subsidio en el precio del gas en boca de pozo, que pasará a 0,7324 pesos por metro cúbico.
La quita de subsidios para los usuarios de AYSA se segmentará en tres categorías: barrial, media y alta, y la reducción será del 10 al 80 por ciento, de acuerdo a la zonificación prevista.
A grandes rasgos, para el 65 por ciento de los hogares la factura de AYSA pasará de 1,2 a 2 pesos por día y el 35 por ciento restante pagará un promedio de 2,6 pesos diarios.
LA FUNCIÓN SOCIAL DE LOS SUBSIDIOS
Peligrosa obsesión por el déficit.
Por Fabián Amico *
La explicación dominante acerca del efecto de los subsidios es simple: dado que dichos gastos son “financiados con emisión”, por ende generan inflación, llevando a nuevos aumentos del gasto y a una espiral insostenible. Es discutible si cualquier reducción del gasto agregado puede llevar a la desaceleración de la inflación (a propósito, los actuales niveles de utilización de la capacidad en la economía están entre los más bajos de la década), pero en este caso la reducción del gasto público (en subsidios) generaría directamente un shock inflacionario, por la suba de tarifas que le seguiría, lo que constituiría un caso inédito en la comparación internacional y una muestra palmaria de la falta de sensatez y pragmatismo del monetarismo argentino.
Como es difícil argumentar que la baja de los subsidios puede ser antiinflacionaria, se recurrió a la idea de que los subsidios serían regresivos en términos distributivos, además de “insostenibles”. Se dice, por ejemplo, que cerca del 40 por ciento de los subsidios benefician al 20 por ciento de la población de “mayores ingresos”, sin ninguna preocupación por el efecto redistributivo evidente que tendría la reducción de los subsidios por sus efectos inflacionarios.
Un trabajo reciente (Ramos & Serino, CefidAr, DT Nº 47, octubre de 2012) muestra que la quita de los subsidios y su reutilización para otros fines incide negativamente sobre las variables macroeconómicas, promueven una reducción del PIB debido a la caída del consumo privado (incluyendo a los hogares de “mayores ingresos”). Luego, la caída del nivel de actividad impacta negativamente sobre el empleo asalariado, con un claro efecto agregado regresivo.
En verdad la preocupación central no es la equidad. Uno podría subir la cantidad de subsidio a los hogares más pobres, o gravar con impuestos a los de mayores ingresos, sin necesidad en este caso de bajar (ni subir) el gasto. Pero la preocupación “dominante” es el control del gasto y no la equidad. Sin embargo, los subsidios son un gasto en moneda doméstica y como tal es siempre financiable. ¿Acaso habría algún “umbral” tras el cual la situación se tornaría explosiva? El silencio sobre este punto central es desconcertante. A esto se agrega la confusión sobre el significado de la restricción externa, que ahora expresaría una “restricción de oferta” (de energía).
La solución –otra vez– sería bajar el gasto público (por ende, los subsidios) adecuando la demanda. Pero interpretar las insuficiencias de la infraestructura energética como una “restricción de oferta” equivale a confundir la situación de subdesarrollo (tecnológico, de infraestructura, productivo, etc.) con un problema de persistente “exceso de demanda”. Como observaban los viejos estructuralistas, la restricción externa es una restricción de financiamiento (divisas) y no una limitación de oferta (“de ahorro”).
El creciente gasto en subsidios no es una causa de restricción externa, sino su consecuencia. Los subsidios funcionan de modo análogo a las retenciones a las exportaciones de granos: amortiguan los shocks inflacionarios externos (los crecientes precios en dólares del petróleo y la energía) y/o los aumentos del tipo de cambio nominal, y dicho gasto debe crecer vis a vis del aumento del valor de las importaciones de energía y/o la devaluación de la moneda.
Algunos dicen que hay mucho “desperdicio” de energía y cuentan coloridas historias de usuarios que calefaccionan sus piletas de natación con electricidad o usan varios acondicionadores de aire 24 horas al día, etc. Pero en el grueso de la población las cosas son diferentes. La energía es un bien básico y la elasticidad de su consumo ante cambios de precios es forzosamente baja. Cuando suben las tarifas de los servicios, los usuarios consumen más o menos la misma cantidad, pero su gasto aumenta y cae su ingreso disponible. Ergo, gastan menos en otras cosas. El efecto contractivo, si no es compensado, produce una reducción del crecimiento y una disminución de las importaciones (entre ellas, de energía). Además, la suba de tarifas puede agudizar la puja distributiva y producir más inflación, con consecuencias inciertas sobre la distribución del ingreso.
¿Es “explosiva” la situación fiscal? El déficit primario fue 0,2 por ciento del PIB en 2012 y el financiero fue 2,5 por ciento, mientras en 2013 el déficit tiende a reducirse. Curiosamente, el severo “Pacto de estabilidad y crecimiento” de la Unión Europea permite un déficit público máximo de hasta 3 por ciento del PIB. ¿Por qué Argentina debería ser más estricta que la Unión Europea?
Quienes están obsesionados por el déficit deberían considerar que el resultado fiscal es endógeno. La política fiscal afecta el equilibrio presupuestario al influir en la situación macroeconómica por su impacto en los ingresos privados y en los impuestos percibidos sobre esos ingresos. Ergo, la reducción del gasto, dado su impacto negativo sobre la demanda agregada y la base imponible, daría lugar a menores ingresos fiscales y un mayor desequilibrio fiscal. Así, incluso para el equilibrio fiscal, sería bueno tener en cuenta la situación macroeconómica general, y no focalizarse en el resultado presupuestario.
En un escenario de desaceleración económica, la combinación de austeridad fiscal y mayor devaluación puede empeorar las cosas, ya que hace más cara (e inflacionaria) la energía importada y profundiza las tendencias contractivas, haciendo incluso más difícil (y costoso) el logro del equilibrio fiscal. En verdad, Argentina sólo mejoró su resultado fiscal cuando creció (y no a la inversa). Por ende, sería conveniente pensar en una agenda de mediano plazo que, al tiempo que sostenga la política de subsidios, apunte a acelerar y profundizar las políticas sustitutivas de energía y recomponer las condiciones generales de financiamiento externo de la economía.
* Economista, coeditor de la revista de economía Circus.

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