


Nos enamoramos, vamos y venimos, planeamos, ideamos, apostamos; y al final de cuenta terminamos tiradas en la cama con la máscara de pestañas corrida o a los gritos histéricos proliferando a viva voz: Los hombres son todos iguales.




El punto es que aquella afamada frase respecto de los hombres a mi entender ha sido mal interpretada.
Desde que a alguien se le ocurrió “crearla” se ha visto como mensaje de resignación de todas nosotras; la utilizamos como pretendiendo explicar que “eso que sucedió” es obra maquiavélica de una criatura que por naturaleza “obra de forma egoísta, traicionera, embustera, posesiva”.

Sin embargo, podemos aprovecharla a nuestro favor; si “los hombres son todos iguales”, es BINGO.
¿Qué quiero decir? Que para muestra sólo hace falta un botón, que si Julio es igual a Pedro y éste a Manuel, basta con conocer a Julio para poder relacionarme con éxito con el resto. Dado que no son imprevisibles al ser todos iguales, han conservado el molde y conociendo a “uno” podemos conocer a todos.
Claro, a estas alturas dirás, “bueno, pero no todos son iguales”; sin embargo cuando alguno de ellos hace algo contrario a nuestros intereses, todos caen en la misma bolsa.

Mentirosos, infieles, engreídos, ególatras, aburridos; nuestros hombres comparten rasgos que los caracterizan en su andar irresponsable. Aunque tú sabes que no todos los hombres son iguales, porque son diferentes personas, con experiencias propias, que lo hacen particulares y diferentes al resto, a ti y a mí.
Corroborar lo contrario es buscar tener razón con que “son todos iguales” y desde esa presunción de negatividad iniciamos el camino del amor hasta que el lodo nos separa y decimos “los hombres son todos iguales,” los utilizamos de chivos expiatorios y al desván a comer helados y galletas, prometiendo “no volver a enamorarnos”.



Y tal vez no estés muy de acuerdo con lo que digo; y las disidencias son aceptadas, pero no te anticipes por favor. Lo que digo es que si alguien nos trata como “alfombras” es porque nosotras hemos permitido que eso ocurra. Una mujer puede conocer a un hombre y en un tiempo recibir un “maltrato” y excusarlo diciendo que “Seguramente está nervioso” (ver artículo relacionado) y dejar pasar por alto ese “foco rojo” por el amor y las ilusiones que tiene.

Esperanzadas en haber encontrado al “hombre” de nuestra vida, o una pareja compañera o por atracción física, elegimos “continuar” a poner límites y decir “basta”. Piénsalo, ¿cuántas veces te ha sucedido?


Cada cuál –hombres y mujeres- tienen la libertad de ser, mostrarse y hacer según sus criterios perceptivos, según sus modos, costumbres, necesidades e inquietudes. Y muchas de esos “modos operandi asumidos por las mujeres en relación a los hombres” son los que nos han llevado y llevan a la ruina de nuestras relaciones.


Si los hombres son todos iguales deberíamos hacer un resumen de las cosas que no les agradan o des-erotizan de una mujer para ganarle batalla a la rutina, ¿No te parece?

