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Si vives en un sitio de costa, probablemente te has pagado muchas de tus fiestas universitarias gracias al dinero que ganaste trabajando en un restaurante o un bar durante las vacaciones. Y, si eres de una gran ciudad, hay bastantes opciones de que en tus fines de semana estés ocupado sirviendo platos en el McDonald’s, Vips, Burger King o similares. Si alguna vez has trabajado en el mundo de la hostelería, seguro que consigues hacer estas 15 cosas.

1. Tus manos se adaptan la tamaño de las cosas que llevas encima, como una bandeja plegable.



2. Tus brazos también crecen hasta el infinito cuando tienes que llevar platos de un sitio a otro. Siempre es mejor ahorrarte un viaje, aunque la cena sea entre amigos.



3. Eres capaz de llevar bandejas que son más grandes que tú. Y pasteles. Y pizzas.



4. Eres incapaz de comer lento porque te has acostumbrado a que los clientes te llamen en el momento exacto en el que te pones a comer.



5. Tienes multitud de excusas para persuadir a tus amigos de quedarse en el bar hasta que lo cierren. Sabes muy bien lo que se siente al tener que esperar a que se levante la última mesa.



6. Siempre dejas propina, o siempre que ese mes hayas cobrado algo que te permita dejarla.



7. Calculas el dinero de vuelta a más velocidad que un genio de las matemáticas. Eso sí, que nadie te pida multiplicar o entonces empezarán los problemas.



8. Te mueres de vergüenza cuando tus amigos le cuentan chistes tontos sin gracia al camarero o hacen comentarios irónicos sobre la calidad de la comida.



9. La torre de pisa no es nada en comparación con lo que consigues apilando todos los platos de la cena.



10. Eres experto en conversaciones que duran unos segundos y en reír gracias ajenas aunque no las entiendas.



11. Cortar limones es tu pan de cada día. En casa también lo haces para pasar el mono.



12. No puedes evitar reírte cuando alguien te dice que está estresado en su trabajo. Si fuera camarero…



13. Los bolígrafos de publicidad son tu bien más preciado. Si a alguien se le ocurre tocártelos, muerdes.



14. Al cabo del día tienes tantas cuentas que podrías empapelar el restaurante entero. Para no perder la costumbre, también las guardas en tu bolsillo cuando vas a comer fuera.



15. Tus vecinos saben muy bien a quién irle a pedir un abrebotellas si no encuentran en suyo. Les das a escoger incluso la marca.