"¡A ver, che, pasame ese voto!", gritó un delegado del Partido Blanco. "Ah, ta, está bien", se resignó al ver que la papeleta estaba rayada y había sido anulada. Es que en la vieja casa Soler se pelea cada sufragio.
El miércoles la Corte Electoral empezó a trabajar en el escrutinio definitivo, tras los comicios del pasado domingo. La tarea se realiza, a los gritos, gesticulando, pelando voto por voto, en el edificio de la esquina de Agraciada y Marcelino Sosa, frente al Palacio Legislativo.
El proceso es bastante artesanal. Hay 12 mesas y alrededor de ellas se sientan funcionarios de la Corte con delegados de los partidos. Se revisa acta por acta, y se abre urna por urna para evaluar si los votos que fueron anulados están bien anulados. Además, se separan los sobres con los sufragios observados —son 30.669—, que serán abiertos mañana.
Cuarenta minutos recorriendo las mesas es tiempo suficiente para detectar la originalidad de los votantes a la hora de expresar su descontento y de anular su voto. Hay de todo. Desde hojas de un árbol adentro de los sobres, a un barquito hecho con una papeleta del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), hasta una foto con los rostros de Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga que tiene bigotes de HITLER dibujados, y el volante que promociona a una veterinaria. Los que menos dedicación le ponen para invalidar su sufragio mezclan dos listas de distintos partidos o, directamente, rompen una papeleta.
Reclamos.
El militante colorado de la lista 10 de Vamos Uruguay, Luis Martínez, contó a El País que en más de un circuito se encontraron "varios votos del Sí a la baja anulados porque ciudadanos las marcaron en el cuarto de votación. Les dibujaron con un lápiz un círculo en la parte de atrás y por eso no fueron validadas, ahora hay que cambiar las reglas de juego. Van a valer todas". El delegado advirtió que ya se hizo el reclamo a la Corte Electoral para que estos votos sean aceptados, pero añadió que aún se espera por una respuesta. En tanto, sobre listas del Partido Colorado mal anuladas, sostuvo que "no se han encontrado, pero no nos resignamos a que nadie le crea a Pedrito que es un buen chico".
Su colega del Partido Nacional, Javier Lago, de la lista 40, por su parte, dijo que "se han recuperado unos 500 sufragios blancos a pesar que estaban anulados". Y explicó: "son votos que están doblados, papeletas cortadas en la punta, detalles que se nota que se hicieron a propósito, que no fue solo un accidente, si queremos remontar este 30,96% hay que hacer que los votos en blanco vayan para los blancos y desanular muchos votos con intención de nulidad. Hace falta mucha imaginación".
Ojos bien abiertos.
En el edificio de la vieja casa Soler hay urnas que entorpecen el camino, montoneras de gente, carpetas tiradas por todos lados. Afuera hay decenas de militantes, que se entreveran unos con los otros, fumando. Cuando alguien sale, se preocupa por pedirle a un compañero que ocupe su lugar.
El ambiente adentro es de concordia. El mate pasa de un frentista a un colorado, de una mucama a un blanco, sin problemas. Hay una señora rubia, toda vestida de blanco, que tiene un pin de la lista 71, y que comparte sus galletitas con un barbudo delegado de la coalición de izquierda. Ya lo hemos visto todo.
Parados entre las mesas hay militantes de todas las fuerzas con un montón de hojas. Son los documentos de los delegados de mesa que trabajaron durante la jornada del domingo. Si algún dato no coincide con el que el presidente de mesa anotó en el acta, empieza la batalla con los Qkitos para determinar por qué la suma de sufragios da diferente.
Todos pelean por un voto más, o por uno menos para su rival.

El miércoles la Corte Electoral empezó a trabajar en el escrutinio definitivo, tras los comicios del pasado domingo. La tarea se realiza, a los gritos, gesticulando, pelando voto por voto, en el edificio de la esquina de Agraciada y Marcelino Sosa, frente al Palacio Legislativo.
El proceso es bastante artesanal. Hay 12 mesas y alrededor de ellas se sientan funcionarios de la Corte con delegados de los partidos. Se revisa acta por acta, y se abre urna por urna para evaluar si los votos que fueron anulados están bien anulados. Además, se separan los sobres con los sufragios observados —son 30.669—, que serán abiertos mañana.
Cuarenta minutos recorriendo las mesas es tiempo suficiente para detectar la originalidad de los votantes a la hora de expresar su descontento y de anular su voto. Hay de todo. Desde hojas de un árbol adentro de los sobres, a un barquito hecho con una papeleta del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), hasta una foto con los rostros de Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga que tiene bigotes de HITLER dibujados, y el volante que promociona a una veterinaria. Los que menos dedicación le ponen para invalidar su sufragio mezclan dos listas de distintos partidos o, directamente, rompen una papeleta.
Reclamos.
El militante colorado de la lista 10 de Vamos Uruguay, Luis Martínez, contó a El País que en más de un circuito se encontraron "varios votos del Sí a la baja anulados porque ciudadanos las marcaron en el cuarto de votación. Les dibujaron con un lápiz un círculo en la parte de atrás y por eso no fueron validadas, ahora hay que cambiar las reglas de juego. Van a valer todas". El delegado advirtió que ya se hizo el reclamo a la Corte Electoral para que estos votos sean aceptados, pero añadió que aún se espera por una respuesta. En tanto, sobre listas del Partido Colorado mal anuladas, sostuvo que "no se han encontrado, pero no nos resignamos a que nadie le crea a Pedrito que es un buen chico".
Su colega del Partido Nacional, Javier Lago, de la lista 40, por su parte, dijo que "se han recuperado unos 500 sufragios blancos a pesar que estaban anulados". Y explicó: "son votos que están doblados, papeletas cortadas en la punta, detalles que se nota que se hicieron a propósito, que no fue solo un accidente, si queremos remontar este 30,96% hay que hacer que los votos en blanco vayan para los blancos y desanular muchos votos con intención de nulidad. Hace falta mucha imaginación".
Ojos bien abiertos.
En el edificio de la vieja casa Soler hay urnas que entorpecen el camino, montoneras de gente, carpetas tiradas por todos lados. Afuera hay decenas de militantes, que se entreveran unos con los otros, fumando. Cuando alguien sale, se preocupa por pedirle a un compañero que ocupe su lugar.
El ambiente adentro es de concordia. El mate pasa de un frentista a un colorado, de una mucama a un blanco, sin problemas. Hay una señora rubia, toda vestida de blanco, que tiene un pin de la lista 71, y que comparte sus galletitas con un barbudo delegado de la coalición de izquierda. Ya lo hemos visto todo.
Parados entre las mesas hay militantes de todas las fuerzas con un montón de hojas. Son los documentos de los delegados de mesa que trabajaron durante la jornada del domingo. Si algún dato no coincide con el que el presidente de mesa anotó en el acta, empieza la batalla con los Qkitos para determinar por qué la suma de sufragios da diferente.
Todos pelean por un voto más, o por uno menos para su rival.