
Quedaban menos de diez minutos para las once de la mañana del día 21 de Enero de 1910 cuando la mayor parte de los relojes públicos de París se detuvieron simultáneamente, con exactitud militar. El Sena había inundado la central eléctrica que suministraba la energía a los relojes y los parisinos comenzaron a darse cuenta que la crecida del Sena pasaba de ser un inofensivo espectáculo a una grave amenaza para la ciudad mas civilizada de Europa.


Un oso escapado del zoo, intenta salir del Sena.

Multitud de personas reunidas en los puentes y terraplenes contemplan en silencio como el río arrastra muebles, barriles, cadáveres de animales, barcazas y restos de lo que había destrozado a su paso en una loca carrera hacia el mar.


Un día mas tarde el Sena empezó a ocupar el centro de Paris y el caos comienza a desatarse. Los parisinos habían salido por la mañana sin problemas como un día cualquiera y al intentar regresar por la tarde a sus casas tuvieron que vadear las aguas mojados hasta las rodillas por unas calles sin luz, muchos para encontrarse que sus casas eran inaccesibles, inundadas por las aguas del Sena.



La gran inundación de París en 1910 fue una verdadera catástrofe en la que el Sena, desbordado por las aguas de sus afluentes que habían soportado las enormes lluvias invernales, inundó Paris y varias de las comunidades próximas. Aunque el Sena no desbordó sus orillas dentro de la ciudad, inundó París a través de túneles, desagües y alcantarillas. En las afueras, el río se elevó por encima de sus orillas e inundó los campos y las comunidades cercanas directamente.



Durante un tiempo París parecía una segunda Venecia: bulevares famosos convertidos en canales y los barcos utilizados como medio de transporte preferido. Cientos de calles y la cuarta parte de los edificios de París se inundaron. Durante esa semana miles de parisinos tuvieron que ser evacuados de sus hogares a medida que el agua inundaba las calles y se infiltraba en los edificios causando el cierre de la mayor parte de las infraestructuras de París.



A medida que las plantas de purificación y vertederos de Saint-Ouen, Issy-les-Moulineaux y Vitry se vuelven inaccesibles, los parisinos empiezan a tirar la basura en el Sena, desde el Puente de Tolbiac.




Policías, soldados y bomberos cooperaban en las calles inundadas desplazándose en botes para rescatar a los vecinos, bloqueados en sus casas, desde las ventanas de los edificios y distribuyendo ayuda.



La estación de Caumartin del metro de París se abrió al público en 1904 y está situada en el 9º distrito bajo la intersección entre el bulevar Haussmann y la calle Caumartin, a 100 metros de la calle Le Havre. En la foto se puede observar que era intransitable, totalmente inundada por las aguas.





Para desplazarse por la ciudad los residentes que todavía aguantaban en sus casas utilizaban barcas improvisadas y también pasarelas de madera, construidas por personal del ayuntamiento y por los propios parisinos. También se organizaron servicios de reparto de provisiones y necesidades básicas por las autoridades y por los comerciantes mas osados.




El día 28 de Enero el agua alcanzó su altura máxima a 8,62 metros, unos 20 metros sobre su nivel normal, y a partir de allí comenzó a bajar. Al día siguiente, sábado 29 de enero, París se despertó con una preciosa mañana de sol brillante y comenzó el final de la pesadilla.



Durante todo el día las multitudes acudieron en masa a los barrios que el río había atacado para contemplar, con cierta morbosidad, el alcance de la destrucción. Soldados montaban guardia en puntos escogidos y se repartía bebida y vino caliente a los ciudadanos. Se instalaron bombas de achique para vaciar de agua bodegas y sótanos, había bombas manuales, eléctricas, de vapor y todo tipo de maquinarias indescriptibles que ocupaban los caminos.


Medio París se encontraba en las calles donde el agua había amontonado tablas, tuberías, cables y desechos en una maraña de escombros y suciedades, muchos colaborando en la limpieza y otros mirando con incredulidad el espectáculo. Las inundaciones provocaron unas daños estimados en 400 millones de francos, unos 1.500 millones de euros al cambio actual. Las aguas cubrieron Paris durante una semana y no fue hasta 35 días después cuando el agua desapareció por completo.

En aquella época las comodidades modernas no existían y los parisinos pudieron sortear de alguna manera los inconvenientes. Los hogares tenían reservas de carbón para la cocina y la calefacción y el transporte pudo suplirse con barcas y con 75.000 caballos que todavía había en Paris que fueron puestos en servicio. Si la inundación se produjera hoy en día, los daños serían muchísimo mas graves para la población ya que dependemos de demasiados servicios centralizados y tenemos poca independencia energética.