¿Han oído hablar del misterio del niño de Somosierra? ¿Creen que es posible que un niño pueda desaparecer sin ninguna explicación? Pues bien, ahí va la escalofriante historia de la desaparición de Juan Pedro Martínez Gómez, un caso que llega a bordear lo paranormal por su extrañeza. Un suceso que, tras más de veinticinco años, aun sigue sin ofrecer explicación. Un caso que la Interpol no dudó en calificar como el más extraño de toda Europa. La desaparición de Juan Pedro Martínez es aún, a día de hoy, un gran misterio y un profundo enigma para los investigadores.
Durante la noche de San Juan de 1986, se produjo la desaparición más enigmática acaecida hasta la fecha en España. La desaparición de un niño de 10 años, tragado por la nada, después de un impresionante accidente de tráfico entre las provincias de Madrid y Segovia, concretamente a la altura de Somosierra.
Pongamos en antecedentes:
Un camión Volvo F-12, dispuesto a transportar una cisterna con 20.000 litros de ácido sulfúrico óleum, dispuso su marcha desde la localidad murciana de Las Cánovas hasta Bilbao, para desembarcar su mercancía en una empresa petroquímica. Al volante, el conductor profesional Andrés Martínez, al que acompañaban su esposa, Carmen Gómez, y el hijo de éstos, Juan Pedro Martínez Gómez.
A las 5:30 de la madrugada, la familia realiza su última parada. El lugar elegido fue el mesón Aragón, en el término de Cabanillas, a pie del puerto de Somosierra, y a partir de ahí empieza el enigma.
En uno de los tramos del itinerario, el camión cisterna volcó a gran velocidad, y sin motivo aparente, en una de las variantes de la antigua Nacional I. El impacto produciría una brecha considerable en la cisterna que acabaría por resquebrajarse y esparcir el ácido por carretera, campo y río, originando una catástrofe sin precedentes en la zona. Pero el ambiental, no fue el único costo del accidente, Andrés Martínez y su esposa, Carmen Gómez, yacían sin vida entre el amasijo de hierros. Sus cuerpos presentaban quemaduras de gran envergadura ya que con el accidente se abrió una brecha en la cabina y el ácido bañó a sus ocupantes. Sus rostros estaban totalmente desfigurados, pero los cuerpos estaban intactos y podían recuperarse.
Poco después de que la Guardia Civil se presentara en el lugar del accidente, desviara el tráfico e identificara los dos cuerpos de la cabina, las fuerzas de seguridad del Estado realizarían la llamada telefónica que haría cambiar el rumbo de la ya fatídica noticia. Cuando llamaron a los familiares para comunicar la muerte de los ocupantes, la madre de Andrés Martínez realizó la pregunta que después de 25 años aún está sin resolver:
-“¿Y cómo está el niño? ¡Por favor, dígame que mi nieto está bien!”.
-"¿El niño? ¿Qué niño? En ese camión no viajaba ningún niño, señora" logró contestar el miembro de la Benemérita.
El nombre del niño corrió como la pólvora en boca de todos. En el Volvo F-12 debía haber un tercer pasajero, Juan Pedro Martínez Gómez, de 10 años, el hijo de los ocupantes que se habían encontrado calcinados y del que no había ni rastro.
Inmediatamente después, el cuerpo de bomberos abriría la cabina del camión para encontrar alguna pista del niño, pero ni en la cabina ni en los alrededores, donde se inspeccionó la zona en profundidad con potentes focos, encontraron rastro alguno de Juan Pedro; lo único que se encontró fue la goma de una zapatilla que podría pertenecer al pequeño. Al mismo tiempo, el ácido continuaba fluyendo por la carretera y sus proximidades, con la amenaza de alcanzar las aguas de los afluentes del río Duratón. Se buscó por toda la cabina alguna mínima pista, se repartieron miles de carteles con la foto de Juan Pedro, e incluso se experimentó con el ácido para comprobar si éste fue el causante de una hipotética disolución, extremo que los expertos químicos desecharon por completo puesto que según las investigaciones realizadas, para que eso ocurriera, el cuerpo debería haber sido expuesto a una bañera artificial formada principalmente por los amasijos de hierro de la cabina y que el fluido de ácido hubiese sido renovado constantemente, cosa que no ocurrió, y aun así, habrían podido encontrar restos orgánicos en los fluidos de ácido que no fueron encontrados. No existía ni rastro de Juan Pedro, que por entonces ya era más conocido como 'el niño de Somosierra'.
Las investigaciones se centraron entonces en el tacógrafo del camión, es decir, en la caja negra, que registra la velocidad y las paradas realizadas por el camión. Según este, el viaje lo emprendieron a las siete de la tarde, teniendo como primera parada un lugar llamado la Venta del Olivo, a pocos kilómetros de Cieza, en Murcia. La segunda parada la realizaron a las 0:12 horas en la localidad de Las Pedroñeras. Siendo casi las 3:00 de la mañana cuando llegaron a la gasolinera ‘Los ángeles’, en la entrada de la capital de España. Dos horas y media después, haría otra parada en el mesón Aragón, en las faldas del puerto de Somosierra. En esta última parada, un camarero vio por última vez al niño desaparecido e incluso pudo describirlo perfectamente ya que le llamó la atención la forma en la que iba vestido, que era completamente de rojo. En la siguiente hora y veinte minutos, comprendida después de esa parada y antes de que se produjera el accidente, se registraron hasta un total de doce paradas y un cambio brusco de velocidad sin motivo aparente, llegando a los 140 km/h, velocidad a la que el circulaba el camión cuando chocó.
Algunos testigos aseguraron que el camión circulaba tras una furgoneta blanca a gran velocidad, lo que abrió la posibilidad de que el aumento de velocidad de éste se debiera a una persecución, lo que además podría estar relacionado con la desaparición de Juan Pedro. Los más escépticos de lo paranormal, apuntan a que el niño podría haber sido secuestrado y sus padres se hallaban en una persecución con el secuestrador en el momento del fatídico accidente. Pero, entonces, si así fue ¿a que se debieron las numerosas paradas a lo largo del recorrido?
Sin embargo, el relato más enigmático y escalofriante del caso, es el de dos pastores de la zona que fueron testigos del accidente y que así se lo hicieron saber a las autoridades investigadoras del caso. Estos dos vecinos de la localidad atestiguaron que inmediatamente después del accidente y aprovechando la confusión y el caos propio del suceso, observaron a dos individuos de una altura considerable, de tez blanquecina y engullidos en unas batas blancas que les llegaban hasta los tobillos, salir de una furgoneta blanca, tipo Nissan Vanette, acercarse a la cabina del camión y posteriormente llevarse un gran bulto. Algunas personas aseguraron que los individuos de los que hablaban los pastores, se bajaron de la furgoneta blanca que circulaba delante del camión y a la que supuestamente este perseguía.
Posteriormente también se recibieron numerosas llamadas que afirmaban haber visto a Juan Pedro Martínez en diferentes puntos de la geografía nacional, sobre todo en Bilbao, donde se aseguraban que el 'niño de Somosierra' deambulaba por una zona industrial de la capital vasca. Pero las investigaciones de la policía desecharon esos testimonios al no encontrar ningún tipo de prueba de ello.
Las preguntas permanecen en el aire: ¿Quién eran aquellos individuos con batas blancas?; ¿Qué guardaba el bulto que sacaron de la cabina del camión?; ¿A qué se debe que el tacógrafo registrase hasta doce paradas en menos de una hora y media?; ¿Por qué aquel puntual acelerón del camión? Y la más importante de todas: ¿Dónde está Juan Pedro 'el niño de Somosierra'?

Durante la noche de San Juan de 1986, se produjo la desaparición más enigmática acaecida hasta la fecha en España. La desaparición de un niño de 10 años, tragado por la nada, después de un impresionante accidente de tráfico entre las provincias de Madrid y Segovia, concretamente a la altura de Somosierra.

Pongamos en antecedentes:
Un camión Volvo F-12, dispuesto a transportar una cisterna con 20.000 litros de ácido sulfúrico óleum, dispuso su marcha desde la localidad murciana de Las Cánovas hasta Bilbao, para desembarcar su mercancía en una empresa petroquímica. Al volante, el conductor profesional Andrés Martínez, al que acompañaban su esposa, Carmen Gómez, y el hijo de éstos, Juan Pedro Martínez Gómez.
A las 5:30 de la madrugada, la familia realiza su última parada. El lugar elegido fue el mesón Aragón, en el término de Cabanillas, a pie del puerto de Somosierra, y a partir de ahí empieza el enigma.

En uno de los tramos del itinerario, el camión cisterna volcó a gran velocidad, y sin motivo aparente, en una de las variantes de la antigua Nacional I. El impacto produciría una brecha considerable en la cisterna que acabaría por resquebrajarse y esparcir el ácido por carretera, campo y río, originando una catástrofe sin precedentes en la zona. Pero el ambiental, no fue el único costo del accidente, Andrés Martínez y su esposa, Carmen Gómez, yacían sin vida entre el amasijo de hierros. Sus cuerpos presentaban quemaduras de gran envergadura ya que con el accidente se abrió una brecha en la cabina y el ácido bañó a sus ocupantes. Sus rostros estaban totalmente desfigurados, pero los cuerpos estaban intactos y podían recuperarse.
Poco después de que la Guardia Civil se presentara en el lugar del accidente, desviara el tráfico e identificara los dos cuerpos de la cabina, las fuerzas de seguridad del Estado realizarían la llamada telefónica que haría cambiar el rumbo de la ya fatídica noticia. Cuando llamaron a los familiares para comunicar la muerte de los ocupantes, la madre de Andrés Martínez realizó la pregunta que después de 25 años aún está sin resolver:
-“¿Y cómo está el niño? ¡Por favor, dígame que mi nieto está bien!”.
-"¿El niño? ¿Qué niño? En ese camión no viajaba ningún niño, señora" logró contestar el miembro de la Benemérita.

El nombre del niño corrió como la pólvora en boca de todos. En el Volvo F-12 debía haber un tercer pasajero, Juan Pedro Martínez Gómez, de 10 años, el hijo de los ocupantes que se habían encontrado calcinados y del que no había ni rastro.
Inmediatamente después, el cuerpo de bomberos abriría la cabina del camión para encontrar alguna pista del niño, pero ni en la cabina ni en los alrededores, donde se inspeccionó la zona en profundidad con potentes focos, encontraron rastro alguno de Juan Pedro; lo único que se encontró fue la goma de una zapatilla que podría pertenecer al pequeño. Al mismo tiempo, el ácido continuaba fluyendo por la carretera y sus proximidades, con la amenaza de alcanzar las aguas de los afluentes del río Duratón. Se buscó por toda la cabina alguna mínima pista, se repartieron miles de carteles con la foto de Juan Pedro, e incluso se experimentó con el ácido para comprobar si éste fue el causante de una hipotética disolución, extremo que los expertos químicos desecharon por completo puesto que según las investigaciones realizadas, para que eso ocurriera, el cuerpo debería haber sido expuesto a una bañera artificial formada principalmente por los amasijos de hierro de la cabina y que el fluido de ácido hubiese sido renovado constantemente, cosa que no ocurrió, y aun así, habrían podido encontrar restos orgánicos en los fluidos de ácido que no fueron encontrados. No existía ni rastro de Juan Pedro, que por entonces ya era más conocido como 'el niño de Somosierra'.

Las investigaciones se centraron entonces en el tacógrafo del camión, es decir, en la caja negra, que registra la velocidad y las paradas realizadas por el camión. Según este, el viaje lo emprendieron a las siete de la tarde, teniendo como primera parada un lugar llamado la Venta del Olivo, a pocos kilómetros de Cieza, en Murcia. La segunda parada la realizaron a las 0:12 horas en la localidad de Las Pedroñeras. Siendo casi las 3:00 de la mañana cuando llegaron a la gasolinera ‘Los ángeles’, en la entrada de la capital de España. Dos horas y media después, haría otra parada en el mesón Aragón, en las faldas del puerto de Somosierra. En esta última parada, un camarero vio por última vez al niño desaparecido e incluso pudo describirlo perfectamente ya que le llamó la atención la forma en la que iba vestido, que era completamente de rojo. En la siguiente hora y veinte minutos, comprendida después de esa parada y antes de que se produjera el accidente, se registraron hasta un total de doce paradas y un cambio brusco de velocidad sin motivo aparente, llegando a los 140 km/h, velocidad a la que el circulaba el camión cuando chocó.
Algunos testigos aseguraron que el camión circulaba tras una furgoneta blanca a gran velocidad, lo que abrió la posibilidad de que el aumento de velocidad de éste se debiera a una persecución, lo que además podría estar relacionado con la desaparición de Juan Pedro. Los más escépticos de lo paranormal, apuntan a que el niño podría haber sido secuestrado y sus padres se hallaban en una persecución con el secuestrador en el momento del fatídico accidente. Pero, entonces, si así fue ¿a que se debieron las numerosas paradas a lo largo del recorrido?

Sin embargo, el relato más enigmático y escalofriante del caso, es el de dos pastores de la zona que fueron testigos del accidente y que así se lo hicieron saber a las autoridades investigadoras del caso. Estos dos vecinos de la localidad atestiguaron que inmediatamente después del accidente y aprovechando la confusión y el caos propio del suceso, observaron a dos individuos de una altura considerable, de tez blanquecina y engullidos en unas batas blancas que les llegaban hasta los tobillos, salir de una furgoneta blanca, tipo Nissan Vanette, acercarse a la cabina del camión y posteriormente llevarse un gran bulto. Algunas personas aseguraron que los individuos de los que hablaban los pastores, se bajaron de la furgoneta blanca que circulaba delante del camión y a la que supuestamente este perseguía.
Posteriormente también se recibieron numerosas llamadas que afirmaban haber visto a Juan Pedro Martínez en diferentes puntos de la geografía nacional, sobre todo en Bilbao, donde se aseguraban que el 'niño de Somosierra' deambulaba por una zona industrial de la capital vasca. Pero las investigaciones de la policía desecharon esos testimonios al no encontrar ningún tipo de prueba de ello.
Las preguntas permanecen en el aire: ¿Quién eran aquellos individuos con batas blancas?; ¿Qué guardaba el bulto que sacaron de la cabina del camión?; ¿A qué se debe que el tacógrafo registrase hasta doce paradas en menos de una hora y media?; ¿Por qué aquel puntual acelerón del camión? Y la más importante de todas: ¿Dónde está Juan Pedro 'el niño de Somosierra'?
