

A veces pasa un rato largo sin que venga ningún colectivo. Y después llegan cinco juntos.

¿Tanta gente toma el mismo colectivo que yo? ¡Qué desesperación!

La mayoría no son cubiertas, por lo que los días de lluvia o de mucho sol, son siempre un duro reto a nuestro espíritu de supervivencia.

La hora pico es desesperante.

Una hora de viaje, sin esperanzas de poder sentarse.

¡Agarrate cuando frenan! Nunca falta quien grite: “¡lleva personas no animales!”.


Con el celular a todo volumen.

De mal humor y con malos modos, sobran.

Lupas, libros , facturas, biromes, stickers… la lista sigue hasta el infinito y más allá. Siempre a los gritos, con una voz que nos pone los nervios de punta. ¡Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero!

Si se sube una embarazada o un anciano, nadie le cede el asiento.



Los carteristas están a la orden del día.

Nunca falta el músico que toca “a la gorra”.

Los pasillos siempres están llenos de gente. Y abundan los que se paran delante de la puerta como si nadie tuviera que bajarse. ¡Fuera de mi camino que quiero bajar!