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En la epidemia que se avecina habrá el triple de ciegos en el año 2050



El número de ciegos se triplicará de aquí a 2050. Así lo estima un estudio, publicado este martes en la revista médica 'The Lancet', que asegura que la población global que sufre ceguera crecerá de los 36 millones actuales a 115 millones dentro de 33 años.



 Y no solo eso, sino que las personas con algún tipo de discapacidad visual aumentarán de los 285 millones a los 550. La presbicia será el defecto más común.



Pese a que, en términos generales, estás últimas décadas han sido las mejores en cuanto al desarrollo de la sanidad pública, la disponibilidad de los servicios oftalmológicos y el conocimiento de la población acerca de las discapacidades visuales, la tendencia no está de nuestra parte. Y este estudio es la primera señal de alarma.



Es cierto que el porcentaje de personas afectadas por la ceguera ha descendido considerablemente, de un 0,75% en 1990 a un 0,48 en 2015 (lo mismo con la discapacidad visual, que descendió del 3,83% al 2,90%), pero el envejecimiento progresivo de la población (y el auge de las enfermedades crónicas que lleva aparejado) es lo que está provocando el aumento de los números totales.



 En efecto, no hace falta acudir a las estimaciones, pues dicho incremento ya se palpa en los datos actuales: el número de ciegos creció de los 30,6 millones en 1990 a los 36 de 2015.



Desigualdad Entre Regiones

Basándonos en las estadísticas, una persona ciega media sería una anciana en un país en vías de desarrollo. Esto tiene sentido porque los problemas de visión están estrechamente relacionados con la vejez, porque las mujeres suelen vivir más (representan el 56% de los afectados) y por las evidentes carencias del sistema sanitario de estos países.


En concreto, tras analizar 288 estudios anteriores y los datos de 90 países, los autores ponen el foco en el sur de Asia o en África subsahariana. Mientras que, por ejemplo, Afganistán tiene un 1,98% de ciegos y Etiopía un 1,86%, el porcentaje en Islandia, Bélgica y Dinamarca tan solo alcanza el 0,08%. De esta forma, el estudio pone de manifiesto la latente desigualdad entre regiones en lo que a salud ocular se refiere.


“Incluso una leve discapacidad visual puede afectar significativamente a la vida de una persona”, señala el autor principal del estudio, Rupert Bourne, de la Universidad Anglia Ruskin, en Reino Unido.



 “Por ejemplo, puede reducir su independencia, ya que a menudo les impide conducir”. Asimismo, también destaca las limitaciones educativas y económicas que implica padecer este tipo de discapacidad.



Revertir la Tendencia

No obstante, hay un último resquicio de esperanza al que aferrarse. El estudio no ha tenido en cuenta el impacto de las posibles mejoras en el diagnóstico, el tratamiento y el acceso a la atención sanitaria, ya que, según afirma Bourne, “nadie puede estimarlo con precisión”.



 Es por ello que los autores aseguran que todavía estamos a tiempo de revertir las predicciones y demandan una mayor inversión: “Debido al aumento del número de personas afectadas por problemas de visión, debemos tomar medidas para aumentar nuestros esfuerzos actuales a nivel local, regional y global”. En concreto, se refiere a tratamientos como poder utilizar las gafas adecuadas o la operación de cataratas.


“Invertir en estos tratamientos ya ha supuesto beneficios considerables, incluyendo una mejor calidad de vida y mejoras económicas.



 Este tipo de intervenciones contra el deterioro de la visión son fáciles de implementar incluso en regiones en vías de desarrollo, pues son baratas, requieren poca infraestructura y los países pueden recuperar el coste a medida que los afectados vuelvan a trabajar”, argumenta Bourne.