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Que tanto del imaginario cultural está dominado por la imaginería que nos legó Disney? Es difícil saberlo pero su impacto puede medirse en la cantidad de filmes de superhéroes (son dueños de Marvel), animados, cómics y juguetes que nuestros hijos y hermanos han consumido lo que va de este año.

Pese a la diversidad de industrias culturales que tenemos en la actualidad, el acaparamiento de Disney es pasmoso. Imaginemos la época predigital, en la que la productora era omnipresente. Eso le ha ganado millones de adeptos pero también detractores.

Tal es el caso del artista mexicano José Rodolfo Loaiza Ontiveros. Sabemos que Disney no es de ninguna manera una empresa inocente (asesinar a muchas de las figuras paternas de sus filmes es una muestra de ello, además de que tiene varios guiños satánicos, como en Fantasía), pero no deja de sorprendernos ver a la Alicia de Lewis Carroll aspirar cocaína, a Pinocho tener una erección o a Blanca Nieves terminar como Ian Curtis.

En diversas colecciones, como “DisHollywood”, Loaiza Ontiveros mezcla personajes de cuentos de hadas con iconos del entretenimiento del mundo del cine, las celebrities y la música. Es un homenaje al mundo de Hollywood en el que lleva a los personajes a un nuevo escenario menos inocente, hace una reinterpretación más oscura de la cultura pop contemporánea y de los cuentos Disney.

“DisHollywood” es también un barómetro para medir nuestra tolerancia y niveles de aceptación, una nueva forma de ver el “final feliz”. Su nueva exposición “Profanity Pop” se inauguró el pasado 1 de agosto en la galería La Luz de Jesús, en Los Ángeles, California.