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Gauchos de la Patagonia
Gauchos al límite



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Unos bagualeros –gauchos que capturan ganado cimarrón– hacen un alto en su búsqueda de reses en la península de Antonio Varas, en la Patagonia. Son pocos los que optan por seguir el modo de vida bagualero. «Es una vida hermosa, pero muy dura», dice Sebastián García Iglesias (primero por la izquierda).

(Cimarrón es cualquier animal doméstico que escapa de sus amos y se asilvestra.)










Después de que los perros acorralaran un toro cimarrón, los bagualeros lograron echarle el lazo. Someter a estos animales puede llevar horas. Este toro indomable finalmente fue abatido para alimentar a los hombres y los perros.












Sebastián García acaricia a su perro tras la captura de un toro. La brutalidad de reunir ganado cimarrón se ve compensada por los profundos lazos de afecto entre los hombres y sus perros. «Sin ellos no somos nada», dice.











Trabajar en terreno peligroso genera camaradería entre los bagualeros. «Es fácil confiar en alguien que tiene plena confianza en sí mismo», dice Abelino Torres de Azócar (primero por la izquierda).












Un toro cimarrón evalúa la situación antes de cargar contra sus perseguidores cerca de la Estancia Ana María. «No puedes ir con la mentalidad de que vas a ganar –dice Abelino Torres–. A veces el toro consigue escabullirse.»











Darío Muñoz se apresura para evitar que sus perros acaben con un toro acorralado. Es más fácil decirlo que hacerlo. Hay que sacar vivos a los cimarrones de lugares casi inaccesibles si se pretende cobrar un buen dinero por ellos.












Otro toro murió estrangulado por accidente. Resignado, Sebastián García (segundo por la derecha) bromea con Jorge Vidal. Posteriormente los bagualeros descuartizaron el animal, que les proporcionó comida para 9 hombres y 30 perros durante tres semanas.












Fernando Uribe regresa a casa después de un día reuniendo ganado cimarrón cerca de la Estancia Ana María, en la Patagonia. «¿Que cómo sobrellevo la soledad? Silbo, y tengo a los perros y la yerba mate –dice–. Me entretengo yo solo.»












En Tierra del Fuego un bagualero se acerca con cautela a un caballo cimarrón que ha sido atrapado. Vivos y nerviosos, los caballos salvajes suelen ser más difíciles de reunir que las vacas y los toros. Su carne, usada sobre todo para cecina (un tipo de carne deshidratada), no se cotiza tan bien.











Una joven yegua que lleva dos días capturada todavía se rebela.













La situación económica obliga a la familia Iglesias a vender una de sus dos estancias. «El futuro está en el turismo», dice un familiar, Hernán García (en el centro), quien cierra los ojos por el humo de una fogata en Sutherland.













Unos bagualeros descansan mientras sus compañeros buscan unos caballos extraviados. La captura de animales salvajes en la Patagonia Chilena es una experiencia brutal que solo se ve interrumpida por breves treguas. En estos descansos entre las búsquedas, las conversaciones suelen ser parcas y en ellas los hombres se gastan pequeñas bromas o expresan su preocupación por el bienestar de los perros y los caballos.












De camino a Sutherland, Jorge Vidal arrea los caballos para que avancen por estos precipicios. Una caída significaría una muerte segura. «Si pudiese quedarme en casa sin dejar de ganarme la vida, lo haría sin dudar », dice.










Darío Muñoz recoge agua en Tierra del Fuego, Chile. Decir que los bagualeros viven con sencillez y pegados a la tierra no hace justicia al trabajo duro que implica su estilo de vida. El hambre y el agotamiento son compañeros frecuentes.