La función primordial de las líneas de nuestra palma no es contribuir a diagnósticos, sino servir de anclaje a la piel y permitirnos flexionar las manos garantizando un equilibrio de tensiones.El mayor delator de nuestro cuerpo se encuentra grabado en nuestras manos. Precisamente, las mejores herramientas que tenemos para explorar el mundo están configuradas como un sello característico y único para cada persona con un sencillísimo recurso anatómico: rayas. El Hollywood policíaco nos ha aleccionado respecto a las huellas dactilares, mientras que la quiromancia ha explotado durante siglos la exclusividad de las líneas que recorren la palma. “En realidad son un conjunto, deberíamos hablar de huella palmar”, asegura Antonio Martorell, dermatólogo adjunto del Hospital de Manises (Valencia). Ni siquiera los gemelos univitelinos contemplan la misma geografía cuando abren las manos, a pesar de tener la misma cadena de ADN. Todas las líneas están ya definidas cuando venimos al mundo, y se sabe que parten de una base genética, pero aún no están claros los factores ambientales que las esculpen mientras se forman en el útero, entre el tercer y cuarto mes de gestación.
Tómalas en serio
Si las raíces de la quiromancia se pierden en los albores de las civilizaciones asiáticas, el primer intento por incluir la ciencia en el estudio de las manos se atribuye a la Sociedad Quirológica, fundada en Londres a finales del s. XIX. Desde entonces, ya tenemos un puñado de certezas claras:
- Las huellas están llenas de poros que facilitan la sudoración y contribuyen al patrón único de cada persona.
- Las huellas y líneas se forman entre las semanas 8 y 16 del desarrollo embrionario.
- El número de líneas es igual en ambas manos y no suelen atravesar toda la palma.
- Gracias a las huellas dactilares podemos detectar relieves del grosor de un pelo humano.
Un diseño imbatible para triunfar por la fuerza
Tradicionalmente, la exclusiva forma de nuestras manos en la familia de primates (palma pequeña y ancha, y pulgar largo) se había atribuido a la ventaja evolutiva que nos daba al permitirnos sujetar objetos con precisión. Sin embargo, David Carrier, biólogo evolutivo de la Universidad de Utah, ha planteado una explicación más contundente. Lo realmente útil de nuestras manos es que pueden formar esos puños que se doblan sobre las líneas de la mano. El pulgar arropa al resto de los dedos y estos se apoyan en la palma para transmitir la fuerza del golpe, de forma que huesos, músculos y ligamentos queden protegidos en el impacto. Según Carrier, la evolución de esta arma nos convirtió en los únicos primates que golpean con el puño cerrado. Y dice mucho acerca del carácter agresivo de nuestros primeros ancestros, para los que debió de suponer un triunfo poder defenderse y atacar a puñetazo limpio.
Lisa y llana
Quienes padecen adermatoglifia no tienen huellas dactilares en manos ni pies, y presentan menos sudoración en ellos.
Señales de alarma al nacer
Los médicos miran las palmas de manos y pies de los recién nacidos en busca de este tipo de indicios. “Si los encontramos, buscamos otros síntomas, y siempre necesitamos una confirmación genética”, afirma el dermatólogo Antonio Martorell.
La mayoría de las personas con síndrome de Down presentan unos patrones característicos en las líneas de las manos y los pies. Las palmas están atravesadas por un pliegue doble, transversal respecto a los dedos, con una profundidad mucho mayor de lo habitual, como si dos líneas se hubieran fundido en una sola. Sin embargo, las líneas de expresión (las más débiles) son mucho menos abundantes que en otras personas. Esa relación con los dermatoglifos (huellas y líneas de manos y pies) se ha detectado también en otras enfermedades ocasionadas por alteraciones cromosómicas, como el síndrome de Netherton, un tipo grave de dermatitis crónica, el de Turner (niñas con un solo cromosoma X) y el de Noonan, con síntomas similares. Algunos estudios los han incluido en el diagnóstico del alzhéimer, la esquizofrenia y la acondroplasia, pero no de forma generalizada.