problemas con los que se identificarán todos aquellos con muchos hermanos
Crecer con un montón de hermanos/as bajo un mismo techo significaba no tener nunca tiempo para ti. Nunca.
En casa de tu familia, si no comías rápido, no comías.
Esperar para usar el baño era como un juego que duraba muuuuuuuuucho.
Podías comprar 40 litros de leche de una vez, pero sabías que al día siguiente no quedaría nada.
Lavar los platos para toda tu familia no era cosa de lavar tres o cuatro cosas: suponía lavar al menos 27 platos, 16 tazas, 15 tazones y un sinfín de otras cosas.
La mayor parte de tu ropa era heredada de tus hermanos mayores.
En el colegio, los profesores se referían a ti como el hermano/a pequeño/a de Fulanito pero nunca por tu nombre real.
Te preguntaban, y esperaban saber, todo sobre tus hermanos/as a todas horas: sus edades, ocupación, vida amorosa, todo.
Siempre que salían juntos en familia, eran la gente más ruidosa del lugar.
Cuando tu familia iba a conocer a los novios/novias/amigos de tus hermanos o hermanas, la frase general era: “Compórtense como personas normales”.
Cuando le cuentas a alguien cuantos hermanos/as tienes, siempre te preguntan: “¿Cuántos hermanos dices? ¿Son católicos?”
Siempre terminas pobre si intentas comprar regalos de Navidad o de cumpleaños para todos tus hermanos/as.
Tus amigos siempre están orgullosos de sí mismos si pueden decir el nombre de todos tus hermanos de mayor a menor.
Intentas una y otra vez, y no lo logras, tomarse una foto de familia decente, en la que todo el mundo salga sonriendo y no con los ojos cerrados.
Y si consigues una foto de familia decente, nunca serás capaz de que quepa en el hueco que te da Instagram.
Pero, a pesar de todas las incomodidades, nunca cambiarías tu enorme familia por una más pequeña.

Crecer con un montón de hermanos/as bajo un mismo techo significaba no tener nunca tiempo para ti. Nunca.

En casa de tu familia, si no comías rápido, no comías.

Esperar para usar el baño era como un juego que duraba muuuuuuuuucho.

Podías comprar 40 litros de leche de una vez, pero sabías que al día siguiente no quedaría nada.

Lavar los platos para toda tu familia no era cosa de lavar tres o cuatro cosas: suponía lavar al menos 27 platos, 16 tazas, 15 tazones y un sinfín de otras cosas.

La mayor parte de tu ropa era heredada de tus hermanos mayores.

En el colegio, los profesores se referían a ti como el hermano/a pequeño/a de Fulanito pero nunca por tu nombre real.

Te preguntaban, y esperaban saber, todo sobre tus hermanos/as a todas horas: sus edades, ocupación, vida amorosa, todo.

Siempre que salían juntos en familia, eran la gente más ruidosa del lugar.

Cuando tu familia iba a conocer a los novios/novias/amigos de tus hermanos o hermanas, la frase general era: “Compórtense como personas normales”.

Cuando le cuentas a alguien cuantos hermanos/as tienes, siempre te preguntan: “¿Cuántos hermanos dices? ¿Son católicos?”

Siempre terminas pobre si intentas comprar regalos de Navidad o de cumpleaños para todos tus hermanos/as.

Tus amigos siempre están orgullosos de sí mismos si pueden decir el nombre de todos tus hermanos de mayor a menor.

Intentas una y otra vez, y no lo logras, tomarse una foto de familia decente, en la que todo el mundo salga sonriendo y no con los ojos cerrados.

Y si consigues una foto de familia decente, nunca serás capaz de que quepa en el hueco que te da Instagram.

Pero, a pesar de todas las incomodidades, nunca cambiarías tu enorme familia por una más pequeña.
