
Considerado como el rostro más imponente del futbol, la mirada que no concede suspiro, Pierluigi Collina ha sido uno de los hombres que ha puesto en alto al arbitraje. Criticados y despreciados, los silbantes son indispensables en el deporte más bello del mundo. Por tal motivo, y para despedir el año, esta ocasión le toca a un árbitro engalanar esta sección. ¿Qué sería del balompié sin los hombres de negro?
FUTBOLERO. Como cualquier otro mortal, Collina también simpatiza con un equipo. Durante la infancia era seguidor de Bolonia, club de su ciudad natal, sin embargo cambió de colores cuando creció. El culpable fue Joseph Wilson, o Giuseppe Wilson Pino, integrante del plantel campeón con Lazio en 1974. Lo admiraba, lo enamoraba. Gracias a él decidió hacerse aficionado de Lazio, o mejor dicho le fue a Wilson por encima de la institución.

LAS TRES ‘R’. Pitarle a los merengues en Champions League ha sido de lo más gratificante que le permitió su trayectoria. No por el currículum que da silbar al Real Madrid, sino por haber presenciado a tres tipos que le encantaban por su juego, el tridente de la ‘R’. Redondo, Ronaldo y Raúl le quitaban el aliento. El argentino lo cautivó por el taco ante Manchester United, el brasileño le robó los aplausos cuando Old Trafford se puso de pie para ovacionarlo por un hat-trick y el español le ayudó a comprender que en el futbol el talento puede ir acompañado de valores, como brindarse a la afición enterrando el ego y la soberbia.
BARCELONA. ¿Cómo no rendirse ante Ronaldinho y estrecharle la mano para felicitarlo por su calidad? Para el silbante, el brasileño ha marcado uno de los goles más bellos que vio en su vida como árbitro. Fue ante Chelsea en la Champions League 2004-2005: “Sorprendió a todos”. De no ser porque la regla le dictó reanudar el juego tras la anotación, Collina ahí mismo pitaba el final y le hubiera pedido el autógrafo a Dinho: “¡La clavó en el ángulo!”.

FIGURA. El momento cumbre para Pierluigi fue en la final de la Copa del Mundo Corea-Japón 2002. Más allá del honor que significa dirigir la cúspide mundialista, Collina fue distinguido por algo inesperado, algo que ningún árbitro ha podido presumir: aficionados se rindieron ante él. “Cuando subió Collina (por su medalla) y su famosa cabeza llenó las pantallas del estadio, el público le ovacionó”, escribió John Carlin sobre dicho suceso. Por primera vez un hombre de negro tenía hinchada multitudinaria.
PERFECCIÓN. Una de las actuaciones arbitrales más perfectas de la historia le corresponde a él. Fue justo en la final del Mundial 2002 entre Brasil y Alemania. Mostró una amarilla al minuto 6 a Roque Junior y otra a los nueve minutos a Miroslav Klose. Conminó a ambos equipos a ponerse a jugar; los protagonistas entendieron. Después de las dos tarjetas no hubo más, no se cortó el juego con faltas, hubo un fuera de lugar y ningún jugador le reclamó algo. Al término del encuentro, los propios futbolistas le dieron las gracias por su trabajo.

SOLEDAD. “Nadie se imagina lo que sufre un árbitro cuando falla. Está solo. Los jugadores se derrumban sobre el campo, pero cuando un árbitro se equivoca, la decepción es tremenda”. De esta manera resume la soledad de un silbante, el único participante del juego que no tiene palabras de aliento a su alrededor. Es como haber enviudado sin haber tenido hijos: la soledad es tu aliada y el mundo tu enemigo.
KOJAK. Su famosa calvicie se debe a una enfermedad hormonal padecida a los 24 años. El cabello no le volvería a crecer y eso le generó el mote de Kojak, en alusión al personaje que interpretara el actor Telly Savalas. En un principio a Kojak Collina le molestaban las burlas, pues él no había pedido a la vida quedarse pelón. Con el tiempo aprendió a burlarse de sí mismo, ello le permitió aceptarse y tener confianza. A la postre, su calvicie lo marcó para bien: “Los jugadores me respetan más por mi aspecto”.

SUDAMÉRICA De alguna u otra manera se siente atraído por el futbol sudamericano y todo lo que le rodea. Futbolistas, intensidad, pasión y cultura, son aspectos que llaman su atención. Uno de sus traumas como árbitro tiene que ver con Argentina, pues se quedó con ganas de pitar en La Bombonera: “Asistí a algunos partidos de Boca y el ambiente en el estadio es muy intenso. Ese es el estadio donde me habría gustado arbitrar”. Dirigir un encuentro en Europa es un reto, pero mayor reto es hacerlo en canchas donde el futbol es la vida.
EL BALÓN. También soñó con ser futbolista. Se desempeñaba como defensa y era bueno en el juego aéreo, pero sus compañeros de la escuela lo convencieron de que colgara los botines para que agarrara el silbato. Tenía más carácter para regañar que para jugar. Hizo caso y no se arrepiente: “pude ser muy malo en la cancha”.
AFICIÓN. Cuando tiene tiempo gusta de ir a apoyar a su equipo de baloncesto, Fortitudo. El deporte de los encestes, donde el rey es Michael Jordan, le apasiona. Además del gusto por el juego, se siente identificado con los basquetbolistas por un detalle: son altos como él.
