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(Jesús dice) Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Juan 6:40

Ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios.
Hechos 26:17-18

Admitir que Jesús es Señor y Dios

(Lea Juan 9:13-38)
Este relato bíblico sobre la curación de un ciego de nacimiento por parte Jesús nos muestra cómo podemos llegar a conocer a Jesús, el Hijo de Dios. El ciego recobró la vista y, paralelamente, descubrió quién era Jesús. Al principio, para él, Jesús no era más que un hombre; luego avanzó un paso más. A la pregunta de los fariseos: “¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?”, respondió: “Que es profeta” (v. 17). Y luego, después de su segundo encuentro con Jesús, exclamó: “Creo, Señor; y le adoró” (v. 38). Así lo reconoció abiertamente como su Señor y su Dios.
La Palabra de Dios nos invita a preguntarnos personalmente: ¿Cuál es mi posición respecto a Jesús? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Nadie niega la existencia de Jesús como hombre; incluso es reconocido a veces como un profeta, un enviado de Dios. Muchos se detienen ahí, pero eso no es suficiente.
Para ser salvo es necesario, como lo hizo el ciego, reconocer en Jesús al Hijo de Dios, al Señor que adoramos como Dios. La fe de la Biblia es creer en una persona: Jesucristo.
La curación del ciego ilustra la respuesta a nuestras necesidades, pues en cierto modo, todos somos ciegos de nacimiento en el ámbito espiritual. Si reconocemos nuestro estado de pecadores ante Dios, él nos dará el ojo de la fe que permite discernir a Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador.