







Una ruta por la Taylor Highway y la Top of the World entre Tok y Dawson City. La naturaleza, las leyendas y los buscadores de oro se mezclan en este recorrido de 300 kilómetros que conecta la Última Frontera con los Territorios del Yukón.
Cualquier viaje por el Gran Norte empieza en la imaginación. En el centro de interpretación de Jack London de Dawson City, a orillas del río Yukón, una mujer pregunta: «¿Cuántos de vosotros habéis llegado aquí por la leyenda de nuestro escritor?». Varias personas levantan la mano, confirmando el poderoso imán de las historias del escritor californiano.

La manera más corta y más apasionante para llegar hasta Dawson, ya en Canadá, desde la vecina Alaska es a través de un largo camino de 300 kilómetros formado por la Taylor Highway y la Top of The World Highway. El punto de partida será la ciudad de Tok, un auténtico cruce de caminos construido en la II Guerra Mundial. Entre medias y a través de unos tramos descuajeringados y pavimentados a partes iguales, nos adentramos en un recorrido donde la soledad, los bosques, los animales y los infinitos ríos nos mantendrán con los cinco sentidos despiertos.
La carretera comienza a 20 kilómetros de Tok, una ciudad cuyo principal atractivo es el entorno. Y nada más. Porque Alaska no es destino para cómodos turistas que duermen en buenos hoteles y cenan en buenos restaurantes, aunque el Eddy's Fast sea el más famoso local de la Alaskan Higway, la vía que atraviesa Alaska y que comienza 2.000 kilómetros al sur de este estado. A cambio, las caminatas, la fauna y la contemplación se mezclan en un viaje solo apto para nostálgicos.
Una ciudad de 10 habitantes
Cientos de campistas, moteros y caravanas se internan en esta carretera donde los buscadores de oro tratan de hacer su agosto en los lechos de los ríos. En el área del río Fortymile, que esta ruta atraviesa, se halló oro una década antes que en la vecina región del Yukón que desató la estampida de 1897. Y parece que aún sigue habiendo oportunidades para cientos de personas que llegan a la zona a probar fortuna.
El viejo pueblo de Chicken está devorado por la maleza
Chicken, en mitad de esta ruta salvaje, es la única población que se atraviesa. Y un lugar así tiene que ser especial. Apenas dos parques de caravanas, un pequeño conjunto de cabañas, un bar y algún tímido restaurante conforman el nuevo Chicken. Porque el viejo pueblo, al otro lado de la carretera, está devorado por la maleza. El último libro de contabilidad de la Fairbanks Exploration Company, que yace en la antigua oficina de la empresa minera que explotó el entorno, está fechado en 1967. Ese conjunto de casas repletas de máquinas y enseres de los mineros de aquel tiempo se puede visitar.
Los 400 habitantes que llegó a albergar Chicken hoy se han reducido a 10, aunque en verano son cientos los turistas que llegan aquí atraídos por la leyenda del oro. En el Chicken Gold Camp se encuentra la draga Pedro, que funcionó en la zona hasta 1967 y que también recibe visitas, aunque los viajeros se conforman con experimentar el meneo de un plato para conseguir virutas de oro, aunque con afán simbólico. Tanto en este campamento como en el Chicken Creek se pueden conseguir los platillos para lavar la tierra en busca del preciado metal. Por eso, la palabra más repetida en la zona es paddling: mover la batea.
Sueño de hacerse rico

Mención aparte merecen los auténticos buscadores de oro que llegan desde los lugares más remotos de EEUU. El sueño de hacerse rico husmeando en los arroyos sigue intacto entre centenares de rastreadores que consiguen juntar unos miles de dólares en los tres meses de verano. Y eso también lo respaldan los 170 kilómetros restantes hasta alcanzar Dawson City, en los que nos encontraremos con estos soñadores profesionales.
El museo de la ciudad da cuenta de esa corta pero palpitante historia de un pueblo que se apagó tras el boom del oro y cayó olvidada cuando dejó de ser la capital de la región, aunque no sería exagerado decir que Dawson es un museo en sí mismo. Además de ser la capital de uno de los grupos aborígenes del país, los Tr’ondëk Hwëch’in, la ciudad también le debe su fama festival de música que celebra a mitad de julio, aunque las funciones en el Palace Grand Theatre o los conciertos en el genuino bar del hotel Westminster no se quedan atrás.