Antes de que en 1961 el gran Yuri Gagarin gritara su famoso “Poiéjali!” (“¡Vamos!”) en la rampa de lanzamiento, otros cosmonautas ya habían pasado por el trance que supone el comienzo de un viaje espacial. Estos cosmonautas eran y son muy especiales, primero porque no son humanos y segundo, porque sin ellos la Humanidad no podría siquiera plantearse establecer colonias en otros planetas.
Laika en un sello de Hungría. Fuente: wikipedia
Contrariamente a lo que muchospiensan, Laika no fue la primera en surcar los cielos rumbo al Espacio, pero sífue el primer animal en pasearse por donde lo haría Gagarin cuatro años mástarde: la órbita.
El honor de ser los primerossoviéticos en llegar al Espacio, aunque no orbitar, le corresponde a los perrosTsygan y Dezik en 1951. De hecho, éstos fueron los primeros organismos vivossuperiores que fueron recuperados con éxito tras el viaje. Pero la hegemonía delos perros espaciales fue rota por Marfusa en 1959, el primer conejo en ir alEspacio. A partir de ahí, la Unión Soviética hizo volar ratones, monos (como yahacía EE UU), ranas, e incluso cerdos de Guinea.
Pero a este punto, cabría entenderla razón por la cual estos seres vivos han sido los fieles compañeros del serhumano en la expansión de sus fronteras.
Cuando los primeros automóvilescomenzaban a tomar las calles eran numerosos los artículos publicados enperiódicos en los que se alertaba de lo peligrosa que podía ser para el organismo humano una velocidadsuperior a los 20 Km/h.Al fin y al cabo, en aquel momento no había muchas posibilidades deexperimentar con velocidades superiores… y poder contarlo.
En los comienzos de la eraespacial sucedía lo mismo. Por un lado, se disponía de los medios para poderllegar al espacio pero por el otro, se desconocían los efectos sobre elorganismo de un entorno nunca antes visitado y, de ser nocivo, las accionesnecesarias para mitigarlo.
Módulode soporte vital canino perteneciente a las misiones soviéticas. Fuente:Wikipedia
Es así como nació laBioastronáutica, un área que investiga numerosos aspectos relacionados con laBiología, el comportamiento y la Medicina tanto de seres humanos como otrosorganismos durante un viaje espacial. En esta área entraría el diseño de lascargas útiles, hábitats espaciales y sistemas de soporte vital. En otraspalabras, la Bioastronáutica persigue el hacer posible y mejorar lascondiciones de vida en el Espacio.
Y esque orbitar alrededor de lo que Tsiolkovski calificaba como “la cuna de laHumanidad” (y de la cual deberíamos salir) puede suponer una actividad deriesgo. A día de hoy sabemos que la microgravedad provoca males tan disparescomo pérdida de masa muscular/ósea, mareos graves y alteración de la visión. Yesto no es nada comparado con una sobreexposición a la radiación provenientedel Espacio.
Peroclaro, los efectos antes mencionados son conocidos a posteriori. Por lo tanto,y desde el primer momento, la cosmonáutica decidió abordar el desconocimientode las condiciones de 'allá arriba' a través de los denominados organismosmodelo.
Estalínea de trabajo se había iniciado a mediados del siglo XIX gracias al trabajode Darwin y Mendel. Básicamente, se trata de escoger un determinado organismoque posea algún sistema común con el humano y que por tanto pueda ser objeto deestudio en las condiciones deseadas.
Porejemplo, los perros han sido desde siempre muy importantes porque su sistemacardiovascular y respiratorio son similares al nuestro. Los ratones permiten unestudio orientado a la musculatura. Por otro lado, los gatos responden a unalínea de trabajo más neurofisiológica.
El usode organismos modelo permite no solamente un mayor conocimiento delfuncionamiento del cuerpo humano, sino que además permite conocer más de lospropios organismos empleados. Por ejemplo, Arabella y Anita fueron en 1973 lasprimeras tripulantes arácnidas del Skylab (el primo estadounidense de la Mir).
Alprincipio de su estancia sufrían de la misma desorientación que el resto de losseres vivos que llegan a un entorno de microgravedad, y por tanto tejían sustelarañas siguiendo patrones totalmente aleatorios. Tras el proceso deadaptación que duró unos pocos días, sus telas volvían a ser perfectas pero conuna peculiaridad, las arañas habían adaptado los ángulos y el grosor acordes ala nueva gravedad.
Laaraña Arabella a “sus labores”. Fuente: NASA
Comocuriosidad, la Estación Espacial Internacional también ha hospedado a unapareja de arañas en 2008, las cuales tuvieron en jaque a la tripulación porquese escaparon de su contenedor. Afortunadamente pudieron ser recuperadas sinmayor problema, provocando eso sí alguna que otra broma relacionada con la sagade Alien.
Volviendoa los perros, éstos eran los preferidos por los entrenadores de cosmonautas.Habitualmente los perros callejeros eran los más indicados, ya que su durezales permitía aguantar las inclemencias del viaje espacial. Su entrenamientoconsistía en ir reduciendo el tamaño de la jaula hasta que llegaran koa sentirsea gusto (si esa podía ser la definición correcta) en el módulo diseñadoespecíficamente para ellos.
Serguéi
Peroademás, los perros son los que más reconocimiento se han llevado y hanprotagonizando historias de lo más peculiares.
Ahíestá la historia de Damka y Krasavka, cuyo vuelo en 1960 se vio truncado por unfallo en la última fase del cohete. Su cápsula aterrizó en un lugar bastanteinaccesible y a temperaturas extremas.
Cuandoel equipo de rescate llegó ya se había hecho de noche, no teniendo luz paradesactivar el mecanismo de autodestrucción que detonaba a las 60 horas (noolvidemos que la Guerra Fría estaba en su apogeo). Pudiendo abandonar el lugarpara evitar sufrir las bajas temperaturas (-45ºC), el equipo decidió dar una oportunidada los tripulantes, que no habían dado signos de vida, y esperaron a la mañanasiguiente.
Elpremio llegó en forma de ladridos y lametazos. Después de volver sanas y salvasa Moscú envueltas en innumerables pieles de oveja, Krasavka fue inmediatamenteadoptada por Oleg Gazenko, el principal investigador del área de animalescosmonautas.
Dehecho, fue el mismo Gazenko el que en una rueda de prensa en 1998 expresó sugran pesar por la pérdida de Laika, ya que “lo aprendido gracias a ella jamáspudo justificar su muerte”.
Belka, perro cosmonauta soviético en el museo de la cosmonáutica. Fuente: wikipedia / Pretenderrs
Inclusola descendencia de estos cosmonautas caninos dio bastante que hablar, puestoque Pushinka, hija de Strelka (toda una heroína que pasó un día en el Espacioen 1960) y Pushok (campeón de los experimentos en tierra) fue llevada porJrushchov a la Casa Blanca. Allí surgió el romance entre ella y Charlie, elperro de Caroline Kennedy, teniendo una serie de cachorros que todavía viven adía de hoy.
PeroStrelka alimentó más todavía la iconografía soviética, puesto que su gesta allado de Belka dio la idea para una película de animación rusa estrenada en2010, cuya versión completa está enlazada al final de este artículo.
A díade hoy, “nuestros compañeros en la Creación” siguen jugando un papel muyimportante en la exploración del Espacio. Sirva como ejemplo las misiones rusasBion-M, que recogen el testigo de unas similares de la Unión Soviética. Elprimer “biosatélite” de esta serie fue lanzado en abril del año pasado y estuvo un mes orbitando.
Creoque en el futuro que sería imposible imaginar una colonia humana en otroplaneta sin contar con la inestimable compañía de los descendientes de aquellosque aún de pequeño tamaño, nos hicieron llegar tan lejos. ¿Quién sabe? Quizásdentro de bastantes años incluso versiones modificadas genéticamente del gatonoruego de los bosques (que resistan más bajas temperaturas todavía) y con elpertinente sistema de respiración se dediquen a mirar con curiosidad cierto“punto azul pálido” desde algún montículo de la región de Tharsis, en Marte.
Estoserá una de las señales inequívocas de que la Humanidad está lista para darotro gran salto, pero siempre junto a nuestros camaradas cosmonautas de cuatroy más patas.

Laika en un sello de Hungría. Fuente: wikipedia
Contrariamente a lo que muchospiensan, Laika no fue la primera en surcar los cielos rumbo al Espacio, pero sífue el primer animal en pasearse por donde lo haría Gagarin cuatro años mástarde: la órbita.
El honor de ser los primerossoviéticos en llegar al Espacio, aunque no orbitar, le corresponde a los perrosTsygan y Dezik en 1951. De hecho, éstos fueron los primeros organismos vivossuperiores que fueron recuperados con éxito tras el viaje. Pero la hegemonía delos perros espaciales fue rota por Marfusa en 1959, el primer conejo en ir alEspacio. A partir de ahí, la Unión Soviética hizo volar ratones, monos (como yahacía EE UU), ranas, e incluso cerdos de Guinea.
Pero a este punto, cabría entenderla razón por la cual estos seres vivos han sido los fieles compañeros del serhumano en la expansión de sus fronteras.
Cuando los primeros automóvilescomenzaban a tomar las calles eran numerosos los artículos publicados enperiódicos en los que se alertaba de lo peligrosa que podía ser para el organismo humano una velocidadsuperior a los 20 Km/h.Al fin y al cabo, en aquel momento no había muchas posibilidades deexperimentar con velocidades superiores… y poder contarlo.
En los comienzos de la eraespacial sucedía lo mismo. Por un lado, se disponía de los medios para poderllegar al espacio pero por el otro, se desconocían los efectos sobre elorganismo de un entorno nunca antes visitado y, de ser nocivo, las accionesnecesarias para mitigarlo.

Es así como nació laBioastronáutica, un área que investiga numerosos aspectos relacionados con laBiología, el comportamiento y la Medicina tanto de seres humanos como otrosorganismos durante un viaje espacial. En esta área entraría el diseño de lascargas útiles, hábitats espaciales y sistemas de soporte vital. En otraspalabras, la Bioastronáutica persigue el hacer posible y mejorar lascondiciones de vida en el Espacio.
Y esque orbitar alrededor de lo que Tsiolkovski calificaba como “la cuna de laHumanidad” (y de la cual deberíamos salir) puede suponer una actividad deriesgo. A día de hoy sabemos que la microgravedad provoca males tan disparescomo pérdida de masa muscular/ósea, mareos graves y alteración de la visión. Yesto no es nada comparado con una sobreexposición a la radiación provenientedel Espacio.
Peroclaro, los efectos antes mencionados son conocidos a posteriori. Por lo tanto,y desde el primer momento, la cosmonáutica decidió abordar el desconocimientode las condiciones de 'allá arriba' a través de los denominados organismosmodelo.
Estalínea de trabajo se había iniciado a mediados del siglo XIX gracias al trabajode Darwin y Mendel. Básicamente, se trata de escoger un determinado organismoque posea algún sistema común con el humano y que por tanto pueda ser objeto deestudio en las condiciones deseadas.
Porejemplo, los perros han sido desde siempre muy importantes porque su sistemacardiovascular y respiratorio son similares al nuestro. Los ratones permiten unestudio orientado a la musculatura. Por otro lado, los gatos responden a unalínea de trabajo más neurofisiológica.
El usode organismos modelo permite no solamente un mayor conocimiento delfuncionamiento del cuerpo humano, sino que además permite conocer más de lospropios organismos empleados. Por ejemplo, Arabella y Anita fueron en 1973 lasprimeras tripulantes arácnidas del Skylab (el primo estadounidense de la Mir).
Alprincipio de su estancia sufrían de la misma desorientación que el resto de losseres vivos que llegan a un entorno de microgravedad, y por tanto tejían sustelarañas siguiendo patrones totalmente aleatorios. Tras el proceso deadaptación que duró unos pocos días, sus telas volvían a ser perfectas pero conuna peculiaridad, las arañas habían adaptado los ángulos y el grosor acordes ala nueva gravedad.

Laaraña Arabella a “sus labores”. Fuente: NASA
Comocuriosidad, la Estación Espacial Internacional también ha hospedado a unapareja de arañas en 2008, las cuales tuvieron en jaque a la tripulación porquese escaparon de su contenedor. Afortunadamente pudieron ser recuperadas sinmayor problema, provocando eso sí alguna que otra broma relacionada con la sagade Alien.
Volviendoa los perros, éstos eran los preferidos por los entrenadores de cosmonautas.Habitualmente los perros callejeros eran los más indicados, ya que su durezales permitía aguantar las inclemencias del viaje espacial. Su entrenamientoconsistía en ir reduciendo el tamaño de la jaula hasta que llegaran koa sentirsea gusto (si esa podía ser la definición correcta) en el módulo diseñadoespecíficamente para ellos.

Koroliov,padre del programa espacial soviético, con uno de sus cosmonautas, fue un ingeniero y diseñador de cohetes durante la carrera espacial. Fuente: NASA
Peroademás, los perros son los que más reconocimiento se han llevado y hanprotagonizando historias de lo más peculiares.
Ahíestá la historia de Damka y Krasavka, cuyo vuelo en 1960 se vio truncado por unfallo en la última fase del cohete. Su cápsula aterrizó en un lugar bastanteinaccesible y a temperaturas extremas.
Cuandoel equipo de rescate llegó ya se había hecho de noche, no teniendo luz paradesactivar el mecanismo de autodestrucción que detonaba a las 60 horas (noolvidemos que la Guerra Fría estaba en su apogeo). Pudiendo abandonar el lugarpara evitar sufrir las bajas temperaturas (-45ºC), el equipo decidió dar una oportunidada los tripulantes, que no habían dado signos de vida, y esperaron a la mañanasiguiente.
Elpremio llegó en forma de ladridos y lametazos. Después de volver sanas y salvasa Moscú envueltas en innumerables pieles de oveja, Krasavka fue inmediatamenteadoptada por Oleg Gazenko, el principal investigador del área de animalescosmonautas.
Dehecho, fue el mismo Gazenko el que en una rueda de prensa en 1998 expresó sugran pesar por la pérdida de Laika, ya que “lo aprendido gracias a ella jamáspudo justificar su muerte”.

Belka, perro cosmonauta soviético en el museo de la cosmonáutica. Fuente: wikipedia / Pretenderrs
Inclusola descendencia de estos cosmonautas caninos dio bastante que hablar, puestoque Pushinka, hija de Strelka (toda una heroína que pasó un día en el Espacioen 1960) y Pushok (campeón de los experimentos en tierra) fue llevada porJrushchov a la Casa Blanca. Allí surgió el romance entre ella y Charlie, elperro de Caroline Kennedy, teniendo una serie de cachorros que todavía viven adía de hoy.
PeroStrelka alimentó más todavía la iconografía soviética, puesto que su gesta allado de Belka dio la idea para una película de animación rusa estrenada en2010, cuya versión completa está enlazada al final de este artículo.
A díade hoy, “nuestros compañeros en la Creación” siguen jugando un papel muyimportante en la exploración del Espacio. Sirva como ejemplo las misiones rusasBion-M, que recogen el testigo de unas similares de la Unión Soviética. Elprimer “biosatélite” de esta serie fue lanzado en abril del año pasado y estuvo un mes orbitando.
Creoque en el futuro que sería imposible imaginar una colonia humana en otroplaneta sin contar con la inestimable compañía de los descendientes de aquellosque aún de pequeño tamaño, nos hicieron llegar tan lejos. ¿Quién sabe? Quizásdentro de bastantes años incluso versiones modificadas genéticamente del gatonoruego de los bosques (que resistan más bajas temperaturas todavía) y con elpertinente sistema de respiración se dediquen a mirar con curiosidad cierto“punto azul pálido” desde algún montículo de la región de Tharsis, en Marte.
Estoserá una de las señales inequívocas de que la Humanidad está lista para darotro gran salto, pero siempre junto a nuestros camaradas cosmonautas de cuatroy más patas.