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- Carta de Suicidio
A veces los lectores me escriben para preguntar las cosas más extrañas, el otro día, alguien llamado Americo Mazuelos envió lo siguiente:

“Dross, si en algún momento te llegaras a suicidar, ¿cómo sería tu carta de suicidio?. Tú que eres un muy buen escritor, ¿qué escribirías para mencionar tus últimas palabras?”

Esto me dejó pensando…

Así que después de mucho reflexionar, escribí una carta de suicidio. No tengo previsto descerrajarme la tapa de los sesos (por lo menos no de momento), pero creo que será un buen ‘back up’ tener esta misiva guardada en algún lado ‘porsia’. No vaya a ser que, depresión de por medio, tenga, además, que sentarme a escribir algo...

Como buen macho vernáculo de derechas, y muy lejos de esos mariquitos que se afeitan con foami, para mí, que uso navaja, alcohol y vinagre, es menester estar preparado. No me voy a ir de este mundo sin algo que decir…

CARTA DE SUICIDIO

"Hola, Dios, querido payaso hijo de puta. Huelga decir que la palabra payaso no es más que un humildísimo diminutivo ante tu vasta “magnificencia”, porque dicha sea la verdad, tú eres peor que Pennywise. Lo que voy a escribir lo quiero dejar por sentado en caso de que no existas; no vaya a ser que al pegarme el tiro simplemente me desvanezca, y al final resulte que yo no era más que un pedazo de carne con conciencia."

¿Sabes? No me gusta como empezó la carta… permíteme:



"Hola, Dios, querido vampiro cósmico, gran hijo de puta, puta que fue el vientre de la Creación que a mala honra decidió darte cabida en este Universo, padre de Jesús, Rey de los Pederastas del siglo XXI, salvador de inquisidores, legionarios, nazis, comunistas, musulmanes radicales y padrino de un mundo tercer mundista. Eres el Dios de un mundo del tercer mundo. ¿Qué se siente tener que sentarse al lado de los otros dioses, que apadrinan civilizaciones mucho mejores que ésta mierda? Supongo que igual que yo cuando veo a alguien que tiene una computadora superior a la mía. Quizá lo que nos asemeja es que ambos somos técnicos de mierda, pero a veces no puedo dejar de verte como a un cabeza de huevo que no le importa que la máquina esté llena de gusanos. Seguramente eres la versión en Dios de un spammer. Eres lo peor.

Te divierte bastante ¿verdad? Durante veintisiete años fui tu soldadito de plástico. Sí, fui afortunado en muchas cosas; como que por ejemplo no me ha dado cáncer (todavía), pero jodiste, vaya que jodiste. Hiciste el equivalente a rematarte a pajas a la hora de poner baches, dar problemas y, en muchas situaciones, hacerme la vida imposible. ¿Suerte? Tú no me diste suerte, cosa que en cualquier otro momento me haría encoger de hombros y decir “c’est la vie”, de no ser porque lo que sí me diste (y en abundancia) fue mala suerte.

De hecho, creo que tú no jodes, tú maldices. Eres como un profesor de teatro que decide a quien le toca hacer los mejores papeles y a quien le toca ser el burro.

Y en caso que yo esté equivocado y que tú no intervienes en este mundo por eso del libre albedrío, de la independencia o qué se yo (no lo sé todo) por lo menos me voy sabiendo esto: te gusta hacerte el huevón. Para todos los necesitados eres como yo cuando le da ladilla contestar un correo electrónico…

De todos modos es más que posible que esté discutiendo solo. ¿Quién sabe si existes? Sería conveniente que existieras. Pero la verdad, es improbable. No hay bien en el Universo, todo es caos. Qué jodido…

¿Sabes qué?

Aunque no existas, el coño de tu madre.

¿Me escuchas, Cosmos? Quienquiera que esté ahí: el coño de tu madre.

Y muchas gracias por nunca darme un BMW blanco, cuando, si fueras Dios, deberías saber que me gusta el negro