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¿Cómo se controlaba la natalidad en la antigüedad?




En diferentes países a lo largo de los siglos, el deseo de tener hijos ha entrado a veces en conflicto con la voluntad igualmente firme de limitar el número de nacimientos.

Los antiguos terratenientes griegos, por ejemplo, tenían una idea muy clara de lo que para ellos era la familia ideal: unos padres que permanecieran siempre juntos; un hijo y heredero para mantener el nombre y las propiedades de la familia; y una hija para entablar una alianza provechosa con otra familia similar.

Tanto las civilizaciones griegas como romanas utilizaron el aborto como método de control de la natalidad. Los romanos emplearon plumas de pato y los griegos la inserción de sustancias a través del cuello uterino con tubos de plomo huecos.



Algunas mujeres preferían tomar pócimas hechas con extracto de álamo o pepino silvestre, que producían fuertes vómitos y desembocaban en el aborto.

Otra forma de poner fin a un embarazo inesperado o no deseado consistía en ponerse a dar saltos sin parar.

Había también brebajes "antifertilidad" para las mujeres, preparados disolviendo en agua una pequeña cantidad de sulfato de cobre. Este método fue recomendado en el siglo IV a.C. por Hipócrates, quien aseguraba que servía para evitar los embarazos durante un año entero.

Otra bebida hecha con semillas de perejil machacadas era capaz como han demostrado los experimentos modernos de bloquear la producción de progesterona, la hormona que prepara el útero para la implantación y crecimiento del óvulo fertilizado. También se introducían en el útero supositorios impregnados de miel o pimienta, así como ungüentos de plomo u olíbano mezclados con aceite de oliva.



También se conoce el empleo en Egipto antigüo de preparados intravaginales, que actuaban como barrera y/o espermicida. Fue Aristóteles quien primero mencionó la anticoncepción y recomendó el aceite de cedro para impedir la concepción. Hoy se conoce la propiedad del aceite de reducir la movilidad de los espermatozoides.

En la antigua Grecia se emplearon diversidad de productos en forma de pastas y aplicaciones locales, con el uso de goma de cedro, miel, corteza de pino, granada pulverizada, aceite de mirto y otros extractos. Esa cultura prescribía la anticoncepción poscoital, basada en un procedimiento en el que la mujer asumía la posición en cuclillas para intentar expulsar el semen de la cavidad vaginal al aumentar la presión intraabdominal. Asimismo practicaban la limpieza vaginal digital y el coito interrupto.



Los antiguos hebreos practicaban la anticoncepción con la continencia sexual y la utilización de pesarios. Moisés señalaba un lapso de 7 días desde el final de la menstruación hasta el periodo de fertilidad, lo que indica que tenían conocimientos sobre el ciclo de la mujer y su época fértil.

Con el dominio de Europa por la iglesia católica romana durante la Edad Media, fueron restringidos los conocimientos sobre la anticoncepción. Las enseñanzas de San Agustín (354-430) y de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), quienes se pronunciaban en contra del control de la natalidad, influenció a la iglesia católica, al punto de que incluso se condenaba cualquier tipo de anticoncepción en parejas casadas. Más tarde la iglesia permitió los métodos naturales de anticoncepción, hasta que en 1968, por la encíclica papal Humanae Vitre, fue de nuevo condenada la anticoncepción artificial.

En la Edad Media la cultura islámica permitía muchos métodos anticonceptivos, como la expulsión del semen de la vagina por violentos movimientos del cuerpo, los supositorios vaginales y el uso de fumigaciones intravaginales, todo ello por no estar bajo la influencia de la religión católica y no prohibirla el Islam.



Los condones de membranas de animales eran ya utilizados en el coito como método anticonceptivo desde el año 923 después de Cristo, según se recoge en un texto escrito por un famoso medico de aquella época nombrado Rhases, quien recomendaba el coito interrupto, la retención de la eyaculación y numerosos tipos de supositorios vaginales.