Donisos
Dioniso (en griego Διώνυσος Diônysos o Διόνυσος Dionysos) es el dios tracio del vino, representando no sólo su poder tóxico sino también sus influencias sociales y beneficiosas. Es considerado promotor de la civilización, legislador y amante de la paz, así como dios protector de la agricultura y el teatro.
Dioniso era también conocido como Baco (en griego Βακχος Bakkhos), nombre con el que fue asimilado en la mitología romana, anulando y confundiéndose con el antiguo dios itálico Liber Pater. Los griegos incorporaron a Dioniso a la tradición olímpica como hijo de Zeus y Sémele, hija de Cadmo, rey de Tebas, aunque otras versiones afirman que era hijo de Zeus y Perséfone.
Dioniso tuvo un nacimiento inusual que evoca la dificultad de encajarle en el panteón olímpico. Su madre fue Sémele (hija de Cadmo), una mujer mortal, y su padre Zeus, el rey de los dioses. La esposa de Zeus, Hera, una diosa celosa y vanidosa, descubrió la aventura de su marido cuando Sémele estaba encinta. Con el aspecto de una anciana, Hera se ganó la amistad de Sémele, quien le confió que su marido era en realidad Zeus. Hera pretendió no creerlo, y sembró las semillas de la duda en la mente de Sémele, quien, curiosa, pidió a Zeus que se revelara en toda su gloria como prueba de su divinidad. Aunque Zeus le rogó que no le pidiese eso, ella insistió y él terminó accediendo. Entonces se presentó ante Sémele con sus truenos, relámpagos y rayos y Sémele pereció carbonizada. Zeus logró rescatar al fetal Dioniso plantándolo en su muslo. Unos meses después, Dioniso nació.
De ahí el nomnre "Dionisos", etimológicamente "dos veces nacido" (del vientre de su madre y de la pierna de su padre)
El renacimiento es el principal motivo de adoración en las religiones mistéricas, pues su muerte y resurrección eran sucesos de reverencia mística. Aparentemente este relato se usaba en ciertas religiones mistéricas griegas y romanas. Variantes del mismo se encuentran en la obra de Calímaco y Nono de Panópolis, quien se refiere a este Dioniso bajo el título de Zagreo, y también en varios poemas fragmentarios atribuidos a Orfeo.
Dioniso es un dios de ritos religiosos mistéricos, como los practicados en honor de Deméter y Perséfone en Eleusis, cerca de Atenas. En los misterios tracios, Dioniso lleva el «bassaris» o piel de zorro, simbolizando la nueva vida. Sus propios ritos, los misterios dionisíacos, eran los más secretos de todos.
Heródoto (en Historias 2:146) era consciente de que el culto a Dioniso llegó más tarde a los griegos que el panteón olímpico, pues comenta:
así es, la historia griega cuenta que tan pronto nació Dioniso Zeus lo cosió en su muslo y lo llevó a Nisa en Etiopía allende Egipto, y como con Pan, los griegos no saben qué fue de él tras su nacimiento. Resulta por tanto claro para mí que los griegos aprendieron los nombres de estos dos dioses más tarde que los nombres de todos los otros, y sitúan el nacimiento de ambos en el momento en que los conocieron.
Muchos griegos estaban seguros de que el culto a Dioniso llegó a Grecia desde Anatolia, pero sus nociones sobre si Nisa estaba situada en Anatolia, en Libia («lejos al este junto al gran océano»), Etiopía (Herodoto) o Arabia (Diodoro Sículo) son lo suficientemente variables como para sugerir que se pretendía un lejano país mágico, quizás llamado Nisa, para explicar el ilegible nombre del dios: ‘dios de Nisa’. Apolodoro parece seguir a Ferecides, quien cuenta cómo el infante Dioniso, dios de la parra, fue criado por las ninfas de la lluvia, las Híades, en Nisa. Sin embargo, el nombre que los hititas anatolios se daban a sí mismos en su propia lengua (nesili) era ‘Nesi’. La influencia hitita en la cultura griega antigua casi nunca es apreciada.
Claramente, Dioniso habría estado entre los griegos y sus predecesores mucho tiempo, y aun así retuvo siempre cierto carácter de extranjero.
El toro, la serpiente, la hiedra y el vino son los signos de la característica atmósfera dionísica, infundida por la insaciable vida del dios. Su numinosa presencia significa que el dios está cerca (Kerenyi 1976). Dioniso está estrechamente asociado con los sátiros, los centauros y los silenos. Siempre porta un tirso (palo con punta de hiedra). Además de la parra y su alter ego salvaje estéril, la hiedra venenosa, estaba también a él consagrada la higuera. La piña que coronaba su tirso le relacionaba con Cibeles, y la granada con Deméter.
En Atenas también se celebraban en su honor las Dionisias y las Leneas.
Introducidas en Roma sobre el 200 adC desde la cultura griega del sur italiano o a través de la (también influenciada por Grecia) Etruria, las bacanales se celebraban en secreto dos días al año (el 16 y 17 de marzo) en la arboleda de Simila, cerca del monte Aventino, y en ellas sólo participaban mujeres. Posteriormente, se extendió la participación en los ritos a los hombres y las celebraciones tenían lugar cinco veces al mes. La notoriedad de estas fiestas, donde se suponía que se planeaban muchas clases de crímenes y conspiraciones políticas, provocó en 186 adC un decreto del Senado —el llamado Senatus consultum de Bacchanalibus, inscrito en una tablilla de bronce descubierta en Calabria (1640) y actualmente en Viena— por el que las bacanales fueron prohibidas en toda Italia, excepto en ciertas ocasiones especiales que debían ser aprobadas específicamente por el Senado. Pese al severo castigo infligido a los que se encontraba violando este decreto, las bacanales no fueron sofocadas, especialmente en el sur de Italia, durante mucho tiempo.
Dioniso se equipara con Baco y con Liber (también Liber Pater). Liber (‘el libre’) era un dios de la fertilidad y el crecimiento, casado con Libera, identificada a veces con Proserpina, a veces con Ceres y a veces con Ariadna. Su fiesta era la Liberalia, celebrada el 17 de marzo.
El tema de Dioniso es complejo y desconcertante. El problema se complica aún más por el hecho de que aparece como al menos cuatro personajes: primero, como el respetable patrón del teatro y las artes; segundo, como el afeminado pero violento y fálico dios mistérico de las sanguinarias Ménades; tercero, como la deidad mistérica en los templos de Deméter; y cuarto, como el salvador divino que murió por la humanidad y cuyos cuerpo y sangre son simbólicamente comido y bebido en la eucaristía de los célibes órfico-pitagóricos. Además de esto, casi todas las naciones bárbaras tenían sus propias versiones de Dioniso bajo muchos nombres. Y aún hay una explicación más simple: Dioniso, Bromio, Sabacio, Atis, Adonis, Zalmoxis, Coribas, Serapis y el propio Orfeo son copias de su gran prototipo Osiris, y las diferencias que aparecen entre ellas son el resultado del transplante de un país a otro y simplemente reflejan las necesidades específicas de sus múltiples adoradores.
Infancia y juventud
La leyenda cuenta que Zeus tomó al infante Dioniso y lo puso bajo la tutela de las ninfas de la lluvia de Nisa, que le criaron en su infancia y niñez, y que por sus cuidados fueron recompensadas por Zeus con el ascenso entre las estrellas como las Híades. Alternativamente, fue criado por Maro.
Cuando Dioniso creció, descubrió la cultura del vino y la forma de extraer su precioso jugo. A este respecto, la leyenda narra lo siguiente: Dioniso se encontró con un frágil tallo de parra, sin pámpanos, racimos o fruto alguno. Le gustó, y decidió hacer algo para preservarlo. En primer lugar, lo introdujo en un huesecillo de pájaro. Tan a gusto se encontró el tallo, que siguió creciendo. Fue entonces cuando tuvo que trasplantarlo al interior de un hueso de león. Posteriormente, hubo de pasarlo a un hueso de asno, de mayor tamaño. Al tiempo, el tallo se convirtió en una parra y dio su fruto. Entonces descubrió Dioniso las propiedades de su zumo fermentado. Por la anterior génesis del tallo se interpretan los estados que infunde el vino al bebedor. Si bebe con moderación, éste se encontrará alegre y fuerte (como un pájaro y como un león, respectivamente). Pero, en caso de superar cierta cantidad, y de que esto suceda asiduamente, el bebedor se volverá tonto (como un asno).
Hera hizo que se volviese loco y le empujó a vagar por diversas partes de la tierra. En Frigia la diosa Cibeles, más conocida por los griegos como Rea, le curó y le enseñó sus ritos religiosos, y así emprendió su recorrido por Asia enseñando a la gente el cultivo del vino. La parte más famosa de sus viajes es su expedición a la India, que se dice que duró varios años. Volvió triunfante y asumió la introducción de su culto en Grecia, pero se le opusieron algunos príncipes que temían los desórdenes y la locura que éste acarreaba
Lo más interesante: El culto
Puesto que los antiguos griegos creían tradicionalmente que Dioniso era una adición tardía al panteón griego, había cierto rechazo hacia su culto. Homero sólo le menciona brevemente y con bastante hostilidad. Eurípides, uno de los que le dió más relevancia al culto, escribió Las Bacantes, en esta obra, Dioniso vuelve a su lugar de nacimiento, Tebas, gobernado por su primo, Penteo. Penteo estaba enfadado con las mujeres de Tebas, incluyendo a su madre, Ágave, por adorar a Dioniso contra su voluntad. Los adoradores de Dioniso eran mujeres salvajes y sedientas de sangre llamadas Ménades, quienes destrozaron a Penteo después de que éste fuera atraído a los bosques por Dioniso. Su cuerpo fue mutilado por Ágave, su madre.
Cuando el rey Licurgo de Tracia oyó que Dioniso estaba en su reino, envió a prisión a todas sus seguidoras, las Ménades. Dioniso huyó, refugiándose con Tetis y enviando una sequía que hizo que la gente se sublevara. También volvió loco a Licurgo, y éste descuartizó a su propio hijo con un hacha, creyendo que era un brote de hiedra, planta consagrada a Dioniso. Un oráculo afirmó entonces que la tierra permanecería seca y baldía mientras Licurgo siguiera vivo, así que su pueblo lo mató y descuartizó. Con Licurgo muerto, Dioniso levantó la maldición.
Las Grandes Dionisias de Atenas eran, sin duda, las más importantes celebraciones que, en honor a Dionisos, se realizaban en todo el ámbito griego. Duraban varios días, pero ahora no podríamos establecer una cronología exacta del desarrollo de los diversos actos. Se sabe que la imagen de Dionisos era conducida procesionalmente hasta un templo vecino a la Academia, y luego devuelta al teatro. En ese desfile participaban hombres y mujeres, incluso jovencitas. Al frente marchaban los sacerdotes del dios y los coregos, así como los magistrados de la ciudad. Detrás de ellos formaban un grupo de jóvenes atenienses armados (los efebos, pertenecientes a una escuela militar preparatoria, la efebia, adonde se ingresaba a los dieciocho años) y que constituían la guardia de la estatua. Todos los adeptos iban coronados de pámpanos y algunos de ellos llevaban cráteras de vino. Detrás de los iniciados y de la imagen del dios marchaban las canéfonas (o cistóforas), doncellas que conducían canastillos con frutas y culebras atadas. A las canéforas seguían hombres disfrazados de sátiros, silenos y panes. Las canéforas eran doncellas que conducían las garrafas para las libaciones. Más tarde, se sumaron a los citados unos sacerdotes llamados falóforos, que conducían un gran falo y entonaban las estrofas llamadas fálicas; y los italóforos, que vestidos de mujer, de blanco, imitaban el andar de los borrachos. La procesión se cerraba con el licnón o aventador. El gentío regresaba por la noche, a la luz de las teas.
En el día segundo de las Dionisíacas tenían lugar los certámenes teatrales: por la mañana una tetralogía, y por la tarde, una comedia, representaciones que se repetían los días siguientes.
"Desde varios meses antes se habían preparado pacientemente las piezas que iban a representarse, se habían ensayado los diálogos, la música y las canciones y bailes del coro, se habían nombrado los jurados que representaban a las diez tribus de la ciudad, y elegían al poeta triunfante. Éste recibía como premio simbólico una corona de laurel y un cabrito, como recuerdo de cuando la tragedia era una fiesta rústica de sátiros que festejaban a Dionisos. Pero también recibían, los poetas, un premio en dinero que les compensara los gastos de la representación. Algunos ciudadanos ricos, nombrados coreutas, tomaban como carga pública proveer los gastos del teatro. Se consideraba un honor la función de pagar a los actores y autores, a los músicos, bailarines y decorados. Y esos gastos solían ser considerables. El orador Demóstenes, en una de sus filípicas, dijo que Atenas gastaba más en su fiesta teatral de todos los años que en equipar una escuadra. Así es como pudo surgir ese milagro que se llamó el teatro griego. A lo que se puede agregar que las escuadras atenienses (más baratas que el teatro) también ganaban batallas".
Heródoto llamó a Baco "el dios de las máscaras", lo que vendría a confirmar, por un lado, la tradición griega que sostiene que el teatro se originó en las fiestas báquicas; y por otro lado, el antiquísimo origen báquico del carnaval.
Es ya doctrina inamovible que las grandes Dionisias (o Dionisíacas) atenienses constituían la mejor ocasión para el lucimiento de los dramaturgos. Vestidos de sátiros, los viejos actores griegos representaban la pasión y muerte de Dionisos, uno de los actos centrales de los "misterios".
Las bacanales eran fiestas orgiásticas para los iniciados en el culto secreto del dios, y traen su origen en los ritos desenfrenados a Cibeles, Baco, Atis y Sabacio que se celebraban en Frigia y en Tracia. Los tracios, especialmente, adoptaron el antiguo culto de Baco y lo dotaron de características bárbaras.
".. ¿Por qué encanto sombrío, por qué ardiente curiosidad, hombres y mujeres eran atraídos a esas soledades de vegetación lujuriante y grandiosa? Formas desnudas, danzas lascivas en el fondo de un bosque..., después risas, un gran grito y cien bacantes se arrojaban sobre el extraño para dominarlo. Debía jurarles sumisión y someterse a sus ritos o perecer. Las bacantes domesticaban leones y panteras que hacían aparecer durante sus fiestas. Por la noche, con serpientes enroscadas en los brazos, se prosternaban ante la triple Hécate; después, en rondas frenéticas, evocaban el Baco subterráneo, de doble sexo y cabeza de toro. Pero, ¡desgraciado del extraño, desgraciado del sacerdote de Júpiter o de Apolo que viniera a espiarlas! Era descuartizado".
Las bacantes se vestían con pequeños trozos de piel de tigre o de pantera, que ceñían a sus nerviosas cinturas con sarmientos verdes. Cada una llevaba su tirso -báculo coronado de hojas de parra o hiedra-, y su tea encendida. Al compás de tamboriles, címbalos, flautas y otros ruidosos instrumentos de percusión y de aire, las bacantes iniciaban sus danzas hasta alcanzar ese estado que los griegos llamaban enthusiasmo (es decir, poseído de un dios), durante el cual las mujeres gritaban el nombre místico del dios, Iacos, o bien ¡Evohé!, que, según los iniciados, era el grito de aliento que Júpiter-Zeus dirigió a su hijo durante la gigantomaquia. Se supone que Evohé equivalía a: ¡Valor, hijo mío!".
En Macedonia, las bacantes eran denominadas clodones y mimalones. Mimas era un monte del Asia Menor, a cuyo pie residía una comunidad de bacantes.
Recibieron también el nombre de dodonas, eleidas (por otro de sus gritos extáticos, ¡eleleu!), tíadas y ménades ("furiosas").
Las bacanales lograron una gran difusión en el ámbito del Mediterráneo, incluida la monoteística Palestina y la Siria seléucida y greco-romana posterior.
Comentando al escritor H. Jeanmaire, Emile Mireaux dice que "en la Grecia primitiva existió una sociedad de mujeres, en la que se progresaba de iniciación en iniciación. Esas iniciaciones se hallaban vinculadas, en su origen, con los cultos de las grandes divinidades femeninas: Hera, Artemisa, Atena, Deméter, herederas más o menos directas de la Gran Diosa del mundo egeo, diosa del árbol y de la vegetación, dama de las fieras y de la naturaleza salvaje. Habían de ser acaparadas progresivamente y asimiladas por el culto de Dioniso. Iban acompañadas de danzas frenéticas y acompasadas por la flauta, que pronto llevaban a las bailarinas al estado de trance y éxtasis, con la boca abierta, la nuca doblada, todo el cuerpo tenso y echado atrás, en actitudes que evocan las de las clásicas crisis de histeria. Incluían alocadas carreras en procesión, a la luz de antorchas, a través de zonas boscosas y montuosas. Las iniciadas de las más antiguas categorías llevaban sin duda, en esa ocasión, al menos en el culto de Dioniso, la nébrida, la piel de cervatillo, del animal sacrificado para ellas en el curso de una iniciación anterior, sacrificio que iba acompañado generalmente de laceración. Es verosímil, por fin, que algunas de esas iniciaciones, principalmente la que se hacía en la época de la pubertad, exigían un tiempo de retiro a veces bastante prolongado, durante el cual las futuras iniciadas eran sometidas a pruebas, se aislaban y por grupos se escondían en la naturaleza Salvaje.
La belleza y el salvajismo del culto ha llegado hasta nuestros días de la mano de Eurípides y su obra Bacantes.
Matronas respetables y angelicales doncellas subían en procesión a un monte solitario y durante unos días, sin contacto con hombre alguno se lanzaban a un desenfreno de alcohol, misticismo y alucinógenos.
El rito contenía muchos elementos bárbaros, como despedazar a pequeños animales vivos y comérselos. Pero también mucho contenido erótico. Eurípides cuenta que pasaban noches enteras bailando desnudas, excitadas en un éxtasis no solo alcohólico.
Los maridos encontraban fastidiosas esas prácticas, pero no osaban oponerse a la religión.
Las mujeres, durante esos días desarrollaban un amor hacia lo salvaje y un ansia por un modo de vida más primitivo.
Se suponía que dichas prácticas fomentaban la fertilidad y las matronas hacían de sacerdotisas proporcionando alcohol y placer a las jóvenes llamadas Ménades.
Todo ello tenía como objetivo que las mujeres obtuviesen el entusiasmo que etimológicamente significaba la "entrada de Dios" en la iniciada. Las mujeres que consideraran que habían hecho el amor con los dioses se consideraban afortunadas y protegidas.
Así el hombre, que tiene una parte divina y otra terrestre, al comer al dios Baco intentará ser más divino.
Se supone que dichos rituales no desaparecieron completamente y se mantuvieron en la clandestinidad bien entrada la edad media
Interpretaciones modernas
En su libro El nacimiento de la Tragedia, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche habla de una duplicidad de fuerzas o instintos artísticos integrada por Dioniso y el dios Apolo, el primero es presentado como símbolo de la fuerza vital básica e incontrolada frente al mundo de la razón, el orden y la belleza representado por el segundo. El contraste entre los papeles de estos dioses queda reflejado en los adjetivos apolíneo y dionisíaco. Los griegos pensaban en las dos cualidades como complementarias: los dos dioses son hermanos, y cuando Apolo en el invierno se marchaba a la Hiperbórea dejaba el oráculo de Delfos a Dioniso. La interpretación de Nietzsche procura ser coherente con la noción griega, pues para el filósofo alemán la cultura no es posible si ambos instintos no se relacionan entre sí. Si los instintos dionisíacos acontecen dentro de una cultura, por sí mismos son capaces de destrozar el principio de individuación que permite la existencia del individuo, de ahí que estos instintos sólo puedan aparecer en el espacio de las festividades dionisíacas (cuando Apolo se marcha) o en el espacio del arte. Los instintos apolíneos se presentan precisamente como atenuación, por medio de una representación en el arte, de la salvaje manifestación dionisíaca. La duplicidad apolíneo dionisíaca no se trata simplemente de una contraposición de estas dos figuras, sino de una compleja relación que da lugar a la cultura.
Nietzsche plantea que, entregado al culto dionisíaco y bajo las influencias místicas del vino, el hombre se elevaba hasta llegar al punto de olvidarse de las preocupaciones de la vida terrestre. Además, el culto surge de las clases sociales marginadas, ya que generalmente no eran admitidas en los cultos apolíneos, y se extendío de tal manera que una vez en el culto no existía la diferenciación social entre los participantes.(digno de imitar, no?)
En contraste, el poeta y filósofo ruso Vyacheslav Ivanov elaboró la teoría del Dionisismo, que rastrea las raíces del arte literario en general y del arte de la tragedia en particular a los antiguos misterios dionisíacos. Sus opiniones fueron expuestas en los tratados La religión helenística y el dios sufridor (1904) y Dionisio y el antiguo Dionisismo (1921).
Inspirados por James Frazer, Jane Ellen Harrison y otros mitólogos modernos, algunos investigadores etiquetan a Dioniso como una deidad de vida, muerte y resurrección. El mitógrafo Károly Kerényi dedicó mucha energía a Dioniso en su larga carrera, y resumió sus pensamientos en Dionisios: raíz de la vida indestructible.
Dioniso en el neopaganismo
Los modernos neopaganos ven a Dioniso bajo luces diferentes, dependiendo ampliamente de cada secta y de los otros dioses adorados en ella. Dioniso es visto a menudo como el dios de los placeres terrenales y se cree que desempeña un papel en la euforia. En los Estados Unidos, algunas sectas neopaganas ‘helenísticas’, particularmente aquellas en las que se adora a Hera y Temis, prohíben la adoración de Dioniso porque su culto se asocia con el hedonismo.
Sin embargo, hay sectas que hacen de Dioniso una figura principal en su fe. Muchas pueden incluir la adoración tanto a Dioniso como a Temis, sosteniendo que la moderación es crucial para la virtud y que los placeres terrenales son virtuosos cuando mantienen la responsabilidad y la moderación. El culto a Dioniso puede adoptar muchas formas. Por ejemplo, aquellas que incluyen el culto a Temi
s y Hera pueden permitir beber vino y otros festejos, pero desaniman activamente la ‘decadencia’ y promiscuidad.
Aquellas sectas que adoran exclusivamente a Dioniso, o más comúnmente a Dioniso y Afrodita, son a veces conocidas por llevar a cabo rituales orgiásticos y usar numerosas drogas en su intento por alcanzar la gratificación terrenal y la euforia (tales sectas son a menudo consideradas destructivas incluso para los estándares neopaganos). La mayoría de las sectas coinciden en que es desaconsejable hipotecar el bienestar futuro por un momento de placer. Sin embargo, algunos seguidores de Dioniso creen que son inspirados para deleitarse en los placeres mundanos, ignorando cualquier consecuencia.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Dioniso
http://es.wikipedia.org/wiki/Bacantes
apuntes míos
Link: http://ar.geocities.com/proyectoinacayal/cuerpo_BibliotecaInacayal.html
(Entre otros libros muy interesantes está "El origen de la Tragedia" de Nietzche.


Dioniso (en griego Διώνυσος Diônysos o Διόνυσος Dionysos) es el dios tracio del vino, representando no sólo su poder tóxico sino también sus influencias sociales y beneficiosas. Es considerado promotor de la civilización, legislador y amante de la paz, así como dios protector de la agricultura y el teatro.
Dioniso era también conocido como Baco (en griego Βακχος Bakkhos), nombre con el que fue asimilado en la mitología romana, anulando y confundiéndose con el antiguo dios itálico Liber Pater. Los griegos incorporaron a Dioniso a la tradición olímpica como hijo de Zeus y Sémele, hija de Cadmo, rey de Tebas, aunque otras versiones afirman que era hijo de Zeus y Perséfone.
Dioniso tuvo un nacimiento inusual que evoca la dificultad de encajarle en el panteón olímpico. Su madre fue Sémele (hija de Cadmo), una mujer mortal, y su padre Zeus, el rey de los dioses. La esposa de Zeus, Hera, una diosa celosa y vanidosa, descubrió la aventura de su marido cuando Sémele estaba encinta. Con el aspecto de una anciana, Hera se ganó la amistad de Sémele, quien le confió que su marido era en realidad Zeus. Hera pretendió no creerlo, y sembró las semillas de la duda en la mente de Sémele, quien, curiosa, pidió a Zeus que se revelara en toda su gloria como prueba de su divinidad. Aunque Zeus le rogó que no le pidiese eso, ella insistió y él terminó accediendo. Entonces se presentó ante Sémele con sus truenos, relámpagos y rayos y Sémele pereció carbonizada. Zeus logró rescatar al fetal Dioniso plantándolo en su muslo. Unos meses después, Dioniso nació.
De ahí el nomnre "Dionisos", etimológicamente "dos veces nacido" (del vientre de su madre y de la pierna de su padre)
El renacimiento es el principal motivo de adoración en las religiones mistéricas, pues su muerte y resurrección eran sucesos de reverencia mística. Aparentemente este relato se usaba en ciertas religiones mistéricas griegas y romanas. Variantes del mismo se encuentran en la obra de Calímaco y Nono de Panópolis, quien se refiere a este Dioniso bajo el título de Zagreo, y también en varios poemas fragmentarios atribuidos a Orfeo.
Dioniso es un dios de ritos religiosos mistéricos, como los practicados en honor de Deméter y Perséfone en Eleusis, cerca de Atenas. En los misterios tracios, Dioniso lleva el «bassaris» o piel de zorro, simbolizando la nueva vida. Sus propios ritos, los misterios dionisíacos, eran los más secretos de todos.
Heródoto (en Historias 2:146) era consciente de que el culto a Dioniso llegó más tarde a los griegos que el panteón olímpico, pues comenta:
así es, la historia griega cuenta que tan pronto nació Dioniso Zeus lo cosió en su muslo y lo llevó a Nisa en Etiopía allende Egipto, y como con Pan, los griegos no saben qué fue de él tras su nacimiento. Resulta por tanto claro para mí que los griegos aprendieron los nombres de estos dos dioses más tarde que los nombres de todos los otros, y sitúan el nacimiento de ambos en el momento en que los conocieron.
Muchos griegos estaban seguros de que el culto a Dioniso llegó a Grecia desde Anatolia, pero sus nociones sobre si Nisa estaba situada en Anatolia, en Libia («lejos al este junto al gran océano»), Etiopía (Herodoto) o Arabia (Diodoro Sículo) son lo suficientemente variables como para sugerir que se pretendía un lejano país mágico, quizás llamado Nisa, para explicar el ilegible nombre del dios: ‘dios de Nisa’. Apolodoro parece seguir a Ferecides, quien cuenta cómo el infante Dioniso, dios de la parra, fue criado por las ninfas de la lluvia, las Híades, en Nisa. Sin embargo, el nombre que los hititas anatolios se daban a sí mismos en su propia lengua (nesili) era ‘Nesi’. La influencia hitita en la cultura griega antigua casi nunca es apreciada.
Claramente, Dioniso habría estado entre los griegos y sus predecesores mucho tiempo, y aun así retuvo siempre cierto carácter de extranjero.
El toro, la serpiente, la hiedra y el vino son los signos de la característica atmósfera dionísica, infundida por la insaciable vida del dios. Su numinosa presencia significa que el dios está cerca (Kerenyi 1976). Dioniso está estrechamente asociado con los sátiros, los centauros y los silenos. Siempre porta un tirso (palo con punta de hiedra). Además de la parra y su alter ego salvaje estéril, la hiedra venenosa, estaba también a él consagrada la higuera. La piña que coronaba su tirso le relacionaba con Cibeles, y la granada con Deméter.
En Atenas también se celebraban en su honor las Dionisias y las Leneas.
Introducidas en Roma sobre el 200 adC desde la cultura griega del sur italiano o a través de la (también influenciada por Grecia) Etruria, las bacanales se celebraban en secreto dos días al año (el 16 y 17 de marzo) en la arboleda de Simila, cerca del monte Aventino, y en ellas sólo participaban mujeres. Posteriormente, se extendió la participación en los ritos a los hombres y las celebraciones tenían lugar cinco veces al mes. La notoriedad de estas fiestas, donde se suponía que se planeaban muchas clases de crímenes y conspiraciones políticas, provocó en 186 adC un decreto del Senado —el llamado Senatus consultum de Bacchanalibus, inscrito en una tablilla de bronce descubierta en Calabria (1640) y actualmente en Viena— por el que las bacanales fueron prohibidas en toda Italia, excepto en ciertas ocasiones especiales que debían ser aprobadas específicamente por el Senado. Pese al severo castigo infligido a los que se encontraba violando este decreto, las bacanales no fueron sofocadas, especialmente en el sur de Italia, durante mucho tiempo.
Dioniso se equipara con Baco y con Liber (también Liber Pater). Liber (‘el libre’) era un dios de la fertilidad y el crecimiento, casado con Libera, identificada a veces con Proserpina, a veces con Ceres y a veces con Ariadna. Su fiesta era la Liberalia, celebrada el 17 de marzo.
El tema de Dioniso es complejo y desconcertante. El problema se complica aún más por el hecho de que aparece como al menos cuatro personajes: primero, como el respetable patrón del teatro y las artes; segundo, como el afeminado pero violento y fálico dios mistérico de las sanguinarias Ménades; tercero, como la deidad mistérica en los templos de Deméter; y cuarto, como el salvador divino que murió por la humanidad y cuyos cuerpo y sangre son simbólicamente comido y bebido en la eucaristía de los célibes órfico-pitagóricos. Además de esto, casi todas las naciones bárbaras tenían sus propias versiones de Dioniso bajo muchos nombres. Y aún hay una explicación más simple: Dioniso, Bromio, Sabacio, Atis, Adonis, Zalmoxis, Coribas, Serapis y el propio Orfeo son copias de su gran prototipo Osiris, y las diferencias que aparecen entre ellas son el resultado del transplante de un país a otro y simplemente reflejan las necesidades específicas de sus múltiples adoradores.
Infancia y juventud
La leyenda cuenta que Zeus tomó al infante Dioniso y lo puso bajo la tutela de las ninfas de la lluvia de Nisa, que le criaron en su infancia y niñez, y que por sus cuidados fueron recompensadas por Zeus con el ascenso entre las estrellas como las Híades. Alternativamente, fue criado por Maro.
Cuando Dioniso creció, descubrió la cultura del vino y la forma de extraer su precioso jugo. A este respecto, la leyenda narra lo siguiente: Dioniso se encontró con un frágil tallo de parra, sin pámpanos, racimos o fruto alguno. Le gustó, y decidió hacer algo para preservarlo. En primer lugar, lo introdujo en un huesecillo de pájaro. Tan a gusto se encontró el tallo, que siguió creciendo. Fue entonces cuando tuvo que trasplantarlo al interior de un hueso de león. Posteriormente, hubo de pasarlo a un hueso de asno, de mayor tamaño. Al tiempo, el tallo se convirtió en una parra y dio su fruto. Entonces descubrió Dioniso las propiedades de su zumo fermentado. Por la anterior génesis del tallo se interpretan los estados que infunde el vino al bebedor. Si bebe con moderación, éste se encontrará alegre y fuerte (como un pájaro y como un león, respectivamente). Pero, en caso de superar cierta cantidad, y de que esto suceda asiduamente, el bebedor se volverá tonto (como un asno).
Hera hizo que se volviese loco y le empujó a vagar por diversas partes de la tierra. En Frigia la diosa Cibeles, más conocida por los griegos como Rea, le curó y le enseñó sus ritos religiosos, y así emprendió su recorrido por Asia enseñando a la gente el cultivo del vino. La parte más famosa de sus viajes es su expedición a la India, que se dice que duró varios años. Volvió triunfante y asumió la introducción de su culto en Grecia, pero se le opusieron algunos príncipes que temían los desórdenes y la locura que éste acarreaba
Lo más interesante: El culto



Puesto que los antiguos griegos creían tradicionalmente que Dioniso era una adición tardía al panteón griego, había cierto rechazo hacia su culto. Homero sólo le menciona brevemente y con bastante hostilidad. Eurípides, uno de los que le dió más relevancia al culto, escribió Las Bacantes, en esta obra, Dioniso vuelve a su lugar de nacimiento, Tebas, gobernado por su primo, Penteo. Penteo estaba enfadado con las mujeres de Tebas, incluyendo a su madre, Ágave, por adorar a Dioniso contra su voluntad. Los adoradores de Dioniso eran mujeres salvajes y sedientas de sangre llamadas Ménades, quienes destrozaron a Penteo después de que éste fuera atraído a los bosques por Dioniso. Su cuerpo fue mutilado por Ágave, su madre.
Cuando el rey Licurgo de Tracia oyó que Dioniso estaba en su reino, envió a prisión a todas sus seguidoras, las Ménades. Dioniso huyó, refugiándose con Tetis y enviando una sequía que hizo que la gente se sublevara. También volvió loco a Licurgo, y éste descuartizó a su propio hijo con un hacha, creyendo que era un brote de hiedra, planta consagrada a Dioniso. Un oráculo afirmó entonces que la tierra permanecería seca y baldía mientras Licurgo siguiera vivo, así que su pueblo lo mató y descuartizó. Con Licurgo muerto, Dioniso levantó la maldición.
Las Grandes Dionisias de Atenas eran, sin duda, las más importantes celebraciones que, en honor a Dionisos, se realizaban en todo el ámbito griego. Duraban varios días, pero ahora no podríamos establecer una cronología exacta del desarrollo de los diversos actos. Se sabe que la imagen de Dionisos era conducida procesionalmente hasta un templo vecino a la Academia, y luego devuelta al teatro. En ese desfile participaban hombres y mujeres, incluso jovencitas. Al frente marchaban los sacerdotes del dios y los coregos, así como los magistrados de la ciudad. Detrás de ellos formaban un grupo de jóvenes atenienses armados (los efebos, pertenecientes a una escuela militar preparatoria, la efebia, adonde se ingresaba a los dieciocho años) y que constituían la guardia de la estatua. Todos los adeptos iban coronados de pámpanos y algunos de ellos llevaban cráteras de vino. Detrás de los iniciados y de la imagen del dios marchaban las canéfonas (o cistóforas), doncellas que conducían canastillos con frutas y culebras atadas. A las canéforas seguían hombres disfrazados de sátiros, silenos y panes. Las canéforas eran doncellas que conducían las garrafas para las libaciones. Más tarde, se sumaron a los citados unos sacerdotes llamados falóforos, que conducían un gran falo y entonaban las estrofas llamadas fálicas; y los italóforos, que vestidos de mujer, de blanco, imitaban el andar de los borrachos. La procesión se cerraba con el licnón o aventador. El gentío regresaba por la noche, a la luz de las teas.
En el día segundo de las Dionisíacas tenían lugar los certámenes teatrales: por la mañana una tetralogía, y por la tarde, una comedia, representaciones que se repetían los días siguientes.
"Desde varios meses antes se habían preparado pacientemente las piezas que iban a representarse, se habían ensayado los diálogos, la música y las canciones y bailes del coro, se habían nombrado los jurados que representaban a las diez tribus de la ciudad, y elegían al poeta triunfante. Éste recibía como premio simbólico una corona de laurel y un cabrito, como recuerdo de cuando la tragedia era una fiesta rústica de sátiros que festejaban a Dionisos. Pero también recibían, los poetas, un premio en dinero que les compensara los gastos de la representación. Algunos ciudadanos ricos, nombrados coreutas, tomaban como carga pública proveer los gastos del teatro. Se consideraba un honor la función de pagar a los actores y autores, a los músicos, bailarines y decorados. Y esos gastos solían ser considerables. El orador Demóstenes, en una de sus filípicas, dijo que Atenas gastaba más en su fiesta teatral de todos los años que en equipar una escuadra. Así es como pudo surgir ese milagro que se llamó el teatro griego. A lo que se puede agregar que las escuadras atenienses (más baratas que el teatro) también ganaban batallas".
Heródoto llamó a Baco "el dios de las máscaras", lo que vendría a confirmar, por un lado, la tradición griega que sostiene que el teatro se originó en las fiestas báquicas; y por otro lado, el antiquísimo origen báquico del carnaval.
Es ya doctrina inamovible que las grandes Dionisias (o Dionisíacas) atenienses constituían la mejor ocasión para el lucimiento de los dramaturgos. Vestidos de sátiros, los viejos actores griegos representaban la pasión y muerte de Dionisos, uno de los actos centrales de los "misterios".
Las bacanales eran fiestas orgiásticas para los iniciados en el culto secreto del dios, y traen su origen en los ritos desenfrenados a Cibeles, Baco, Atis y Sabacio que se celebraban en Frigia y en Tracia. Los tracios, especialmente, adoptaron el antiguo culto de Baco y lo dotaron de características bárbaras.
".. ¿Por qué encanto sombrío, por qué ardiente curiosidad, hombres y mujeres eran atraídos a esas soledades de vegetación lujuriante y grandiosa? Formas desnudas, danzas lascivas en el fondo de un bosque..., después risas, un gran grito y cien bacantes se arrojaban sobre el extraño para dominarlo. Debía jurarles sumisión y someterse a sus ritos o perecer. Las bacantes domesticaban leones y panteras que hacían aparecer durante sus fiestas. Por la noche, con serpientes enroscadas en los brazos, se prosternaban ante la triple Hécate; después, en rondas frenéticas, evocaban el Baco subterráneo, de doble sexo y cabeza de toro. Pero, ¡desgraciado del extraño, desgraciado del sacerdote de Júpiter o de Apolo que viniera a espiarlas! Era descuartizado".
Las bacantes se vestían con pequeños trozos de piel de tigre o de pantera, que ceñían a sus nerviosas cinturas con sarmientos verdes. Cada una llevaba su tirso -báculo coronado de hojas de parra o hiedra-, y su tea encendida. Al compás de tamboriles, címbalos, flautas y otros ruidosos instrumentos de percusión y de aire, las bacantes iniciaban sus danzas hasta alcanzar ese estado que los griegos llamaban enthusiasmo (es decir, poseído de un dios), durante el cual las mujeres gritaban el nombre místico del dios, Iacos, o bien ¡Evohé!, que, según los iniciados, era el grito de aliento que Júpiter-Zeus dirigió a su hijo durante la gigantomaquia. Se supone que Evohé equivalía a: ¡Valor, hijo mío!".
En Macedonia, las bacantes eran denominadas clodones y mimalones. Mimas era un monte del Asia Menor, a cuyo pie residía una comunidad de bacantes.
Recibieron también el nombre de dodonas, eleidas (por otro de sus gritos extáticos, ¡eleleu!), tíadas y ménades ("furiosas").
Las bacanales lograron una gran difusión en el ámbito del Mediterráneo, incluida la monoteística Palestina y la Siria seléucida y greco-romana posterior.
Comentando al escritor H. Jeanmaire, Emile Mireaux dice que "en la Grecia primitiva existió una sociedad de mujeres, en la que se progresaba de iniciación en iniciación. Esas iniciaciones se hallaban vinculadas, en su origen, con los cultos de las grandes divinidades femeninas: Hera, Artemisa, Atena, Deméter, herederas más o menos directas de la Gran Diosa del mundo egeo, diosa del árbol y de la vegetación, dama de las fieras y de la naturaleza salvaje. Habían de ser acaparadas progresivamente y asimiladas por el culto de Dioniso. Iban acompañadas de danzas frenéticas y acompasadas por la flauta, que pronto llevaban a las bailarinas al estado de trance y éxtasis, con la boca abierta, la nuca doblada, todo el cuerpo tenso y echado atrás, en actitudes que evocan las de las clásicas crisis de histeria. Incluían alocadas carreras en procesión, a la luz de antorchas, a través de zonas boscosas y montuosas. Las iniciadas de las más antiguas categorías llevaban sin duda, en esa ocasión, al menos en el culto de Dioniso, la nébrida, la piel de cervatillo, del animal sacrificado para ellas en el curso de una iniciación anterior, sacrificio que iba acompañado generalmente de laceración. Es verosímil, por fin, que algunas de esas iniciaciones, principalmente la que se hacía en la época de la pubertad, exigían un tiempo de retiro a veces bastante prolongado, durante el cual las futuras iniciadas eran sometidas a pruebas, se aislaban y por grupos se escondían en la naturaleza Salvaje.
La belleza y el salvajismo del culto ha llegado hasta nuestros días de la mano de Eurípides y su obra Bacantes.
Matronas respetables y angelicales doncellas subían en procesión a un monte solitario y durante unos días, sin contacto con hombre alguno se lanzaban a un desenfreno de alcohol, misticismo y alucinógenos.
El rito contenía muchos elementos bárbaros, como despedazar a pequeños animales vivos y comérselos. Pero también mucho contenido erótico. Eurípides cuenta que pasaban noches enteras bailando desnudas, excitadas en un éxtasis no solo alcohólico.
Los maridos encontraban fastidiosas esas prácticas, pero no osaban oponerse a la religión.
Las mujeres, durante esos días desarrollaban un amor hacia lo salvaje y un ansia por un modo de vida más primitivo.
Se suponía que dichas prácticas fomentaban la fertilidad y las matronas hacían de sacerdotisas proporcionando alcohol y placer a las jóvenes llamadas Ménades.
Todo ello tenía como objetivo que las mujeres obtuviesen el entusiasmo que etimológicamente significaba la "entrada de Dios" en la iniciada. Las mujeres que consideraran que habían hecho el amor con los dioses se consideraban afortunadas y protegidas.
Así el hombre, que tiene una parte divina y otra terrestre, al comer al dios Baco intentará ser más divino.
Se supone que dichos rituales no desaparecieron completamente y se mantuvieron en la clandestinidad bien entrada la edad media
Interpretaciones modernas
En su libro El nacimiento de la Tragedia, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche habla de una duplicidad de fuerzas o instintos artísticos integrada por Dioniso y el dios Apolo, el primero es presentado como símbolo de la fuerza vital básica e incontrolada frente al mundo de la razón, el orden y la belleza representado por el segundo. El contraste entre los papeles de estos dioses queda reflejado en los adjetivos apolíneo y dionisíaco. Los griegos pensaban en las dos cualidades como complementarias: los dos dioses son hermanos, y cuando Apolo en el invierno se marchaba a la Hiperbórea dejaba el oráculo de Delfos a Dioniso. La interpretación de Nietzsche procura ser coherente con la noción griega, pues para el filósofo alemán la cultura no es posible si ambos instintos no se relacionan entre sí. Si los instintos dionisíacos acontecen dentro de una cultura, por sí mismos son capaces de destrozar el principio de individuación que permite la existencia del individuo, de ahí que estos instintos sólo puedan aparecer en el espacio de las festividades dionisíacas (cuando Apolo se marcha) o en el espacio del arte. Los instintos apolíneos se presentan precisamente como atenuación, por medio de una representación en el arte, de la salvaje manifestación dionisíaca. La duplicidad apolíneo dionisíaca no se trata simplemente de una contraposición de estas dos figuras, sino de una compleja relación que da lugar a la cultura.
Nietzsche plantea que, entregado al culto dionisíaco y bajo las influencias místicas del vino, el hombre se elevaba hasta llegar al punto de olvidarse de las preocupaciones de la vida terrestre. Además, el culto surge de las clases sociales marginadas, ya que generalmente no eran admitidas en los cultos apolíneos, y se extendío de tal manera que una vez en el culto no existía la diferenciación social entre los participantes.(digno de imitar, no?)
En contraste, el poeta y filósofo ruso Vyacheslav Ivanov elaboró la teoría del Dionisismo, que rastrea las raíces del arte literario en general y del arte de la tragedia en particular a los antiguos misterios dionisíacos. Sus opiniones fueron expuestas en los tratados La religión helenística y el dios sufridor (1904) y Dionisio y el antiguo Dionisismo (1921).
Inspirados por James Frazer, Jane Ellen Harrison y otros mitólogos modernos, algunos investigadores etiquetan a Dioniso como una deidad de vida, muerte y resurrección. El mitógrafo Károly Kerényi dedicó mucha energía a Dioniso en su larga carrera, y resumió sus pensamientos en Dionisios: raíz de la vida indestructible.
Dioniso en el neopaganismo
Los modernos neopaganos ven a Dioniso bajo luces diferentes, dependiendo ampliamente de cada secta y de los otros dioses adorados en ella. Dioniso es visto a menudo como el dios de los placeres terrenales y se cree que desempeña un papel en la euforia. En los Estados Unidos, algunas sectas neopaganas ‘helenísticas’, particularmente aquellas en las que se adora a Hera y Temis, prohíben la adoración de Dioniso porque su culto se asocia con el hedonismo.
Sin embargo, hay sectas que hacen de Dioniso una figura principal en su fe. Muchas pueden incluir la adoración tanto a Dioniso como a Temis, sosteniendo que la moderación es crucial para la virtud y que los placeres terrenales son virtuosos cuando mantienen la responsabilidad y la moderación. El culto a Dioniso puede adoptar muchas formas. Por ejemplo, aquellas que incluyen el culto a Temi
s y Hera pueden permitir beber vino y otros festejos, pero desaniman activamente la ‘decadencia’ y promiscuidad.
Aquellas sectas que adoran exclusivamente a Dioniso, o más comúnmente a Dioniso y Afrodita, son a veces conocidas por llevar a cabo rituales orgiásticos y usar numerosas drogas en su intento por alcanzar la gratificación terrenal y la euforia (tales sectas son a menudo consideradas destructivas incluso para los estándares neopaganos). La mayoría de las sectas coinciden en que es desaconsejable hipotecar el bienestar futuro por un momento de placer. Sin embargo, algunos seguidores de Dioniso creen que son inspirados para deleitarse en los placeres mundanos, ignorando cualquier consecuencia.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Dioniso
http://es.wikipedia.org/wiki/Bacantes
apuntes míos


Link: http://ar.geocities.com/proyectoinacayal/cuerpo_BibliotecaInacayal.html
(Entre otros libros muy interesantes está "El origen de la Tragedia" de Nietzche.