INTRODUCCIÓN
El mobbing o acoso psicológico es un conjunto de conductas abusivas en forma de actos, palabras, escritos o gestos que vulneran la identidad, la dignidad o la integridad física y/o psicológica de una persona. Se puede dar en cualquier situación en la que se relacionen un grupo de personas (en el trabajo, en la pareja, en escuelas o universidades, en grupos de amigos...). Lo ejerce una persona o grupo de personas sobre otra persona. A pesar de su alcance, es fácil que pase desapercibido para la mayoría, excepto para las víctimas.
Fundamentalmente, las estrategias de acoso moral son (Hirigoyen, 1999):
- descalificar y desacreditar a la víctima sutilmente, sobretodo a través de mensajes no verbales.
- rechazar la comunicación directa: así el conflicto no puede ser solucionado y se provoca el sentimiento de culpa de las víctimas.
- aislar a la persona.
- hacer novatadas.
- inducir a caer en errores.
- acoso sexual.
- hacer guasa con sus puntos débiles.
- burlarse de sus ideas, convicciones o gustos.
- ridiculizarlo en público.
- hacer alusiones desagradables .
- poner en tela de juicio su capacidad de juicio y decisión.
Si bien, para hablar de acoso moral propiamente, estas conductas deben darse repetidamente y de manera insistente, no de forma aislada.
CONDUCTA DEL AGRESOR
Para los acosadores este comportamiento abusador suele ser una forma habitual de comportarse. Incluso en determinados ambientes puede ser una conducta muy valorada socialmente, por ejemplo entre determinados puestos directivos. Usan la palabrería y una serie de estrategias para ir hundiendo y aislando a la víctima hasta que ésta acaba por reaccionar de modos que, a la postre, realzar el dominio del acosador.
Básicamente el agresor actúa con una forma de violencia indirecta, criticando, faltando al respeto, extendiendo rumores, haciendo jugarretas con sigilo... La mayoría de la veces lo hace sin pretender nada más que la anulación de la otra persona por los sentimientos que le provoca (envidia, deseo de dominación, rivalidad).
Algunos ejemplos específicos de la conducta del acosador en el ámbito laboral son (Ausfelder, 2002):
- Prohibir a la persona charlar con los compañeros.
- No se responde a sus preguntas verbales o escritas.
- Instigar a los compañeros en contra suya.
- Excluirla de determinados actividades sociales.
- Los compañeros evitan trabajar con la persona.
- Se le habla de modo hostil y grosero.
- Se le provoca para que reaccione descontroladamente.
- Hacer comentarios maliciosos.
- Se rechazan sus propuestas sin ni siquiera oírlas.
- Se le ridiculiza por su aspecto físico.
- Se le responsabiliza de errores cometidos por otros.
- Se le dan informaciones erróneas.
- Es controlado exhaustivamente.
- Su trabajo es manipulado para dañarle.
- Se abre su correspondencia.
- Recibe amenazas.
- Se le ponen motes ridículos o degradantes.
LA VÍCTIMA
Al principio la forma de actuar del acosador le deja confundida. Sus conductas no tienen una intención clara y sus mensajes maliciosos se sirven de la comunicación no verbal. Dado que este tipo de comunicación no se capta de manera consciente, a no ser que pongamos especial atención, las intenciones del agresor no se ven venir. Dentro de esta comunicación no verbal se incluirían por ejemplo las miradas despreciativas, las retiradas de la mirada, el tono irónico en el habla, y otras muchas conductas. Entonces el problema va creciendo sin que la víctima se de cuenta. Con todo, la persona puede incluso comportarse de manera más complaciente y vulnerable. De esta actitud se sirve el acosador para machacar progresivamente a su víctima.
¿CÓMO ACTUAR ANTE EL ACOSO MORAL?
A continuación daremos una serie de consejos que pueden ser de utilidad para prevenir el mobbing, o en el caso de que ya exista, ponerle remedio.
Lo primero y fundamental es establecer una comunicación directa y con el menor número de trabas. No hay que conformarse con insinuaciones, sobreentendidos o comentarios a media voz. Se pedirán aclaraciones y precisiones para cualquier ambigüedad en la comunicación.
Ha de ofrecerse y exigir un trato respetuoso, tanto a nivel de expresión verbal como no verbal. Ninguna equivocación o error justifica un trato despectivo o humillante. En esta línea no se deben consentir o hacerse complice de bromas despreciativas, que nos pongan motes ridículos u ofensivos, y la ironía mal intencionada.
Es importante, tener claras nuestras propias habilidades y límites. Nos ayudará a no dudar global y sistemáticamente de nosotros mismos si alguien nos pone en duda o cuestiona, todo ello sin perjuicio de que podamos reconocer nuestros errores y aceptar críticas siempre que sean constructivas y no excesivas.
Desde un principio o, al menos lo antes posible, es necesario mostrar firmeza, actuar con asertividad. Es decir, expresar claramente nuestros sentimientos, sin temer las reacciones de los demás, pero sin hacerlo tampoco de manera impulsiva. Si se manteniene una tolerancia absoluta, se facilita la labor virulenta del acosador. No hay que temer el conflicto, puesto que un conflicto bien asumido puede llevar a una solución. Además, el conflicto no tiene porqué ser violento. Para ello es importante contener los arranques violentos, actuar con serenidad manifiesta y con defensas reflexionadas. Si se actúa de manera rápida e impulsiva el agresor tiene las puertas abiertas para sus conseguir sus objetivos.
Aunque es importante asumir cierta responsabilidad en el origen y en la solución del asunto, hay que abandonar a todas luces la culpabilidad enfermiza que corroe y sólo sirve para hundir más y más a la víctima (justo el propósito del acosador). No es necesario justificarse constantemente, de lo contrario el agresor se servirá de ello para hallar más errores.
No conviene aislarse. Perderíamos apoyo social y acrecentaríamos nuestra confusión e indefensión, facilitando así los objetivos pretendidos por el abusador.
Llegados a un determinado extremo, se hace necesaria la denuncia ante los órganos competentes, o ante la propia Administración de Justicia. Aunque la legislación es dispar respecto de los difentes tipos de acoso, existe cada vez más jurisprudencia y actuaciones judiciales al respecto. Para facilitar el quehacer de la justicia en caso de realizar una denuncia será esencial recabar el máximo de pruebas objetivas posibles, ya que, a diferencia de las agresiones físicas, el acoso moral no deja huellas tan claramente visibles.
En general, hay que evitar la pasividad, y actuar cuanto antes para que el acoso no vaya a más. Cuanto más haya avanzado el acoso, más difícil se hace llegar a una solución y más graves son las consecuencias para la salud y bienestar de la víctima Los problemas derivados suelen remitir tras acabar con esta tormentosa relación. No obstante, en determinados casos, se hará necesario un tratamiento psicológico o médico personalizado (en función de aquellos aspectos que han quedado más afectados).
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El mobbing o acoso psicológico es un conjunto de conductas abusivas en forma de actos, palabras, escritos o gestos que vulneran la identidad, la dignidad o la integridad física y/o psicológica de una persona. Se puede dar en cualquier situación en la que se relacionen un grupo de personas (en el trabajo, en la pareja, en escuelas o universidades, en grupos de amigos...). Lo ejerce una persona o grupo de personas sobre otra persona. A pesar de su alcance, es fácil que pase desapercibido para la mayoría, excepto para las víctimas.
Fundamentalmente, las estrategias de acoso moral son (Hirigoyen, 1999):
- descalificar y desacreditar a la víctima sutilmente, sobretodo a través de mensajes no verbales.
- rechazar la comunicación directa: así el conflicto no puede ser solucionado y se provoca el sentimiento de culpa de las víctimas.
- aislar a la persona.
- hacer novatadas.
- inducir a caer en errores.
- acoso sexual.
- hacer guasa con sus puntos débiles.
- burlarse de sus ideas, convicciones o gustos.
- ridiculizarlo en público.
- hacer alusiones desagradables .
- poner en tela de juicio su capacidad de juicio y decisión.
Si bien, para hablar de acoso moral propiamente, estas conductas deben darse repetidamente y de manera insistente, no de forma aislada.
CONDUCTA DEL AGRESOR
Para los acosadores este comportamiento abusador suele ser una forma habitual de comportarse. Incluso en determinados ambientes puede ser una conducta muy valorada socialmente, por ejemplo entre determinados puestos directivos. Usan la palabrería y una serie de estrategias para ir hundiendo y aislando a la víctima hasta que ésta acaba por reaccionar de modos que, a la postre, realzar el dominio del acosador.
Básicamente el agresor actúa con una forma de violencia indirecta, criticando, faltando al respeto, extendiendo rumores, haciendo jugarretas con sigilo... La mayoría de la veces lo hace sin pretender nada más que la anulación de la otra persona por los sentimientos que le provoca (envidia, deseo de dominación, rivalidad).
Algunos ejemplos específicos de la conducta del acosador en el ámbito laboral son (Ausfelder, 2002):
- Prohibir a la persona charlar con los compañeros.
- No se responde a sus preguntas verbales o escritas.
- Instigar a los compañeros en contra suya.
- Excluirla de determinados actividades sociales.
- Los compañeros evitan trabajar con la persona.
- Se le habla de modo hostil y grosero.
- Se le provoca para que reaccione descontroladamente.
- Hacer comentarios maliciosos.
- Se rechazan sus propuestas sin ni siquiera oírlas.
- Se le ridiculiza por su aspecto físico.
- Se le responsabiliza de errores cometidos por otros.
- Se le dan informaciones erróneas.
- Es controlado exhaustivamente.
- Su trabajo es manipulado para dañarle.
- Se abre su correspondencia.
- Recibe amenazas.
- Se le ponen motes ridículos o degradantes.
LA VÍCTIMA
Al principio la forma de actuar del acosador le deja confundida. Sus conductas no tienen una intención clara y sus mensajes maliciosos se sirven de la comunicación no verbal. Dado que este tipo de comunicación no se capta de manera consciente, a no ser que pongamos especial atención, las intenciones del agresor no se ven venir. Dentro de esta comunicación no verbal se incluirían por ejemplo las miradas despreciativas, las retiradas de la mirada, el tono irónico en el habla, y otras muchas conductas. Entonces el problema va creciendo sin que la víctima se de cuenta. Con todo, la persona puede incluso comportarse de manera más complaciente y vulnerable. De esta actitud se sirve el acosador para machacar progresivamente a su víctima.
¿CÓMO ACTUAR ANTE EL ACOSO MORAL?
A continuación daremos una serie de consejos que pueden ser de utilidad para prevenir el mobbing, o en el caso de que ya exista, ponerle remedio.
Lo primero y fundamental es establecer una comunicación directa y con el menor número de trabas. No hay que conformarse con insinuaciones, sobreentendidos o comentarios a media voz. Se pedirán aclaraciones y precisiones para cualquier ambigüedad en la comunicación.
Ha de ofrecerse y exigir un trato respetuoso, tanto a nivel de expresión verbal como no verbal. Ninguna equivocación o error justifica un trato despectivo o humillante. En esta línea no se deben consentir o hacerse complice de bromas despreciativas, que nos pongan motes ridículos u ofensivos, y la ironía mal intencionada.
Es importante, tener claras nuestras propias habilidades y límites. Nos ayudará a no dudar global y sistemáticamente de nosotros mismos si alguien nos pone en duda o cuestiona, todo ello sin perjuicio de que podamos reconocer nuestros errores y aceptar críticas siempre que sean constructivas y no excesivas.
Desde un principio o, al menos lo antes posible, es necesario mostrar firmeza, actuar con asertividad. Es decir, expresar claramente nuestros sentimientos, sin temer las reacciones de los demás, pero sin hacerlo tampoco de manera impulsiva. Si se manteniene una tolerancia absoluta, se facilita la labor virulenta del acosador. No hay que temer el conflicto, puesto que un conflicto bien asumido puede llevar a una solución. Además, el conflicto no tiene porqué ser violento. Para ello es importante contener los arranques violentos, actuar con serenidad manifiesta y con defensas reflexionadas. Si se actúa de manera rápida e impulsiva el agresor tiene las puertas abiertas para sus conseguir sus objetivos.
Aunque es importante asumir cierta responsabilidad en el origen y en la solución del asunto, hay que abandonar a todas luces la culpabilidad enfermiza que corroe y sólo sirve para hundir más y más a la víctima (justo el propósito del acosador). No es necesario justificarse constantemente, de lo contrario el agresor se servirá de ello para hallar más errores.
No conviene aislarse. Perderíamos apoyo social y acrecentaríamos nuestra confusión e indefensión, facilitando así los objetivos pretendidos por el abusador.
Llegados a un determinado extremo, se hace necesaria la denuncia ante los órganos competentes, o ante la propia Administración de Justicia. Aunque la legislación es dispar respecto de los difentes tipos de acoso, existe cada vez más jurisprudencia y actuaciones judiciales al respecto. Para facilitar el quehacer de la justicia en caso de realizar una denuncia será esencial recabar el máximo de pruebas objetivas posibles, ya que, a diferencia de las agresiones físicas, el acoso moral no deja huellas tan claramente visibles.
En general, hay que evitar la pasividad, y actuar cuanto antes para que el acoso no vaya a más. Cuanto más haya avanzado el acoso, más difícil se hace llegar a una solución y más graves son las consecuencias para la salud y bienestar de la víctima Los problemas derivados suelen remitir tras acabar con esta tormentosa relación. No obstante, en determinados casos, se hará necesario un tratamiento psicológico o médico personalizado (en función de aquellos aspectos que han quedado más afectados).
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