
El Marqués de Sade lo llamaba el altar de Sodoma y los sexólogos coinciden en que sí hay mucho que venerar en él. El sexo anal ha sufrido de desprestigio por el tabú que lo acompaña al ser asociado sólo a las relaciones homosexuales y a las heces fecales; pero en el caso de las mujeres, por ejemplo, las terminaciones nerviosas del ano lo podrían hacer tan disfrutable como la penetración vaginal y, en los hombres, la presencia de la glándula prostática potencia el orgasmo.
El ano, al ser común a todo ser humano, carece de una asociación genérica que permite que ambos, mujeres y hombres, disfruten por igual del orificio. El dolor asociado a la penetración se puede deber a que no está lo suficiente lubricado, no autogenera líquidos como la vagina, por lo que necesita de un ayudante para disminuir el dolor y la posibilidad de que el condón se rompa por la fricción.
Aunque un último estudio estadounidense muestra que ya casi el 50% de las mujeres lo ha implementado en sus prácticas, aún hablar del tema genera un poco de resquemor. De hecho, la penetración anal no necesariamente involucra un pene, se puede realizar con dildos o juguetes sexuales, lo que lo hace factible en todas las parejas: del hombre a la mujer o de la mujer al hombre, lesbianas y gays.
