¿Alguna vez te has preguntado si lo que estás por comprar realmente es indispensable? ¿De dónde viene lo que consumes y a dónde va a parar cuando lo reemplaces por algo que vuelves a comprar?
Hace algunos años, cuando comenzaron a surgir las nuevas tecnologías y teorías psicoanalíticas, un grupo de economistas decidió que para la reactivación de la economía era necesario hacer del “consumo” una religión, es decir, que el hombre viera resueltos su espíritu y su ego a través de comprar de forma desmedida. Que creara una relación de dependencia con el objeto deseado, simplemente por su color, forma o los miles de spots publicitarios que no paraban de decir que para poder ser parte del sistema, debías poseer tal o cual cosa.
Éste es un problema que no sólo afecta (¿o reactiva?) la economía, sino que engloba una gama de consecuencias inimaginables. Desde la explotación de obreros para una producción más barata, hasta la crisis existencial que puedes llegar a experimentar si no posees el objeto de moda. Afecta a los ríos y mares, porque muchas veces nuestros desechos van a dar a las costas y playas. Afecta al campesino que produce y no vende, porque una empresa con mayor poder utilizar la mercadotecnia para que consumas su producto, que muchas veces ha sido modificado o se le han añadido químicos.
Un corto de Steve Cutts, mírenlo.
Y justo en ese momento en el que logras despertar y comenzar a comprar de forma consciente, limitándote a obtener lo esencial, parte de la estrategia es también obligarte a consumir aunque no lo desees. A esto le llamaron obsolescencia programada. Esto quiere decir que tus audífonos en realidad no se descomponen por un uso desmedido o falta de cuidados, sino que desde su manufacturación se les otorgó un tiempo de vida límite que al concluir, te obligue a reemplazarlos por unos nuevos.
¿A dónde van a parar todos nuestros desechos? No es simplemente lanzarlos a la basura y ya. Es hacerse responsable para que no vayan a parar a las comunidades más marginadas de países como África, a quienes se les han engañado diciendo que lo que llega es una ayuda para romper la llamada brecha tecnológica. Tristemente todo lo que reciben, son objetos ya obsoletos.
De esta forma nos damos cuenta de que el consumo que realizamos no sólo afecta o favorece al señor que te vende el tan preciado objeto con una manzanita, no, la escala de las decisiones que tomamos día con día tienen una repercusión enorme en el mundo que compartimos. Ahora bien, develada la cortina de humo, ¿qué podemos hacer para resolverlo? Sencillo, actuando de forma consciente por sobre todo aquello que consumimos.
Hacernos las preguntas: ¿es realmente necesario? ¿Si no lo compro colapsaré hasta la muerte? ¿Puedo prescindir de ello? Un simple análisis de nuestros actos puede llevarnos a lograr un cambio significativo desde el lugar en que vivimos hasta el otro lado del mundo. Sé consciente de lo que haces y por qué lo haces. ¿A quién beneficia? ¿De dónde viene? ¿A dónde va a ir a dar? Una simple pregunta puede generar un gran cambio.
Por ultimo les dejo este video.
Si te gusto esta informacion, puedes opinar al respecto clickeando en la fuente que está abajo del limon.


Hace algunos años, cuando comenzaron a surgir las nuevas tecnologías y teorías psicoanalíticas, un grupo de economistas decidió que para la reactivación de la economía era necesario hacer del “consumo” una religión, es decir, que el hombre viera resueltos su espíritu y su ego a través de comprar de forma desmedida. Que creara una relación de dependencia con el objeto deseado, simplemente por su color, forma o los miles de spots publicitarios que no paraban de decir que para poder ser parte del sistema, debías poseer tal o cual cosa.

Éste es un problema que no sólo afecta (¿o reactiva?) la economía, sino que engloba una gama de consecuencias inimaginables. Desde la explotación de obreros para una producción más barata, hasta la crisis existencial que puedes llegar a experimentar si no posees el objeto de moda. Afecta a los ríos y mares, porque muchas veces nuestros desechos van a dar a las costas y playas. Afecta al campesino que produce y no vende, porque una empresa con mayor poder utilizar la mercadotecnia para que consumas su producto, que muchas veces ha sido modificado o se le han añadido químicos.
Un corto de Steve Cutts, mírenlo.
Y justo en ese momento en el que logras despertar y comenzar a comprar de forma consciente, limitándote a obtener lo esencial, parte de la estrategia es también obligarte a consumir aunque no lo desees. A esto le llamaron obsolescencia programada. Esto quiere decir que tus audífonos en realidad no se descomponen por un uso desmedido o falta de cuidados, sino que desde su manufacturación se les otorgó un tiempo de vida límite que al concluir, te obligue a reemplazarlos por unos nuevos.

¿A dónde van a parar todos nuestros desechos? No es simplemente lanzarlos a la basura y ya. Es hacerse responsable para que no vayan a parar a las comunidades más marginadas de países como África, a quienes se les han engañado diciendo que lo que llega es una ayuda para romper la llamada brecha tecnológica. Tristemente todo lo que reciben, son objetos ya obsoletos.
De esta forma nos damos cuenta de que el consumo que realizamos no sólo afecta o favorece al señor que te vende el tan preciado objeto con una manzanita, no, la escala de las decisiones que tomamos día con día tienen una repercusión enorme en el mundo que compartimos. Ahora bien, develada la cortina de humo, ¿qué podemos hacer para resolverlo? Sencillo, actuando de forma consciente por sobre todo aquello que consumimos.
Hacernos las preguntas: ¿es realmente necesario? ¿Si no lo compro colapsaré hasta la muerte? ¿Puedo prescindir de ello? Un simple análisis de nuestros actos puede llevarnos a lograr un cambio significativo desde el lugar en que vivimos hasta el otro lado del mundo. Sé consciente de lo que haces y por qué lo haces. ¿A quién beneficia? ¿De dónde viene? ¿A dónde va a ir a dar? Una simple pregunta puede generar un gran cambio.
-Roxana Andrade
Por ultimo les dejo este video.

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