Mi alma está hastiada de males… Soy como hombre sin fuerza… he estado medroso.
Salmo 88:3-4, 15
Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado.
Salmo 119:50
Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
1 Juan 3:20
El cristiano que sufre depresión
Ahora sé que estoy predispuesto a la depresión. No siempre estoy deprimido, pero tengo tendencia a estarlo, por ello debo seguir un tratamiento. Formo parte de la gran multitud de gente deprimida. Cuando hablo de mi depresión con la gente, algunas personas están agradecidas oír algo de lo que experimento, porque ellas tienen que enfrentarse al mismo problema.
Tomé conciencia del bien que me hace acudir constantemente a la Palabra de Dios. Los pensamientos negativos que predominan en el agujero negro de la depresión pueden ser combatidos con la verdad divina. Mi mejor defensa es colocarme siempre en el contexto de la Escritura y dejar que Dios me hable.
Aprendí a no tomar al pie de la letra lo que mis sentimientos me dicen. Claro que es necesario ser consciente de nuestros sentimientos y estar atentos. Pero éstos son variables y a menudo dependen de nuestro estado físico y de nuestras circunstancias. Personalmente me sentía condenado, poco amado y rechazado; pero este sufrimiento no correspondía a la realidad.
La verdad era que la relación de Dios conmigo era tan sólida y auténtica en mis peores momentos como cuando me sentía muy bien. El Señor me recordaba sin cesar una verdad que mis sentimientos trataban de rechazar: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).
Salmo 88:3-4, 15
Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado.
Salmo 119:50
Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
1 Juan 3:20
El cristiano que sufre depresión

Ahora sé que estoy predispuesto a la depresión. No siempre estoy deprimido, pero tengo tendencia a estarlo, por ello debo seguir un tratamiento. Formo parte de la gran multitud de gente deprimida. Cuando hablo de mi depresión con la gente, algunas personas están agradecidas oír algo de lo que experimento, porque ellas tienen que enfrentarse al mismo problema.
Tomé conciencia del bien que me hace acudir constantemente a la Palabra de Dios. Los pensamientos negativos que predominan en el agujero negro de la depresión pueden ser combatidos con la verdad divina. Mi mejor defensa es colocarme siempre en el contexto de la Escritura y dejar que Dios me hable.
Aprendí a no tomar al pie de la letra lo que mis sentimientos me dicen. Claro que es necesario ser consciente de nuestros sentimientos y estar atentos. Pero éstos son variables y a menudo dependen de nuestro estado físico y de nuestras circunstancias. Personalmente me sentía condenado, poco amado y rechazado; pero este sufrimiento no correspondía a la realidad.
La verdad era que la relación de Dios conmigo era tan sólida y auténtica en mis peores momentos como cuando me sentía muy bien. El Señor me recordaba sin cesar una verdad que mis sentimientos trataban de rechazar: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).