


El universo oculto de la Gran Guerra
Hace cien años, en una capilla subterránea, un artista anónimo talló esta imagen de un soldado francés rezando. Muchos túneles del Frente Occidental están repletos de obras de arte.
Las cicatrices de las descargas de artillería todavía horadan las ruinas de un fuerte en el Chemin des Dames, donde unos 30.000 soldados franceses murieron en el transcurso de 10 fatídicos días de abril de 1917. Las fuerzas francesas y alemanas intentaban penetrar en los túneles del enemigo, y a veces combatían cuerpo a cuerpo en pasadizos del subsuelo, negros como boca de lobo.
El punto muerto impuesto por la guerra de trincheras condujo a ambos bandos a excavar galerías por debajo de las posiciones enemigas para volarlas. En el valle del Oise, los zapadores alemanes abrieron esta red secreta de túneles bajo las líneas francesas. El 26 de enero de 1915 detonaron una carga que acabó con la vida de 26 soldados franceses e hirió a otros 22.
Desde una cantera subterránea, las tropas accedían a las trincheras por una escalera tallada en la piedra.
Los soldados de la División Yanqui, alojados en una cantera subterránea del Chemin des Dames, tallaron unos 500 relieves durante seis semanas de 1918: nombres, direcciones, símbolos patrióticos y religiosos, y otras imágenes.
Algunas canteras podían alojar a miles de hombres y contaban con luz eléctrica. En 1918 la introducción de tanques y aviones de combate, además de la artillería, rompió el estancamiento, y los ejércitos empezaron abandonar sus refugios.
Un puesto de observación custodia uno de los fuertes que protegían Verdún, en el nordeste de Francia. Los refugios subterráneos y túneles de los fuertes fueron el escenario de batallas terribles, entre ellas los intentos repetidos de las tropas alemanas de expulsar de los túneles a los franceses mediante lanzallamas.
Algunos soldados se valían del arte para hacer comentarios sobre la guerra, como en este relieve del buque Liberté, hundiéndose bajo el rótulo «Los desastres del siglo xx». El mensaje del artista, un soldado francés cuyo regimiento fue prácticamente aniquilado en la batalla del Chemin des Dames, pudo ser de desesperación ante las espeluznantes cifras de bajas o de protesta por los ataques alemanes contra la marina civil.
De vez en cuando los artistas parecían combinar el humor negro con la practicidad más absoluta, como ocurre con esta imagen de un soldado con bigote atravesado por un clavo herrumbroso. Los soldados colgaban sus ropas, equipos y provisiones de clavos como este para que se secasen; además así quedaban fuera del alcance de ratas, ratones y otras alimañas.
Este tosco grabado de un gato quizá fuese un mensaje de anhelo a la vista de los roedores que plagaban el subsuelo. Muchos soldados se desentendían de la política y dedicaban el tiempo a grabar imaginativos dibujos de mascotas y otros animales. «Las imágenes cómicas del día a día aportaban alivio mental frente al insoportable estrés de la guerra que se libraba en la superficie», apunta Jeff Gusky.
Esta mujer luce un gran lazo en la cabeza, como en el traje tradicional de Alsacia, una región disputada que Alemania entregó a Francia al término de la Primera Guerra Mundial. En el subsuelo abundan las imágenes femeninas, desde caricaturas hasta retratos idealizados de esposas y novias, además de las que constituyen símbolos patrióticos, como Marianne, icono francés de la libertad y la razón.
Un relieve del mariscal de campo Paul von Hindenburg, uno de los prohombres del esfuerzo de guerra alemán, observa desde la pared de una cantera. Los muros subterráneos están cubiertos de retratos de figuras insignes. Otros túneles tienen imágenes del káiser Guillermo, del primer ministro francés Georges Clemenceau y del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson, además de relieves de Buffalo Bill y el Tío Sam.
La mirada atormentada de un soldado de infantería alemán deja entrever el horror de la guerra de trincheras. Alemania tuvo más de seis millones de bajas durante la Primera Guerra Mundial, entre ellas la del recluta Erich Maria Remarque, que sufrió heridas de metralla. Años después escribiría en Sin novedad en el frente: «De pronto aprendimos a ver. Y vimos que nada quedaba de su mundo».
Un oficial de la caballería francesa aparece representado en el muro de una cantera. Al iniciarse la guerra, el arma de caballería formaba parte de todos los ejércitos contendientes, pero en cuestión de semanas el alambre de espino y las ametralladoras desterraron a la obsolescencia los ataques montados tradicionales. Los caballos se emplearon entonces para transportar suministros, armas y heridos.
El soldado raso Archie Sweetman, de la 26ª división de Infantería –la División Yanqui–, grabó su autorretrato vestido de uniforme y en actitud resoluta e inscribió su nombre mientras estuvo alojado en una cantera del Chemin des Dames a principios de 1918. Sweetman, nacido en Boston, sobrevivió a la guerra con heridas de poca consideración.
Zapadores franceses usan un estetoscopio de mecánico para detectar movimientos enemigos en los túneles. El silencio podía ser desquiciante, una señal de que en cualquier momento podían detonar las cargas.
Unos soldados británicos excavan un túnel en la cresta de Messines, en Bélgica, al sur de Ypres, donde la detonación de al menos 19 minas bajo las líneas alemanas mató a miles de personas. Son tantos los hombres que murieron a lo largo del Frente Occidental que aún hoy se está exhumando cuerpos.
Unos hombres se toman un respiro de las líneas del frente en un sistema de túneles cavados debajo de Arras, Francia. Las tropas neozelandesas construyeron la mayor parte del laberinto, que era lo bastante grande para dar cabida a 25.000 hombres, para preparar un asalto en abril de 1917.
Unos soldados alemanes posan frente a la entrada de una cantera en Chavigny, Francia, el 6 de junio de 1915. Las fuerzas alemanas convirtieron estos refugios subterráneos en miniciudades con agua corriente, luz eléctrica, línea telefónica en incluso panaderías.
No lejos de los campos de batalla del Chemin des Dames (el Camino de las Damas), unos niños del pueblo francés de Paissy asisten a una clase en una cantera de caliza que hacía las veces de capilla y de escuela.
Unos refugiados franceses se resguardan en una cantera del valle del Oise el 30 de agosto de 1918. En los meses anteriores los alemanes habían lanzado su última gran ofensiva, obligando a muchos civiles a huir de sus casas y refugiarse bajo tierra.
Unos soldados alemanes conversan a la entrada de una cocina subterránea en una fotografía sin fecha.
En 1915, un soldado francés de una unidad de transportes posa sentado entre los relieves de Napoleón y la república victoriosa, esculpidos en las dependencias de una cantera cerca de Soissons.



Las cicatrices de las descargas de artillería todavía horadan las ruinas de un fuerte en el Chemin des Dames, donde unos 30.000 soldados franceses murieron en el transcurso de 10 fatídicos días de abril de 1917. Las fuerzas francesas y alemanas intentaban penetrar en los túneles del enemigo, y a veces combatían cuerpo a cuerpo en pasadizos del subsuelo, negros como boca de lobo.


El punto muerto impuesto por la guerra de trincheras condujo a ambos bandos a excavar galerías por debajo de las posiciones enemigas para volarlas. En el valle del Oise, los zapadores alemanes abrieron esta red secreta de túneles bajo las líneas francesas. El 26 de enero de 1915 detonaron una carga que acabó con la vida de 26 soldados franceses e hirió a otros 22.


Desde una cantera subterránea, las tropas accedían a las trincheras por una escalera tallada en la piedra.


Los soldados de la División Yanqui, alojados en una cantera subterránea del Chemin des Dames, tallaron unos 500 relieves durante seis semanas de 1918: nombres, direcciones, símbolos patrióticos y religiosos, y otras imágenes.


Algunas canteras podían alojar a miles de hombres y contaban con luz eléctrica. En 1918 la introducción de tanques y aviones de combate, además de la artillería, rompió el estancamiento, y los ejércitos empezaron abandonar sus refugios.


Un puesto de observación custodia uno de los fuertes que protegían Verdún, en el nordeste de Francia. Los refugios subterráneos y túneles de los fuertes fueron el escenario de batallas terribles, entre ellas los intentos repetidos de las tropas alemanas de expulsar de los túneles a los franceses mediante lanzallamas.

Retratos de la guerra

Algunos soldados se valían del arte para hacer comentarios sobre la guerra, como en este relieve del buque Liberté, hundiéndose bajo el rótulo «Los desastres del siglo xx». El mensaje del artista, un soldado francés cuyo regimiento fue prácticamente aniquilado en la batalla del Chemin des Dames, pudo ser de desesperación ante las espeluznantes cifras de bajas o de protesta por los ataques alemanes contra la marina civil.


De vez en cuando los artistas parecían combinar el humor negro con la practicidad más absoluta, como ocurre con esta imagen de un soldado con bigote atravesado por un clavo herrumbroso. Los soldados colgaban sus ropas, equipos y provisiones de clavos como este para que se secasen; además así quedaban fuera del alcance de ratas, ratones y otras alimañas.


Este tosco grabado de un gato quizá fuese un mensaje de anhelo a la vista de los roedores que plagaban el subsuelo. Muchos soldados se desentendían de la política y dedicaban el tiempo a grabar imaginativos dibujos de mascotas y otros animales. «Las imágenes cómicas del día a día aportaban alivio mental frente al insoportable estrés de la guerra que se libraba en la superficie», apunta Jeff Gusky.


Esta mujer luce un gran lazo en la cabeza, como en el traje tradicional de Alsacia, una región disputada que Alemania entregó a Francia al término de la Primera Guerra Mundial. En el subsuelo abundan las imágenes femeninas, desde caricaturas hasta retratos idealizados de esposas y novias, además de las que constituyen símbolos patrióticos, como Marianne, icono francés de la libertad y la razón.


Un relieve del mariscal de campo Paul von Hindenburg, uno de los prohombres del esfuerzo de guerra alemán, observa desde la pared de una cantera. Los muros subterráneos están cubiertos de retratos de figuras insignes. Otros túneles tienen imágenes del káiser Guillermo, del primer ministro francés Georges Clemenceau y del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson, además de relieves de Buffalo Bill y el Tío Sam.


La mirada atormentada de un soldado de infantería alemán deja entrever el horror de la guerra de trincheras. Alemania tuvo más de seis millones de bajas durante la Primera Guerra Mundial, entre ellas la del recluta Erich Maria Remarque, que sufrió heridas de metralla. Años después escribiría en Sin novedad en el frente: «De pronto aprendimos a ver. Y vimos que nada quedaba de su mundo».


Un oficial de la caballería francesa aparece representado en el muro de una cantera. Al iniciarse la guerra, el arma de caballería formaba parte de todos los ejércitos contendientes, pero en cuestión de semanas el alambre de espino y las ametralladoras desterraron a la obsolescencia los ataques montados tradicionales. Los caballos se emplearon entonces para transportar suministros, armas y heridos.


El soldado raso Archie Sweetman, de la 26ª división de Infantería –la División Yanqui–, grabó su autorretrato vestido de uniforme y en actitud resoluta e inscribió su nombre mientras estuvo alojado en una cantera del Chemin des Dames a principios de 1918. Sweetman, nacido en Boston, sobrevivió a la guerra con heridas de poca consideración.

La vida bajo tierra

Zapadores franceses usan un estetoscopio de mecánico para detectar movimientos enemigos en los túneles. El silencio podía ser desquiciante, una señal de que en cualquier momento podían detonar las cargas.


Unos soldados británicos excavan un túnel en la cresta de Messines, en Bélgica, al sur de Ypres, donde la detonación de al menos 19 minas bajo las líneas alemanas mató a miles de personas. Son tantos los hombres que murieron a lo largo del Frente Occidental que aún hoy se está exhumando cuerpos.


Unos hombres se toman un respiro de las líneas del frente en un sistema de túneles cavados debajo de Arras, Francia. Las tropas neozelandesas construyeron la mayor parte del laberinto, que era lo bastante grande para dar cabida a 25.000 hombres, para preparar un asalto en abril de 1917.


Unos soldados alemanes posan frente a la entrada de una cantera en Chavigny, Francia, el 6 de junio de 1915. Las fuerzas alemanas convirtieron estos refugios subterráneos en miniciudades con agua corriente, luz eléctrica, línea telefónica en incluso panaderías.


No lejos de los campos de batalla del Chemin des Dames (el Camino de las Damas), unos niños del pueblo francés de Paissy asisten a una clase en una cantera de caliza que hacía las veces de capilla y de escuela.

Unos refugiados franceses se resguardan en una cantera del valle del Oise el 30 de agosto de 1918. En los meses anteriores los alemanes habían lanzado su última gran ofensiva, obligando a muchos civiles a huir de sus casas y refugiarse bajo tierra.


Unos soldados alemanes conversan a la entrada de una cocina subterránea en una fotografía sin fecha.


En 1915, un soldado francés de una unidad de transportes posa sentado entre los relieves de Napoleón y la república victoriosa, esculpidos en las dependencias de una cantera cerca de Soissons.


