Viven en pensiones, con bajos recursos y cada vez es más difícil conseguir trabajo
Los pasos retumban en el techo de la habitación. La heladera, ubicada junto a la puerta, y pegada a las cuchetas, da la bienvenida a la habitación. Una mesa, un televisor y una cama de dos plazas completan el mobiliario. Como silla usan un balde de pintura dado vuelta.Otniel Orbe y su esposa, Gissely Reyes, viven en una pensión de la calle Curiales desde hace cuatro meses, cuando Gissely llegó a Uruguay para reunirse con su marido.
Comparten desde entonces la cama inferior de la cucheta, y la habitación con Juan, otro dominicano. En total, son 12 los dominicanos que viven allí, escaleras abajo, en lo que antiguamente era un sótano y ahora se divide en varias habitaciones. Pagan $ 2.500 por cabeza.“Salí de mi país buscando una nueva vida y pensando que aquí podría obtenerla”, dijo Orbe a El Observador.
En República Dominicana tenía una casa y un auto, pero estaba cansado de la rutina y decidió probar suerte en Uruguay. Los rumores de que aquí habían oportunidades laborales se confirmaron con los consejos de una amiga que ya había pisado suelo oriental. Sin embargo, desde hace algunos meses se encuentra sin un empleo fijo. Su esposa tampoco tiene trabajo y pagar las cuentas se les hace cada vez más cuesta arriba.Las condiciones de vivienda, “son un poco duras, pero hay que adaptarse”, reflexionó. Para alquilar un apartamento hacen falta garantías y sin un sueldo estable se hace imposible.
El Clima no lo llevan nada bien
El frío y la humedad también les juegan en contra, proviniendo de un país donde la mínima anual ronda los 27 ºC. Uruguay es para ellos “un país apagado”, sin colores, sin fiestas constantes, pero se las arreglan para sentirse en comunidad.
“¡Hasta los nombres de las comidas son diferentes!”, dijo Reyes. Extrañan los platos de su país, en particular las habichuelas con dulce, un postre típico que se come frío o caliente y contiene porotos, boniato, papa, leche de coco, canela y clavo de olor. Con los ingredientes que consiguen aquí intentan replicarlo, aunque aseguraron que los condimentos no saben igual.“Somos como una familia”, aseguró Orbe.
Tienen su propio cuadro de béisbol, Dominicano soy, y hasta hace poco tiempo solían practicar todos los domingos. Además, se reúnen en una plaza a escuchar bachata o pasan el tiempo jugando al dominó, un pasatiempo que aseguran es tan tradicional en República Dominicana como en Uruguay lo es el truco.“Sé que aquí no me voy a hacer millonario”, dijo Orbe. Uruguay le abrió las puertas y se aventuró casi sin pensarlo. “Pasar por esto me ha hecho darme cuenta de lo que tenía”, aseguró. Solo espera reunir dinero para volver.
Fue tal la llegada masiva de dominicanos a Uruguay que el gobierno empezó a pedir visa
El director nacional de migraciones, Carlos del Puerto, informó en De Ocho a Diez que a partir del 1º de julio se exigirá visa a los ciudadanos dominicanos que ingresen al país. “Les termina dando seguridad”, al pasar por el consulado uruguayo en Santo Domingo tendrán información confiable sobre Uruguay, sostuvo.

Los pasos retumban en el techo de la habitación. La heladera, ubicada junto a la puerta, y pegada a las cuchetas, da la bienvenida a la habitación. Una mesa, un televisor y una cama de dos plazas completan el mobiliario. Como silla usan un balde de pintura dado vuelta.Otniel Orbe y su esposa, Gissely Reyes, viven en una pensión de la calle Curiales desde hace cuatro meses, cuando Gissely llegó a Uruguay para reunirse con su marido.
Comparten desde entonces la cama inferior de la cucheta, y la habitación con Juan, otro dominicano. En total, son 12 los dominicanos que viven allí, escaleras abajo, en lo que antiguamente era un sótano y ahora se divide en varias habitaciones. Pagan $ 2.500 por cabeza.“Salí de mi país buscando una nueva vida y pensando que aquí podría obtenerla”, dijo Orbe a El Observador.
En República Dominicana tenía una casa y un auto, pero estaba cansado de la rutina y decidió probar suerte en Uruguay. Los rumores de que aquí habían oportunidades laborales se confirmaron con los consejos de una amiga que ya había pisado suelo oriental. Sin embargo, desde hace algunos meses se encuentra sin un empleo fijo. Su esposa tampoco tiene trabajo y pagar las cuentas se les hace cada vez más cuesta arriba.Las condiciones de vivienda, “son un poco duras, pero hay que adaptarse”, reflexionó. Para alquilar un apartamento hacen falta garantías y sin un sueldo estable se hace imposible.
El Clima no lo llevan nada bien

El frío y la humedad también les juegan en contra, proviniendo de un país donde la mínima anual ronda los 27 ºC. Uruguay es para ellos “un país apagado”, sin colores, sin fiestas constantes, pero se las arreglan para sentirse en comunidad.
“¡Hasta los nombres de las comidas son diferentes!”, dijo Reyes. Extrañan los platos de su país, en particular las habichuelas con dulce, un postre típico que se come frío o caliente y contiene porotos, boniato, papa, leche de coco, canela y clavo de olor. Con los ingredientes que consiguen aquí intentan replicarlo, aunque aseguraron que los condimentos no saben igual.“Somos como una familia”, aseguró Orbe.
Tienen su propio cuadro de béisbol, Dominicano soy, y hasta hace poco tiempo solían practicar todos los domingos. Además, se reúnen en una plaza a escuchar bachata o pasan el tiempo jugando al dominó, un pasatiempo que aseguran es tan tradicional en República Dominicana como en Uruguay lo es el truco.“Sé que aquí no me voy a hacer millonario”, dijo Orbe. Uruguay le abrió las puertas y se aventuró casi sin pensarlo. “Pasar por esto me ha hecho darme cuenta de lo que tenía”, aseguró. Solo espera reunir dinero para volver.
Fue tal la llegada masiva de dominicanos a Uruguay que el gobierno empezó a pedir visa

El director nacional de migraciones, Carlos del Puerto, informó en De Ocho a Diez que a partir del 1º de julio se exigirá visa a los ciudadanos dominicanos que ingresen al país. “Les termina dando seguridad”, al pasar por el consulado uruguayo en Santo Domingo tendrán información confiable sobre Uruguay, sostuvo.