El chauvinismo al que apeló Cristina Fernández de Kirchner con el incumplimiento de pagos externo y desacato al fallo judicial (confirmado y reconfirmado en 2 instancias posteriores), comienza a evaporarse. El chauvinismo siempre es precario y tiene vuelo breve. La Presidenta de la Nación no descubrió alguna excepción a la regla. La opinión pública comienza a sospechar que la contracara del incumplimiento es una crisis mayor y la atemoriza ese futuro. La opinión pública no se equivoca con ese razonamiento: de hecho, el 4to. trimestre de 2014 lo corroborará, y lo más grave es la proyección hacia el año electoral 2015. Falta poco para que se marche Cristina pero también falta una eternidad por lo que puede suceder en un plazo tan exiguo. Así lo explicó el autor en su editorial dominical:
"El chauvinismo es un producto casi natural del concepto de Nación en la medida en que proviene directamente de la vieja idea de la "misión nacional" [...] La misión nacional podría ser interpretada con precisión como la traída de luz a otros pueblos menos afortunados que, por cualquier razón, milagrosamente han sido abandonados por la historia sin una misión nacional. Mientras este concepto de chauvinismo no se desarrolló en la ideología y permaneció en el reino bastante vago del orgullo nacional o incluso nacionalista, con frecuencia causó un alto sentido de responsabilidad por el bienestar de los pueblos atrasados."
Hannah Arendt,
"Imperialism, Nationalism, Chauvinism", en The Review of Politics, (Octubre de 1945).
"El chovinismo o chauvinismo (adaptación del apellido del patriota francés Nicolas Chauvin, un personaje histórico condecorado en las guerras napoleónicas), también conocido coloquialmente como patrioterismo, es la creencia narcisista, próxima a la paranoia y la mitomanía, de que lo propio del país o región al que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto. El nombre proviene de la comedia La cocarde tricolore (La Escarapela Tricolor, 1831) de los hermanos Cogniard, en donde un actor con el nombre de Chauvin, personifica un patriotismo exagerado".
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). La desmesura gana a Cristina Fernández en su decadencia política.
Tal como Hugo Chávez en el pasado, sus discursos en la Casa Rosada duran cada vez más, toca cada vez más temas, intenta crear doctrina haciendo relecturas forzadas de la realidad y de la historia; y crea enemigos, como si tuviera por delante largos años de permanencia en el poder.
Pero, a diferencia de lo que le ocurrió a Hugo Chávez, Cristina Fernández se va quedando, semana a semana, con cada vez menor cantidad de oyentes y se descubre que baja el número de aplaudidores que pueden sumar acto tras acto.
Además, mientras el venezolano adoctrinaba a una clase social que accedía, por primera vez, al poder; la mandataria argentina hace sus improvisaciones en filosofía política ante un público de clase media, más o menos educado, que decidió ceder sus aplausos y entusiasmo por un suculento sueldo, un millonario negocio, un subsidio o una ventaja competitiva.
Así como en el reciente Mundial vimos partidos disputados por un grupo de 22 jugadores millonarios, en el marco de un pingüe negocio planetario, para un público que pudo pagar entradas con precios accesibles sólo para la clase alta; los actos de la Casa Rosada son protagonizados por millonarios, que son aplaudidos por algunos millonarios, vecinos de Puerto Madero, habitúes de Palermo Hollywood, empleados que cobran 20 veces la jubilación mínima y empresarios que reciben millones de pesos del poder político de turno.
Por eso la construcción mediática del actual momento político y socioeconómico sea un fiasco para la Casa Rosada. Un mes y medio duró el efecto positivo en las encuestas la pelea contra los holdouts. Los resultados obtenidos durante la semana confirma que la tendencia comenzó a cambiar: la gente ya no apoya al Gobierno en la forma que encara las relaciones con los holdouts, culpan a Cristina Fernández por el default, responsabilizan por la creciente recesión a los problemas con inversores externos y señalan al ministro de Economía, Axel Kicillof, como el responsable final de una crisis económica que ya no se puede ocultar.
Y como el relato ya no alcanza y la épica se convierte en crisis, hay que buscar nuevos y viejos enemigos para redefinirlos, para culparlos por todo lo que nos pasa. Así, el fondo de inversión BlackRock, que envió un escrito al juez Thomas Griesa apoyando la posición de la Argentina contra los holdouts, ahora es parte de un complot internacional para desestabilizar al país y al Gobierno, que pasa por los tribunales de Nevada y New York, y que incluye a la imprenta Donnelley, las autopartistas Delphi y TCA, los medios no oficialistas y el periodismo que habla de alta inflación o recesión.
Los discursos de las últimas 2 semanas de Cristina Fernández son una cadena desordenada de argumentaciones tratando de mostrar un contubernio nacional, e internacional, para destruir a la Argentina y al Gobierno; junto con una negación de los problemas reales, al tiempo que se culpa a los miembros del famoso “complot” de los problemas que se niegan.
Es decir, una paranoia potenciada por la decadencia e incapacidad de encontrar una solución a los problemas.
Cada discurso presidencial busca recuperar la militancia, la imagen positiva y los votos perdidos. Trata de convertir cada “principio fundacional” del kirchnerismo en gesta y avanza en normas o persecuciones, siempre redoblando la apuesta, casi sin medir las consecuencias.
Esta carrera desenfrenada también se suma a la necesidad por tapar la crisis, el default y el avance de las causas judiciales contra diferentes funcionarios, en especial, el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, lo que implica desempolvar viejos enemigos, viejas batallas épicas y reverdecerlas, siempre usando como excusa el beneficio que traerá a la gente, la población, el ciudadano, el votante o la opinión pública.

"El chauvinismo es un producto casi natural del concepto de Nación en la medida en que proviene directamente de la vieja idea de la "misión nacional" [...] La misión nacional podría ser interpretada con precisión como la traída de luz a otros pueblos menos afortunados que, por cualquier razón, milagrosamente han sido abandonados por la historia sin una misión nacional. Mientras este concepto de chauvinismo no se desarrolló en la ideología y permaneció en el reino bastante vago del orgullo nacional o incluso nacionalista, con frecuencia causó un alto sentido de responsabilidad por el bienestar de los pueblos atrasados."
Hannah Arendt,
"Imperialism, Nationalism, Chauvinism", en The Review of Politics, (Octubre de 1945).
"El chovinismo o chauvinismo (adaptación del apellido del patriota francés Nicolas Chauvin, un personaje histórico condecorado en las guerras napoleónicas), también conocido coloquialmente como patrioterismo, es la creencia narcisista, próxima a la paranoia y la mitomanía, de que lo propio del país o región al que uno pertenece es lo mejor en cualquier aspecto. El nombre proviene de la comedia La cocarde tricolore (La Escarapela Tricolor, 1831) de los hermanos Cogniard, en donde un actor con el nombre de Chauvin, personifica un patriotismo exagerado".

por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). La desmesura gana a Cristina Fernández en su decadencia política.
Tal como Hugo Chávez en el pasado, sus discursos en la Casa Rosada duran cada vez más, toca cada vez más temas, intenta crear doctrina haciendo relecturas forzadas de la realidad y de la historia; y crea enemigos, como si tuviera por delante largos años de permanencia en el poder.
Pero, a diferencia de lo que le ocurrió a Hugo Chávez, Cristina Fernández se va quedando, semana a semana, con cada vez menor cantidad de oyentes y se descubre que baja el número de aplaudidores que pueden sumar acto tras acto.
Además, mientras el venezolano adoctrinaba a una clase social que accedía, por primera vez, al poder; la mandataria argentina hace sus improvisaciones en filosofía política ante un público de clase media, más o menos educado, que decidió ceder sus aplausos y entusiasmo por un suculento sueldo, un millonario negocio, un subsidio o una ventaja competitiva.
Así como en el reciente Mundial vimos partidos disputados por un grupo de 22 jugadores millonarios, en el marco de un pingüe negocio planetario, para un público que pudo pagar entradas con precios accesibles sólo para la clase alta; los actos de la Casa Rosada son protagonizados por millonarios, que son aplaudidos por algunos millonarios, vecinos de Puerto Madero, habitúes de Palermo Hollywood, empleados que cobran 20 veces la jubilación mínima y empresarios que reciben millones de pesos del poder político de turno.

Por eso la construcción mediática del actual momento político y socioeconómico sea un fiasco para la Casa Rosada. Un mes y medio duró el efecto positivo en las encuestas la pelea contra los holdouts. Los resultados obtenidos durante la semana confirma que la tendencia comenzó a cambiar: la gente ya no apoya al Gobierno en la forma que encara las relaciones con los holdouts, culpan a Cristina Fernández por el default, responsabilizan por la creciente recesión a los problemas con inversores externos y señalan al ministro de Economía, Axel Kicillof, como el responsable final de una crisis económica que ya no se puede ocultar.
Y como el relato ya no alcanza y la épica se convierte en crisis, hay que buscar nuevos y viejos enemigos para redefinirlos, para culparlos por todo lo que nos pasa. Así, el fondo de inversión BlackRock, que envió un escrito al juez Thomas Griesa apoyando la posición de la Argentina contra los holdouts, ahora es parte de un complot internacional para desestabilizar al país y al Gobierno, que pasa por los tribunales de Nevada y New York, y que incluye a la imprenta Donnelley, las autopartistas Delphi y TCA, los medios no oficialistas y el periodismo que habla de alta inflación o recesión.

Los discursos de las últimas 2 semanas de Cristina Fernández son una cadena desordenada de argumentaciones tratando de mostrar un contubernio nacional, e internacional, para destruir a la Argentina y al Gobierno; junto con una negación de los problemas reales, al tiempo que se culpa a los miembros del famoso “complot” de los problemas que se niegan.
Es decir, una paranoia potenciada por la decadencia e incapacidad de encontrar una solución a los problemas.
Cada discurso presidencial busca recuperar la militancia, la imagen positiva y los votos perdidos. Trata de convertir cada “principio fundacional” del kirchnerismo en gesta y avanza en normas o persecuciones, siempre redoblando la apuesta, casi sin medir las consecuencias.

Esta carrera desenfrenada también se suma a la necesidad por tapar la crisis, el default y el avance de las causas judiciales contra diferentes funcionarios, en especial, el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, lo que implica desempolvar viejos enemigos, viejas batallas épicas y reverdecerlas, siempre usando como excusa el beneficio que traerá a la gente, la población, el ciudadano, el votante o la opinión pública.