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Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Romanos 5:12


Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Juan 17:3

La eternidad


A escala del Universo, el hombre es infinitamente pequeño, ya sea en el espacio o en el tiempo. Es un ser insignificante, con una vida efímera y frágil en medio del entorno peligroso que debe afrontar. Su situación es incómoda. Por un lado hay una fuerza que lo empuja a disfrutar la vida, y encuentra alegrías en su camino, pero por otro lado a menudo debe trabajar duro para vivir, debe soportar el sufrimiento, la enfermedad, la tristeza. Su única certeza es que un día tendrá que dejar la tierra donde vivió él y todos aquellos a quienes conoció. Su cuerpo volverá al polvo; para los hombres, desaparecerá. ¡Pero no sólo somos polvo!
Lo que Dios, Señor de la vida, creó era perfecto: el Universo, la Tierra y los seres vivos. Dio al hombre un alma viviente para que estuviese en contacto con Él. Pero el hombre, criatura amada por Dios y libre de utilizar esta bella naturaleza, también debía respetar la voluntad de su Creador. Sin embargo desobedeció y así se aisló de la fuente de la vida. El mal se instaló en la tierra y la muerte llegó a todos los hombres sin excepción.
Tenemos que dejar de lado nuestros prejuicios, nuestros razonamientos limitados, y tal vez nuestra pretensión de saberlo todo, para creer en Jesucristo, el Príncipe de la vida. Él resucitó y también resucitará a todos los hombres, ya sea para la vida eterna o para la muerte eterna. Aferrémonos desde ahora a lo que es la vida eterna y todo lo que nos ofrece en Jesucristo para la eternidad.