LA SANGRE QUE RIEGA EL ISLAM
El salvajismo del ISIS escandaliza hoy a Occidente. Pero en la lista de sus enemigos, que incluye a casi todo el resto del mundo musulmán, radica la semilla de su propia destrucción.
El Estado Islámico de Irak y el Levante, más conocido como ISIS (por sus siglas en inglés), no es solamente una colección de bárbaros psicópatas, crueles y despiadados, ávidos por adoptar las formas más brutales y sórdidas de la violencia hacia los no musulmanes y aquellos musulmanes que no comparten su interpretación rígida del islam. También son los yihadistas más estúpidos que hayan tomado protagonismo en la escena internacional.
Y aquí no sólo reside la semilla de su destrucción, sino también la razón por la cual Estados Unidos no debería apresurarse a correr detrás de estos criminales. En realidad, sólo necesita esperar y ver cuál de los muchos otros enemigos del ISIS es exitoso en sus ataques.
ISIS tomó ventaja de la debilidad creada por la guerra civil en Siria y la incompetencia del gobierno de Irak para tomar control del territorio y establecerse como una fuerza creíble. Pero invadir tierras por sorpresa o mediante el caos extendido es fácil. Piense, por ejemplo, que derrocar a Saddam Hussein en 2003 fue sencillo para Estados Unidos y sus aliados. El desafío real fue ganar apoyo entre los musulmanes del Medio Oriente -algo que Estados Unidos no pudo conseguir, lo que costó años de batalla y muerte. E ISIS ya estropeó esa crucial tarea.
El periodista John Foley, junto a su verdugo del ISIS.
Muchos en Estados Unidos quisieran salir a bombardearlos ya. Y Obama anunció el miércoles 10 una “estrategia integral antiterrorista” para “degradar y en última instancia destruir al Estado Islámico”. Pero como cualquier estratega militar sabe, la clave para la victoria es meterse dentro de la cabeza del enemigo, no sólo saltar al campo de batalla. Si así fuera, Estados Unidos habría obtenido una decisiva victoria en Irak hace una década.
Entonces, ¿qué es el ISIS? Es un grupo de lo que se conoce como “yihadistas salafitas”, abrazados a lo que ellos consideran el significado original de los textos sagrados del islam, incluyendo el Corán. Y que tienen un compromiso total con la yihad y la creencia de que EE. UU. es la mayor amenaza para su fe.
Vamos a contar. Entonces, el Enemigo Número 1 del ISIS son los Estados Unidos y sus aliados.
Por otra parte, este grupo es bastante diferente de grupos más grandes de salafitas que son simples adherentes a la interpretación estricta del Corán y otros documentos islámicos venerados. Y que no persiguen la violencia. A pesar de compartir creencias religiosas, los yihadistas salafitas consideran a otros salafitas como musulmanes apóstatas que se alejaron de Dios para calmar a los jeques petroleros árabes (por eso los yihadistas llaman a los otros salafitas “jequistas”). Así que el Enemigo Nº2 son el resto de los salafitas. Y el Enemigo Nº3, los jeques árabes.
Los yihadistas salafitas son también sunitas cuyos conflictos con los chiitas datan de siglos pasados. Como resultado, consideran a los chiitas como apóstatas y rechazan cualquier forma de gobierno chiita. (Los chiitas dirigen Irán y son los principales líderes en Irak. El presidente sirio Bashar al-Assad es alauita, una rama mística del islam chiita). Por lo tanto, el Enemigo Nº4 son los chiitas; Enemigo Nº5, el gobierno de Irán y sus fuerzas armadas; Enemigo Nº6, el gobierno de Irak y sus fuerzas armadas; Enemigo Nº7, el gobierno de Siria y sus fuerzas armadas.
Lo que debería ser obvio a esta altura es que estos yihadistas salafitas consideran a casi todos los musulmanes como enemigos del verdadero islam. Y también han adoptado una filosofía, llamada tafir, que amenaza a todos los otros musulmanes: creen que tienen el derecho de declarar a cualquiera de ellos fuera de la verdadera fe y ejecutarlos.
Como cualquiera puede advertir, asesinar personas no es la mejor manera de ganar amigos, familiares y compatriotas tribales. Osama bin Laden y Al Qaeda, también un grupo terrorista yihadista salafita, entendieron el punto y se enfocaron al enemigo número 1, Estados Unidos. Los fundamentalistas islámicos alrededor del mundo podían sentirse felices al respecto. Incluso los iraníes, pese a ser chiitas, podían tranquilamente apoyarlos.
Pero ISIS no es tan astuto. Sus carnicerías son indiscriminadas en gran parte porque creen que el islam debe depurarse antes de que pueda ser exitoso en la yihad. El problema, por supuesto, es que todos los musulmanes que odia el ISIS se consideran a ellos mismos legítimos –y algunas veces, los únicos verdaderos practicantes de la fe.
Así que, entre quienes deben ser erradicados para el ISIS, figuran otros grupos terroristas. Consideran a Hamas, la organización sunita que combate en el conflicto árabe-israelí, como traidores a la fe que deben ser removidos o asesinados antes de que logren cualquier victoria contra Israel. ISIS puso una bomba en un suburbio de Beirut que es un bastión del grupo terrorista chiita Hezbollah.
También crucificaron (literalmente) a ocho rebeldes musulmanes que luchaban con los yihadistas contra el gobierno sirio por ser demasiado moderados. Y un comandante del ISIS, el tunecino Abu Musab, declaró a Ayman al-Zawahiri, el líder de Al Qaeda, como un apóstata. Así que el Enemigo Nº8 es Hamas; el Enemigo Nº9, Hezbollah; y el Enemigo Nº10, Al Qaeda.
Debido a este odio indiscriminado, ISIS es considerado incluso por otros sunitas como falsos musulmanes. Algunos sunitas identificaron a los miembros del grupo como modernos kharijitas, una secta que no es chiita ni sunita y que en el siglo VII rechazó el liderazgo del sobrino de Mahoma. (Y, en verdad, ISIS tiene mucho de los rasgos violentos y de superioridad moral de los kharijitas.)
Otros consideran a ISIS tan contrarios a los intereses musulmanes que especulan que se trata de una creación de gobiernos occidentales; algunos incluso afirman que Hillary Clinton se jactó de crear el ISIS en su libro Hard Choices (Decisiones difíciles), algo que, en verdad, nunca dijo o escribió.
Pero además de la tontería de granjearse la rivalidad de casi todo el mundo, ISIS hizo un error aún más significativo: declaró que estaba fundando un estado islámico global conocido como califato y nombró a su líder como el máximo referente religioso y político.
Esto podría parecer mucho de nada, pero al hacerlo, los líderes del ISIS han señalado al mundo entero musulmán que cada practicante verdadero del islam, incluyendo miembros de Al Qaeda y otros grupos terroristas, debe jurarles lealtad a ellos en orden de obedecer a Dios. Eso no es una idea atractiva para grupos terroristas que han estado actuando bastante antes que el ISIS y que ciertamente no quieren integrar un grupo que promete matarlos.
Así que, mientras es cierto que ISIS está extremadamente bien armado y financiado (en parte, robando a otros musulmanes o forzándolos a pagar dinero por su protección), un análisis real del grupo requiere un examen de sus enemigos musulmanes. Y, como ya debería ser aparente, hay muchos de ellos.
En adición a los que ya fueron nombrados aquí, se pueden sumar a la lista de rivales al Ejército libanés, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (una organización política y militar kurda), el Frente Islámico (un grupo de siete grupos rebeldes en Siria que están aliados con Al Qaeda) y el Ejército Libre Sirio, un grupo de oposición formado por muchos ex integrantes de fuerzas del gobierno.
Y eso ni siquiera toma en cuenta a los yihadistas de otras partes del globo que seguramente se van a irritar si ISIS gana más poder. Por ejemplo, el Jemaah Islamiya (JI), un grupo terrorista islámico que se considera un brazo de Al Qaeda en el sudeste asiático. JI ha jugado un rol significativo en ataques yihadistas: en 2000, uno de sus jefes fue anfitrión de una reunión en Malasia con miembros de Al Qaeda donde planificaron los ataques del 11/9 y al barco de guerra USS Cole. JI también estuvo detrás de los brutales atentados del 2002 en dos clubes nocturnos de Bali, con un saldo de 202 víctimas fatales. En otras palabras, son chicos malos. Pero han operado por décadas y sus objetivos son distintos a los del ISIS: JI quiere establecer en el sudeste asiático una Adula Islamiya, un califato regional islámico, algo que no podría si ISIS encabeza un califato global.
ISIS, entonces, se enfrenta a dos grandes amenazas militares: otros grupos terroristas y la posibilidad de una insurrección sunita en zonas bajo su control, impulsado por la repulsa popular entre los musulmanes que estos yihadistas consideran traidores al islam. El grupo se enfrenta a enemigos en todas las direcciones y con el tiempo, no importa cuántas armas o dinero posea, ISIS caerá con alguno de ellos.
A menos que... A menos que los políticos en los Estados Unidos y sus aliados en Occidente recurren a su tradicional enfoque de “Disparar primero, pensar después” de la planificación militar. Pensemos por un momento: ISIS comenzó a decapitar periodistas occidentales y a subir los videos a Internet para que todos la vean. El público al que apunta, por supuesto, es Estados Unidos. ISIS dice que está participando en esta barbarie para advertir a los estadounidenses, pero ni siquiera ellos son tan estúpidos. Los ataques de 9/11, como sabe todo terrorista, tenían por objeto y tuvieron éxito en atraer a EE. UU. a la guerra –tal como bin Laden esperaba. Él creía que sus combatientes de Al-Qaeda derrotarían a las fuerzas armadas estadounidenses y lo manejó desde Arabia Saudita. ¿Por qué ISIS pensaría que matar unos pocos periodistas acobardaría a los Estados Unidos cuando el sacrificio de miles no lo hizo?
Simple: No lo piensan. Como me dijo un experto en terrorismo, ISIS espera que Estados Unidos vaya demasiado lejos en su respuesta, lance ataques que maten a muchos musulmanes inocentes en un intento de acabar con los yihadistas. Eso no destruiría a ISIS, pero haría descarrilar la amenaza islámica al grupo. Porque no importa cuán odiado sea ISIS entre los otros yihadistas y musulmanes de Oriente Medio, Estados Unidos es más despreciado. Un nuevo error estratégico a la par de la guerra de Irak haría distraer a los enemigos islámicos de ISIS y volcaría la batalla, una vez más, hacia los EE. UU. Si ISIS va a sobrevivir, necesita que EE. UU. golpee precipitadamente y con dureza contra ella.
Todo esto parece un ajedrez tridimensional, y lo es.
Por desgracia, Estados Unidos rara vez logra jugar más que a las damas cuando se trata de hacer frente a las amenazas globales. Sí, ISIS tiene la esperanza de golpear a Estados Unidos con algo, cualquier cosa, y tiene bastantes seguidores en ese país para atacar un blanco fácil. Pero el propósito de tal asalto será el de provocar una respuesta, una que, sin darse cuenta, salve a ISIS de la amenaza de los miles de millones de otros musulmanes que no quieren tener nada que ver con el grupo.
En este caso, los enemigos de nuestros enemigos son realmente nuestros amigos, al menos por ahora.
Fuente
El salvajismo del ISIS escandaliza hoy a Occidente. Pero en la lista de sus enemigos, que incluye a casi todo el resto del mundo musulmán, radica la semilla de su propia destrucción.
El Estado Islámico de Irak y el Levante, más conocido como ISIS (por sus siglas en inglés), no es solamente una colección de bárbaros psicópatas, crueles y despiadados, ávidos por adoptar las formas más brutales y sórdidas de la violencia hacia los no musulmanes y aquellos musulmanes que no comparten su interpretación rígida del islam. También son los yihadistas más estúpidos que hayan tomado protagonismo en la escena internacional.
Y aquí no sólo reside la semilla de su destrucción, sino también la razón por la cual Estados Unidos no debería apresurarse a correr detrás de estos criminales. En realidad, sólo necesita esperar y ver cuál de los muchos otros enemigos del ISIS es exitoso en sus ataques.
ISIS tomó ventaja de la debilidad creada por la guerra civil en Siria y la incompetencia del gobierno de Irak para tomar control del territorio y establecerse como una fuerza creíble. Pero invadir tierras por sorpresa o mediante el caos extendido es fácil. Piense, por ejemplo, que derrocar a Saddam Hussein en 2003 fue sencillo para Estados Unidos y sus aliados. El desafío real fue ganar apoyo entre los musulmanes del Medio Oriente -algo que Estados Unidos no pudo conseguir, lo que costó años de batalla y muerte. E ISIS ya estropeó esa crucial tarea.

El periodista John Foley, junto a su verdugo del ISIS.
Muchos en Estados Unidos quisieran salir a bombardearlos ya. Y Obama anunció el miércoles 10 una “estrategia integral antiterrorista” para “degradar y en última instancia destruir al Estado Islámico”. Pero como cualquier estratega militar sabe, la clave para la victoria es meterse dentro de la cabeza del enemigo, no sólo saltar al campo de batalla. Si así fuera, Estados Unidos habría obtenido una decisiva victoria en Irak hace una década.
Entonces, ¿qué es el ISIS? Es un grupo de lo que se conoce como “yihadistas salafitas”, abrazados a lo que ellos consideran el significado original de los textos sagrados del islam, incluyendo el Corán. Y que tienen un compromiso total con la yihad y la creencia de que EE. UU. es la mayor amenaza para su fe.
Vamos a contar. Entonces, el Enemigo Número 1 del ISIS son los Estados Unidos y sus aliados.
Por otra parte, este grupo es bastante diferente de grupos más grandes de salafitas que son simples adherentes a la interpretación estricta del Corán y otros documentos islámicos venerados. Y que no persiguen la violencia. A pesar de compartir creencias religiosas, los yihadistas salafitas consideran a otros salafitas como musulmanes apóstatas que se alejaron de Dios para calmar a los jeques petroleros árabes (por eso los yihadistas llaman a los otros salafitas “jequistas”). Así que el Enemigo Nº2 son el resto de los salafitas. Y el Enemigo Nº3, los jeques árabes.
Los yihadistas salafitas son también sunitas cuyos conflictos con los chiitas datan de siglos pasados. Como resultado, consideran a los chiitas como apóstatas y rechazan cualquier forma de gobierno chiita. (Los chiitas dirigen Irán y son los principales líderes en Irak. El presidente sirio Bashar al-Assad es alauita, una rama mística del islam chiita). Por lo tanto, el Enemigo Nº4 son los chiitas; Enemigo Nº5, el gobierno de Irán y sus fuerzas armadas; Enemigo Nº6, el gobierno de Irak y sus fuerzas armadas; Enemigo Nº7, el gobierno de Siria y sus fuerzas armadas.
Lo que debería ser obvio a esta altura es que estos yihadistas salafitas consideran a casi todos los musulmanes como enemigos del verdadero islam. Y también han adoptado una filosofía, llamada tafir, que amenaza a todos los otros musulmanes: creen que tienen el derecho de declarar a cualquiera de ellos fuera de la verdadera fe y ejecutarlos.
Como cualquiera puede advertir, asesinar personas no es la mejor manera de ganar amigos, familiares y compatriotas tribales. Osama bin Laden y Al Qaeda, también un grupo terrorista yihadista salafita, entendieron el punto y se enfocaron al enemigo número 1, Estados Unidos. Los fundamentalistas islámicos alrededor del mundo podían sentirse felices al respecto. Incluso los iraníes, pese a ser chiitas, podían tranquilamente apoyarlos.
Pero ISIS no es tan astuto. Sus carnicerías son indiscriminadas en gran parte porque creen que el islam debe depurarse antes de que pueda ser exitoso en la yihad. El problema, por supuesto, es que todos los musulmanes que odia el ISIS se consideran a ellos mismos legítimos –y algunas veces, los únicos verdaderos practicantes de la fe.
Así que, entre quienes deben ser erradicados para el ISIS, figuran otros grupos terroristas. Consideran a Hamas, la organización sunita que combate en el conflicto árabe-israelí, como traidores a la fe que deben ser removidos o asesinados antes de que logren cualquier victoria contra Israel. ISIS puso una bomba en un suburbio de Beirut que es un bastión del grupo terrorista chiita Hezbollah.
También crucificaron (literalmente) a ocho rebeldes musulmanes que luchaban con los yihadistas contra el gobierno sirio por ser demasiado moderados. Y un comandante del ISIS, el tunecino Abu Musab, declaró a Ayman al-Zawahiri, el líder de Al Qaeda, como un apóstata. Así que el Enemigo Nº8 es Hamas; el Enemigo Nº9, Hezbollah; y el Enemigo Nº10, Al Qaeda.
Debido a este odio indiscriminado, ISIS es considerado incluso por otros sunitas como falsos musulmanes. Algunos sunitas identificaron a los miembros del grupo como modernos kharijitas, una secta que no es chiita ni sunita y que en el siglo VII rechazó el liderazgo del sobrino de Mahoma. (Y, en verdad, ISIS tiene mucho de los rasgos violentos y de superioridad moral de los kharijitas.)
Otros consideran a ISIS tan contrarios a los intereses musulmanes que especulan que se trata de una creación de gobiernos occidentales; algunos incluso afirman que Hillary Clinton se jactó de crear el ISIS en su libro Hard Choices (Decisiones difíciles), algo que, en verdad, nunca dijo o escribió.
Pero además de la tontería de granjearse la rivalidad de casi todo el mundo, ISIS hizo un error aún más significativo: declaró que estaba fundando un estado islámico global conocido como califato y nombró a su líder como el máximo referente religioso y político.
Esto podría parecer mucho de nada, pero al hacerlo, los líderes del ISIS han señalado al mundo entero musulmán que cada practicante verdadero del islam, incluyendo miembros de Al Qaeda y otros grupos terroristas, debe jurarles lealtad a ellos en orden de obedecer a Dios. Eso no es una idea atractiva para grupos terroristas que han estado actuando bastante antes que el ISIS y que ciertamente no quieren integrar un grupo que promete matarlos.
Así que, mientras es cierto que ISIS está extremadamente bien armado y financiado (en parte, robando a otros musulmanes o forzándolos a pagar dinero por su protección), un análisis real del grupo requiere un examen de sus enemigos musulmanes. Y, como ya debería ser aparente, hay muchos de ellos.
En adición a los que ya fueron nombrados aquí, se pueden sumar a la lista de rivales al Ejército libanés, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (una organización política y militar kurda), el Frente Islámico (un grupo de siete grupos rebeldes en Siria que están aliados con Al Qaeda) y el Ejército Libre Sirio, un grupo de oposición formado por muchos ex integrantes de fuerzas del gobierno.
Y eso ni siquiera toma en cuenta a los yihadistas de otras partes del globo que seguramente se van a irritar si ISIS gana más poder. Por ejemplo, el Jemaah Islamiya (JI), un grupo terrorista islámico que se considera un brazo de Al Qaeda en el sudeste asiático. JI ha jugado un rol significativo en ataques yihadistas: en 2000, uno de sus jefes fue anfitrión de una reunión en Malasia con miembros de Al Qaeda donde planificaron los ataques del 11/9 y al barco de guerra USS Cole. JI también estuvo detrás de los brutales atentados del 2002 en dos clubes nocturnos de Bali, con un saldo de 202 víctimas fatales. En otras palabras, son chicos malos. Pero han operado por décadas y sus objetivos son distintos a los del ISIS: JI quiere establecer en el sudeste asiático una Adula Islamiya, un califato regional islámico, algo que no podría si ISIS encabeza un califato global.
ISIS, entonces, se enfrenta a dos grandes amenazas militares: otros grupos terroristas y la posibilidad de una insurrección sunita en zonas bajo su control, impulsado por la repulsa popular entre los musulmanes que estos yihadistas consideran traidores al islam. El grupo se enfrenta a enemigos en todas las direcciones y con el tiempo, no importa cuántas armas o dinero posea, ISIS caerá con alguno de ellos.
A menos que... A menos que los políticos en los Estados Unidos y sus aliados en Occidente recurren a su tradicional enfoque de “Disparar primero, pensar después” de la planificación militar. Pensemos por un momento: ISIS comenzó a decapitar periodistas occidentales y a subir los videos a Internet para que todos la vean. El público al que apunta, por supuesto, es Estados Unidos. ISIS dice que está participando en esta barbarie para advertir a los estadounidenses, pero ni siquiera ellos son tan estúpidos. Los ataques de 9/11, como sabe todo terrorista, tenían por objeto y tuvieron éxito en atraer a EE. UU. a la guerra –tal como bin Laden esperaba. Él creía que sus combatientes de Al-Qaeda derrotarían a las fuerzas armadas estadounidenses y lo manejó desde Arabia Saudita. ¿Por qué ISIS pensaría que matar unos pocos periodistas acobardaría a los Estados Unidos cuando el sacrificio de miles no lo hizo?
Simple: No lo piensan. Como me dijo un experto en terrorismo, ISIS espera que Estados Unidos vaya demasiado lejos en su respuesta, lance ataques que maten a muchos musulmanes inocentes en un intento de acabar con los yihadistas. Eso no destruiría a ISIS, pero haría descarrilar la amenaza islámica al grupo. Porque no importa cuán odiado sea ISIS entre los otros yihadistas y musulmanes de Oriente Medio, Estados Unidos es más despreciado. Un nuevo error estratégico a la par de la guerra de Irak haría distraer a los enemigos islámicos de ISIS y volcaría la batalla, una vez más, hacia los EE. UU. Si ISIS va a sobrevivir, necesita que EE. UU. golpee precipitadamente y con dureza contra ella.
Todo esto parece un ajedrez tridimensional, y lo es.
Por desgracia, Estados Unidos rara vez logra jugar más que a las damas cuando se trata de hacer frente a las amenazas globales. Sí, ISIS tiene la esperanza de golpear a Estados Unidos con algo, cualquier cosa, y tiene bastantes seguidores en ese país para atacar un blanco fácil. Pero el propósito de tal asalto será el de provocar una respuesta, una que, sin darse cuenta, salve a ISIS de la amenaza de los miles de millones de otros musulmanes que no quieren tener nada que ver con el grupo.
En este caso, los enemigos de nuestros enemigos son realmente nuestros amigos, al menos por ahora.
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