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Este aniversario se da en un momento especial en nuestro país. Hace tiempo que no se escuchaba hablar tanto de “los troskos” en los medios o en las discusiones políticas nacionales. Los matones sindicales amigos del gobierno como Pignanelli, están desencajados por tener que referirse constantemente a esta corriente “maldita”. Esta es la vieja tradición de lo más rancio de la derecha peronista, que ya desde los ’60 y ’70 bramaba contra “el sucio trapo rojo”.
En el kirchnerismo también hay un sector que destila veneno contra quienes levantamos las ideas de Trotsky: especialmente intelectuales y cuadros políticos “progres” provenientes del PC. Repiten una y otra vez la idea de que “los trotskistas le hacen el juego a la derecha” y acuñan la frase desmentida por la realidad de la presidenta: “A la izquierda del kirchnerismo solo está la pared”. El peronismo siempre hizo todo lo posible por alejar a los trabajadores del trotskismo, identificándolo con el PS y el PC, que durante la mayor parte de su historia se aliaron con los peores enemigos del movimiento obrero y apoyaron dictaduras militares, acusándonos de “estar con los gorilas”. Pero los trotskistas, lejos de ello, nos insertamos en los sectores avanzados de la clase obrera y representamos para patrones, políticos burgueses y burócratas la perspectiva de una revolución donde todos ellos terminen en el basurero de la historia.