La historia de la masonería en Coronel Suárez:
se inicia durante la construcción de las catedrales góticas, entre los siglos XII y XIV. Los masones (los encargados de construir en piedra no solo catedrales, sino también castillos, grandes iglesias y parroquias) eran trabajadores calificados. Los había de dos clases: los “picapiedreron” o “masones rústicos”, que plantaban la piedra dura común, y los masones más diestros, que tallaban las fachadas de los frentes de las catedrales en una piedra más blanda conocida como “piedra franca”, por lo que se los denominaba “masones de piedra franca” o “francmasones”.
Estos masones se agrupaban en gremios o guildas, sociedades o corporaciones laborales de autodefensa en las que se juraba guardar el orden interno y los secretos de la profesión, como por ejemplo: las técnicas de construcción. Su organización era la básica y común a cualquier proceso medieval de formación de cada trabajador especializado: el inicio como aprendiz, luego oficial y, por último maestro. El oficio se le enseñaba al aprendiz, en tanto que los secretos más importantes se les iban incorporando en su ascensión hasta el grado de maestro, el puesto, por supuesto, más limitado y más preciado. Estas antiguas corporaciones medievales se reunían en una casa pequeña a la que denominaban Logia, nombre que adoptaría la masonería moderna para los edificios donde se congregan sus miembros.
Pero, paralelamente a la edificación y a las enseñanzas sobre técnicas de construcción, las corporaciones de canteros y las guildas se dedicaban a la especulación (meditación, reflexión) filosófica. Dedicaban así parte de sus esfuerzos a la construcción de un “Templo Ideal” (vinculado con la alquimia, las creencias antiguas de tradición hermética y la enseñanza de reglas morales) y al desarrollo de un espíritu de confraternidad entre sus miembros.
A partir del siglo XV y la decadencia de las construcciones góticas, estas guildas perdieron su función original: ligar a los arquitectos y picapedreros; pero continuaron existiendo, ya no como corporaciones medievales de construcción, sino como ámbitos de sociabilidad destinados a desarrollar los principios filosóficos y espirituales originales de la institución. Comenzaron a aceptar a quienes ellos llamaban “Profanos”, vale decir, a aquellas personas no pertenecientes al ámbito de la construcción. Con su incorporación surgió, en un proceso que duró un par de siglos, la masonería moderna como institución, a través del desarrollo de logias, ya no operativas, sino especulativas. Los iniciados en el nuevo rito e ideario, constructores ahora en sentido espiritual del hombre que ha de surgir de su obra, aspiran a pasar de aprendices a compañeros y desde allí a la perfección de los maestros. Como los viejos albañiles y canteros, los masones se envuelven de instrumental y simbolismo constructivo (compases, escuadras, columnas, niveles,plomadas, etc.), inculcando virtudes morales y sociales (amor fraternal, caridad, justicia, equidad y honestidad) mediante la aplicación simbólica de las herramientas de trabajo de los masones operativos y por medio de alegorías, lecciones y constituciones. Los fabricantes del hombre nuevo van a partir de las grandes verdades para desarrollar las grandes realidades y su senda va a estar señalada por preceptos positivos, de amor hacia el hombre, la mejor catedral que se pueda construir otra vez y para siempre en honor del “creador celestial” ( o Gran Arquitecto del Universo, como lo denominan). Y aquí bien vale la aclaración: la Masonería no es ni una religión ni una secta. La creencia en un Ser Superior (ese Gran Arquitecto) es individual y se aplica a la creencia particular de cada miembro (ya sea cristiano, musulmán, etc.)
Pero la Masonería posee otras características.
Sus miembros están obligados a la observancia de los principios de amor fraternal (por eso se auto-refieren como “hermanos”), igualdad, asistencia mutua y confianza, teniendo modos secretos de mutuo reconocimiento en todo el mundo. Se reúnen en logias gobernadas autocráticamente por un Venerable Maestro (una especie de “presidente”, al igual que el de un club u otra entidad social) asistido por los Vigilantes (Secretarios, Vocales, etc.), y los cuales ingresan candidatos después de una particular investigación de sus calificaciones mentales, morales y físicas. Al ser
aceptados son admitidos por medio de ceremonias secretas de Iniciación, basadas fundamentalmente en antiguas leyendas de la Orden. En su organización de desarrollaban tres grados simbólicos basados en divisiones de las gildas (aprendiz, compañero y maestro), a los cuales se le agregan, en el caso del denominado Rito Escocés Antiguo y Aceptado, treinta grados simbólicos mas.
Estas logias especulativas modernas adquieren su organización a principios del siglo XVIII en Inglaterra, donde se forma la Gran Logia de aquel país en 1717, y desde donde se diseminan por toda Europa y Norteamérica.
Aunque la existencia de la masonería en la Argentina se remonta al período colonial, la organización institucional de la misma se lleva a cabo a partir de 1857, cuando se crea el Gran Oriente de la Argentina, bajo el Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Si bien sustenta ideales universales reconocidos por todos los masones (fraternidad, ayuda mutua, libertad, igualdad), sin distinción de ritos, la fragmentación interna fue un hecho común en la Institución desde su fundación hasta bien entrando el siglo XX.
La Logia Abnegación
La Logia Abnegación surge en 1895 bajo los auspicios de la Soberana Gran Logia Regional “Bonaerense” (originada en La Plata y disidente del Gran Oriente de la Argentina). Pero poco tiempo después, el 14 de febrero de 1897, solicitan adherirse al Serenísimo Gran Oriente Argentino (otra rama disidente) para luego de unos meses transferirse
nuevamente, esta vez al Gran Oriente de la Argentina. Como se observa, los primeros tiempos de la logia Abnegación fueron de definiciones y ordenamientos. Una vez establecidos bajo el amparo del Gran Oriente de la Argentina comenzarían a desarrollar una tarea social de enormes connotaciones.
¿Quiénes fundaron la Logia de Abnegación? En una localidad de menos de 3000 habitantes (el partido contaba con 4793) no debería ser difícil saber quiénes eran esos hombres que se reunían todos los martes bajo el sigilo posible.
La tradición masónica establece que para que una logia pueda ser fundada debe haber, al menos, “siete hermanos reunidos”. Por supuesto, la inexistencia de una logia en nuestra localidad lleva, necesariamente, a que los miembros fundadores de la misma deban provenir de otros lugares: Federico Carbonel, iniciado en Barcelona (España) en la logia La Lagesse, Luís Rundie (logia regeneración, de Buenos Aires); Antonio amarillo (logia Italia, de Buenos Aires); Alberto Mirri, Vicente Cervone, Nicolás Viggiano y Pedro Giraut, de la logia Obreros del Sur, de Olavaria; José Doldán y Miguel Goallard de la logia Luz de la Pampa, de Guaminí. Pero no pasaría mucho tiempo sin que fueran iniciados vecinos de la localidad en la nueva logia. Los primeros serían Emilio Bras y Antonio Canadea, el 21 de enero de 1896, a los que se le agregarían Luís Cabarrou, Alejandro Leone, Miguel Larragain, José Modaselli, Antonio Casella, Menotti Bertoldo y
Ezequiel Lacabe, entre otros.
Sus miembros pertenecían a un grupo social muy definido: la naciente clase media. Eran comerciantes (peluqueros, sastres, fonderos, joyeros, panaderos, etc.), hacendados (medianos y pequeños), obreros especializados (constructores, foguistas del ferrocarril) y profesionales (médicos, farmacéuticos).
Por otro lado, la mayoría de sus miembros eran extranjeros: había españoles, italianos, franceses, ingleses, suizos e, incluso, un marroquí. Esta variedad de nacionalidades nos muestra, por un lado, que la logia representaba una entidad absolutamente cosmopolita y, por otro, que este hecho responde a la necesidad de muchos extranjeros de agruparse.
En un país extraño, desconocido, la adhesión a una institución como la Masonería evidencia la inexistencia de una red social de contención para estos inmigrantes y la búsqueda de ambientes de sociabilidad que colmen ese vacío. Esta idea puede contrastarse con dos hechos significativos. En primer lugar no hubo alemanes del Volga en la logia. Y esto, si bien se debe en gran medida al fuerte sentimiento religioso imperante en las tres colonias (el enfrentamiento entre iglesias y Masonería se resolvió en aquellas comunidades a favor de la primera) se debe también a que allí se instaló un grupo social y cultural homogéneo, donde en la gran mayoría de los casos arribaron familias enteras y donde se mantuvo el mismo dialecto, la misma religión y, por sobre todo, las mismas costumbres que en su lugar de origen, eliminando la necesidad de búsqueda de un espacio social de contención para sus inmigrantes.
En segundo lugar, miembros de la masonería participaron en la fundación de dos de las sociedades extranjeras en Coronel Suárez: La Sociedad Italiana (que contó con Menotti Bertoldo- relojero y joyero que poseía el local al lado del Banco Nación, sobre la calle Belgrano- y Alberto Mirri) y la Sociedad Francesa (que tuvo como primer Vicepresidente a Luís Cabarrou, como secretario a Víctor Lousarc y a Emilio Bras como consejero). Si bien una cantidad importante de españoles en la logia, los mismos no participaron en la creación de la Sociedad Española, detalle azaroso tal vez, pero del cual no podemos, aún, realizar ninguna conjetura.
Incluso varios de los miembros de la Abnegación participaron en la fundación de otras instituciones: El Tiro Patriótico; El Centro Blanco y Negro, cuyo primer pro tesorero fue Alberto Mirri; y el Club El Progreso, que contó entre sus fundadores con Luís Landoni.
Pero, por sobre todo, la Logia Abnegación fue la principal impulsora de la fundación de la Biblioteca Popular Sarmiento. Lamentablemente los papeles correspondientes a ese momento (1915) no han podido ser consultados con la suficiente profundidad para ofrecer, por el momento, datos más o menos concluyentes.
La Escuadra y el Compás en la Política local:
Si bien la participación de masones en la política lugareña no se
desarrollo con gran amplitud, contamos, entre 1900 y 1910 con casos puntuales que, a pesar de ser limitados, son de singular interés y nos muestran una fuerte inserción política de algunos miembros de la logia.
Luís Conturbi había nacido en 1876 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
Apenas recibido de farmacéutico en la Universidad de Buenos Aires, llega a Coronel Suárez a principios de 1899, y el 10 de octubre de ese año es iniciado en la logia de Abnegación. Allí ocupa varios puestos, entre ellos el de Orador y Venerable.
De igual forma ocupa varias veces una banca como concejal entre 1900 y 1910, siendo también, elegido Intendente Municipal en 1905.
José A. Centurión, otro masón suarence, se desempeño varias veces como Concejal (por ejemplo, en 1899 y como Secretario del Honorable Consejo Deliberante en 1902), al igual que Emilio Bras (quien fuera, también, en 1900, Consejero Escolar Titular y Venerable de la logia) y Ezequiel Lacabe (quien fuera el primer encargado del comercio de Cleto Santa Marina). Antonio Amarillo, otro miembro de la logia, se desempeñaría como Consejero Escolar suplente en 1900.
Contra el oscurantismo de la Iglesia:
La Iglesia Católica condenó a la Masonería Moderna desde sus inicios, en 1717. A partir de ese momento se comenzó a desarrollar una lucha entre ambos sectores, la cual determinaría, en gran parte, la historia de la Masonería hasta la actualidad.
La Iglesia Católica determinó que no es
compatible la pertenencia a ella y al mismo tiempo a la Masonería. Y al respecto lanzó una larga serie de encíclicas (10 en total, que van desde la In Eminente, de 1738 hasta la Custodi Di Quella Fede, de 1892) condenando a la Masonería y estableciendo la excomunión a aquellos católicos que participen de alguna logia.
Por su lado, la Masonería acuso a la Iglesia de dogmática y oscurantista, definiéndola como una tiranía esclavisadora de las conciencias, prosituída por la ambición de poder temporal y destinado a expandir la superstición y la ignorancia. Ante la pretensión de subyugamiento de los hombres por parte de la Iglesia, la Masonería se autoerigió como defensora de la legítima libertad de conciencia. Sin embargo, no deben confundirse estos postulados con ateísmo. Por el contrario, dejaría la Masonería de ser universal en sus finalidades, si se mostrara partidaria o enemiga de alguna religión.
A lo que ataca la Masonería no es a Dios, sino a la Iglesia como institución.
En medio de un enfrentamiento entre la Masonería y la iglesia se comienza a construir, a partir de septiembre de 1900, el edificio de la logia, el mismo donde hoy está instalado la Biblioteca Popular Sarmiento. La construcción del “Templo Masónico” respondía no sólo al hecho de lograr un espacio propio donde reunirse (hasta el momento se reunían en las casas de los diferentes miembros de la logia) y lograr “ver flamear la Bandera de la Fraternidad en un edificio no de
determinados hermanos sino de la Masonería Universal”, sino también, y tal vez más importante, para contrarrestar el poder de la Iglesia. Así se explica en una carta enviada el 30 de septiembre de 1900 al Gran Oriente de Buenos Aires y firmada por Ezequiel Lacabe y Emilio Bras (Secretario y Venerable de la logia, respectivamente) y en donde se pide se exonere a la logia del pago de los impuestos correspondientes.
Costó muchos sacrificios a “los obreros de la Logia Abnegación” lograr cumplir su cometido y terminar el edificio unos años después. Tanto es así que, en noviembre de 1903, envían diez acciones de la construcción del edificio como garantía por la deuda contraída con el Gran Cofre (ente que hace las veces de tesorería nacional) explicando que la logia “en la actualidad adeuda $2000 procedentes de materiales para la construcción del Templo Masónico y en dicha deuda está comprometida la firma de un hermano de este taller, que de cualquier forma se debe propender á salvar el crédito del hermano comprometido, y a todos nuestro esfuerzos se concentran hoy á cumplir los compromisos apremiantes que al no hacerlo, vendrá nuestro descrédito que tanto desean nuestros enemigos”. Meses después el Gran Oriente les devuelve las acciones y los exonera de la deuda.
Lamentablemente aún nos hallamos en una etapa inicial de investigación y búsqueda de datos acerca de la relación Masonería/Iglesia en nuestra ciudad, por lo que aún no podemos determinar a
ciencia cierta cuáles fueron las implicancias reales del enfrentamiento entre ambas partes. Sin embargo es de notar que en dicho conflicto la Iglesia surge como victoriosa, especialmente a partir de la segunda mitad de la década el veinte.
Los filántropos
Las logias masónicas modernas desarrollaron, a la par de aquella búsqueda de la superación filosófica, una intensa tarea filantrópica, completada con una idea de expansión de los ideales masónicos. Un claro ejemplo de esto ha sido la logia Abnegación.
Los masones suarenses junto a otros de la zona, fundaron las logias de Pigué, Arroyo Corto y Carhué. Pero lo que es más importante es su actividad filantrópica, desde el apoyo monetario para la creación del Hospital Municipal de nuestra ciudad hasta la colaboración en suscripciones para ayudar a las víctimas de calamidades, no solo en el país, sino también en el extranjero, como en mayo de 1902, cuando la Sociedad Francesa comenzó una suscripción para auxiliar a los sobrevivientes de las Islas Martinicos tras la erupción del Monte Pelée (colaborando los masones en forma individual y también como logia) y en 1904, donde recaudaron 120 pesos de aquel momento para socorrer a los heridos de la Guerra Civil en Uruguay.
Fueron también defensores acérrimos del juramento de mutua ayuda, enviando infortunados masones que, por razones económicas o de salud, lo necesitaban.
El Adiós a la Logia:
A fines de 1912 comienzan discusiones entre la
Logia y la Gran Logia (Antes denominado Gran Oriente), por lo que es declarada irregular el 20 de enero de 1913. A partir de ese momento de logia Abnegación pasará a desarrollar sus actividades bajo el Rito Azul.
Pero unos años después comienza a desarrollar sus actividades, junto con otras logias del interior del país y de la Capital Federal, de manera independiente, forma en que dejará de existir, no sin antes volver a ingresar a la Gran Logia. Afortunadamente se han vuelto a localizar documentos que se creían desaparecidos, los cuales nos permitirán, aunque más esporádicamente, rastrear el desarrollo de la logia hasta 1927, año en que deja de existir.
Su último Venerable fue Luís Landoni, quien fue quién tuvo que “abatir columnas”, vale decir, cerrar la logia. Es de destacar que la acción filantrópica de la misma de mantuvo hasta el último momento. El 1 de julio de 1927 la logia envía una nota al Consejo Deliberante ofreciendo su edificio en calidad de donación, el cual es aceptado el 20 de abril de 1929, aunque ya se había destinado la propiedad a la Biblioteca Popular Sarmiento el 28 de febrero de 1928.
La logia Abnegación otorga a la Biblioteca Sarmiento, además de su inmueble, otras dos importantes donaciones: entrega a la caja social de la institución el último saldo de efectivo con que contaba y dona, a fines de 1927, el mueble biblioteca que aún se conserva en la sala principal.
Lamentablemente luego prevaleció el olvido. Si
bien pudieron rescatarse dos maravillosos tomos de la “Historia General de la Masonería”, de Dantón: 18, un par de espadas rituales y una insignia (las cuales se conservan y exhiben orgullosamente en la Biblioteca Sarmiento) los resquemores de ciertos sectores de la sociedad llevaron a que se pierdan la inmensa mayoría de las pertenencias de la logia. La llegada del Uriburu al poder (en 1930) y el avance de la derecha ultra católica llevaron a que los papeles que se conservaron de la logia de Coronel Suárez fueran destruidos. También se quitaron la reja de su entrada y el enorme mármol ubicado bajo el dintel del edificio, los cuales poseían la escuadra y el compás entrecruzados.
Es de notar en la mayoría de la sociedad un gran desconocimiento acerca de quiénes eran y que hacían los masones.
Este desconocimiento favoreció el desarrollo de una “leyenda antimasónica” apoyada y desarrollada por la Iglesia Católica, vencedora en el conflicto con la masonería. Tanto es así que se ha llegado a escribir, en más de una oportunidad, que los masones hacían sacrificios humanos o que eran la base para un plan “judeo-marxista” de denominación mundial.
Con este pequeño trabajo creemos haber cumplido, en parte, con un acto de justicia histórica: rescatar del olvido a aquellos “obreros” de la Abnegación y revalorizar una acción que, aunque discutida y vituperada por muchos, contribuyó al crecimiento de nuestra comunidad por más de treinta años.
se inicia durante la construcción de las catedrales góticas, entre los siglos XII y XIV. Los masones (los encargados de construir en piedra no solo catedrales, sino también castillos, grandes iglesias y parroquias) eran trabajadores calificados. Los había de dos clases: los “picapiedreron” o “masones rústicos”, que plantaban la piedra dura común, y los masones más diestros, que tallaban las fachadas de los frentes de las catedrales en una piedra más blanda conocida como “piedra franca”, por lo que se los denominaba “masones de piedra franca” o “francmasones”.
Estos masones se agrupaban en gremios o guildas, sociedades o corporaciones laborales de autodefensa en las que se juraba guardar el orden interno y los secretos de la profesión, como por ejemplo: las técnicas de construcción. Su organización era la básica y común a cualquier proceso medieval de formación de cada trabajador especializado: el inicio como aprendiz, luego oficial y, por último maestro. El oficio se le enseñaba al aprendiz, en tanto que los secretos más importantes se les iban incorporando en su ascensión hasta el grado de maestro, el puesto, por supuesto, más limitado y más preciado. Estas antiguas corporaciones medievales se reunían en una casa pequeña a la que denominaban Logia, nombre que adoptaría la masonería moderna para los edificios donde se congregan sus miembros.
Pero, paralelamente a la edificación y a las enseñanzas sobre técnicas de construcción, las corporaciones de canteros y las guildas se dedicaban a la especulación (meditación, reflexión) filosófica. Dedicaban así parte de sus esfuerzos a la construcción de un “Templo Ideal” (vinculado con la alquimia, las creencias antiguas de tradición hermética y la enseñanza de reglas morales) y al desarrollo de un espíritu de confraternidad entre sus miembros.
A partir del siglo XV y la decadencia de las construcciones góticas, estas guildas perdieron su función original: ligar a los arquitectos y picapedreros; pero continuaron existiendo, ya no como corporaciones medievales de construcción, sino como ámbitos de sociabilidad destinados a desarrollar los principios filosóficos y espirituales originales de la institución. Comenzaron a aceptar a quienes ellos llamaban “Profanos”, vale decir, a aquellas personas no pertenecientes al ámbito de la construcción. Con su incorporación surgió, en un proceso que duró un par de siglos, la masonería moderna como institución, a través del desarrollo de logias, ya no operativas, sino especulativas. Los iniciados en el nuevo rito e ideario, constructores ahora en sentido espiritual del hombre que ha de surgir de su obra, aspiran a pasar de aprendices a compañeros y desde allí a la perfección de los maestros. Como los viejos albañiles y canteros, los masones se envuelven de instrumental y simbolismo constructivo (compases, escuadras, columnas, niveles,plomadas, etc.), inculcando virtudes morales y sociales (amor fraternal, caridad, justicia, equidad y honestidad) mediante la aplicación simbólica de las herramientas de trabajo de los masones operativos y por medio de alegorías, lecciones y constituciones. Los fabricantes del hombre nuevo van a partir de las grandes verdades para desarrollar las grandes realidades y su senda va a estar señalada por preceptos positivos, de amor hacia el hombre, la mejor catedral que se pueda construir otra vez y para siempre en honor del “creador celestial” ( o Gran Arquitecto del Universo, como lo denominan). Y aquí bien vale la aclaración: la Masonería no es ni una religión ni una secta. La creencia en un Ser Superior (ese Gran Arquitecto) es individual y se aplica a la creencia particular de cada miembro (ya sea cristiano, musulmán, etc.)
Pero la Masonería posee otras características.
Sus miembros están obligados a la observancia de los principios de amor fraternal (por eso se auto-refieren como “hermanos”), igualdad, asistencia mutua y confianza, teniendo modos secretos de mutuo reconocimiento en todo el mundo. Se reúnen en logias gobernadas autocráticamente por un Venerable Maestro (una especie de “presidente”, al igual que el de un club u otra entidad social) asistido por los Vigilantes (Secretarios, Vocales, etc.), y los cuales ingresan candidatos después de una particular investigación de sus calificaciones mentales, morales y físicas. Al ser
aceptados son admitidos por medio de ceremonias secretas de Iniciación, basadas fundamentalmente en antiguas leyendas de la Orden. En su organización de desarrollaban tres grados simbólicos basados en divisiones de las gildas (aprendiz, compañero y maestro), a los cuales se le agregan, en el caso del denominado Rito Escocés Antiguo y Aceptado, treinta grados simbólicos mas.
Estas logias especulativas modernas adquieren su organización a principios del siglo XVIII en Inglaterra, donde se forma la Gran Logia de aquel país en 1717, y desde donde se diseminan por toda Europa y Norteamérica.
Aunque la existencia de la masonería en la Argentina se remonta al período colonial, la organización institucional de la misma se lleva a cabo a partir de 1857, cuando se crea el Gran Oriente de la Argentina, bajo el Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Si bien sustenta ideales universales reconocidos por todos los masones (fraternidad, ayuda mutua, libertad, igualdad), sin distinción de ritos, la fragmentación interna fue un hecho común en la Institución desde su fundación hasta bien entrando el siglo XX.
La Logia Abnegación
La Logia Abnegación surge en 1895 bajo los auspicios de la Soberana Gran Logia Regional “Bonaerense” (originada en La Plata y disidente del Gran Oriente de la Argentina). Pero poco tiempo después, el 14 de febrero de 1897, solicitan adherirse al Serenísimo Gran Oriente Argentino (otra rama disidente) para luego de unos meses transferirse
nuevamente, esta vez al Gran Oriente de la Argentina. Como se observa, los primeros tiempos de la logia Abnegación fueron de definiciones y ordenamientos. Una vez establecidos bajo el amparo del Gran Oriente de la Argentina comenzarían a desarrollar una tarea social de enormes connotaciones.
¿Quiénes fundaron la Logia de Abnegación? En una localidad de menos de 3000 habitantes (el partido contaba con 4793) no debería ser difícil saber quiénes eran esos hombres que se reunían todos los martes bajo el sigilo posible.
La tradición masónica establece que para que una logia pueda ser fundada debe haber, al menos, “siete hermanos reunidos”. Por supuesto, la inexistencia de una logia en nuestra localidad lleva, necesariamente, a que los miembros fundadores de la misma deban provenir de otros lugares: Federico Carbonel, iniciado en Barcelona (España) en la logia La Lagesse, Luís Rundie (logia regeneración, de Buenos Aires); Antonio amarillo (logia Italia, de Buenos Aires); Alberto Mirri, Vicente Cervone, Nicolás Viggiano y Pedro Giraut, de la logia Obreros del Sur, de Olavaria; José Doldán y Miguel Goallard de la logia Luz de la Pampa, de Guaminí. Pero no pasaría mucho tiempo sin que fueran iniciados vecinos de la localidad en la nueva logia. Los primeros serían Emilio Bras y Antonio Canadea, el 21 de enero de 1896, a los que se le agregarían Luís Cabarrou, Alejandro Leone, Miguel Larragain, José Modaselli, Antonio Casella, Menotti Bertoldo y
Ezequiel Lacabe, entre otros.
Sus miembros pertenecían a un grupo social muy definido: la naciente clase media. Eran comerciantes (peluqueros, sastres, fonderos, joyeros, panaderos, etc.), hacendados (medianos y pequeños), obreros especializados (constructores, foguistas del ferrocarril) y profesionales (médicos, farmacéuticos).
Por otro lado, la mayoría de sus miembros eran extranjeros: había españoles, italianos, franceses, ingleses, suizos e, incluso, un marroquí. Esta variedad de nacionalidades nos muestra, por un lado, que la logia representaba una entidad absolutamente cosmopolita y, por otro, que este hecho responde a la necesidad de muchos extranjeros de agruparse.
En un país extraño, desconocido, la adhesión a una institución como la Masonería evidencia la inexistencia de una red social de contención para estos inmigrantes y la búsqueda de ambientes de sociabilidad que colmen ese vacío. Esta idea puede contrastarse con dos hechos significativos. En primer lugar no hubo alemanes del Volga en la logia. Y esto, si bien se debe en gran medida al fuerte sentimiento religioso imperante en las tres colonias (el enfrentamiento entre iglesias y Masonería se resolvió en aquellas comunidades a favor de la primera) se debe también a que allí se instaló un grupo social y cultural homogéneo, donde en la gran mayoría de los casos arribaron familias enteras y donde se mantuvo el mismo dialecto, la misma religión y, por sobre todo, las mismas costumbres que en su lugar de origen, eliminando la necesidad de búsqueda de un espacio social de contención para sus inmigrantes.
En segundo lugar, miembros de la masonería participaron en la fundación de dos de las sociedades extranjeras en Coronel Suárez: La Sociedad Italiana (que contó con Menotti Bertoldo- relojero y joyero que poseía el local al lado del Banco Nación, sobre la calle Belgrano- y Alberto Mirri) y la Sociedad Francesa (que tuvo como primer Vicepresidente a Luís Cabarrou, como secretario a Víctor Lousarc y a Emilio Bras como consejero). Si bien una cantidad importante de españoles en la logia, los mismos no participaron en la creación de la Sociedad Española, detalle azaroso tal vez, pero del cual no podemos, aún, realizar ninguna conjetura.
Incluso varios de los miembros de la Abnegación participaron en la fundación de otras instituciones: El Tiro Patriótico; El Centro Blanco y Negro, cuyo primer pro tesorero fue Alberto Mirri; y el Club El Progreso, que contó entre sus fundadores con Luís Landoni.
Pero, por sobre todo, la Logia Abnegación fue la principal impulsora de la fundación de la Biblioteca Popular Sarmiento. Lamentablemente los papeles correspondientes a ese momento (1915) no han podido ser consultados con la suficiente profundidad para ofrecer, por el momento, datos más o menos concluyentes.
La Escuadra y el Compás en la Política local:
Si bien la participación de masones en la política lugareña no se
desarrollo con gran amplitud, contamos, entre 1900 y 1910 con casos puntuales que, a pesar de ser limitados, son de singular interés y nos muestran una fuerte inserción política de algunos miembros de la logia.
Luís Conturbi había nacido en 1876 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
Apenas recibido de farmacéutico en la Universidad de Buenos Aires, llega a Coronel Suárez a principios de 1899, y el 10 de octubre de ese año es iniciado en la logia de Abnegación. Allí ocupa varios puestos, entre ellos el de Orador y Venerable.
De igual forma ocupa varias veces una banca como concejal entre 1900 y 1910, siendo también, elegido Intendente Municipal en 1905.
José A. Centurión, otro masón suarence, se desempeño varias veces como Concejal (por ejemplo, en 1899 y como Secretario del Honorable Consejo Deliberante en 1902), al igual que Emilio Bras (quien fuera, también, en 1900, Consejero Escolar Titular y Venerable de la logia) y Ezequiel Lacabe (quien fuera el primer encargado del comercio de Cleto Santa Marina). Antonio Amarillo, otro miembro de la logia, se desempeñaría como Consejero Escolar suplente en 1900.
Contra el oscurantismo de la Iglesia:
La Iglesia Católica condenó a la Masonería Moderna desde sus inicios, en 1717. A partir de ese momento se comenzó a desarrollar una lucha entre ambos sectores, la cual determinaría, en gran parte, la historia de la Masonería hasta la actualidad.
La Iglesia Católica determinó que no es
compatible la pertenencia a ella y al mismo tiempo a la Masonería. Y al respecto lanzó una larga serie de encíclicas (10 en total, que van desde la In Eminente, de 1738 hasta la Custodi Di Quella Fede, de 1892) condenando a la Masonería y estableciendo la excomunión a aquellos católicos que participen de alguna logia.
Por su lado, la Masonería acuso a la Iglesia de dogmática y oscurantista, definiéndola como una tiranía esclavisadora de las conciencias, prosituída por la ambición de poder temporal y destinado a expandir la superstición y la ignorancia. Ante la pretensión de subyugamiento de los hombres por parte de la Iglesia, la Masonería se autoerigió como defensora de la legítima libertad de conciencia. Sin embargo, no deben confundirse estos postulados con ateísmo. Por el contrario, dejaría la Masonería de ser universal en sus finalidades, si se mostrara partidaria o enemiga de alguna religión.
A lo que ataca la Masonería no es a Dios, sino a la Iglesia como institución.
En medio de un enfrentamiento entre la Masonería y la iglesia se comienza a construir, a partir de septiembre de 1900, el edificio de la logia, el mismo donde hoy está instalado la Biblioteca Popular Sarmiento. La construcción del “Templo Masónico” respondía no sólo al hecho de lograr un espacio propio donde reunirse (hasta el momento se reunían en las casas de los diferentes miembros de la logia) y lograr “ver flamear la Bandera de la Fraternidad en un edificio no de
determinados hermanos sino de la Masonería Universal”, sino también, y tal vez más importante, para contrarrestar el poder de la Iglesia. Así se explica en una carta enviada el 30 de septiembre de 1900 al Gran Oriente de Buenos Aires y firmada por Ezequiel Lacabe y Emilio Bras (Secretario y Venerable de la logia, respectivamente) y en donde se pide se exonere a la logia del pago de los impuestos correspondientes.
Costó muchos sacrificios a “los obreros de la Logia Abnegación” lograr cumplir su cometido y terminar el edificio unos años después. Tanto es así que, en noviembre de 1903, envían diez acciones de la construcción del edificio como garantía por la deuda contraída con el Gran Cofre (ente que hace las veces de tesorería nacional) explicando que la logia “en la actualidad adeuda $2000 procedentes de materiales para la construcción del Templo Masónico y en dicha deuda está comprometida la firma de un hermano de este taller, que de cualquier forma se debe propender á salvar el crédito del hermano comprometido, y a todos nuestro esfuerzos se concentran hoy á cumplir los compromisos apremiantes que al no hacerlo, vendrá nuestro descrédito que tanto desean nuestros enemigos”. Meses después el Gran Oriente les devuelve las acciones y los exonera de la deuda.
Lamentablemente aún nos hallamos en una etapa inicial de investigación y búsqueda de datos acerca de la relación Masonería/Iglesia en nuestra ciudad, por lo que aún no podemos determinar a
ciencia cierta cuáles fueron las implicancias reales del enfrentamiento entre ambas partes. Sin embargo es de notar que en dicho conflicto la Iglesia surge como victoriosa, especialmente a partir de la segunda mitad de la década el veinte.
Los filántropos
Las logias masónicas modernas desarrollaron, a la par de aquella búsqueda de la superación filosófica, una intensa tarea filantrópica, completada con una idea de expansión de los ideales masónicos. Un claro ejemplo de esto ha sido la logia Abnegación.
Los masones suarenses junto a otros de la zona, fundaron las logias de Pigué, Arroyo Corto y Carhué. Pero lo que es más importante es su actividad filantrópica, desde el apoyo monetario para la creación del Hospital Municipal de nuestra ciudad hasta la colaboración en suscripciones para ayudar a las víctimas de calamidades, no solo en el país, sino también en el extranjero, como en mayo de 1902, cuando la Sociedad Francesa comenzó una suscripción para auxiliar a los sobrevivientes de las Islas Martinicos tras la erupción del Monte Pelée (colaborando los masones en forma individual y también como logia) y en 1904, donde recaudaron 120 pesos de aquel momento para socorrer a los heridos de la Guerra Civil en Uruguay.
Fueron también defensores acérrimos del juramento de mutua ayuda, enviando infortunados masones que, por razones económicas o de salud, lo necesitaban.
El Adiós a la Logia:
A fines de 1912 comienzan discusiones entre la
Logia y la Gran Logia (Antes denominado Gran Oriente), por lo que es declarada irregular el 20 de enero de 1913. A partir de ese momento de logia Abnegación pasará a desarrollar sus actividades bajo el Rito Azul.
Pero unos años después comienza a desarrollar sus actividades, junto con otras logias del interior del país y de la Capital Federal, de manera independiente, forma en que dejará de existir, no sin antes volver a ingresar a la Gran Logia. Afortunadamente se han vuelto a localizar documentos que se creían desaparecidos, los cuales nos permitirán, aunque más esporádicamente, rastrear el desarrollo de la logia hasta 1927, año en que deja de existir.
Su último Venerable fue Luís Landoni, quien fue quién tuvo que “abatir columnas”, vale decir, cerrar la logia. Es de destacar que la acción filantrópica de la misma de mantuvo hasta el último momento. El 1 de julio de 1927 la logia envía una nota al Consejo Deliberante ofreciendo su edificio en calidad de donación, el cual es aceptado el 20 de abril de 1929, aunque ya se había destinado la propiedad a la Biblioteca Popular Sarmiento el 28 de febrero de 1928.
La logia Abnegación otorga a la Biblioteca Sarmiento, además de su inmueble, otras dos importantes donaciones: entrega a la caja social de la institución el último saldo de efectivo con que contaba y dona, a fines de 1927, el mueble biblioteca que aún se conserva en la sala principal.
Lamentablemente luego prevaleció el olvido. Si
bien pudieron rescatarse dos maravillosos tomos de la “Historia General de la Masonería”, de Dantón: 18, un par de espadas rituales y una insignia (las cuales se conservan y exhiben orgullosamente en la Biblioteca Sarmiento) los resquemores de ciertos sectores de la sociedad llevaron a que se pierdan la inmensa mayoría de las pertenencias de la logia. La llegada del Uriburu al poder (en 1930) y el avance de la derecha ultra católica llevaron a que los papeles que se conservaron de la logia de Coronel Suárez fueran destruidos. También se quitaron la reja de su entrada y el enorme mármol ubicado bajo el dintel del edificio, los cuales poseían la escuadra y el compás entrecruzados.
Es de notar en la mayoría de la sociedad un gran desconocimiento acerca de quiénes eran y que hacían los masones.
Este desconocimiento favoreció el desarrollo de una “leyenda antimasónica” apoyada y desarrollada por la Iglesia Católica, vencedora en el conflicto con la masonería. Tanto es así que se ha llegado a escribir, en más de una oportunidad, que los masones hacían sacrificios humanos o que eran la base para un plan “judeo-marxista” de denominación mundial.
Con este pequeño trabajo creemos haber cumplido, en parte, con un acto de justicia histórica: rescatar del olvido a aquellos “obreros” de la Abnegación y revalorizar una acción que, aunque discutida y vituperada por muchos, contribuyó al crecimiento de nuestra comunidad por más de treinta años.