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El Nobel anarquista













Era un jovencito desaliñado, oriundo de Bahía Blanca. Vivía en una pensión de la Avenida de Mayo de Buenos Aires, donde tomaba mate con las putas vecinas y acumulaba mucha ropa sucia. Se paseaba entre el colegio, la facultad y el recordado café de la calle Perú, gran tertulia estudiantil en zona de riesgo, muy próximo al despacho del coronel Perón.



Cerca de allí lo mataron a Salmún Feijoó, una bandera de lucha juvenil. Una vez, la policía le dijo que los anarquistas como él "no cortaban ni pinchaban".


Ofendido, discutió con los esbirros de Balvanera, que tenían picanas en el piso de arriba.




Muchos años después, fue Premio Nobel de Medicina y Farmacología y saludó a su generación:

“Mi corazón siempre estuvo en el centro de estudiantes de Química.



Nuestra consigna fue mantener vivos los centros de estudiantes cuando la dictadura hacía esfuerzos por cerrarlos. y por eso en nuestro centro poníamos mucho énfasis en actividades que podríamos llamar sindicalistas.




Pusimos una cooperativa y de allí me viene el apodo de ‘Pulpito’... Mis opiniones eran las mías, pero jamás influidas o manejadas desde afuera.



Yo estaba en el grupo editorial de La Protesta, el viejo periódico anarquista.


Sin embargo, jamás distribuí periódicos dentro de la facultad”. En su tiempo, los estudiantes reformistas armaban una enseñanza "paralela" a la que creían mediocre, donde los profesores eran meros "empleados del Poder Ejecutivo" según Félix Luna.



A él le encantaban los campamentos en Bariloche, la aventura y el descubrimiento. Postulaba la libertad y la excelencia.



En la facultad de hoy, muchos empalagados con modelo productivo preguntarían quién es César Milstein.