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San Juan Crisóstomo decía: "Cuando la primera mujer habló, provocó el pecado original" y San Ambrosio concluía: "Si a la mujer se le permite hablar de nuevo, volverá a traer la ruina al hombre".
La iglesia Católica, les prohíbe la palabra.
Los fundamentalistas musulmanes, les mutilan el sexo y les tapan la cara.
Los judíos muy ortodoxos empiezan el día agradeciendo: "Gracias Señor por no haberme hecho mujer".

Saben cocer. Saben bordar. Saben sufrir y cocinar.

Hijas obedientes. Madres abnegadas. Esposas resignadas.

Durante siglos o milenios ha sido así, aunque de su pasado sabemos poco.
Ecos de voces masculinas. Sombras de otros cuerpos.

Para elogiar a un procer se dice: "Detrás de todo gran hombre hubo una mujer", reduciendo a la mujer a la triste condición de respaldo de silla.



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Si Eva hubiera escrito el génesis... ¿Cómo sería la primera noche de amor del género humano?. Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las ies; quizá, digo yo, no sé, hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla, que no conoció a ninguna serpiente, que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie y que nadie le dijo que: "Parirás con dolor" y "Tu marido te dominará"... Y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias que Adán contó a la prensa.

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Si las Santas, y no los santos, hubieran escrito los Evangelios... ¿Cómo sería la primera noche de la era cristiana?. Las Santas hubieran contado que estaban todos de muy buen humor; todos: la Virgen, el niño Jesús resplandeciente en su cuna de paja, el buey, el asno, los Reyes Magos recién venidos de Oriente y hasta la estrella que los había conducido a Belén... Todos, todos contentos, menos uno. San José, sombrío, murmuró: "¡Yo quería una nena!".


Desde el año 1234 la religión católica prohibió que las mujeres cantaran en las iglesias.
Las mujeres, impuras por naturaleza, ensuciaban la música sagrada que sólo podía ser entonada por niños varones o por hombres castrados.
Esta pena de silencio rigió durante siete siglos. Siete siglos y pico hasta que, en el siglo XX, hace un rato no más, las mujeres pudieron cantar en las iglesias, solas o en coros.
Poco antes de que se pusiera en marcha esta prohibición contra las hijas de Eva, hubo una monja llamada Hildegarda, que dirigió un convento a las orillas del Rin en una ciudad, Bingen, y que creó la música litúrgica que a mí me parece la más bella de todas; la que más me llega, más profundamente me llega al último rinconcito del alma.
Y esa música fue escrita, compuesta, para ser cantada por mujeres. Las monjas de Bingen que dirigía Hildegarda.
Por suerte, el tiempo no les borró las voces. Esas voces de ángeles que supieron cantar como nadie a la gloria del paraíso.
Hildegarda no se limitó a componer música maravillosa que durante siglos fueron "traidoramente" entonadas por hombres, porque las mujeres no podían cantarlas, sino que además, fue una adelantada de su tiempo, que hace muchos años, unos 800 años, (años más, años menos) supo desafiar el monopolio masculino de la Fe. Y convirtió a su convento en un reducto, un santuario de la libertad femenina. Y que supo escribir en sus trances místicos, páginas que han perdurado, donde la mujer ocupa un lugar central porque Hildegarda decía y sabía lo que decía, que la sangre de veracruz no es la sangre de la menstruación, sino la sangre de la guerra.