
El supuesto linchamiento del ex número dos de Pyongyang resultó un creepypasta. Los medios occidentales no chequearon que la prensa de la enemiga Corea del Sur había evitado replicar una noticia surgida en un foro de humor de Hong Kong sin ninguna fuente sólida.
Despellejado, en una jaula a la que había sido arrojado desnudo, por una jauría de 120 perros hambrientos. Así de cruel, y no mediante un frío fusilamiento como se había dado a conocer previamente, había sido la ejecución de la pena de muerte contra el ex número dos del gobierno norcoreano Jang Song-thaek y tío del Jefe de Estado Kim Jong-un. Una semana atrás, la noticia se viralizó en los medios occidentales más influyentes, por tirada de ejemplares y cercanía al poder, de la misma forma que un video hogareño mostrando las poses encantadoras de un bebé puede crecer exponencialmente en las redes sociales.

Ya sea en El País de España, Clarín o La Nación en Argentina, El Tiempo en Colombia o The Sun en Londres, el cable informativo de un supuesto linchamiento bárbaro de un jerarca stalinista fue la oportunidad perfecta para cumplir con dos objetivos: criticar a un régimen no capitalista y ocupar espacio con un hecho insólito ocurrido en un país lejano. Ningún editor reparó, previamente, en que la prensa de Corea del Sur, el enemigo acérrimo de Pyongyang desde hace más de medio siglo, no había dado crédito a la purga norcoreana reportada en origen por un tabloide sensacionalista de Hong Kong.

Sin embargo, hubo una excepción. Un bloguero del The Washington Post percibió la endeblez de un suceso que, ya en una primera lectura, se presentaba con un contenido demasiado bizarro. Es cierto, Corea del Norte no parece contar con una institucionalidad democrática abierta al disenso interno pero, de ahí a recurrir al apetito inagotable de fieras salvajes para desangrar a un opositor, hay un enorme espacio. Una cosa es edificar un gobierno híper centralizado y, algo muy distinto, es comandar un país como si fuese el escenario de un film de terror clase B.
En concreto, a Max Fisher no le llevó mucho tiempo concluir que había varios desajustes en la noticia del linchamiento de Jang Song-thaek. “La historia se originó en un periódico de Hong Kong llamado Wen Wei Po, que curiosamente publica la versión sin citar una fuente. A excepción de un par de casos, los medios de Hong Kong tienen la reputación de publicar historias sensacionalistas que no siempre son verídicas, lo que es algo similar a los medios elcihguirebipolar y globoterror de Venezuela.

Pero, incluso para esos estándares, Wen Wei Po es considerado muy poco fiable”, comienza advirtiendo Fisher. Además, en otro párrafo significativo de su artículo, el cronista del The Washington Post alerta que: “Los medios asiáticos ni siquiera se han dignado a reconocer el reporte de Hong Kong. Tampoco los medios de Corea del Sur han abordado la historia. Muchos medios de noticias surcoreanos, grandes y pequeños, parecen estar tratando la ejecución norcoreana como algo tan poco probable, que estiman que ni siquiera vale la pena mencionarla. Y ellos, los principales contendientes políticos del gobierno comunista vecino, lo sabrían porque tienen muchos servicios secretos asentados en territorio enemigo”.
El caso de la ejecución norcoreana vuelve a plantear el dilema de la sobreabundancia informativa. Nunca existieron tantos medios de comunicación en el mundo. Además, gracias al surgimiento de internet, los mass media se hayan interconectados en tiempo real. Las distancias se reducen, y la credibilidad de la noticias también. En La explosión del periodismo, el escritor Ignacio Ramonet advirtió que: “En la era digital, la información es tan abundante que constituye el quinto elemento –luego del aire, agua, tierra y fuego– de nuestro globalizado mundo. Y como se puede comprobar, al igual que ocurre con los alimentos, la información está contaminada.

A menudos nos envenena la mente, poluciona el cerebro, nos intoxica, y trata de inyectar en nuestro inconsciente ideas que no son nuestras. Por este motivo, cada vez más ciudadanos reclaman lo que podría llamarse una ecología de la información”. En ese sentido, el director de la edición española del Le Monde Diplomatique propone un manual de estilo periodístico que reduzca la posibilidad de que surjan noticias intoxicadas como la ocurrida, supuestamente, en el tiránico gobierno norcoreano: “De la misma forma que existen alimentos orgánicos deberíamos poder obtener una especie de información orgánica, poder comprar un periódico con el sello sin mentiras, consultar una web que exhibiera la etiqueta desprovista de rumores, ver un programa de televisión con el rótulo no testeado en ciudadanos o escuchar la radio el jingle producido con información verificada”.

Además, la insólita noticia de la purga asiática pone de relieve el gran desconocimiento que existe sobre el gobierno norcoreano.
Otro hombre de la cultura y el periodismo que puede ampliar el testimonio de la real Norcorea, por haber visitado Pyongyang para realizar su último film, es el documentalista argentino José Luis García, autor de la interesante pieza La chica del Sur. En conversación con Miradas al Sur, García recuerda sus viajes al Paralelo 38 y no parece adherir a la versión macartista que empalma a Kim Jong-un con el fanatismo por los perros asesinos. “Con una impresión más cercana, más de la calle, puedo decir que la gente norcoreana es divina, súper amable, me sentí muy cómodo.

“Debido al estallido, multiplicación y sobreabundancia de información, ésta se encuentra literalmente contaminada, envenenada por mentiras de todo tipo, intoxicada por los rumores, las deformaciones, las distorsiones y las manipulaciones”, remarca Ramonet en el ensayo, anteriormente, citado. El gobierno norcoreano desconcierta a la aldea global informativa. En un mundo donde hasta China, como antes lo hizo la roja Vietnam, acaba de profundizar la apertura económica en el último Congreso del Partido Comunista, Pyongyang parece ser el último santuario en pie del maoísmo más radicalizado. Ante la expansión globalizadora, mayor cerrazón ante el mundo es la consigna central no escrita de Kim Jong-un. “Muchos medios alrededor del mundo consideraron la historia de los perros sanguinarios como verdadera debido a que, por lo general, las noticias que provienen de Corea del Norte son tratadas como creíbles, sin importar lo extravagantes que sean”, concluye el investigador del The Washington Post. Norcorea se cierra y calla. Evidentemente, los medios occidentales están dispuestos a ocupar ese espacio.
fuente: http://sur.infonews.com/notas/norcorea-el-cuento-del-tio-o-como-nos-metieron-el-perro