Que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio.
Efesios 6:19
Ocuparnos en nuestros asuntos
Cuando el evangelista Moody salió de la sala dónde acababa de predicar, vio a un individuo con aire siniestro apoyado en una farola. El evangelista le puso amistosamente la mano sobre su hombro y le preguntó si era cristiano. Pero el hombre, quien lo había reconocido, levantó el puño y gritó muy enfadado: «¡Métase en sus asuntos!».
–Siento haberlo ofendido, respondió Moody, pero para serle sincero, precisamente en esto consisten mis asuntos: mostrar a la gente el camino de la salvación e invitarles a creer en el Señor Jesucristo.
Luego prosiguió su camino, pues veía que no podía hacer nada más en ese momento.
Una noche, aproximadamente tres meses más tarde, el evangelista fue despertado por alguien que llamaba a su puerta: –¿Quién es?, preguntó. ¿Qué desea?
–Deseo ser cristiano, respondió el desconocido.
Al abrir la puerta, Moody se encontró con el hombre que se había enfadado tanto cuando él lo había interpelado. El visitante le pidió perdón por la manera en que había actuado aquel día y reconoció que su conciencia estaba atormentada desde ese encuentro. El Espíritu Santo estaba trabajando en el corazón de aquel hombre y Moody lo condujo a Jesucristo.
Cuando invitamos a las personas a recibir a Jesucristo como su Salvador, estamos ocupándonos realmente de nuestros asuntos… o más bien, de los del Señor.
“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15)
Efesios 6:19
Ocuparnos en nuestros asuntos

Cuando el evangelista Moody salió de la sala dónde acababa de predicar, vio a un individuo con aire siniestro apoyado en una farola. El evangelista le puso amistosamente la mano sobre su hombro y le preguntó si era cristiano. Pero el hombre, quien lo había reconocido, levantó el puño y gritó muy enfadado: «¡Métase en sus asuntos!».
–Siento haberlo ofendido, respondió Moody, pero para serle sincero, precisamente en esto consisten mis asuntos: mostrar a la gente el camino de la salvación e invitarles a creer en el Señor Jesucristo.
Luego prosiguió su camino, pues veía que no podía hacer nada más en ese momento.
Una noche, aproximadamente tres meses más tarde, el evangelista fue despertado por alguien que llamaba a su puerta: –¿Quién es?, preguntó. ¿Qué desea?
–Deseo ser cristiano, respondió el desconocido.
Al abrir la puerta, Moody se encontró con el hombre que se había enfadado tanto cuando él lo había interpelado. El visitante le pidió perdón por la manera en que había actuado aquel día y reconoció que su conciencia estaba atormentada desde ese encuentro. El Espíritu Santo estaba trabajando en el corazón de aquel hombre y Moody lo condujo a Jesucristo.
Cuando invitamos a las personas a recibir a Jesucristo como su Salvador, estamos ocupándonos realmente de nuestros asuntos… o más bien, de los del Señor.
“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15)