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¿Qué clase de estado palestino?

La votación realizada la semana pasada en la Cámara de los Comunes británica para reconocer a la Autoridad Palestina como el “estado” palestino reunió un alto grado de apoyo popular. La Campaña de Solidaridad con Palestina (PSC) se movilizó en torno a este tema desde hace meses, enviando informaciones regularmente y presionando constantemente a favor del sí.



La PSC dice que 57.808 simpatizantes suyos han enviado otros tantos mensajes electrónicos a sus diputados animándoles a votar en favor del sí en el parlamento. Los representantes de la Autoridad Palestina (AP) en Londres también han participado intensamente en la campaña.

A pesar de que muchas personas solidarias con Palestina en el Reino Unido han participado en esta campaña, debe hacerse la siguiente pregunta: ¿qué tipo de estado palestino resultaría si esta moción se pusiera en práctica?

La votación fue simbólica, por supuesto, y no tendrá efecto alguno en la política del gobierno británico. Pero dejando eso de lado, si fuera posible cambiar la política del gobierno, ¿qué cambios se producirían en la práctica en Palestina?

La respuesta es, lamentablemente, muy pocos.

Debería ser algo aceptado a estas alturas, pero no es así para muchas personas, por tanto merece la pena repetirlo: la Autoridad Palestina es una extensión de la ocupación israelí. Sobre todo en su papel de “coordinación de seguridad” con Israel, la AP actúa como el ejecutor cotidiano de la ocupación israelí.

La policía de la AP reprime violentamente las manifestaciones palestinas contra los asentamientos israelíes, los puestos de control, las bases militares y las prisiones, todos los cuales son ilegales según el derecho internacional. Los servicios secretos de la AP arrestan, hostigan, encarcelan y torturan a periodistas palestinos que critican al gobierno de Ramala, aunque sea tímidamente. Las fuerzas de la AP arrestan y encarcelan a activistas palestinos y combatientes de partidos de la oposición como Hamas.

La AP es, probablemente, la única entidad en el mundo que, sin ser realmente un estado, ha conseguido crear buena parte del aparato y la infraestructura necesarias para crear un estado policial.

La denominada Autoridad Palestina no tiene ninguna autoridad real. Las pequeñas, restringidas y aisladas áreas de Cisjordania que están, supuestamente, bajo su control están, en realidad, dominadas por Israel. Las fuerzas policiales de la AP tienen órdenes para retirarse a sus bases en cuanto las tropas israelíes se despliegan para secuestrar a palestinos que se oponen a su dominio.

Bajo el régimen de entrenamiento del general estadounidense Keith Dayton, a los nuevos policías de la AP se les dijo lo siguiente durante su graduación: “No se te ha traído aquí para luchar contra Israel […] podemos vivir en paz y seguridad con Israel”.

La AP proporciona, ciertamente, algunos servicios municipales útiles y valiosos a los palestinos que viven en Cisjordania, pero estos son marginales respecto a su principal cometido como agentes de la ocupación israelí.

Aunque la opinión de la clase política israelí sobre la AP aparece frecuentemente dividida, siendo la derecha ostensiblemente crítica, lo cierto es que la AP juega un papel crucial en la reducción del coste de la ocupación israelí. Y esto vale para los costes políticos y de legitimidad en los ámbitos doméstico e internacional, como para los costes financieros del gobierno israelí y de la economía en general.

La mayor parte del presupuesto de la AP proviene de donantes y patrocinadores internacionales. Cuando se trata de Gaza, cuando las crueles y vengativas guerras de Israel destruyen sistemáticamente las infraestructuras, los proyectos de reconstrucción son a menudo financiados por los gobiernos europeos. En Cisjordania pasa lo mismo: frecuentemente, Israel destruye proyectos dirigidos a mejorar la vida de los palestinos que han sido patrocinados desde Europa.

Al fin y al cabo, la AP es, en última instancia, responsable ante Israel. Un “estado” a cargo de la Autoridad Palestina no será nunca otra cosa que una entidad sin poder y fragmentada en pequeñas partes de la Palestina histórica, una realidad muy parecida a las de los bantustanes del régimen del apartheid sudafricano. Al igual que los bantustanes, que se reintegraron en Sudáfrica después del desmantelamiento del apartheid, la disolución de la AP es una precondición para la liberación de Palestina.

La AP se interpone entre la ocupación israelí y el malestar popular palestino. Un estado en meros fragmentos del actual 22 por ciento de la Palestina histórica será incapaz de satisfacer las aspiraciones y los derechos de la mayoría del pueblo palestino, es decir, de los refugiados y sus descendientes, que fueron expulsados de Palestina por las milicias sionistas en 1948. Y no hará nada por los 1,5 millones de palestinos que viven en el actual Israel como ciudadanos de segunda clase.

En realidad, un no-estado de la AP podría, incluso, resultar contraproducente para los derechos de esta casi siempre olvidada pero vital parte del pueblo palestino.

Aunque muchos querían dar, de corazón, su apoyo al pueblo palestino en la reunión del parlamento el lunes, el texto de la moción debería ser motivo de reflexión.

La moción fue propuesta, explícitamente, como una forma de salvar la solución de dos estados. Durante el debate del lunes, el diputado Grahame Morris llegó a decir que la solución de un estado es “moralmente repugnante y políticamente insostenible”.

No olvidemos que la solución de un estado, tan controvertida en algunos círculos, defiende la creación de un único estado democrático para judíos y palestinos en la Palestina histórica.

Es fácil proponer que allí debe haber un estado palestino, pero ¿qué clase de estado?

Como dijo la semana pasada Omar Barguti, cofundador del movimiento por el Boicot, las Desinversiones y las Sanciones (BDS), en el New York Times: “Si [un estado] es el primer paso hacia el reconocimiento del derecho irrefutable del pueblo palestino a la autodeterminación, entonces sería una contribución positiva […] Pero si, como es más probable, solamente significa resucitar la comatosa versión de la ‘solución de dos estados’ que, según lo dictado por Israel, ignora los derechos básicos de los palestinos, entonces sería otro acto de complicidad británica al otorgar legitimidad al injusto orden de Israel”.