El cocoliche es una jerga del español hablada por los inmigrantes italianos que vivieron en la ciudad de Buenos Aires.
Antonio Cuccolicchio fue un italiano nacido en Calabria, que trabajó como peón de limpieza en el circo de los hermanos Podestá. Al hablar mezclaba el italiano con el español, creando un nuevo “dialecto” muy gracioso, que se tradujo en un impacto para el público asistente.
Era la mezcla del español con las distintas lenguas y dialectos italianos, que en su comienzo, era hablado por buena parte de los inmigrantes italianos. Un día, Celestino Petray, el cómico de la Compañía, se presentó en escena imitando a Cuccolicchio como un inmigrante acriollado diciendo:”Mi quiamo Franchisque Cocoliche e sono creolio hasta lo güese de la taba e la canilla de lo caracuse, amico. Vengue de la Petagona co este parejiere macanuto, amique”. (Me llamo Francisco Cocoliche y soy criollo hasta los huesos de la taba y la canilla del caracú, amigo. Vengo de la Patagonia con este parejero macanudo, amigo).
Ese fue el nacimiento del personaje cómico “Cocoliche”, que durante varios años alegró al público asistente. Muchas de sus palabras pasaron a engrosar las filas del lunfardo como por ejemplo: cuore (corazón); laburar (trabajar), mufa (fastidio), gambetear (esquivar), yeta (mala suerte), atenti (atención), fiaca (desgano), etc.
Fue muy usado en el teatro popular argentino y en el sainete buscando la risa mientras que el que se hablaba en las calles, contribuía a la comunicación. En el juego del truco, podían escucharse en los boliches, versos en cocoliche:”Io sono un criocho italiano / que parla mal la castilla / ¡Non se caiga de la silla, / que tengue flor nella mano…!, a lo que el truqueador criollo contestaba: “y yo soy criollo, no gringo,/ y atajate, que te bocho: /¿cómo se dice en tu lengua / contraflor con treinta y ocho?. Otras veces, el gringo decía: “Aquí me pongo a cantare / co la guitarra a la mano / e le canto ¡contrafiore! / Angárreselas paisano!”.
Comunidades de otros orígenes también le hicieron honor a una mezcla de español con su idioma materno.
La vigencia del cocoliche alcanzó a una o dos generaciones. Pasó el tiempo y el cocoliche se escuchó cada vez menos, a medida que desaparecieron los inmigrantes que lo hablaban en ese Buenos Aires que se fue.

Antonio Cuccolicchio fue un italiano nacido en Calabria, que trabajó como peón de limpieza en el circo de los hermanos Podestá. Al hablar mezclaba el italiano con el español, creando un nuevo “dialecto” muy gracioso, que se tradujo en un impacto para el público asistente.
Era la mezcla del español con las distintas lenguas y dialectos italianos, que en su comienzo, era hablado por buena parte de los inmigrantes italianos. Un día, Celestino Petray, el cómico de la Compañía, se presentó en escena imitando a Cuccolicchio como un inmigrante acriollado diciendo:”Mi quiamo Franchisque Cocoliche e sono creolio hasta lo güese de la taba e la canilla de lo caracuse, amico. Vengue de la Petagona co este parejiere macanuto, amique”. (Me llamo Francisco Cocoliche y soy criollo hasta los huesos de la taba y la canilla del caracú, amigo. Vengo de la Patagonia con este parejero macanudo, amigo).
Ese fue el nacimiento del personaje cómico “Cocoliche”, que durante varios años alegró al público asistente. Muchas de sus palabras pasaron a engrosar las filas del lunfardo como por ejemplo: cuore (corazón); laburar (trabajar), mufa (fastidio), gambetear (esquivar), yeta (mala suerte), atenti (atención), fiaca (desgano), etc.
Fue muy usado en el teatro popular argentino y en el sainete buscando la risa mientras que el que se hablaba en las calles, contribuía a la comunicación. En el juego del truco, podían escucharse en los boliches, versos en cocoliche:”Io sono un criocho italiano / que parla mal la castilla / ¡Non se caiga de la silla, / que tengue flor nella mano…!, a lo que el truqueador criollo contestaba: “y yo soy criollo, no gringo,/ y atajate, que te bocho: /¿cómo se dice en tu lengua / contraflor con treinta y ocho?. Otras veces, el gringo decía: “Aquí me pongo a cantare / co la guitarra a la mano / e le canto ¡contrafiore! / Angárreselas paisano!”.
Comunidades de otros orígenes también le hicieron honor a una mezcla de español con su idioma materno.
La vigencia del cocoliche alcanzó a una o dos generaciones. Pasó el tiempo y el cocoliche se escuchó cada vez menos, a medida que desaparecieron los inmigrantes que lo hablaban en ese Buenos Aires que se fue.