Sabsay no more

Nadie le pide que calle, pero sería saludable que cuando el sector que usted representa se expresa, reconozca que lo hace desde el odio y el resentimiento, como desde aquel 17 de octubre de 1945 hasta ahora.
Mal que le pese y les pese, tanto al abogado Sabsay como a su enfervorizado auditorio del Coloquio de IDEA y a los que lo siguen apoyando y vitoreando, nosotros queremos que siga hablando y expresándose tal cual le plazca. Desde Alfonsín hasta nuestros días la libertad de expresión no tiene exclusiones y nadie va preso ni es perseguido por sus opiniones ni por sus exabruptos ni por insultar y descalificar a quien piensa distinto. Y si algo de honestidad les queda, aunque sea en su fuero interno, deben reconocer que es el sector social que representan y aquellos que les dan letra quienes han perseguido, censurado, fusilado, desaparecido, proscripto y silenciado al pueblo peronista y al movimiento nacional y popular en general, y a sus dirigentes y militantes.

Por más acting (así nos enseña el idioma el destacado cultural Tinelli) que haga al estilo de Aníbal Pachano y sus desbordes emocionales, don Daniel ha sobrepasado el límite de la cordura, el buen gusto y hasta el de la honestidad. Decir que no hay democracia, que vivimos un estado hitleriano o estalinista es un despropósito doloso que hiere y banaliza también a los millones de víctimas de esos regímenes.

Comparar un gobierno democrático ratificado por más del 54% de los argentinos con la última dictadura cívico-militar se emparenta más con el pensamiento de genocidas mononeuronales como Etchecolatz o delirantes como Cecilia Pando. En una dictadura que asesinó e hizo desaparecer a 129 periodistas, a 30 mil compatriotas y secuestrar a 500 bebés, y sostenida por los medios concentrados y las corporaciones que aplaudían ensoberbecidos de odio en Mar del Plata, ninguna voz opositora pudo levantarse. Sus exégetas, Joaquín Morales Solá y Mariano Grondona lo saben bien, abogado Sabsay, porque también fueron aplaudidores y colaboradores de los genocidas, y el profesor Grondona sigue reivindicando hoy a los asesinos.

Tiene usted su público, dice que lo felicitan por la calle y, si se interna en ese reservorio de la peor y más putrefacta basura que son los foros anónimos de los medios dominantes, se han superado los límites del más elemental humanismo y lógica de convivencia civilizada, encontrará adherentes multiplicando el veneno que ha derramado.
Y hay miles de estúpidos o ciegos dispuestos a creerle que "La Cámpora invadió escuelas". Y para la próxima puede agregar que Máximo Kirchner se come a los chicos crudos. O que la presidenta no aprobó la salita de cinco o que es una abogada trucha. Es que del ridículo nunca se vuelve.
Nadie le pide que se calle ni que deje de cebarse por estos 15 minutos de fama. Lo que sería saludable es que cuando el sector que usted representa se expresa, reconozca que lo hace desde el odio y el resentimiento, como desde aquel 17 de octubre de 1945 hasta ahora. Sin hipocresías, sin esconderse tras un declamado republicanismo y de pacíficos buscadores de consensos.
Porque echan leña al fuego y se presentan como abnegados bomberos. Le rezan a un Dios misericordioso y son capaces de matar por un puñado de dólares. Acusan de corruptos a quienes no piensan como ellos y evaden impuestos, blanquean fortunas malhabidas y coimean con aires de yo no fui. El odio los ciega tanto que son capaces de evitar los productos de los Precios Cuidados porque son "los de la yegua". Dicen que "la gente" está desesperada por la inseguridad y son ciegos, sordos y mudos frente a la desesperación de los que falta incluir que, aunque los ignoren, también son la gente. Serán comidos por los gusanos o reducidos a cenizas, como todos y cada uno de nosotros los mortales, pero viven como si fueran inmortales acumulando sin saciarse jamás.

Obviamente, no está usted solo como cruzado de la descalificación y desprecio por las decisiones democráticas y soberanas del pueblo. Cada uno con su estilo tiene el denominador común de provocar e incitar a todo tipo de violencia y de operaciones desestabilizadoras. Desde la desaforada violencia explícita de Jorge Lanata hasta la evanescencia del misógino y desubicado Nelson Castro pasando por la mala intención provocadora de Alfredo Leuco, entre tantos ejemplos.
Pero que todos, absolutamente todos sigan expresándose sin cortapisas, con la misma libertad de siempre, sin temores de ser denunciados ni procesados por calumnias e injurias –uno de los aportes del "tiránico" gobierno de los Kirchner–. Allá ellos y sus conciencias.

En un país donde también sobrevuelan buitres autóctonos que son cómplices o socios de aquellos que conspiran contra nuestro país, también existe otra especie muy difundida que es la de los teros. Esas aves que ponen los huevos en un lado y pegan el grito en otro, para engañar o distraer a los demás. En este caso, estas acusaciones hechas a los gritos y sin fundamentos ni lógica histórica ni filosófica sirven para distraer y redoblar la apuesta cuando son puestos en evidencia.
Es que el histórico discurso de Cristina el pasado 30 de septiembre, pleno de definiciones de gran espesor político y advirtiendo las maniobras de pinzas que desarrollan desde sectores más que influyentes de los Estados Unidos y sus socios locales, levantó una ola de agravios, calumnias, burlas y desmentidas que sólo consiguieron confirmar la veracidad y profundidad de las denuncias.
Reitero: ¡Bajen las armas! Acepten las decisiones de este pueblo que no cambia de ideas y que lleva las banderas de Evita y Perón. Y las de Néstor y Cristina.

