Y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate… Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
Lucas 12:19-20
Tome el verdadero seguro de vida
«Planifique sabiamente todo antes de morir». A menudo estas palabras sirven de eslogan publicitario a las compañías aseguradoras. Se dice que es necesario saber anticipar y proyectarse en el futuro para evitar ser tomado desprevenido. Pero estas expresiones tan corrientes en el mundo de los negocios y aparentemente muy razonables, se limitan a los escenarios terrenales.
En la Biblia Jesús habla de un hombre cuyos negocios habían prosperado grandemente. Tenía muchos proyectos para el futuro, pero había descuidado una cosa muy importante: esa noche iba a morir. Este trágico relato termina con una pregunta: “Y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20).
Sin embargo, no hay nada más fundamental que preocuparnos por lo que sucederá después de nuestra muerte. Ninguna compañía de seguros puede proponernos una garantía al respecto. Ofrecen buenas condiciones de vida para los nuestros después de nuestra partida. Pero para el asegurado, cuando muere, aparte del entierro de su cuerpo sin vida, no hay nada previsto. Es a Jesucristo a quien debemos acudir. Él es el Príncipe de la vida. Él pasó por la muerte. Sólo él tiene poder para salvarnos de la muerte y darnos la vida eterna. Sin embargo nos muestra claramente que una eternidad llena de sufrimiento lejos de él está reservada para los que rechazaron la salvación que aún hoy ofrece (Lucas 16:19-31).
Y para los que han depositado su confianza en él, hay reservada una eternidad llena de felicidad.
Lucas 12:19-20
Tome el verdadero seguro de vida

«Planifique sabiamente todo antes de morir». A menudo estas palabras sirven de eslogan publicitario a las compañías aseguradoras. Se dice que es necesario saber anticipar y proyectarse en el futuro para evitar ser tomado desprevenido. Pero estas expresiones tan corrientes en el mundo de los negocios y aparentemente muy razonables, se limitan a los escenarios terrenales.
En la Biblia Jesús habla de un hombre cuyos negocios habían prosperado grandemente. Tenía muchos proyectos para el futuro, pero había descuidado una cosa muy importante: esa noche iba a morir. Este trágico relato termina con una pregunta: “Y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20).
Sin embargo, no hay nada más fundamental que preocuparnos por lo que sucederá después de nuestra muerte. Ninguna compañía de seguros puede proponernos una garantía al respecto. Ofrecen buenas condiciones de vida para los nuestros después de nuestra partida. Pero para el asegurado, cuando muere, aparte del entierro de su cuerpo sin vida, no hay nada previsto. Es a Jesucristo a quien debemos acudir. Él es el Príncipe de la vida. Él pasó por la muerte. Sólo él tiene poder para salvarnos de la muerte y darnos la vida eterna. Sin embargo nos muestra claramente que una eternidad llena de sufrimiento lejos de él está reservada para los que rechazaron la salvación que aún hoy ofrece (Lucas 16:19-31).
Y para los que han depositado su confianza en él, hay reservada una eternidad llena de felicidad.