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He aquí que (Jesús) viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Apocalipsis 1:7

Bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Juan 20:29

Ver o creer

«Creo únicamente lo que veo». Esta es la razón que a veces dan algunas personas que rechazan el Evangelio.
A decir verdad, esta no es una verdadera razón. ¿Quién diría, por ejemplo, que no cree que César o Napoleón hayan existido porque hoy nadie los ha visto? Alguno responderá que la historia nos cuenta lo que hicieron, y que hay verdaderas pruebas de ello. Es cierto; y esto es aún más cierto respecto a Dios: “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo 19:1), y él mismo dio testimonio de ello. “Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios” (1 Juan 5:9). Este testimonio se apoya esencialmente en la persona de Jesús, el Hijo de Dios, y en su obra. Fue confirmado por los discípulos de Jesús y por muchos creyentes que vivieron después de ellos. ¿Recibió usted, mediante la fe, ese testimonio divino?
La fe permite creer en lo que no vemos, y nos da la seguridad interior de las realidades invisibles. Pronto todo ojo verá al Señor, pues él va a volver para ejercer sus derechos sobre todo el mundo. Entonces será el juez de todos los que no hayan creído. Pero ahora, mientras está en el cielo, invisible al ojo humano, quiere ser el Salvador de los que confían en él y en su sacrificio.
Para nosotros, creyentes, él es Jesús, el Hijo de Dios, a quien amamos sin haberle visto. Y al creer en él, incluso si ahora no lo vemos, nos alegramos “con gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:7-9).