
Eramos tres y llegó un cuarto.
Enki.
Carlos y yo vivimos como una familia normal pese a que nuestra hija es una gata. Soy demasiado joven para criar a un bebé así que cuido de Zoe como mi hija y ella se comporta como tal.
Pese a ser una gata un poco arisca, siempre me obedece, si la llamo viene, saluda cuando llegamos a casa, nos da los buenos días, juega con nosotros. No da problemas, es muy buena en verdad.
Quizás mi instinto materno fue lo que me empujó a hacer frente a la pregunta que le hice a Carlos: ¿Y si tenemos otro hijo? para que Zoe juegue con él y no se sienta sola cuando salimos. La respuesta fue un NO rotundo pero igual insistí.
Tras hablarlo mucho, decidimos tener otro hijo, pero esta vez, en vez de un gato, un hurón, al que hemos llamado Enki.
Y así fue como nuestra pequeña familia creció.
Al principio teníamos miedo por Zoe ya que es muy agresiva con otros animales, pero sin embargo se lo ha tomado más o menos bien. Hace muy bien de hermana mayor. De vez en cuando va a mirarlo para ver como está. Y si debo salir de la habitación donde está Enki, le digo a Zoe: Ve a vigilar a tu hermano. Y ella se levanta del sofá y se pone a vigilarlo hasta que yo llego y se va.
En verdad parece tan irreal que ni yo misma me creo que Zoe se ponga a vigilarlo cuando me ausento. Pero luego la veo ahí sentadita mirándolo y está tan linda. Es como una humana.
Y Enki, pues como solo tiene tres meses solo sabe jugar, comer y dormir.



